Filosofía en español 
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Alcorán

Alcorán es el libro de la Ley Mahometana, y significa en árabe Colección. Mahoma su Autor, habiéndose asociado con Batyras hereje Jacobita, y con Sergio, Monje Nestoriano, formó con el socorro de algunos Judíos el plan de su doctrina, fundado sobre infinitas imposturas y absurdidades, compiladas en este libro. Dividióle en cuatro partes, y cada parte en dos capítulos, con títulos ridículos, como de la Vaca, de las Hormigas, de las Arañas, de las Moscas, y otros no menos absurdos.

Este libro compuesto en versos árabes, no deja de tener purísimo el estilo; pero tan sin orden, que es una perpetua confusión, sin método alguno; el Impostor que le escribió, hablando ya en su nombre, ya en el de Dios, o de los Fieles. Son todos sus dictámenes otras tantas herejías, sacadas de Arrio, de Nestorio, de Sabelio, o opiniones erróneas, que de sí mismas se refutan. Cita a veces las Historias de la Biblia, que falsifica, según le parece, corrompiendo las de los Patriarcas, y añadiendo fábulas al nacimiento de J. C. y de S. Juan Baptista, su Precursor. Está este libro en tanta veneración entre los Mahometanos, que un Judío o Cristiano, con sólo tocarle se hace digno de muerte, sino que mudase de Religión; y que un Musulmán (así llaman a sus pretensos creyentes) que le hubiese tocado sin lavarse las manos, sería culpable entre ellos. Persuadioles tan invenciblemente el falso Profeta, a que todos los hombres juntos, ni tampoco todos los Ángeles podrían hacer obra semejante, que tienen odio mortal a quien pretendiera contradecirlo. En esta persuasión dicen que envió Dios a Mahoma el Alcorán por el Ángel Gabriel, escrito en un pergamino, hecho de la piel del Carnero que sacrificó Abraham en lugar de su hijo Isaac. En cuanto a la Doctrina del Alcorán, dice que después del castigo de la primera posteridad de los hijos de Adán, intitulado en este libro por el más antiguo de los Profetas, había José resarcido lo que los primeros habían perdido; que a este segundo le había sucedido Abraham, a este José; que un milagro había producido y conservado a Moisés; que finalmente S. Juan había venido a predicar el Evangelio; que J. C. concebido sin corrupción en el vientre de una Virgen exenta de las tentaciones del Demonio, criado del soplo de Dios, y animado de su S. Espíritu, le había establecido; y que le había confirmado Mahoma. Aunque da estos elogios al Salvador del Mundo, llamado en este libro, el Verbo, la Virtud, el Alma, y la fuerza de Dios, no deja de negar su generación eterna, interpolando [302] fábulas extravagantes en todas las santas verdades del Cristianismo. Admite las oraciones para Difuntos, y el Purgatorio, al modo de Orígenes, creyendo que han de cesar algún día las penas de los condenados, y que los Demonios se han de convertir por medio del Alcorán. Es el alma, según dice, una porción de Dios, conforme lo creían los Gnósticos; confesando con los Cristianos el libre albedrío, reconoce con los Paganos el inevitable poder del Destino. En cuanto al Paraíso, dice el Alcorán que son siete; y añade el libro de Azar, que los vio todos Mahoma montado en un animal, llamado Alborac, mayor que un asno, y menor que un mulo. Está hecho el primero de acrisolada plata; el segundo, de oro; el tercero, de piedras preciosas, donde hay un Ángel, de cuya una mano hasta la otra hay setenta mil jornadas, con un libro en que está siempre leyendo; el cuarto está hecho de esmeraldas; el quinto de cristal; el sexto, es de color de fuego; y el séptimo es un Jardín delicioso regado de fuentes y de ríos de leche, de miel, y de vino, con muchos árboles siempre verdes, y manzanas, cuyas pepitas se mudan en doncellas tan hermosas y tan dulces, que en escupir alguna de ellas en el mar, perdería éste su amargor. Añade este libro ridículo, que este Paraíso le guarda Ángeles, de los cuales unos tienen cabezas de vacas, con cuernos que tienen cuarenta mil nudos, distantes unos de otros cuarenta jornadas de camino. Hay otros que tienen setenta mil bocas, cada boca setenta mil lenguas, alabando cada lengua a Dios setenta mil veces al día, en setenta mil géneros de idiomas diferentes. Delante del Trono de Dios arden catorce cirios, cuya largaria es de cincuenta jornadas de camino. No advirtió si éstas jornadas eran de un hombre a pie, o de a caballo. Todos los cuartos y aposentos de aquellos Cielos imaginarios estaban alhajados con todo lo que se puede discurrir más precioso, y pomposo, más rico y magnífico; y a los Bienaventurados se les regalarán allí platos los más deliciosos y más exquisitos. Fuera de esto, casarán con doncellas, que siempre permanecerán vírgenes, haciendo consistir su felicidad en sola la brutalidad de los sentidos. Dice el Alcorán que las mujeres no entrarán en el Paraíso; si solamente desde lejos apercibirán los deleites de sus esposos. Por lo que toca al Infierno, consiste en suplicios, que han de cesar algún día, por la bondad de Mahoma, quien lavará a los condenados en una fuente para darles de comer las sobras de un banquete hecho a los Bienaventurados. Óigase lo que del Purgatorio fabulizan el Alcorán y la Suna. Después de la muerte, acuden dos Ángeles negros al túmulo, y restituyen el alma al cuerpo del difunto, a quien preguntan, si observó bien la Ley. En respondiendo el difunto, que sí, y no siendo verdad; luego el miembro trasgresor le replica, que miente, y le arguye su delito. Entonces uno de estos Ángeles negros le pega un martillazo encima de la cabeza, que le hunde siete brazas bajo de tierra, donde le atormentan muchísimo tiempo. Al contrario, reconocido el difunto por inocente, suceden dos Ángeles blancos a los negros, y guardan el cuerpo hasta el día del Juicio. Crióse, según este libro, la Tierra en dos días. Sostienla un buey, que está debajo de ella; el cual estribando en una piedra blanca, tiene vuelta la cabeza hacia el Oriente, y el rabo hacia el Occidente, con cuarenta cuernos, y otros tantos dientes; mediando entre estos cuernos tanto camino, cuanto podría correrlo un hombre caminando por espacio de mil años. Para poner fin a tan ridículas imaginaciones, además de lo referido bastará n otra, que da el Alcorán a la Ley por basa de dos principios abominables. El primero es la Predestinación, que consiste en creer, que todo lo que acaece, está de tal modo determinado en las ideas eternas, que nada puede estorbar su cumplimiento. El segundo, que esta Religión (Mahometana) debe establecerse sin milagros, sin disputa, y recibirse sin contradicción, de manera que cuantos la repugnan, deben ser castigados de muerte, sin otra formalidad de proceso; y que merecen el Paraíso los Musulmanes que matan a estos incrédulos.

Atiéndase pues a lo que aconteció a tan ridículo libro, después de la muerte de Mahoma. Los Orientales tan inconstantes como supersticiosos esforzándose en perfeccionar esta nueva Religión, se encontraron más de ducientos Comentarios diversos sobre el Alcorán. Pudiendo esta confusión de preceptos causar universal desolación en pueblos irracionales, que querían todos acreditar sus Comentarios quiméricos, Mohavia, Calife de Babilonia, solicitó los medios de apaciguar estas turbulencias, de que se habían originado muchas Sectas. Convocó una junta general en la ciudad de Damasco, adonde tuvieron orden de llevar los escritos del Legislador, o de sus sucesores, los que tuviesen algunos. Pero la diversidad de opiniones causó tantos debates entre estos Doctores, que jamás nada se pudo concluir. Escogió él mismo seis de los más doctos, y encerrados en un aposento les mandó extrajesen cada uno separadamente lo que les pareciese mejor. De lo extracto se compusieron seis libros, que hasta hoy en día se llamaron Alcorán; y todo lo demás fue arrojado al río. Luego salió un bando, prohibiendo a cualquiera se atreviese a creer o hacer cosa alguna contraria a lo que en este libro se hallaba escrito, so pena de ser declarado por hereje. Pero por mucho que se hubiesen esmerado estos Doctores en establecer un solo y único fundamento de su Doctrina, fueron no obstante Autores de cuatro diferentes Sectas. La primera es la del Doctor Melich, la más supersticiosa, seguida de los Moros y Árabes. La segunda llamada la Imeniana, conforme a la tradición de Ali, y la más razonable, es seguida de los Persas. Atiénense los Turcos a la más libre, que es la de Omar; y profesan los Tártaros la cuarta, que es la más simple, conforme al dictamen de Odeman. Tienenle no obstante a Mahoma veneración igual todos aquellos pueblos diferentemente ciegos, que le creen el mayor de los Profetas. Impugnaron con sólidas razones esta extravagante Colección muchos Varones así santos como doctos, y entre otros S. Juan Damasceno, Pedro Pascasio, Pedro Cluniacense, Juan Cantacuzeno Emperador de Constantinopla, el Cardenal Juan de Turrecremata, Dionysio el Cartujo, el Cardenal Cusa, Gerónimo Savonarola, Juan de Segovia, &c. Entre los Modernos puédese particularmente consultar a Luis Maracci en sus Notas sobre el Alcorán, que añadió a la Traducción Latina que hizo de este Libro, &c. Véase también a A. Pfeifferi Theologia Muhammedica, Dissertatio VI, Crítica Sacra, cap. 16. Herbelot, Bibliot.Orient. y acerca de la Religión de los Turcos, las Notas de Ricard. Simon sobre el viaje al Monte Líbano, del Padre Dandini; y sobre toda esta materia léase a Prideaux, en la Vida de Mahoma, y a Relando, en su Tratado de la Religión Mahometana.