Filosofía en español 
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Humanismo

El término ‘humanismo’ fue usado por vez primera, en alemán (Humanismus), por el maestro y educador bávaro F. J. Niethammer en su obra Der Streit des Philanthropismus und des Humanismus in der Theorie des Erziehungsunterrichts unserer Zeit (1808). Según Walter Rüegg (Cicero und der Humanismus: Formale Untersuchungen über Petrarca und Erasmus, 1946; apud Bruno Snell, Die Entdeckung des Geistes, 1948, cap. XI, nota 1), en 1784 se usó el vocablo ‘humanístico’ (humanistische). El término ‘humanista’ fue usado en italiano (umanista) ya en 1538 (véase A. Campana, «The Origin of the Word ‘Humanist’», Journal of the Warburg and Courtlauld Institutes, IX [1946], 60-73). Hay una estrecha relación en el significado de todos estos vocablos. Niethammer entendía por ‘humanismo’ la tendencia a destacar la importancia del estudio de las lenguas y de los autores «clásicos» (latín y griego). Umanista se usó en Italia para referirse a los maestros de las llamadas «humanidades», es decir, a los que se consagraban a los studia humanitatis. El humanista se distinguía, pues, del «jurista», del «legista», del «canonista» y del «artista» (cfr. Paul Oskar Kristeller, Renaissance Thought, The Classic, Scholastic, and Humanist Strains, 1961, página 9 [ed. revisada de la obra del mismo autor, The Classics and Renaissance Thought, 1955]). Es cierto que el jurista, el legalista, &c., se ocupaban asimismo de studia humanitatis y de res humaniores, pero se ocupaban de ellos –como ya habían puesto de relieve Cicerón y otros autores, que usaron estas dos últimas expresiones latinas– como «profesionales» y no propiamente como «hombres», esto es, como «pura y simplemente hombres». El estudio de las «humanidades», en cambio, no era un estudio «profesional», sino «liberal»: el humanista era el que se consagraba a las artes liberales y, dentro de éstas, especialmente a las artes liberales que más en cuenta tienen lo «general humano»: historia, poesía, retórica, gramática (incluyendo literatura) y filosofía moral (Kristeller, op. cit., pág. 10).

Según lo anterior, el término ‘humanismo’ puede aplicarse (retrospectivamente) al movimiento surgido en Italia hacia fines del siglo XIV y prontamente extendido a otros países durante los siglos XV y XVI. Característico de los humanistas es, según Kristeller (Studies in Renaissance Thought and Letters, 1956, página 24), el haber «heredado muchas tradiciones de los maestros medievales de gramática y retórica, los llamados dictadores», y el haber agregado a tales tradiciones la insistencia en el estudio de los granes autores latinos (insistencia que, por lo demás, se halla ya en las escuelas de las catedrales francesas del siglo XII) y de la lengua y literatura griegas. Muy en particular, el humanismo, especialmente el humanismo italiano, fue un «ciceronismo», en tanto que consistió en gran parte en un estudio e imitación del estilo literario y de la forma de pensar de Cicerón.

Puede preguntarse entonces si el humanismo en el sentido apuntado tiene significación filosófica. Algunos autores han respondido afirmativamente a la pregunta. Más todavía: han proclamado que el humanismo es, en rigor, «la filosofía del Renacimiento» o, cuando menos, «una nueva filosofía del Renacimiento», opuesta al escolasticismo medieval. Otros autores, en cambio, han respondido a la pregunta negativamente y han puesto de relieve el aspecto «literario» del humanismo en contraposición a cualquier aspecto filosófico. Estimamos que ambas respuestas son, cada una por su lado, excesivas. En efecto, el humanismo –el «humanismo renacentista»– no es, propiamente hablando, una tendencia filosófica, ni siquiera un «nuevo estilo filosófico». En todo caso, no hay un conjunto de ideas filosóficas comunes a autores como Erasmo, Montaigne, Nicolás de Cusa, Marsilio Ficino, Pico de la Mirándola, Valla, Ramus y otros autores a quienes suele calificarse, justamente o no, de «humanistas». Por otro lado, no es justo concluir que los humanistas renacentistas no tuvieron nada que ver con la filosofía. Por lo pronto, hay un aspecto de su actividad –la «filosofía moral», intensamente cultivada por los humanistas– a la que no puede negarse importancia filosófica. Luego, algunos de los humanistas, aunque ligados a la tradición escolar y universitaria medieval más de lo que ellos mismos sospechaban, intentaron «airear» dicha tradición y, con ello, el modo de expresión de las reflexiones filosóficas. Finalmente, si bien el humanismo renacentista no es reducible a la concepción de Burckhardt del «descubrimiento del hombre como hombre» –o como «individuo»–, es cierto que muchos humanistas trataron de destacar lo que se llamó «la dignidad del hombre» (por lo menos del «hombre educado liberalmente») y con ello suscitaron ciertos cambios en la «antropología filosófica» de la época. Así, el humanismo renacentista no es ni una filosofía ni una «época filosófica», pero es en parte uno de los elementos de la «atmósfera filosófica» durante el final del siglo XIV y gran parte de los siglos XV y XVI.

En la época actual se ha hablado de «humanismo» no sólo para designar el movimiento antes descrito, sino también, o sobre todo, para calificar ciertas tendencias filosóficas, especialmente aquellas en las cuales se pone de relieve algún «ideal humano». Como los «ideales humanos» son muchos, han proliferado los «humanismos». Tenemos con ello un humanismo cristiano, un «humanismo integral» (o el «humanismo de la Encarnación» en el sentido de Maritain), un humanismo socialista, un humanismo (o neohumanismo) liberal, un humanismo existencialista, un humanismo científico, y otras muchas, casi incontables, variedades. Algunas de estas tendencias humanistas se caracterizan por la insistencia en la noción de «persona», en contraposición a la idea del «individuo». Otras tendencias se caracterizan por predicar la «sociedad abierta» contra la «sociedad cerrada». Otras, por destacar el carácter fundamental «social» del ser humano. Otras, por poner de relieve que el hombre no se reduce a ninguna función determinada sino que es una «totalidad», &c., &c. En el resto de este artículo nos limitaremos a reseñar sumariamente algunas doctrinas que han adoptado explícitamente el nombre ‘humanismo’, ya sea como un «método», ya como una determinada «concepción».

En lo que toca al método, ‘humanismo’ es un término utilizado por varias direcciones del pensamiento de nuestro siglo. Tal ocurre con los movimientos filosóficos impulsados por William James y F. C. S. Schiller –el último llamó precisamente «humanismo» a su propia filosofía–. Según James, el humanismo consiste en romper con todo «absolutismo» –con toda idea de un «universo compacto»–, con todo intelectualismo, con toda negación de la variedad y espontaneidad de la experiencia. El humanismo no renuncia a la verdad, ni por supuesto a la realidad; sólo pretende que sean más ricas –o que se reconozca su inagotable riqueza–. Por eso el humanismo niega que los conceptos y leyes sean meras duplicaciones de la realidad. En la conceptuación humanística se tolera «el símbolo en vez de la reproducción, la aproximación en vez de la exactitud, la plasticidad en vez del rigor» (W. James, The Meaning of Truth [1909], Cap. III). El humanismo renuncia a «los antiguos ideales de rigor y definitividad», lo cual no convierte el humanismo en un escepticismo pirrónico, ya que este último pretende no saber nada, en tanto que el humanismo se esfuerza por saber lo que se alcance a saber (loc. cit.). Nada de extraño, por lo tanto, que para James sean humanistas todos los filósofos de la época que de algún modo han sacrificado la exactitud racionalista a una mayor flexibilidad en la descripción de lo real: humanistas serían así Bergson, Milhaud, en parte Poincaré, Simmel, Mach, Ostwald y, desde luego F. C. S. Schiller y Dewey. El humanismo no es, en suma, una tesis, sino una perspectiva filosófica (op. cit., Cap. V) y, en verdad, una perspectiva que conduce siempre a «totalidades abiertas». James señala, precisando más su pensamiento sobre esta cuestión, que los puntos principales en que se basa el humanismo son: 1) Una experiencia, perceptual o conceptual, debe conformarse con la realidad para ser verdadera. 2) Por ‘realidad’ no se significa dentro del humanismo sino las otras experiencias conceptuales o perceptuales con las cuales puede hallarse de hecho mezclada una experiencia actual. 3) Por ‘conformidad’ el humanismo quiere decir tener en cuenta la cosa, de tal modo que se obtenga un resultado satisfactorio tanto intelectual como prácticamente. 4) ‘Tener en cuenta’ y ‘resultado satisfactorio’ son expresiones que no admiten definición, por ser muchas las vías por las cuales pueden «llenarse» estos requerimientos. 5) Vagamente, y, en general, tomamos en cuenta una realidad preservándola en una forma tan poco modificada como sea posible. 6) La verdad que encarna la experiencia conformante debe ser una adición positiva a la realidad previa, y los juicios deben conformarse con ella (op. cit., Cap. III). F. C. S. Schiller no desmiente esencialmente esas «condiciones» del humanismo, pero lo entiende en un sentido más radical, pues no se trata sólo de una ampliación y superación del pragmantismo ni tampoco meramente de una actitud, sino de una verdadera posición filosófica. El «protagonismo» y el «relativismo» de Schiller no significan, ciertamente, una negación de la posibilidad de la «verdad», sino una negación de los cuadros tradicionales dentro de los cuales ésta ha sido presentada. Se trata, pues, de fijar unas ciertas características del humanismo, y éstas podrían ser, según Schiller, las siguientes: (a) Afirmación de una cierta plasticidad de lo real, por la cual podamos adaptarlo a nuestras finalidades como un postulado necesario. (b) Un cierto pluralismo (y, desde luego, un completo anti-absolutismo). (c) El individualismo (Cfr. «Why Humanism?», en Contemporary British Philosophy, I, páginas 408-40). Pero al convertirse en «posición», el humanismo filosófico parece desmentir sus propios supuestos y desdeñar aquella misma flexibilidad que, según James, constituía su puerta de acceso natural.

En los últimos decenios han surgido nuevas filosofías que se califican a sí mismas de humanistas. De ellas mencionamos dos. Una es la de Gerhard Kränzlin, el cual propone una doctrina que llama panhumanismo basada en una reinterpretación del idealismo hegeliano. Esta doctrina ha sido expuesta y defendida en varias obras: Die Philosophie von unendlichen Menschen, 1938; Das System des Panhumanismus, 1949, y Existenzphilosophie und Panhumanismus, 1950. La más significativa y completa para el panhumanismo de Kränzlin es la segunda de las citadas, pues la primera constituye el planteamiento del problema, y la última es una confrontación del idealismo con el existencialismo de la cual resulta que solamente lo que tiene este último de idealismo es justificado. Kränzlin considera el panhumanismo como una doctrina metafísica de carácter funcionalista y relacionista, y estima que no sólo en Hegel, sino inclusive en la «metafísica tradicional» hay un fundamento idealista que explica la «inevitabilidad» de tal tendencia. Otra doctrina humanista es la más «popular» de Corliss Lamont, quien defiende en su Humanism as a Philosophy (1949; 4ª ed., 1958) un humanismo naturalista y anti-idealista basado en las afirmaciones siguientes: anti-sobrenaturalismo; evolucionismo radical; inexistencia del alma; autosuficiencia del hombre; libertad de la voluntad; ética intramundana; valor del arte, y humanitarismo. Este «humanismo naturalista» de Lamont tiene en parte su origen en el movimiento expresado en el Humanist Manifesto, de 1933, firmado por 34 autores, entre los que destacaba Dewey. Un tipo similar de humanismo, con fuerte tendencia «social-liberal», ha sido expresado en el Humanist Manifesto de 1974 –llamado Humanist Manifesto II, para distinguirlo de, y al mismo tiempo enlazarlo con, el anterior, titulado ahora Humanist Manifesto I–. El Humanist Manifesto II fue firmado, entre otros autores, por Andrei Sakharov –físico soviético «disidente»–, B. F. Skinner, Betty Friedan, Sydney Hook, Jacques Monod, Gunnar Myrdal y el citado Corliss Lamont. Característico de ambos movimientos, y manifiestos, humanistas es la insistencia en la libertad individual y el régimen democrático político. El «Manifiesto II» expresa, además, la necesidad de una planificación económica y ecológica que no comprometa las libertades individuales, incluyendo el derecho al suicidio y al aborto, y la práctica de la eutanasia.

El «humanismo» ha sido uno de los caballos de batalla en el pensamiento contemporáneo, especialmente entre existencialistas, marxistas, existencialistas que se han declarado a la vez marxistas (o viceversa), personalistas y estructuralistas de diversas filiaciones. Poco después de la segunda guerra mundial, existencialistas, marxistas y personalistas cristianos declararon a menudo que cada uno de ellos era representante del verdadero humanismo. La frecuente identificación del humanismo con el «humanismo liberal y burgués» hizo que muchos autores consideraran sospechoso el humanismo, y que inclusive el «verdadero humanismo» estuviese envuelto en tal sospecha. Por razones muy distintas en cada caso, miembros de la Escuela de Frankfurt y estructuralistas arremetieron contra el humanismo. Los segundos, además, contra todo humanismo. Pusieron de relieve, entre otras cosas, que el humanismo yerra al considerar que el hombre, incluyendo el hombre «totalizado», es el verdadero sujeto de la historia. Indicaron que la propia «historia» es una manifestación superficial de estructuras profundas, las cuales, en vez de ser creadas y llevadas por los hombres, llevan a los hombres. Así, por ejemplo, Lévi-Strauss criticó el humanismo de Sartre, que denunció como una manifestación de subjetivismo, de un excesivo primado otorgado al «Cogito», sin que valiera al efecto que tal «Cogito» fuera objeto de «toitalizaciones». Curiosamente, la crítica del humanismo se apoyaba a menudo en Marx; para la defensa de sus respectivas posiciones, los miembros de la Escuela de Frankfurt, Sartre, Lévi-Strauss y Althusser apelaban igualmente a Marx. Al efecto había que reinterpretar a Marx y eliminar de él todas las «veleidades» humanistas. Fenomenólogos y autores de tendencias hermenéutica, como Paul Ricoeur y Mikel Dufrenne, se han opuesto a estas tendencias anti-humanistas, especialmente a las manifestadas en las posiciones estructuralistas o en Foucault. Por lo general, los autores que se apoyan en alguna forma de historicismo tienden asimismo a alguna forma de humanismo, y los que se apoyan en estructuras subyacentes a las actividades humanas tienden a alguna forma de antihumanismo, pero todo ello tiene excepciones. Así, el historicismo puede consistir en reificar de algún modo la historia, convirtiéndose en una estructura profunda, con lo que se rechaza entonces el «humanismo».

Para el humanismo renacentista, además de las obras mencionadas en el texto del artículo, véanse: Jakob Burckhardt, Die Kultur der Renaissance in Italien, 1860, ed. rev., 1890 (trad. esp.: La cultura del Renacimiento en Italia, 1942). — P. Duhem, Études sur Léonard de Vinci, 3 vols., 1906-1913. — K. Burdach, Reformation, Renaissance, Humanismus, 1918. — L. Olschki, Geschichte der neusprachlichen wissenschaftlichen Literatur, 3 vols., 1919-1927. — R. Sabbadini, Il metodo degl’umanisti, 1920. — Francesco Olgiati, L’anima dell’umanesimo e del rinascimento: saggio filosofico, 1924. — G. Toffanin, Chè cosa fu l’umanesimo, 1928. — Íd., íd., Storia dell’umanesimo, 3 vols., 1950 (trad. esp.: Historia del humanismo desde el siglo XIII hasta nuestros días, 1953), nueva ed., 4 vols., 1964. — R. Weiss, The Dawn of Humanism in Italy, 1947. — G. Highet, The Classical Tradition, 1949 (trad. española: La tradición clásica, 1958). — G. Saitta, Il pensiero italiano nell’umanesimo e nel rinascimento, 3 vols., 1949-1951. — G. M. Sciacca, La visione della vita nell’umanesimo, 1954. — H. Baron, The Crisis of the Early Italian Renaissance, 2 vols., 1955. — Jerrold E. Seigel, Rhetoric and Philosophy in Renaissance Humanism, 1968. — Véase también bibliografía de Renacimiento.

Para el llamado «humanismo antiguo» y «humanismo medieval» especialmente como antecedentes del humanismo renacentista, véanse: Werner Jaeger, Antike und Humanismus, 1925. — Engelbert Drerup, Der Humanismus in seiner Geschichte, seinen Kulturwerten und seiner Vorbereitung im Unterrichtswesen der Griechem, 1934. — H. Baker, The Dignity of Man: Studies in the Persistence of an Idea, 1947. — É. Gilson, Les idées et les lettres, 1932 (capítulo: «Humanisme médiéval et Renaissance»). — Gerald G. Walsh, Mediaeval Humanism, 1942. — P. Renucci, L’aventure de l’humanisme européen au moyen âge, 1953.

Exposición de diversas corrientes en el humanismo moderno y contemporáneo: Richard Hönigswald, Philosophische Motive im neuzeitlichen Humanismus. Eine problemgeschichtliche Betrachtung, 1918. — Heinrich Ritter von Srbik, Geist und Geschichte vom deutschen Humanismus bis zur Gegenwart, 2 vols., 1950-1951. — Ramiro de Maeztu, La crisis del humanismo, 1919. — Julius Stenzel, Die Gefahren des modernen Denkens und der Humanismus, 1928. — A. Boehlen, Moderner Humanismus, 1957. — Armando Rigobello, L’itinerario speculativo dell’umanesimo contemporáneo, 1958. —Albert Rehm, Neuhumanismus einst und jetzt, 1931. — Auguste Etchéverry, S. J., Le conflict actuel des humanismes, 1955, 2ª ed., 1964. — Nathan Rotenstreich, Humanism in the Contemporary Era, 1963. — Mikel Dufrenne, Pour l’homme, 1968.

Sobre diversas formas de humanismo. Humanismo pragmatista: F. C. S. Schiller, Humanism: Philosophical Essays, 1903. — Íd., íd., Studies in Humanism, 1912. — W. James, op. cit. supra. — Humanismo naturalista: C. Lamont, op. cit. supra. — Humanismo cristiano: J. Maritain, Humanisme intégral, 1936. — F. Hermans, Histoire doctrinale de l’humanisme chrétien, 4 vols., 1948 (I. L’aube; II. Le matin; III. Plein jour; IV. Esquisse d’une doctrine) (trad. esp.: Historia doctrinal del humanismo cristiano, I, 1962). — F. Sánchez-Marín, Humanismo natural y humanismo cristiano, 1955. — Humanismo socialista: Fernando de los Ríos, El sentido humanista del socialismo, 1926 [algunas obras de autores marxistas se refieren asimismo al «humanismo socialista»]. Véase también: Pierre Bigo, Marxisme et humanisme, 1953. — Juan David García Bacca, Humanismo teórico, práctico y positivo según Marx, 1965, reimp., 1975. — Humanismo ateo: Henri de Lubac, Le drame de l’humanisme athée, 1946, 4ª ed., 1950 (trad. esp.: El drama del humanismo ateo, 1949). — Humanismo cultural: René Gillouin, Un nouvel humanisme: l’humanisme comme principe de culture, 1931. — Humanismo «existencialista»: J.-P. Sartre. L’existencialisme est un humanisme, 1946 (trad. esp.: El existencialismo es un humanismo, 1947). — M. Heidegger, Brief über den Humanismus, en el tomo Platons Lehre von der Wahrheit, 1947 (trads. esp.: Carta sobre el humanismo, 1959; «Carta sobre el humanismo», Realidad, nº 7 y 9 [1948]; «Carta sobre el humanismo», en el volumen Sobre el humanismo, 1961). — Humanismo y ciencias: É. Bréhier, Science et humanisme, 1947. — E. Schrödinger, Science and Humanism, 1951. — D. Dubarle Humanisme scientifique et raison chrétienne, 1953. — L. Bérard y P. Valléry-Radot, Science et humanisme, 1954. — Fortunato Brancatisano, Per un umanesimo scientifico, 1963. — Humanismo y maquinismo: G. Friedmann, Machine et humanisme, 1946 y sigs. (I. La crise du profrès; II. Problèmes humains du machinisme industriel [trad. esp.: Problemas humanos del maquinismo industrial, 1957]; III. Essai sur la civilisation technicienne). — Humanismo en el sentido de las «humanidades»: François Charmot, S. J., L’humanisme et l’humain, 1934. — «Humanismo positivo»: G. della Volpe, Per la teoria di un umanesimo positivo. Studi e documenti sulla dialettica materialista, 1949.

Obras diversas sobre el humanismo, con definiciones del humanismo, bosquejos de filosofías humanistas, examen de diversas formas de humanismo, &c.: J. S. Mackenzie, Lectures on Humanism, 1907. — J. B. S. Haldane, The Philosophy of Humanism, and Other Subjects, 1922. — E. Carrara, Lineamenti dell’umanesimo, 1930. — G. Gentile, La concezione umanistica del mondo, 1931. — H. Rädiger, Wesen ud Wandlung des Humanismus, 1937. — Samuel Ramos, Hacia un nuevo humanismo. Programa de una antropología filosófica, 1940, 2ª ed., 1962. — Arthur Liebert, Der universale Humanismus. I. Grundlegung. Prinzipien und Hauptgebiete des universalen Humanismus, 1941. — Ferdinand Robert, L’humanisme: essai de définition, 1946. — Armando Tagle, El desarrollo humanista de la historia. Hacia una comprensión del humanismo, 1946. — M. Gentile, Umanesimo e filosofia, 1947. — K. Barth, K. Jaspers, H. Lefèbvre et al., Pour un nouvel humanisme, 1949 (trad. esp.: Hacia un nuevo humanismo, 1957). — G. Rey, Humanisme et surhumanisme, 1955. — O. Gurméndez, Teoría del humanismo, 1955. — A. Ruiz de Elvira, Humanismo y sobrehumanismo, 1955. — Manuel Grannell, El humanismo como responsabilidad, 1959, especialmente págs. 11-76.