Filosofía en español 
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Academia Internacional de Humanismo

Manifiesto Humanista 2000

Un llamamiento a favor de un nuevo humanismo planetario


 

I. Preámbulo

El humanismo es una perspectiva ética, científica y filosófica que ha cambiado el mundo. Su patrimonio comenzó a fraguarse con los filósofos y poetas de las antiguas Grecia y Roma, en la China de Confucio y con el movimiento Carvaka de la India clásica. Artistas, escritores, científicos y pensadores humanistas han dado forma a la edad moderna desde hace medio milenio. En realidad, el humanismo y el modernismo aparecen como sinónimos con mucha frecuencia, porque las ideas y valores humanistas expresan precisamente la renovada confianza en el poder de los seres humanos para resolver sus propios problemas y conquistar fronteras inexploradas.

El humanismo moderno eclosionó durante el Renacimiento. Contribuyó al desarrollo de la ciencia moderna. Durante la Ilustración hizo germinar nuevos ideales de justicia social e inspiró las revoluciones democráticas de nuestro tiempo. El humanismo ha colaborado en la construcción de una nueva perspectiva ética, que subraya los valores de la libertad y la felicidad, así como las virtudes de los derechos humanos universales.

Los firmantes de este manifiesto creemos que el humanismo tiene mucho que ofrecer a la humanidad de cara a afrontar los problemas del siglo XXI e incluso los del nuevo milenio. Muchas de las viejas tradiciones e ideas a las que la humanidad se ha adherido han dejado de ser relevantes ante las realidades actuales y las oportunidades futuras. Necesitamos renovar el pensamiento, si queremos hacer frente a la sociedad global que está emergiendo ahora, y renovar el pensamiento es precisamente el sello distintivo del humanismo. Por eso presentamos el Tercer Manifiesto Humanista, como un llamamiento a favor de un nuevo humanismo planetario.

Las siguientes recomendaciones se ofrecen con modestia, pero también con la convicción de que pueden contribuir a un diálogo entre los diferentes puntos de vista culturales, políticos, económicos y religiosos del mundo. Aunque quienes suscribimos este documento partimos de principios y valores comunes, estamos dispuestos a modificar nuestras visiones a la luz de los nuevos conocimientos, circunstancias cambiantes y problemas imprevistos que vayan surgiendo. No es posible redactar un Manifiesto Permanente, pero es útil y juicioso producir un documento de trabajo abierto a revisión..

Prólogo al presente Manifiesto

Cuatro grandes Manifiestos y Declaraciones humanistas han sido emitidos a lo largo del siglo XX: el Manifiesto Humanista I, el Manifiesto Humanista II, la Declaración Humanista Secular y la Declaración de Interdependencia.

El Manifiesto Humanista I apareció en 1933 al socaire de la depresión mundial. Avalado por 34 humanistas americanos (entre ellos el filósofo John Dewey), reflexionaba sobre los retos de aquella época, recomendando en primer lugar una forma de humanismo religioso no teísta como alternativa a las religiones de la época, y, en segundo lugar, una planificación nacional de índole económica y social.

El Manifiesto Humanista II fue publicado en 1973 para afrontar las cuestiones que había emergido en la escena mundial desde entonces: el auge del fascismo y su derrota en la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento de la influencia y poder del Marxismo-Leninismo y del Maoismo, la Guerra Fría, la recuperación económica postbélica de Europa y América, la descolonización de amplias áreas del mundo, la creación de las Naciones Unidas, la revolución sexual, el desarrollo de los movimientos de mujeres, la demanda de las minorías de la igualdad de derechos, y la emergencia del poder estudiantil en los campus.

Este manifiesto estimuló un amplísimo debate. Fue suscrito por muchos líderes del pensamiento y de la acción a lo largo y ancho del mundo: Andrei Sakharov (notorio disidente soviético), Julian Huxley (primer Presidente de la UNESCO), Sidney Hook, Betty Friedan, Gunnar Myrdal, Jacques Monod, Francis Crick, Margaret Knigth, James Farmer, Allan Guttmacher, Ritchie Calder y A Philip Randolph, entre otros. Defendía los derechos humanos a nivel universal, alegando a favor del derecho a viajar más allá de las fronteras nacionales en una época, en la que la gente que vivía tras el telón de acero tenía prohibido hacerlo. Muchos marxistas humanistas del Este de Europa atacaron el estatalismo totalitario y saludaron esta defensa de la democracia y de los derechos humanos.

El Manifiesto Humanista II ya no continuó defendiendo la economía planificada, sino que dejó abierta la cuestión sobre los sistemas económicos alternativos. En consecuencia, fue suscrito por ambos, tanto liberales y liberalistas económicos, que defendían el libre mercado, como también por social demócratas y socialistas democráticos, que creían que el gobierno tenía un papel esencial que jugar en una sociedad de bienestar. Propugnaba democratizar los sistemas económicos y ponerlos aprueba para ver si incrementaban o no el bienestar económico de todos los individuos y grupos.

El Manifiesto Humanista II fue escrito cuando nos sobrevino una nueva revolución moral: defendía el derecho al control de la natalidad, al aborto. al divorcio, a la libertad sexual entre adultos que lo consintieran, y a la eutanasia. Pretendía proteger los derechos de la minorías, las mujeres, los ancianos, los niños maltratados y las personas con desventajas. Abogaba por la tolerancia de estilos de vida alternativos y la negociación de las diferencias por procedimientos pacíficos, y finalmente deploraba los antagonismos raciales, religiosos y de clase social. hacia un llamamiento para acabar con el terror y el odio. Fue escrito en la onda del Vaticano II, que había intentado liberalizar el Catolicismo Romano. El Manifiesto Humanista II permitió cohabitar a ambos, al humanismo naturalista con el humanismo religioso liberal. El manifiesto era humanista respecto al panorama que se abría ante la humanidad. Indicaba, además, los positivos beneficios de la ciencia y la tecnología para le bienestar humano y predecía que el siglo XXI llegaría a ser la centuria del humanismo.

La Declaración del Humanismo Secular fue publicado en 1980, porque el humanismo y, en particular el Manifiesto Humanista II, había sido sometido a duros ataques por parte de los fundamentalismos religiosos y de las fuerzas políticas del ala derecha en Estados Unidos. Muchas de esas críticas sostenían que el Humanismo Secular era una religión. En consecuencia la enseñanza del humanismo secular en las escuelas, arguían, violaba el principio de separación entre Iglesia y Estado y establecía una nueva religión. La Declaración respondía que el humanismo secular expresaba un conjunto de valores morales y un punto de vista filosófico y científico no teísta que no podían hacerse equivalentes con la fe religiosa. La enseñanza del punto de vista del humanismo secular en modo alguno violaba el principio de separación. Al contrario, defendía la idea democrática de que el estado secular debería ser neutral, sin ponerse ni a favor ni en contra de la religión.

En 1988, la Academia Internacional de Humanismo ofreció todavía un cuarto documento, una Declaración de Interdependencia, haciendo un llamamiento a favor de una nueva ética global y de la construcción de una comunidad mundial, que era cada vez más necesaria a la vista de las nuevas instituciones globales que se estaban desarrollando con rapidez.

¿Por qué un humanismo planetario?

Aún cuando la mayor parte de las provisiones de estos últimos Manifiestos y Declaraciones son todavía viables, es evidente que como el mundo entra en un nuevo milenio se hace necesario un nuevo Manifiesto. Y aunque se han realizado muchos progresos desde los primeros manifiestos, ha emergido nuevas circunstancias que nos desafían: el comunismo totalitario ha colapsado en la Unión Soviética y en La Europa del Este y los dos bloques de poder de la Guerra Fría se han disipado rn una gran proporción. Nuevas zonas del planeta han intentado llegar a ser más democráticas, aunque muchos países carecen todavía de instituciones democráticas eficaces. Sin embargo, la economía del planeta ha llegado a estra incluso más globalizada. Los conglomerados internacionales que han emergido y se han hecho transnacionales, han conseguido, en este sentido hacerse más poderosos que muchas naciones del mundo. Rusia, China y otros países han intentado entrar en el mercado mundial. Ningún país aislado está en condiciones de dirigir sus destinos económicos al margen del tráfico y el comercio mundiales. Estos cambios fundamentales han ocurrido en gran medida debido al acelerado crecimiento de la ciencia y la tecnología, y en particular de la revolución informática, que nos ha llevado hasta una red mundial de comunicaciones económicas y culturales. Podría arguirse que los cambios ocurridos en el mundo desde el Manifiesto Humanista II (1973) son tan grandes o mayores que los ocurridos desde la Revolución Industrial hace doscientos años, o desde la invención de los tipos móviles y la imprenta de Gutenberg.

Con todo, mientras el mundo llega a convertirse en una familia global, rivalidades étnico-religiosas han intentado dividir los territorios entre facciones contendientes. Los fundamentalismos religiosos se han revitalizado, contestando los principios del humanismo y el secularismo y demandando un retorno a la religiosidad de la era premoderna. De igual manera han emergido creencias paranormales de la así llamada Nueva Era, instigadas por los medios de comunicación de masas, que pregonan una nueva visión de la realidad espiritual o paranormal. Los media se han globalizado. Las TV, films, la radio, las editoriales de libros y revistas están dominados por conglomerados mediáticos interesados casi únicamente en anunciar y vender productos en el mundo de los negocios. Por añadidura, ha aparecido el posmodernismo en muchas universidades, cuestionando las premisas básicas del modernismo y el humanismo, atacando la ciencia y la tecnología y vituperando los ideales y valores humanistas. Muchas visiones habituales del futuro son pesimistas, incluso apocalípticas. Pero nosotros objetamos todo esto, porque creemos que es posible construir un mundo mejor. Las realidades de la sociedad global son de tal índole que únicamente un nuevo Humanismo Planetario puede proporcionar direcciones significativas para el futuro.-

II. Panoramas para un futuro mejor

Por primera vez en la historia de la humanidad poseemos los medios –proporcionados por la ciencia y la tecnología– para mejorar la condición humana, aumentar la felicidad y la libertad y conseguir una vida auténticamente humana para todas las personas del planeta. Mucha gente que habla del nuevo milenio están llenas de miedo respecto a qué sucederá. Muchos hacen profecías apocalípticas –tanto religiosas como seculares– acerca de las calamidades que van a ocurrir. Los pesimistas recuerdan las brutales guerras del siglo veinte y advierten que nuevas formas de terrorismo y nuevas inquietudes pueden embargar a la humanidad en el siglo entrante.

Nosotros pensamos, en cambio, que es más correcta una valoración más positiva y realista del panorama humano en el siglo XXI. Deseamos subrayar que, a despecho de las desgracias políticas, militares y sociales, el siglo XX ha sido testigo de un gran número de acontecimientos beneficiosos. En efecto en contra de los Jeremías de turno, se han hecho realidad la prosperidad, la paz, la mejora de la salud y unos estandares de vida en crecimiento –todo lo cual sigue avanzando de igual modo. Estas grandes realizaciones tecnológicas, científicas y sociales han sido con frecuencia pasadas por alto. Aunque se aplican con mayor amplitud en el mundo desarrollado, en estos momentos sus beneficios están llegando virtualmente a todas partes. Necesitamos hacer un listado de algunas de ellas.

Muchos desarrollos sociales y políticos positivos han sucedido también en el siglo XX y estos macizan bien de cara al futuro:

A pesar de estos avances, debemos afrontar honradamente los graves problemas económicos, sociales y políticos que el mundo todavía arrastra. Los profetas del Apocalípsis son pesimistas; los Jeremías predicen infortunios y calamidades. Nosotros respondemos que si vamos a resolver nuestros problemas, so será únicamente con el concurso de la razón, la ciencia y el esfuerzo humano.

Admitimos que estos problemas son serios y que necesitamos adoptar medidas adecuadas para resolverlos. Creemos, sin embargo, que únicamente pueden superarse con el uso de la inteligencia crítica y de esfuerzos cooperativos. La humanidad ha enfrentado desafíos en el pasado y se las ha arreglado para sobrevivir e incluso para triunfar. Los problemas que atisbamos en el horizonte quizá no sean mayores que los que enfrentaron nuestros antepasados.

Pero hay además otras peligrosas tendencias en el mundo que están insuficientemente reconocidas, Estamos particularmente preocupados por las tendencias anticientíficas y antimodernas que incluyen la emergencia de estridentes voces fundamentalistas y la persistencias del fanatismo y la intolerancia, sea de orígen religioso, político o tribal. En muchas partes del mundo son las mismas fuerzas las que se oponen a los esfuerzos para resolver los problemas sociales o mejorar la condición humana:

Creemos que es necesario presentar un panorama alternativo para mañana. Los gobiernos nacionales y lideres organizativos deben abandonar la política del corto plazo y fomentar una planificación a largo plazo. Con demasiada frecuencia, estos líderes ignoran los mejores informes de científicos y humanistas y basan sus políticas sobre elecciones inmaduras o sobre informes que apenas tienen un horizonte de un cuarto de hora. Los gobiernos nacionales no deben preocuparse exclusivamente de las consideraciones político-económicas inmediatas, sino prestar atención a las necesidades de todo el planeta y a la sostenibilidad futura de la humanidad.

El humanismo planetario pretende recomendar fines alcanzables a largo plazo. Esta es una distinción principal entre el humanismo y las moralidades premodernas fundamentadas religiosamente. El humanismo dibuja nuevas imágenes de futuro que son rigurosas y generan confianza en la capacidad de la especie humana para resolver sus problemas mediante métodos racionales y perspectivas positivas.

La Ilustración del siglo XVIII, que ha inspirado este manifiesto, estuvo sin duda limitado por la época en que apareció. Su visión de la Razón era absolutista frente a nuestra idea de que se trata de un instrumento falible de investigación. Sin embargo, su convicción de que las ciencias, la razón, la democracia, la educación y los valores humanos pueden lograr el progreso humano siguen teniendo atractivo para nosotros hoy. El humanismo planetario que presenta este Manifiesto es en su perspectiva post-postmoderno. Asume los mejores valores de la modernidad, pero intenta transcender la negatividad del postmodernismo mirando hacia adelante, hacia la edad de la información que ahora amanece y a todo lo que ella presagia para el futuro de la humanidad.

III. Naturalismo científico

El único mensaje del humanismo sobre la escena mundial actual es su compromiso con el naturalismo científico. La mayor parte de las visiones del mundo aceptadas aún hoy son de carácter espiritual, místico o teológico. Tuvieron sus orígenes en las antiguas sociedades pre- urbanas, nómadas y agrícolas del pasado, y no en la moderna sociedad industrial o postindustrial de la información y la cultura globales que está emergiendo. El naturalismo científico capacita a los seres humanos para construir una visión coherente del mundo, superadora de viejas herencias metafísicas y teológicas, y fundamentada sobre las ciencias.

Primero, el naturalismo científico está vinculado a un conjunto de prescripciones metodológicas. Para el naturalismo metodológico todas las hipótesis y teorías deben estar comprobadas experimentalmente con referencia explícita a causas y sucesos naturales. Es inadmisible introducir causas ocultas o explicaciones transcendentales. Los métodos de las ciencias no son infalibles, no nos colocan en presencia de verdades absolutas e inamovibles; pese a ello en comparación, constituyen los métodos más fidedignos que hemos encontrado para aumentar el conocimiento y resolver los problemas humanos. Han tenido además un poderoso efecto en la transformación de la civilización mundial. Amplios sectores de la población aceptan hoy la utilidad de las ciencias; reconocen que las ciencias han tenido consecuencias positivas.

Desgraciadamente, la aplicación de los métodos de las ciencias ha sido con frecuencia confinada en estrechas especialidades, y se han ignorado las más amplias implicaciones de las ciencias para nuestra visión de la realidad. Los humanistas mantenemos que es necesario extender los métodos de las ciencias a otros campos del esfuerzo humano y que no deberían existir restricciones a la investigación científica, salvo en el caso de que su ejecución infrinja el derecho de las personas. Los esfuerzos para bloquear la investigación científica por razones morales, políticas, ideológicas o religiosas han fracasado invariablemente en el pasado. Los posibles resultados beneficiosos obtenidos gracias a la continuidad de los descubrimientos científicos no pueden subestimarse.

Segundo, las oportunidades que las ciencias proporcionan de cara a incrementar nuestro conocimiento de la naturaleza y de la conducta humanas son enormes. El naturalismo científico presenta un panorama cósmico basado sobre hipótesis y teorías ya comprobadas. Para sus informes sobre la realidad lo que no hace es sacar sus datos de la religión, la poesía, la literatura o las artes, por más que tales actividades sean importantes expresiones de intereses humanos. Los naturalistas científicos manejan una suerte de materialismo no reduccionista; los procesos y sucesos naturales están mejor documentados cuando van referidos a causas materiales. Esta forma de naturalismo da cobijo a un universo pluralista. Aún cuando la naturaleza sea básicamente en sus raíces de índole física y química, los procesos y objetos se manifiestan por sí mismos a muchos niveles distintos de observación: partículas subatómicas, átomos y moléculas; genes y células; organismos, flores, plantas y animales; percepción psicológica y conocimiento; instituciones sociales y culturales; planetas, estrellas y galaxias. Esto autoriza explicaciones contextuales, extraídas a partir de campos de investigación naturales, biológicos, sociales y conductuales. Todo ello no niega la necesidad de apreciar las diversas expresiones morales, morales y culturales de la experiencia humana.

Tercero, el naturalismo sostiene que la evidencia científica para las interpretaciones espirituales de la realidad y para la postulación de causas ocultas es insuficiente. Las clásicas doctrinas trascendentalistas no dudan en hacerse eco de los apasionados anhelos existenciales de los seres humanos que desean sobrevivir a la muerte. Sin embargo, la teoría científica de al evolución proporciona un informe mucho más parsimonioso acerca de los orígenes humanos y se basa en evidencia extraída a partir de un amplio número de ciencias. Denunciamos los esfuerzos de unos pocos científicos, frecuentemente jaleados por los mass media, por imponer interpretaciones transcendentales sobre fenómenos naturales. Ni la cosmología moderna ordinaria, ni el proceso de evolución proporcionan evidencia suficiente acerca de designios inteligentes, que es un salto de fe más allá de la evidencia empírica. Pensamos que ya es hora de que la humanidad asuma su propia mayoría de edad y deje atrás el pensamiento mágico y la construcción de mito, que deben ser sustituidos por un conocimiento de la naturaleza bien comporbado.

IV. Los beneficios de la tecnología

Los humanistas han defendido consistentemente el valor beneficente de la tecnología científica para el bienestar humano. Algunos filósofos, desde Francis Bacon a John Dewey han subrayado el creciente poder sobre la naturaleza que proporciona el conocimiento científico y Cómo puede seguir contribuyendo inmensamente al progreso y a la felicidad humanos.

Con la introducción de las nuevas tecnologías han aparecido con frecuencia efectos colaterales imprevistos. Desde los Ludditas en el siglo XIX hasta los posmodernos del siglo XX, los críticos han deplorado las aplicaciones de la tecnología. Los humanistas han venido reconociendo desde siempre que algunas innovaciones tecnológicas pueden engendrar problemas. Desgraciadamente, las aplicaciones tecnológicas, con más frecuencia de lo deseable, ha estado determinadas por consideraciones económicas– bien para conseguir que los productos sean rentables –bien a causa de sus usos militares y políticos. Hay graves peligros asociados al uso incontrolado de las tecnologías. Las armas de destrucción masiva (termonucleares, biológicas y químicas) todavía no han sido reguladas de manera efectiva por la comunidad mundial. De manera similar, invenciones innovadoras en genéticas, biología e investigación médica (tales como la ingeniería biogenética, la clonación, el transplante de órganos, y así sucesivamente) entrañan posible peligros, pese a que ofrecen inmensas posibilidades para la salud y el bienestar humanos.

V. Ética y Razón

La realización de los valores éticos más altos es esencial en la cosmovisión humanista. Creemos que el crecimiento de conocimiento científico nos capacitará a los hombres para hacer elecciones más prudentes. En este sentido no hay un muro infranqueable entre hechos y valores, o entre es y debe. Mediante el uso de la razón y el conocimiento nos capacitaremos mejor para la realización de nuestros valores a la luz de la evidencia y mediante la precognición de sus consecuencias.

Los humanistas hemos sido injustamente acusados de ser incapaces de proporcionar fundamentos viables para las responsabilidades éticas. En realidad, los humanistas son frecuentemente acusados de atentar contra los fundamentos morales de la sociedad. Este argumento está profundamente equivocado. Durante cientos de años, los filósofos han proporcionado sólidos fundamentos seculares para la acción moral humanista. Y todavía más, millones de humanistas anónimos han vivido vidas ejemplares, han sido ciudadanos responsables, han cuidado a sus hijos con amoroso cuidado y han contribuido de manera significativa a mejorar la sociedad.

¿Cuáles son los principios clave de la ética del humanismo?

1º. La dignidad y autonomía del individuo es el valor central. La ética humanista se compromete a maximizar la libertad de elección: libertad de pensamiento y conciencia, el libre pensamiento y la libre investigación, y el derecho de los individuos a seguir sus propios estilos de vida hasta donde sean capaces y hasta tanto que ello no dañe o perjudique a otros. Esto es especialmente relevante en las sociedades democráticas en donde pueden coexistir una multiplicidad de sistemas alternativos de valores. Por consiguiente los humanistas aprecian la diversidad.

2º. La defensa humanista de la autodeterminación no significa que los humanistas acepten como valiosas cualquier clase de conducta por el mero hecho de ser humana. Ni la tolerancia de los distintos estilos de vida implica necesariamente su aprobación. Los humanistas insisten que acompañando al compromiso con una sociedad libre está siempre la necesidad de alcanzar un nivel cualitativo de gusto y distinción. Los humanistas creen que la libertad debe ser ejercitada con responsabilidad. Reconocemos que todos los individuos viven en el seno de comunidades y que algunas acciones son destructivas y están equivocadas.

3º. Los filósofos éticos humanistas han defendido una ética de la excelencia (desde Aristóteles y Kant hasta John Stuart Mill, John Dewey, y M.N. Roy). En ellos se hacen patentes la templanza, la moderación, la continencia, el autocontrol. Entre los tópicos de la excelencia se encuentran la capacidad de elegir libremente, la creatividad, el gusto estético, la prudencia en las motivaciones, la racionalidad y una cierta obligación de llevar a su máximo cumplimiento los más altos talentos de cada cual. El humanismo intenta sacar a flote lo mejor de la gente, de manera que todo el mundo pueda tener lo mejor en la vida.

4º. El humanismo reconoce nuestras responsabilidades y deudas con los otros. Esto significa que no debemos tratar a los demás seres humanos como meros objetos para nuestra propia satisfacción; debemos considerarlos como personas dignas de igual consideración que nosotros mismos. Los humanistas sostienen que «todos y cada uno de los individuos deberían ser tratados humanamente». Aceptan la Regla de Oro según la cual «no debes tratar a los demás como no quieras que te traten a ti». También aceptan por la misma razón el antiguo mandato de que deberíamos «recibir a los extranjeros dentro de nuestras posibilidades», respetando sus diferencias con nosotros. Dada la multiplicidad actual de credos, todos somos extranjeros –aunque podamos ser amigos– en una comunidad más amplia.

5º. Los humanistas creen que las virtudes de la empatía (o buena disposición) y la corrección (o el trato cuidadoso) son esenciales para la conducta ética. Esto implica que deberíamos desarrollar un interés altruista hacia las necesidades e intereses de los demás. Las piedras fundamentales de la conducta moral son las «decencias morales comunes»; es decir, las virtudes morales generales que son ampliamente compartidas por los miembros de la especie humana pertenecientes a las más diversas culturas y religiones: Debemos decir la verdad, cumplir las promesas, ser honestos, sinceros, hacer el bien, ser fiables y confiar, dar muestras de fidelidad, aprecio y gratitud; ser bien pensados, justos y tolerantes; debemos negociar las diferencias razonablemente e intentar ser cooperativos; no debemos herir o injuriar, ni tampoco hacer daño o atemorizar a otras personas. Pese a que los humanistas han hecho llamamientos contra los códigos puritanos represivos, con el mismo énfasis han defendido la responsabilidad moral.

6º. En lo más alto de la agenda humanista figura la necesidad de proporcionar educación moral a los niños y a los jóvenes, al objeto de desarrollar el carácter y fomentar el aprecio por las decencias morales universales, así como para garantizar el progreso moral y la capacidad de razonamiento moral.

7º. Los humanistas recomiendan que usemos la razón para fundamentar nuestros juicios éticos. El punto decisivo es que el conocimiento es esencial para formular elecciones éticas. En particular, necesitamos comprometernos en un proceso de deliberación, si estamos por la tarea de solucionar los dilemas morales. Los principios y valores humanos pueden justificarse mejor a la luz de la investigación reflexiva. Cuando existan diferencias, es preciso negociarlas siempre que podamos mediante un diálogo racional.

8º. Los humanistas mantienen que deberíamos estar preparados para modificar los principios y los valores éticos a la luz de las realidades que vayan produciéndose y de las expectativas futuras. Necesitamos ciertamente apropiarnos de la mejor sabiduría moral del pasado, pero también desarrollar nuevas soluciones para los dilemas morales, sean viejos o nuevos.

Por ejemplo, el debate sobre la eutanasia voluntaria se ha intensificado de manera especial en las sociedades opulentas, porque la tecnología médica nos capacita ahora para prolongar la vida de pacientes terminales que anteriormente habrían muerto. Los humanistas han argumentado a favor del «morir con dignidad» y del derecho de los adultos competentes para rechazar el tratamiento médico, reduciendo así el sufrimiento innecesario, e incluso para acelerar la muerte. También han reconocido la importancia del movimiento hospitalario para facilitar el proceso más deseable.

De la misma manera, deberíamos estar preparados para elegir racionalmente entre los nuevos poderes reproductivos que la investigación científica ha hecho posibles –tales como la fertilización in vitro, la maternidad de alquiler., la ingeniería genética, el transplante de órganos y la clonación. No podemos estar mirando atrás, hacia las morales absolutas del pasado para guiarnos en estas cuestiones. Necesitamos respetar la autonomía de la elección.

9º. Los humanistas arguyen que deberíamos respetar una ética de principios. Esto significa que el fin no justifica los medios; por el contrario, nuestros fines están modelados por nuestros medios, y hay límites acerca de lo que nos está permitido hacer. Esto es especialmente importante hoy a la luz de las tiranías dictatoriales del siglo XX, en las que determinadas ideologías políticas manipularon comprometidos medios morales con fervor casi religioso para realizar fines visionarios. Somos agudamente conscientes de trágico sufrimiento infligido a millones de personas por quienes estuvieron dispuestos a permitir un gran mal en la prosecución de un supuesto bien mucho mayor.

VI. Un compromiso universal con la Humanidad en su conjunto

La perentoria necesidad de una comunidad mundial emerge hoy para desarrollar un nuevo Humanismo Planetario –que es aquel que pretende no sólo preservar los derechos humanos y mejorar la libertad y la dignidad humanas, sino que subraya además nuestro compromiso con la humanidad tomada en conjunto.

Por consiguiente, nuestra obligación más destacada debería ser hacer viable un nuevo Humanismo Planetario centrado en un mundo a salvo, seguro y mejor, y deberíamos hacer todo lo que podamos para engendrar ese compromiso ético. Este compromiso debería alcanzar a toda la gente del Planeta, sean religiosos o naturalistas, teístas o humanistas, ricos o pobres, de cualquier raza, etnia o nacionalidad.

Necesitamos convencer a nuestros congéneres de la especie humana acerca de la necesidad de trabajar juntos a favor de la creación de un nuevo consenso planetario, en el que la conservación y el desarrollo de la mayoría de la humanidad en su conjunto se convierta en nuestra suprema obligación.

VII. Una Carta planetaria de derechos y responsabilidades

Para llevar a cabo nuestro compromiso con el Humanismo Planetario, proponemos «Una Carta Planetaria de Derechos y Responsabilidades» como materialización de nuestro compromiso planetario con la humanidad como un todo. La Carta incorpora la «Declaración Universal de Derechos Humanos», pero va más allá ofreciendo algunas nuevas provisiones. Muchos países independientes se han esforzado por implementar estas provisiones dentro del marco de sus fronteras nacionales. Pero existe una creciente necesidad de formular una Carta Planetaria de Derechos y Responsabilidades que sea de aplicación a todos los miembros de la especie humana. Su implementación, sin embargo, no será fácil. De hecho es contingente que haya suficientes recursos para ello. Aunque el libre mercado sea un máquina dinámica del crecimiento económico y el desarrollo, no es infalible y puede requerir correctivos y suplementos por parte de políticas públicas comprometidas con un bien social más amplio. Los medios adoptados para realizar los principios de esta Carta serán sacados en su mayor parte y primariamente del sector privado, pero el sector público tiene también un importante papel que jugar. Se producirá sin duda una tremenda oposición política a estas propuestas, pero desearíamos establecerlas al menos como fines a largo plazo, incluso aunque ellas puedan parecer en la actualidad difíciles de llevar a cabo en ciertas partes del mundo.

Incluido en lo anterior se encuentra el derecho a la privacidad:

VIII. Una nueva agenda global

Muchos de los altos ideales sociales surgidos al socaire de la Segunda Guerra Mundial y que han hallado expresión en instrumentos tales como «La declaración Universal de los Derechos Humanos», han declinado hoy a lo largo y ancho del mundo. Si vamos a influir en el futuro de la humanidad, será necesario de forma progresiva con y a través de nuevos centros de poder e influencia dedicados a favorecer la equidad y la estabilidad, aliviar la pobreza, reducir el conflicto y salvaguardar el entorno. A la luz de las cambiantes circunstancias actuales se han puesto de manifiesto un cierto número de objetivos prioritarios.

Primero, seguridad: El problema de los conflictos y guerras regionales no se ha resuelto, ni ha desaparecido tampoco el indefinible peligro asociado a las armas de destrucción masiva. En los últimos 50 años la violencia intercomunitaria y las guerras civiles han superado con creces a los conflictos entre naciones en términos de coste en vidas humanas. Tales conflictos surgen invariablemente cuando una comunidad étnica dentro de un estado se siente oprimida por el gobierno o por otra comunidad y se siente además incapaz de hacer oír sus agravios por procedimientos legales. La Carta de Naciones Unidas prohibe específicamente interferir en los asuntos internos de los estados miembro; la comunidad internacional, por tanto, carece de cualquier base legal para intentar resolver los conflictos tribales, étnicos o inter-comunitarios dentro de las fronteras nacionales contra los deseos de los grupos gobernantes en los estados concernidos. Además, cualquier intento por parte de la comunidad internacional por resolver tales conflictos mediante el uso de la fuerza está igualmente sometido en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas al posible veto de un miembro permanente amigo del gobierno concernido. Desde el final de la Guerra Fría, sin embargo, los estados unidos, ayudados por la OTAN y otros poderes occidentales, han pretendido con cierta frecuencia imponer la paz por la fuerza, sobrepasando los mandatos de las Naciones Unidas y saboteando de este modo su autoridad.

Segundo, desarrollo humano: Convocamos a todos a favor del objetivo audaz e innovador de maximizar el progreso humano a escala global. Hoy como en el pasado sigue siendo un problema urgentes la disparidad entre los sectores opulentos y subdesarrollados del planeta. El mundo desarrollado puede ayudar a quienes se hallan por debajo de él, en buena medida proporcionándoles capital, ayuda técnica y asistencia educativa.

Necesitamos un nuevo impulso sobre el desarrollo social, no solamente en el terreno económico, reconociendo que mientras el crecimiento económico no siempre conduce al desarrollo social, en cambio la inversión directa en desarrollo social puede reducir la pobreza y llevar más cantidad de población a una economía de mercado. Hay la perentoria necesidad de apoyar medidas que incidan directamente sobre la salud y el bienestar social de los más pobres, y especialmente de las mujeres y de las jóvenes. Esto debe incluir algún esfuerzo por estabilizar e incluso disminuir las tasas de crecimiento de la población.

La asistencia al desarrollo ha sido vista con frecuencia por parte de los países donantes como un instrumento de imperialismo externo y de política comercial. Con el final de la Guerra Fría ha disminuido la necesidad percibida de competir por el apoyo del mundo en desarrollo, y con ello ha disminuido también los niveles de ayudas al desarrollo. Esta tendencia debe invertirse.

Urgimos a todas las naciones industrializadas a aceptar como primer paso las líneas maestras trazadas por las Naciones Unidas para las ayudas al desarrollo en ultramar, en particular la de contribuir con (o aceptar el impuesto) de un 0,7% del Producto Interior Bruto cada año para programas de ayuda al desarrollo, de cuya cantidad el 20% sería para desarrollo social, y, a su vez, el 20% del presupuesto de desarrollo social debería ser distribuido entre la población asistida. Esta asistencia debería crecer en los años siguientes.

Debe realizarse el mayor esfuerzo en la tarea de suturar la brecha de conocimiento de las naciones más pobres, entrenando y reciclando a los desempleados, proporcionando mejores condiciones de trabajo (especialmente a las mujeres y a los desfavorecidos) e invirtiendo más recursos en el cuidado de la salud, la educación y el enriquecimiento cultural. Recomendamos a todas las naciones apoyar el «Programa de Acción del Cairo» de 1994 en orden a proporcionar salud reproductiva y derechos reproductivos universales, ayudar a mejorar la calidad de vida de los más pobres, y estabilizar el crecimiento de la población mundial. El índice de Desarrollo Humano publicado anualmente por el PNUD debería ser erigido en el metro patrón que sirviese de guía para todos los países en desarrollo.

Está creciendo el papel de las organizaciones no gubernamentales (ONGs) en los países en desarrollo en la medida en que se están convirtiendo en las receptoras de las ayudas al desarrollo y en la medida en que logren cortar por lo sano la corrupción y los endémicos retrasos burocráticos que caracterizan a dichos países. Las organizaciones no-gubernamentales occidentales tienen un significativo papel que jugar en tanto que contrapartes y canales de transmisión para tales ayudas al desarrollo. [La cantidad de recursos canalizados por este medio, sin embargo, sigue siendo dolorosamente insuficiente

Tercero, justicia social: La Carta Planetaria de Derechos y Responsabilidades es esencial para el asunto de la justicia social. Deben rechazarse los intentos de mediatizar el impacto de la justicia social y de restringir su ámbito geográfico o cultural. Hay que subrayar la aplicabilidad de la declaración de los derechos humanos a la esfera privada del hogar, la familia y la comunidad. Urgimos en particular la pronta ratificación por parte de todos los países de todas las convenciones internacionales sobre los derechos de la mujer, los niños, las minorías y los pueblos indígenas.

Cuarto, el crecimiento de conglomerados globales: Los últimos veinte años han sido testigos de una creciente concentración de poder y riqueza en manos de las corporaciones globales. No cabe duda de que ello ha contribuido al desarrollo económico y comercial del mundo. Pero las leyes internacionales han sido lentas a la hora de responder a tan rapidísima evolución de las estructuras de poder en el mundo económico. Las corporaciones multinacionales en este momento se encuentran en condiciones de ignorar olímpicamente los deseos de los gobiernos individuales al formular sus políticas, simplemente trasladando sus recursos económicos a través de las fronteras o exportando sus fábricas manufactureras a mercados más baratos. Esta libertad es considerada beneficiosa para el libre mercado y es fomentada por los mercados financieros globales. Pero tales corporaciones están también ampliamente capacitadas para eludir los impuestos mediante la exportación de las ganancias. Las instituciones financieras son capaces de evadirse del control financiero mediante la ubicación de sus estructuras en paraísos fiscales exteriores, de modo que los fondos internacionales que se transfieren sin impuestos se acercan al trillón de dólares cada día.

Cualquier intento de dirigir estos asuntos, pero que restringiera la operatividad del libre mercado, sería enérgicamente rechazada y además fracasaría. Por consiguiente se necesitan imaginativas reformas tendentes a asegurar que la riqueza internacional, tanto de los individuos como de las corporaciones, juegue limpio sus partidas sin perjudicar el motor del mundo económico.

Quinto, ley internacional: La comunidad global necesita desarrollar un sistema de leyes internacionales que trascienda las leyes de las naciones por separado. Necesitamos transformar un mundo alegal en otro que tenga leyes que todos y cada uno puedan entender y atenerse a ellas.

Sexto, el medio ambiente. Necesitamos reconocer que los estilos de vida cotidianos de las sociedades industrializadas del Norte no son sustituibles y que llegarán a crecer progresivamente, de modo que a medida que se produzca un mayor desarrollo económico y un consumo creciente entre las naciones más pobres del Sur crecerá la presión sobre el medio ambiente global. El consumo galopante está ya produciendo una presión sin precedentes sobre el medio ambiente y colocando incluso a los que consumen menos en una situación doble de riesgo. El problema consiste en desarrollar los niveles de consumo de un millón de pobres que carecen incluso de una comida suficiente al día mientras simultáneamente se implementan pautas de consumo sustentables que reduzcan el daño medioambiental.

Los problemas del medio ambiente global deben ser manejados en y con perspectiva planetaria: reduciendo la polución medioambiental, incluido el dióxido de carbone y otros gases de producción natural; desarrollando carburantes alternativos, reforestando las tierras desérticas, contrarrestando la erosión del humus en las áreas cultivables; facilitando los negocios que preserven el medio ambiente; limitando la pesca en mar abierto que conduzca a la extinción de poblaciones enteras de peces; protegiendo las especies en peligro de extinción; reduciendo la adicción social a los estilos de vida de consumo conspicuo y despilfarrador; y eliminando todas las armas de destrucción masiva: Así pues, las medidas para proteger el medio ambiente requieren una alta prioridad por parte de la comunidad planetaria.

IX. La necesidad de nuevas instituciones planetarias

La cuestión más urgente en el siglo XXI es si la humanidad puede desarrollar instituciones globales para enfrentar estos problemas. Muchos de los mejores remedios se han adoptado a nivel local, nacional y regional gracias a esfuerzos voluntarios, tanto privados como públicos. En un caso la estrategia es buscar soluciones a través de las iniciativas del libre mercado; en el otro se trata de usar fundaciones y organizaciones internacionales de voluntarios para el desarrollo educacional y social. Sin embargo, nosotros creemos que todavía faltan por crear nuevas instituciones globales que sean capaces de enfrentarse con los problemas directamente y concentrarse sobre las necesidades de la humanidad como un todo.

En las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial fueron fundadas una serie de instituciones internacionales, tales como las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud. Desgraciadamente, se ha producido un amplio abismo entre el modo como estas instituciones operan y las necesidades de la nueva comunidad planetaria. Por consiguiente las instituciones existentes deben cambiar drásticamente su forma de operar o de lo contrario será preciso crear nuevas instituciones.

De hecho, las fronteras políticas del mundo son arbitrarias. Necesitamos traspasarlas, ir más allá de ellas. Necesitamos continuar defendiendo el incremento de la democracia in las diversas naciones de la comunidad mundial, pero también necesitamos mejorar los derechos transnacionales de todos los miembros de la comunidad planetaria. Necesitamos ahora más que antes una corporación mundial que represente a la gente y a los pueblos del mundo más que a las naciones estado.

Las Naciones Unidas, al igual que su precursora, La Liga de Naciones, ha jugado un papel vital en el mundo, pero hay muchas más cosas que necesitamos llevar a cabo. Para resolver los problemas a nivel transnacional y contribuir al desarrollo del ancho mundo, necesitamos transformar gradual, pero drásticamente las Naciones Unidas. Algunos de estos cambios requieren enmiendas de la Carta de las Naciones Unidas; otros desafiarán radicalmente la estructura de Naciones Unidas; estos cambios requerirán el consentimiento de las naciones miembros. Cualesquiera que sean las alteraciones que se efectúen, deberíamos preservar aquellos elementos de Naciones Unidas que han mejorado la vida de millones de personas en el planeta.

El cambio más fundamental sería acrecentar la efectividad de las Naciones Unidas, transformándola de una asamblea de estados soberanos en una asamblea de pueblos. Semejante transformación ha tenido precedentes, incluyendo la autoconversión de la confederación de estados soberanos de la América primera en el actual sistema federal. Si vamos a resolver nuestros problemas globales, las naciones estados deberán transferir algo de su soberanía a un sistema de autoridad transnacional. Fracasar a la hora de hacerlo así tendría el riesgo de encerrar al mundo en un conflicto entre estados soberanos cuyo interés primario sería su propia soberanía. Difícilmente podemos permitirnos un despilfarro tal de oportunidades; la gente del planeta se merece algo mejor. No cabe duda de que un sistema transnacional de estas características suscitará la oposición de numerosos líderes políticos - en particular los nacionalistas chauvinistas. Pese a ello podría ocurrir y llegar a tener éxito, si trabajamos a favor de un consenso ético planetario.

Cualquier sistema transnacional debería ser democrático y debería tener limitación de poderes. Debería haber una maximización de la autonomía, la descentralización y la libertad para los estados y regiones independientes del mundo. También debería crearse un sistema de restricciones y equilibrios como salvaguarda contra la arbitrariedad del poder. El sistema transnacional tendría que ver primariamente con cuestiones que sólo pueden resolverse a nivel global, tales como el de la seguridad, la defensa de los derechos humanos, el desarrollo económico y social y la protección del medio ambiente planetario. Para que tales objetivos puedan conseguirse, sugeriremos las siguientes reformas, trabajando a partir de la estructura de las Naciones Unidas:

X. Optimismo en torno al panorama humano

Finalmente, y tal vez más importante, como miembros de la comunidad humana en este planeta necesitamos generar un sentido de optimismo respecto al futuro humano. Aunque muchos problemas puedan parecer intratables, tenemos buenas razones para creer que podemos emplear nuestros mejores talentos para resolverlos, y que gracias a la buena voluntad y a la dedicación se puede conseguir una vida mejor para cada vez más miembros de la comunidad humana. El humanismo planetario encierra cuatro grandes promesas para la humanidad. Queremos cultivar un sentido del asombro y una excitación respecto a las oportunidades potenciales que nos aguardan para el enriquecimiento de nuestras propias vidas y el de las generaciones que todavía no han nacido. Los ideales son los progenitores del futuro. No tendremos éxito a menos que resolvamos hacerlo así; y no resolveremos hacerlo así a menos que tengamos confianza en que podemos hacerlo. Todo el optimismo que generemos debe ciertamente estar basado sobre una percepción realista de las posibilidades de realización, pero necesitamos estar motivados por la creencia de que podemos superar la adversidad.

El humanismo planetario rechaza las filosofías nihilistas del destino y de la desesperanza y todas aquellas que aconsejan abandonar la razón y la libertad, las que presagian miedo y enfermedades y están obsesionadas con los escenarios apocalípticos del Armageddon. La especie humana ha estado enfrentando siempre desafíos. Esta es la historia constante de nuestra aventura planetaria. Como humanistas urgimos hoy, al igual que en el pasado, a que los humanos no miren más allá de sí mismos para lograr la salvación. Sólo nosotros somos responsables de nuestro propio destino y lo mejor que podemos hacer es pasar revista a nuestra inteligencia, nuestro coraje y nuestra compasión para alcanzar nuestras más altas aspiraciones. Creemos que la buena vida es posible para todas y cada una de las personas de la sociedad planetaria del futuro. La vida puede llenarse de significado para aquellos que quieran asumir la responsabilidad y emprender los esfuerzos corporativos necesarios en orden a cumplir sus promesas. Podemos y debemos contribuir a crear el nuevo mundo del mañana. El futuro puede rebosar de salud y abundancia y puede abrir nuevas, audaces y excitantes perspectivas. El Humanismo Planetario puede contribuir significativamente al desarrollo de actitudes positivas tan necesarias si vamos a llevar a cabo las inigualables oportunidades que aguardan a la humanidad en el tercer milenio y más allá.

Los que suscribimos este documento buscamos seriamente confraternizar con las distintas culturas del mundo, incluidas las grandes tradiciones religiosas del planeta. Creemos que lo urgente es esforzarnos en encontrar bases comunes y en buscar valores compartidos. Necesitamos entrar en un continuo proceso de toma y daca, no sólo con aquellos que están de acuerdo con nosotros, sino con quienes puedan discrepar. En medio de nuestra diversidad y de la pluralidad de nuestras tradiciones, necesitamos reconocer que todos formamos parte de una extensa familia humana, que compartimos un habitat planetario común. Precisamente el éxito de nuestra especie amenaza hoy el futuro de la existencia humana. Somos los únicos responsables de nuestro destino colectivo. Para resolver nuestros problemas, necesitaremos de la cooperación y la sabiduría de todos los miembros de la comunidad mundial. Está dentro de las capacidades de cada ser humano marcar una diferencia. La comunidad planetaria es nuestra propia comunidad y cada uno de nosotros puede ayudar a hacer que florezca. El futuro está abierto. Está en nuestras manos elegir. Juntos podemos llevar acabo los más nobles fines e ideales de la humanidad.

Quienes firmamos el Manifiesto Humanista III (o 2000) no estamos de acuerdo necesariamente con cada una de las proposiciones contenidas en él. Aceptamos, sin embargo, sus principios fundamentales y lo ofrecemos en orden a articular un diálogo constructivo. Invitamos a otros hombres y mujeres que representen otras tradiciones a que se unan a nosotros para trabajar por un mundo mejor en la sociedad planetaria que está emergiendo ahora.

Lo firman: Professor Paul Kurtz (State University of New York at Buffalo; Presidente de la International Academy of Humanism, USA) · Phillip Adams (Columnista, Comentarista de Radio Nacional, Australia) · Norm Allen Jr. (Director de Afroamericanos por el Humanismo, USA) · Steve Allen (Autor, Humorista, USA) · Derek Araujo (Presidente del Campus Alianza por el Librepensamiento, USA) · Rubén Ardila (Profesor de Psicología, Universidad Nacional de Colombia) · Khoren Arisian (Ministro Emérito de la Primera Sociedad Unitarista de Minneapolis, USA) · Sadik Al Azm (Profesor de Filosofía, Universidad de Damasco, Siria) · Jovan Babic (Catedrático de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Belgrado, Yugoslavia) · G.R.R. Babu (Director Ejecutivo, India) · Joseph E. Barnhart (profesor de Filosofñía y de Estudios Religiosos, Universidad de North Texas, USA) · Etienne Baulieu (Descubridor del Ru486, Academia de Ciencias, INSERM, France) · Baruj Benaceraff (Premio Nobel, Dana Barber Cancer Institute, USA) · Pushpa Mittra Bhargava (Director Fundador del Centro de Biología Celular y Molecular, Hyderabad, India) · H. James Birx (Profesor de Antropología, Canisius College, USA) · Colin Blakemore,(Laboratorio de Fisiología, Universidad de Oxford, Reino unido) · R.M. Bonnet (Agencia Espacial Europea) · Jacques Bouveresse (Profesor de Filosofía, Colegio de Francia) · Jo Ann Boydston (Profesora Emérita de la Universidad Southern Illinois, USA) · Paul D. Boyer (Premio Nobel en Química, USA) · Diana Brown (Representante de la IHEU en Ginebra, Suiza) · Roy W. Brown (Fundador de la Fundación World Population Suiza) · Robert Buckman (Físico, Canadá) · Vern L. Bullough (Profesor Emérito de la Universidad de California del Sur, USA) · Sir Arthur C. Clarke (CBE, autor; Canciller de la Universidad de Moratuwa, Sri Lanka; y Canciller de la Universidad Internacional del Espacio, Sri Lanka) · Jean Pierre Changeux (Profesor de Neurobiología, Colegio de Francia y Laboratorio de Neurología Molecular, Instituto Pasteur) · Matt Cherry (Director Ejecutivo del Consejo por el Humanismo Secular) · Dobrica Cosic (Autor; Antiguo Presidente de la República Federal de Yugoslavia) · Alan Cranston (U.S. Senador, California, USA) · Bernard Crick (Profesor emérito de Política, Universidad de Londres, Reino Unido) · Amlan Datta (Ex-Vicecanciller, Visva Bharati, India) · Richard Dawkins (New College, Oxford, Inglaterra) · Daniel C. Dennett (Centro de Estudios Cognitivos, Universidad de Tufs, USA) · Jean Dommanget (Observatorio Real de Bélgica, Bruselas) · Senal Edamaruku (Secretario General de la Asociación Racionalista Hindú, Nueva Delhi, India) · Paul Edwards (Editor Jefe de The Encyclopedia of Philosophy) · Yuri Nikolaevich Efremov (Departamento de Salud, Instituto Astronómico Sternberg, Universidad estatal de Moscú) · Jan Loeb Eisler (Vicepresidente de la IHEU, USA) · Lord Lionel Elvin (Palacio de los Lores) · Hugo Daniel Estrella (Pugwash Conference, Argentina) · Sir Raymond Firth (Profesor de Antropología de la Universidad de Londres, Reino Unido) · Thomas Flynn (Director Ejecutivo de la First Amendment Task Force, USA) · Gérard Fussman (Profesor del Colegio de Francia, Paris) · Vitaliî Ginzburg (Físico, Academia de Ciencias, Rusia) · Adolf Grünbaum (Profesor de Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Pittsburgh, USA) · Peter Hare (Profesor de Filosofía de la Universidad estatal de New York en Buffalo, USA) · James Haught (Editor de la Charleston Gazette) · Herbert A Hauptman (Premio Nobel de Química, USA) · Jim Herrick (Editor de New Humanist, de la Asociación de Prensas Racionalistas) · Alberto Hidalgo Tuñón (Profesor de Sociología del Conocimiento de la Universidad de Oviedo, SAF, Presidente del MPDLA, España) · Ted Honderich (Profesor Emérito de Filosofía de la Mente y Lógica de la Universidad de Londres, Reino Unido) · Narisetti Innaiah (Profesor de Filosofía, Catedrático, Comité contra el Abuso de la Infancia, India) · Reid Johnson (Dean del Centro para el Instituto de Investigación, USA) · George Klein (Profesor y lider del grupo de investigación del Centro de Microbiología y Tumorología, Instituto Karolinska, Suecia) · Richard Kostelanetz (Autor, USA) · Sir Harold W. Kroto (Premio Nobel, School of Chemistry, Physics & Enviromental Science, Inglaterra) · Valeriî Kuvakin (Profesor de Filosofía Rusa, Universidad estatal de Moscú) · Gerald A Larue (Profesor Emérito de Estudios Bíblicos, Universidad de California del Sur, USA) · Thelma Z. Lavine (profesora Robinson de la Universidad George Mason) · Richard Leakey (Antropólogo, Kenya Wildlife Service, Kenya) · José Leites Lópes (Profesor Emérito del Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas, Brasil) · Jacques Le Goff (Especialista en Civilización y Literatura Medievasl Francesa, ENESS, Francia) · Jean Marie Lehn (Premio Nobel, Universidad Louis Pasteur, Francia) · Youzheng Li (Instituto de Filosofía, CASS, Pekin, China) · Paul B. MacCready (Ingeniero, Fundador y Jefe de Aerovironment Inc.) · Thomothy J. Madigan (Editor, University Rochester Press) · Michael Martin (Profesor de Filosofñía de la Universidad de Boston) · Molleen Matsamura (Consejo Nacional para la Ciencia de la Educación, Berkeley, USA) · Mario Molina (Premio Nobel de Química, USA) · Henry Morgentaler (Activista del Derecho al Aborto, Canadá) · Ferid Murad (Premio Nobel, University of Texas Health Science Center-Houston, USA) · H. Narasimhaiah (Foro Bangalore por la Ciencia, Colegio Nacional, India) · Taslima Nasrin (Autora, Defensora de los Derechos Humanos, Bangladesh) · Indumati Parikh (Director del Centro de Desarrollo Humano M.N. Roy) · John Arthur Passmore (Profesor de Estudios históricos, Universidad Nacional de Australia. Primer presidente de la Academia de Ciencias) · Jean-Claude Pecker (Astrónomo, Colegio de Francia, Academia de Ciencias de Francia) · Alexander V. Razin (Profesor de ética, Universidad estatal de Moscú) · José M. Rodríguez Delgado (Profesor de Neurobiología, Centro de Estudios Neurobiológicos, Madrid, España) · Avula Sambasiva Rao (Ex-Jefe de Justicia de Andhra Pradesh; Ex-Vicepresidente de la Universidad de Andhra, India) · Sibnarayan Ray (Fundación Librería Raja Rammohun Roy) · Dennis V. Razis (Sociedad Delphi, Atenas, Grecia) · José Saramago (Premio Nobel, Portugal) · Evry Schatzman (Astrónomo, Ex-presidente de Asociación Francesa de Física, Academia de Ciencias de Francia) · Jens C. Skou (Premio Nobel, Biofísico, Univertity of Aarhus, Dinamarca) · J.J.C. Smart (Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Australia) · Victor J. Stenger (Profesor de Física de la Universidad de Hawai, USA) · Svetozar Stojanovic (Profesor y Presidente del Instituto de Filosofía, Universidad de Belgrado, Yugoslavia) · Robert B. Tapp (Profesor de Educación de la Universidad de Minnesota, USA) · Jill Tarter (Bernard M. Oliver Chair, SETI Institute, USA) · Richard Taylor (Profesor de Filosofía, USA) · Yervant Terzian (Profesor Duncan de Ciencias Físicas en la Universidad de Cornell, USA) · Lionel Tiger (Profesor de Antropología de la Universidad estatal de New Jersey, USA) · Lewis Vaughn (Editor de Free Inquiry, USA) · Radovan Vukadinovic (Profesor, Croacia) · Mourad Wahba (Presidente de la Asociación Internacional de Averroes y la Ilustración, Fundador de la Asociación Afro-asiática de Filosofía) · Ibn Warraq (Autor, USA) · Edward O. Wilson (Museum of Comparative Zoology, Harvard University, USA) · Marvin Zayed (Ph.D. Canadá)…


[Manifiesto emanado de la Academia Internacional de Humanismo de los Estados Unidos del Norte de América, y publicado en la revista Free Inquiry, Otoño de 1999, vol. 19, nº 4, páginas 4-20. Versión en español de Alberto Hidalgo Tuñón.]