La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Gómez Pereira

Teófilo González Vila
Noticia bio-bibliográfica sobre Gómez Pereira

IV. La suerte histórica de Gómez Pereira
1. Primer período. De Gómez Pereira (1558) a Bayle (1684)


1.1. Los contemporáneos, Miguel de Palacios. Sosa

Sobre las reacciones provocadas por la Antoniana Margarita entre sus contemporáneos, los escasos datos documentales son suficientes para hacer sólidas conjeturas. En general, podemos decir, la reacción pública –tanto académica como popular– fue adversa, si bien cabe distinguir entre la hostil y la benévola. La respuesta más seria que tuvo la AM, a poco de ver la luz, son las OBIECTIONES formuladas por Miguel de Palacios –y a instancias del mismo Pereira– contra las «paradojas» del novedoso escrito, más notables a juicio del maestro salmantino.{2} El Objetor ha sabido detectar los puntos más conflictivos de la AM, pero, a juzgar por las «obiectiones» mismas, en ningún momento acierta a encuadrarlos en su contextura sistemática; ni alcanza, por lo mismo, su verdadero sentido.{3} Situado desde el primer momento en su papel de «corrector», Miguel de Palacios trata al filósofo extra-académico con la superioridad del maestro que accede a evaluar el trabajo de un alumno o la benévola condescendencia del consagrado que se digna recibir a un principiante de ilusas ambiciones. Con todo, o porque la consulta le halagara, o porque intuyera de algún modo la significación histórica de la obra que le sometían a su juicio, muestra, en medio de la dureza de su crítica, abierta simpatía por el autor, y le prodiga elogios en los que, junto a cierta ironía, no falta sinceridad. Miguel de Palacios demuestra en la formulación de sus objeciones que no ha captado bien las singulares tesis. Pereira, que le reprocha insistentemente al catedrático salmantino la ligereza con que le ha leído, se resigna a repetir una y otra vez los puntos fundamentales de su [101] doctrina.{4} Y al hacerlo nos brinda fórmulas aclaratorias (o «resumitorias»), que, en su concisión e incluso brillantez, hacen de la APOLOGÍA pereirana pieza clave para la plena inteligencia de la AM.

Representativo de otro tipo de reacción es el, diríamos, libelo aparecido en Medina del Campo, el año 1556, con el siguiente delicioso título: «Endecálogo contra / Antoniana Margarita, en el cual se / tratan muchas, y muy delica– / das razones, y autoridades: / con que se prueua, que los / brutos sienten, y por sí se mueuen. Trátante / ansi mismo algunas historias dignas / de ser ley– ¡ das».{5} El autor es, parece, quien subscribe la dedicatoria, el Doctor Sosa, colega y «amigo» de Pereira. Este «endecálogo» carece por completo de interés filosófico. La sátira hace que los «brutos» se querellen ante Júpiter, contra quien les ha privado de sentidos y verdadero automovimiento. Del farragoso texto (en el que abundan las sabrosas historias, ajenas por entero al «caso-Pereira», nos interesa la sentencia en la que Júpiter condena al libro de Pereira a que «sea sepultado en los infiernos de donde salió» y se ordena al autor «que dexe estar la lógica y la philosophia, y medicina y teología y derechos civiles, sin poner en ellos dubdas y alteraciones...{6} El jupiterino fallo refleja, sin duda, la opinión [102] en aquel momento más generalizada sobre la AM. Aparte la comprometedora alusión al origen «infernal» de las doctrinas pereiranas, conviene destacar cómo son las «dubdas y alteraciones» que la obra satirizada se atreve a poner en lo más intangible las que suscitan los reparos más graves. Se rechaza al escéptico y al innovador. Para nada se atiende a las razones en que pretende fundarse. Por otra parte, la aparición de este «endecálogo» sólo un año después de publicada la AM, es buena prueba de que no pasó desapercibida y tuvo amplio eco popular. Si con el uso del latín pretendía Pereira poner sus teorías a cubierto de indoctos comentarios, el Dr. Sosa se encarga de vulgarizar –y, peor, trivializar– justamente el capítulo más «extravagante» del pensamiento pereirano y el más expuesto, por eso, a la plebeya irrisión. Pronto, sin duda, estuvo todo el mundo en Medina «al cabo de la calle» de las singulares opiniones del médico. Y Pereira no puede evitar convertirse en apasionado apologista callejero de sus osadas «paradojas».{7}

1.2. Gómez Pereira, intérprete de estas primeras reacciones adversas

De estas primeras reacciones adversas, nos ofrece Pereira mismo un matizado balance en la dedicatoria de la NVM a Jesucristo. Por un lado, el simple hecho de que su obra haya llegado a manos de los doctos (médicos, filósofos, teólogos), es ya un logro estimable; mas, por otro, la acogida ha sido, en general, desairada, cuando no francamente hostil. Unos, sin pasar del índice –nos informa–, ante la tesis de la insensibilidad de los brutos, se han indignado de tal manera que bien quisieran despedazar al autor mismo. No parecen, a la luz de este valioso testimonio, tan infundadas las sospechas de Guardia.{8} Otros, con mejor disposición, se habrían adentrado [103] en la primera parte, pero la ignorancia de la lógica y de la física les ha impedido apreciar la solidez argumentativa de las novedosas doctrinas. Enemigos, pues, unos; incapaces, otros. Los más doctos, sin embargo, habrían estado a favor del médico innovador, «clam vel palam» según Pereira nos quiere dar a entender. De hecho no nos proporciona el nombre de ninguno que le manifestara abiertamente su acuerdo. Puede ser que una elemental cautela obligara entonces a mostrar ciertas solidaridades sólo «clam» –clandestinamente–; pero que aún así hubiera alguno de su parte puede ser mero espejismo proyectado por el alucinante deseo de reconocimiento que cegaba a Pereira. Lo cierto es que la seguridad con que proclama «sus» verdades no sufre quebranto alguno. Más bien, acrecidos sus arrestos, salta ya todos los controles de la prudencia. Y se atreve a interpretar que en la raíz del silencio o el desdén con que ciertos maestros le obsequian, está simplemente el miedo a tener que «desaprender», ya provectos, cuanto durante todas sus vidas habían venido enseñando.{9} Su insistente autoafirmación no es mera petulancia. Es el desesperado esfuerzo de quien quiere hacerse oír antes de que intereses varios ahoguen por completo su voz.

1.3. Un siglo de silencios (1558-1684)

No eran infundados los temores de Pereira. Desde mediado el siglo XVI [104] hasta el último cuarto del XVII no se le menciona casi. Quienes hubieran podido contribuir a rehabilitarle, lo refutan sin nombrarle, y si alguno le ensalza, más parece perjudicarle. Sin nombrarlo, alude Vallés a Pereira para calificar de absurda, sin más, la tesis mecanicista. Y esto, pese a que Vallés se encuentra entre los primeros en advertir la estrecha conexión existente entre la tesis de la insensibilidad de los brutos y determinada teoría del conocimiento. Cuando le vemos insistir contra el mecanicismo en la autoridad de la Escritura, se nos aclara en parte esa resuelta actitud negativa: o Vallés no ha sabido leer a Pereira, o ha considerado «peligroso» aceptar la validez de la clarividente exégesis que ya el autor de la AM hiciera de los textos escriturarios más comprometedores.{10} En este largo periodo de silencios cabe destacar –fieles al orden cronológico– la mención que de un «perea, gran médico», hace López Osorio, historiador de Medina del Campo, en la primera mitad del siglo XVII.{11} Suárez, al igual que Vallés, parece tener presente a Pereira cuando se refiere al mecanicismo para rechazarlo también, del modo más expeditivo, como absurdo y contrario a la Escritura. No parece mera coincidencia que el eximio Jesuita invoque el texto de Isaías (1,3), con cuya exégesis daba remate Pereira a la AM.{12} Por supuesto, ni Vallés ni Suárez han sospechado siquiera el sentido sistemático del mecanicismo pereirano ni las graves implicaciones metodológico-gnoseológicas y ontológicas con que está cargado. Otro jesuita ilustre, Rodrigo de Arriaga, demuestra haber entendido, al menos, la cosmología pereirana mucho mejor, por cierto, que más tarde Cardoso y Menéndez Pelayo. Advierte Arriaga que no es Pereira el loco que cabría pensar atendidas las torpes interpretaciones que algunos habrían hecho de su antihilemorfismo.{13} Van der Linden llama «Jorge» al autor de la NVM, cuya reseña bibliográfica nos proporciona [105] con toda corrección; e incluye a «Gometius Pereira» en una lista de autores que abordan cuestiones de medicina «in genere».{14} Es Vossius quien, por vez primera –que sepamos– reconoce a Pereira la primacía histórica en negar a los brutos toda suerte de sensibilidad, y esto –bien ha entendido– para no verse obligado a reconocerles también la capacidad de entender. Aunque considera absurda –otro más– la original tesis pereirana, no regatea elogios al atrevido español.{15} Isaac Cardoso incluye, sin más precisiones, a Pereira entre los atomistas.{16} De que no lo es hemos dado en otro lugar pruebas suficientes.{17} No era Cardoso, por lo demás, quien mejor podía contribuir al buen nombre y difusión de Pereira.


Notas

{2} Sobre Miguel de Palacios ofrece algunos datos E. Esperabé, Historia de la Universidad de Salamanca, t. II (Salamanca, 1917), c.V. No le conocía Pereira personalmente («de facie... non te novi», Apol I, 7, 45 s.) El que, pese a esto, Pereira le solicite una censura de su obra, nos hace pensar que el catedrático salmantino gozaba de suficiente prestigio y se le presentaba a nuestro autor como especialmente cualificado –intelectual, humana y socialmente– para ser su introductor y valedor en los círculos de la sabiduría académica (Cf. el testimonio de Pereira sobre la fama de M. de Palacios en Apol., Introducción 6, 24 s.) El elegido censor no podrá menos de mostrar su extrañeza ante el hecho de que se recabe su juicio cuando, publicada ya la obra, no es posible que sean tenidas en cuenta sus observaciones (OMP 1 vto., 37 s.) {volver}

{3} Las «obiectiones» son cinco:

{4} Difícilmente podía alcanzar mejor inteligencia de la AM si en leerla y redactar las «obiectiones» apenas había empleado cuatro días (como, al remitirle éstas, el mismo M. de Palacios le confiesa a Pereira «in Hispana epistola»: Apol, Introducción, 6, 11 s.). De tal ligereza no serán para Pereira excusa válida las ocupaciones docentes del catedrático: «Quae emm plus scholis physicis conducere excogitari queunt, quam quae a nobis exarata, si vera sunt, ut sunt, misi?» (1. c., 27 s.) {volver}

{5} Datos bibliográficos literalmente tomados de Cristóbal Pérez Pastor, La imprenta en Medina del Campo (Madrid, 1895), p. 139. Ofrece un extracto del Endecálogo y se remite a Rayón y otros, Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos (Madrid, 1865-66). «Es libro muy raro: posee un ejemplar el prior de Arróniz (cabrera, biblioteca que fue de la casa de Alba, antes del incendio de la biblioteca). No alcanzó noticia de él Nicolás Antonio...» (B. Gallardo y Blanco, Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos (1363-1889), p. 633). Pérez Pastor y Gallardo y Blanco coinciden en la extensión del «Endecálogo: 50 folios (100 páginas), sin numerar. También nos facilita un resumen del Endecálogo M. Solana, Historia de la Filosofía Española. Época del Renacimiento. Siglo XVI (Madrid, 1941). t. I, p. 222, nota 16, aunque no nos dice si ha manejado algún ejemplar. Es probable que la fuente de Solana haya sido en este caso Pérez Pastor. «No he visto este opúsculo», declara Menéndez Pelayo, al tiempo que informa de tres ejemplares cuyos respectivos poseedores eran la Biblioteca Nacional, D. Ricardo Heredia y D. Aureliano Fernández-Guerra (CE, II, 304). En la actualidad, la Biblioteca Nacional, según se nos informa no cuenta o no tiene convenientemente registrado) ningún ejemplar de este «raro y curioso». {volver}

{6} Según otros de sus términos, la jupiterina sentencia establece, desde luego, «que los brutos tienen ánima viviente y que son más que plantas y árboles», [102] y ordena «que Gómez Pereira no dispute más contra el docto varón Miguel de Palacios... y no le condenamos en costas..., porque bastan las que hizo en imprimir dichas vanidades, sin que sirvan para más los papeles que imprimió de para que los especieros echen en ellos las especias que vendieren, que pues de especies tratan, justo es que para especias sirvan» (Del Endecálogo, apud Pérez Pastor, o.c., p. 139). {volver}

{7} En otro lugar del Endecálogo se nos presenta, en efecto, a «aquel philosopho» (Pereira), discutiendo acaloradamente por la calle –«por la rúa arriba»– «con el otro varón bien sabio, que muchas veces le hace cruxir los dientes» y «el famoso albeytar Vasquin», de manera que «no será mucho que venga a puñadas el negocio, según se va encendiendo...» (Apud Pérez Pastor, o.c., p. 144). {volver}

{8} «Cum primum enim operis huius elenchus, et eiusdem primun Paradoxon insensibilia bruta esse attestans, ab eisdem legitur, liber e manu reiicitur, ipse et author redditur invisus, et parum abest, et utrumque discerpere quoquo modo possint, conentur» (NVM. lesus 6-9); «...nunc a praesentibus infamor» («NVM 327). «Huius aevi philosophi –es ésta una de las escasas ocasiones en [103] que emplea Pereira el término philosophus–, ut praesentire incipio, mala pro bonis sunt retributuri» (Apol, Introducción 6, 46 s.) {volver}

{9} «Ab aliis, patientioribus universa elenchus, et operis prior pars legitur. Sed cum ad speculativas rationes brutorum insensibilitatean methodis logicis et physicis indubie probantes deveniunt... exacta peritia relatarum facultatum privati... vin et valorem earum capere miniane valentes, in antiquo errore persistere decernunt, ac pro inde retrocedunt, et tergiversantur. Reliqui, et inter alios sapientissimi, aut clam vel palam nobiscum in omnibus paradoxis consen-tiunt... sed duriores... nostrae veritatis claritatem obtenebrare contendunt, quod erubescant, cum doctissimi hucusque sint habiti, et multos veteri doctrina imbuerint, nunc senescentes dediscere, quae docuerint» (NVM, leaus, 17-22). Llamar ignorantes y... «viejos» a los «duriores» no era el mejor camino para granjearse simpatías. Pereira, providencialista, quiere ver en estas graves «resistencias un «estímulo» para persistir en la difusión de la verdad, misión a la que se siente llamado por Dios mismo, cuya sabiduría no desconoce cuanto en realidad aprecian algunos su obra (NVM, lesus 31 ss.; 4 ss.) Seguro de la asistencia divina («...quid mea, si non ">derelicturus, neque discessurus a me est dominus Deus meus», Apol, Introducción, 6, 47 s.) y del favorable juicio de la Historia («non post multos nos annos... plus mihi gratificaturos posteros, quam nunc a praesentibus infamor», NVM 326 s.) sólo la muerte podrá hacerle callar: «mors tantum, aut quid morti par ab imponendo fine incoeptis retardare valebit» (NVM, Iesus 30 s.). [104] {volver}

{10} Franciscus Vallés, De Sacra Philosophia (Lugdni 1652), c. 5, p. 274. Textos de la Escritura, presuntamente adversos a la tesis de la insensibilidad animal, comentados por CP en AM 831, 8-832, 22; Apol I, 9 vto., 18-10, 40. {volver}

{11} Alguien leyó mal a López Ossorio y creyó que hablaba del médico «Pereagrán» (Cf. Moraleja Pinilla, G., Historia de Medina del Campo (Medina del Campo 1971), p. 608). {volver}

{12} De la tesis mecanicista dirá, en efecto, Suárez: «....quoad theologiam attinet, repugnat Scripturae dicenti: Cognovit bos possessorem suum, et asinus praesepe domini sui...» (De anima, 1. I, c. 5, n. 3 en Opera Omnia (Parisiis 1856), t. III, p. 500). Del texto invocado por Suárez se cuida Pereira en AM 831, 8-832, 22. Y hubiera podido comentar, en este caso, del Eximio como de cierto «reverendo» que le hiciera ya los mismos reparos: «plus pius quam doctus vir» (AM, 831, 9 s.). {volver}

{13} R. de Arriaga, Cursus Philosophicus (Antupertiae 1632), disp. 2ª sect. 1, p. 245. [105] {volver}

{14} Van der Linden, De scriptis medicis (Amstelredami 1651), pp. 216. 588. {volver}

{15} G. J. Vossius, De theologia gentili et Philosophia Christiana sive de origine ac progressu Idololatriae; deque naturae mirandis quibus homo adducitur ad Dum, 1. III, c. XLI en Opera Omnia (Arnstelodami 1700), t. V., p. 345 (Vossius nace en 1577 y muere en 1649). {volver}

{16} Isaac Cardoso, Philosophia libera (Venetiis 1673), 1. I, q. 1ª, p. 4; q. 2.°, p. 5. Por esta obra (en la que se trata de omni re scibili, desde la Providencia a la calvicie sin establecer, por cierto, entre tales términos la relación que cabría esperar) muestra especial interés Caro Baroja y quizá en ella se funda para dar por segura la adscripción de Pereira al atomismo (J. Caro Baroja, Inquisición, brujería y criptojudaismo (Barcelona 1970), p. 141 s. {volver}

{17} Teófilo González Vila, La antropología de Gómez Pereira (Sevilla 1975). {volver}


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Teófilo González Vila, Noticia bio-bibliográfica sobre Gómez Pereira (1977)

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