La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Gómez Pereira

[Gómez Pereira en]
Historia de la Filosofía en España hasta el siglo XX
de Mario Méndez Bejarano

(Madrid [1928])


GÓMEZ PEREIRA, cuya población natal se ignora, nació en 1500. Mediano humanista, médico adocenado y filósofo nominalista, siguió la pendiente lógica hasta llegar al sensualismo. Tituló su obra filosófica Antoniana Margarita (1554) por el piadoso cuanto pueril capricho de encabezarla con los nombres de sus padres. «Hablaré, dice con arrogancia, de cosas que nadie ha dicho ni escrito antes que yo. En no tratándose de cosas de religión, no me rendiré al parecer y sentencia de ningún filósofo, si no está fundado en razón».

¿Cómo se realizan tales protestas de originalidad? Lanzándose en el piélago del nominalismo. Todo conocimiento principia por la mera sensación, pues entre la facultad sensitiva y la intelectiva no existe diferencia de [244] cualidad, sino meramente de grado. Por la sensación percibimos los seres exteriores a nosotros, de esta noción, suministrada por el sensorio, nos elevamos a la de los seres individuales y, por ministerio de la abstracción, formamos las ideas de causa y substancia. Niega Pereira la intuición mental y, por ende, las ideas innatas. Con sus correligionarios de nominalismo relega los universales a la razón negándoles toda realidad objetiva. Ni ¿qué facultad admite Pereira capaz de percibirlos como seres reales? Ya la sensación es una modificación anímica, no procede del objeto, afirmación que excluye las especies sensibles y presupone el conocimiento directo de la objetividad.

La intelección, de origen sensible, necesita el esfuerzo de la atención, pues ella no es obra de la inteligencia, sino la inteligencia misma. Tampoco la inteligencia se distingue del alma, así que las tres palabras intelección, inteligencia y alma expresan una misma idea. Tal concepto justifica la inutilidad de imágenes intermedias entre el sujeto y el objeto del conocer. Y como la sensación es el alma misma en una modificación y la facultad de discernir las percepciones tampoco es diferente del alma, no puede admitirse un sentido común a la especie humana. Juega importante papel en el funcionamiento de la inteligencia la facultad de rememorar, que es orgánica y reside en la parte posterior de la cabeza, y no menor la imaginación, pero esta facultad no se halla localizada ni puede considerarse orgánica cual la memoria.

La psicología reconoce por base y único criterio el trabajo experimental interno, idea de que ha partido el célebre aforismo precartesiano.

«De las operaciones del alma no puede aducirse otro testimonio que la experiencia interna. Ella nos dice que el alma no se conoce a sí misma, si antes no la impresiona algún objeto extrínseco... Por eso, en nosotros ha de preceder siempre alguna noción de causa extrínseca al conocimiento del alma que se conoce a sí misma. Esta consecuencia es evidente. Y de aquí se seguirá también que esa [245] noción sólo puede servir de antecedente para que el alma saque después el consiguiente, procediendo así: «Conozco que yo conozco algo. Todo lo que conoce es; luego yo soy.»

Lo expuesto ha servido de fundamento para ver en Gómez Pereira nada menos que un precursor de Descartes, afirmación que indignaba al Sr. Perojo. «Gómez Pereira, escribe, no puede considerarse precursor de Descartes, porque su cogito no es base del sistema cartesiano ni pretendió su fundador haber sido él quien primero hizo el argumento (San Agustín y otros padres de la Iglesia lo habían dicho muchos siglos antes).» (Perojo: Rev. Cont. 1887.) A lo que, arrostrando las iras de Laverde y Menéndez y Pelayo, agregaba Salmerón: «Pereira... no pasa de enunciar en forma silogística un razonamiento análogo al que constituye el principio del método cartesiano, pero sin el carácter de criterio de indagación ni la intención sistemática que determina su valor científico.» (Prólogo a Draper.)

Confunde la facultad sensitiva con la intelectiva, sin aceptar más que una diferencia de grado. El conocimiento es directo, sin perjuicio de admitir para los brutos las especies intermediarias, y combate la doctrina de la materia única, prefiriendo la tradicional y rudimentaria teoría de los cuatro elementos.

Funda Pereira la inmortalidad del alma en argumento de tan exigua solidez como el siguiente: «El alma puede ejercitar sin el cuerpo las principales operaciones (el entender), luego puede vivir sin él.» Si no tuviera más firme fundamento el dualismo, seguramente no podría ya sostenerse con seriedad.

En lo que sí coincide con Descartes es en la absurda teoría de los animales máquinas, a la que Descartes se vio arrastrado por la concepción mecánica de los cuerpos, y que descubre el punto acaso más débil y vulnerable de su concepción filosófica. Pereira defiende el automatismo de los irracionales afirmando que el animal no puede sentir; porque si siente, juzga; si juzga, raciocina, en cuyo caso no [246] habría diferencia entre el animal y el hombre, lo que es absurdo. Las obras admirables de los animales no se explican tampoco por mero instinto, porque o éste es parte de la razón o es inexplicable. Hay, pues, que suponer que esos seres no pasan de máquinas muy bien montadas.

A la creencia contraria llama Pereira «delirio y obcecación», sin escasear denuestos contra aquellos que la profesan. Siempre acompaña la procacidad a la sinrazón, y al lado de tan ruin doctrina, pregonada por novedad en el siglo XVI, parece sublime la idea milenaria de los indios: El alma duerme en la piedra, sueña en la planta, se mueve en el animal y despierta en el hombre.

Los brutos, si hemos de dar crédito a las obcecaciones de Pereira, se determinan en virtud de unos fantasmas o cuerpecillos que emanan de todos los cuerpos orgánicos e inorgánicos, los cuales actúan sobre su sensorio o cerebro. Estos, dice, tienen en la parte posterior de la cabeza una celdilla, triclinium, en la cual se depositan las imágenes de los objetos que entraron por los sentidos, y se conservan como desecados durante la ausencia de los objetos. También tienen otra celdilla en la parte anterior del cerebro, scrinium, a la cual vienen a residir los fantasmas o cuerpecillos que estaban conservados en el triclinium, cuando los objetos se presentan. Una vez depositados y conservados los fantasmas en la celdilla occipital, si el objeto que los produjo primitivamente se ofrece ante el bruto, entonces salen de la celdilla posterior los fantasmas y depositándose en el scrinium se representan la imagen del objeto ausente, y los miembros del bruto se ven obligados a moverse del mismo modo que como se produjeron por primera vez los fantasmas a la presencia del objeto (V. Chinchilla, Hist. de la Med. esp.)

Con todas sus protestas de originalidad, recoge aquí Gómez Pereira, para aplicarla a los irracionales, lado ctrina de las especies sensibles, el elemento más materialista del aristotelismo escolástico, que bulle, quiérase o no, como virus latente en las entrañas del empirismo. [247]

Contra las opiniones paradójicas de Pereira disparó un libelo, impreso en Medina el 1555, el Ldo. Miguel Palacios, profesor de teología en Salamanca, y al siguiente año, en la misma ciudad, vio la luz el Endecálogo contra Antoniana Margarita, diálogo satírico de ignorado autor, donde se presentan los animales nombrando procurador y promoviendo querella criminal contra Gómez Pereira por haberlos despojado de sentidos, causa resuelta por sentencia a favor de los animales.


{Mario Méndez Bejarano, Historia de la Filosofía en España hasta el siglo XX, Ensayo, Renacimiento, Madrid s.f. [1928], fragmento del Capítulo XIV: El siglo de Oro, §IX: Los naturalistas, páginas 243-247.}


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