La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo XLI
De una carta que escrivió Marco Aurelio Emperador a un amigo suyo llamado Torcato, en la qual le consuela del destierro que padecía, aunque no dize por qué fue desterrado. Es letra muy notable para conocer las vanidades del mundo.


Marco, Emperador romano, colega con su hermano Annio Vero en el Imperio; a ti, Torcato, vezino de la ciudad de Gayeta, patricio que eres romano desterrado, que estás agora en Rodas; salud y descanso para la persona y esfuerço contra la adversa fortuna te dessea.

Estando en el templo de las vírgines vestales, avrá poco más de tres meses, me dieron allí una letra tuya, la qual venía tal, que ni mis ojos por entonces la pudieron acabar de leer, ni después he tenido coraçón para a ella te responder; porque los casos desastrados de nuestros amigos, si no tenemos facultad para remediarlos, a lo menos tenemos obligación de llorarlos. Tiéneme tan triste tu tristeza, tan penado tu pena, tan congoxado tu congoxa, tan lastimado tu lástima, que si los dioses dieran facultad a los hombres tristes para repartir sus tristezas como la dieron a los ricos para repartir sus riquezas, en fe de los dioses te juro que, como soy el mayor de tus amigos, yo sería el que tomaría más de tus trabajos. Bien sé y bien siento, como hombre que lo ha experimentado, que quanto ay del árbol a la sombra, del huesso a la cañada, del grano a la paja, del oro a la escoria, del sueño a la verdad; tanto ay de oýr los trabajos de otra persona ajena a gustarlos si los gustasse la persona propria; pero consuélate con esto, mi Torcato, que, do los amigos son verdaderos, los bienes y [849] los males entre ellos son comunes. Muchas vezes comigo mismo me paro a pensar qué intento, o a qué fin los immortales dioses dieron a los hombres trabajos, como sea verdad que en sus manos esté vivir nosotros sin ellos, y no hallo yo otra cosa por la qual se devan tolerar los infortunios, sino porque en ellos conocemos quáles son nuestros verdaderos amigos. En la batalla se conoce el hombre esforçado, en la tormenta se conosce el piloto, en la fragua se conosce el oro y en la tribulación se conosce el amigo; porque no cumple mi amigo con hazerme reýr, sino que es obligado de ayudarme a llorar.

Acá lo avía sabido, y agora por tu carta lo he visto, cómo te desterraron de Roma y te confiscaron la hazienda, y que sólo de pura tristeza estás muy malo en la cama. En el qual caso me maravillo no de que estás malo, sino de ser como eres vivo; porque (hablando contigo la verdad) do el coraçón de todo coraçón está lastimado, en breve espacio suele dar fin al cuerpo. Bien veo que sientes (y tienes razón de sentirlo) verte desterrado de Roma, verte perdida tu hazienda, verte fuera de tu patria, verte sin tu parentela; pero no ha de ser esta tristeza tan estremada, que pongas en peligro la vida; porque sólo aquél tiene licencia y aun obligación de aborrescer la vida el qual se acuerda que ni ha servido a los dioses, ni aprovechado a los hombres. Si los negocios del Imperio no me ocuparan y la Magestad Imperial no me estorvara, quisiera y de hecho fuera a consolar a tu persona, do vieras por experiencia quán de voluntad tu desdicha siento. Pero si me tienes por verdadero amigo, deves creer de mí lo que en este caso yo creería de ti, y es que assí como tú fueste el más íntimo amigo que yo tuve en Roma, assí es ésta la cosa que más he sentido en mi vida.

Dime, Torcato, amigo, ¿qué es lo que tú sientes allá que no lo llore yo acá? Podrá ser que tú alguna vez te rías, pero yo siempre lloro. Podrá ser que tú alguna vez te consueles, pero yo siempre estoy triste. Podrá ser que tú alguna vez te alivies la pena, pero yo siempre estoy sospirando. Podrá ser que tú alguna vez de ti sacudas tristeza, pero yo no puedo para mí admitir consolación. Podrá ser que tú te remedies con la vida larga, pero yo no hallo para mí otro más sano remedio que es la [850] muerte breve. Finalmente digo que siento todo lo que tú sientes allá, y siento más todo lo que como amigo devo sentir acá, por manera que de tu pena y de mi pena se ha hecho una cruda pena, con la qual es atormentada mi triste vida. Mucho quisiera yr a ver tu persona y ayudarte a llevar essa carga; pero, pues no puedo, quiero embiarte esta letra, do por ventura hallarás alguna consolatoria palabra, que, como tú sabes, los verdaderos amigos, si no pueden hazer lo que deven, cumplen con hazer lo que pueden.

Si mi memoria no me engaña, bien ha treinta y dos años que tú y yo nos conocemos en Roma, de los quales acá ha hecho en nosotros varias mudanças fortuna, y en los quales todos no te he visto contento un día. Porque si estavas triste, no te agradava cosa, como hombre que tiene hastío; si estavas alegre, todo lo tenías en poco, como hombre empalagado. Pues si es verdad (como es verdad) que en los trabajos estavas dessabrido y en las prosperidades andavas descontento, de manera que en cosa no tomavas gusto, ¿qué es esto, mi Torcato, que de nuevo estás desesperado como si agora de nuevo viniesses al mundo? ¿Treynta y dos años has gozado de los triumphos y prosperidades de Roma, y quéxaste de solos tres meses en que te ha sido contraria fortuna? ¡O!, Torcato, Torcato, ¿y tú no sabes que los hombres sabios y en los quales reyna prudencia más temor tienen a dos días felices desta vida que a dozientos de fortuna muy adversa?

¡O!, quántos he yo visto escapar de sus prosperidades con cargos agenos y vicios proprios, por manera que la gloria vana y prosperidad caduca les duró pocos días, y la lástima de lo que perdieron y las enemistades que cobraron les duró muchos años. Lo contrario de esto acontesce a los hombres atribulados, los quales de sus tribulaciones escapan despojados de vicios, arreados de virtudes; émulos de lo malo, zeladores de lo bueno; amigos de todos y enemigos de ninguno; contentos con lo suyo, no desseosos de lo ageno; finalmente escaparon cautos de la tormenta y salieron del horno sin escoria. ¿Qué más quieres que te diga, sino que los dichosos son vencidos en la paz y los desdichados son vencedores en la guerra? [851]

Una de las sentencias que a mí más me ha contentado de las que dixeron los antiguos es aquélla do dize el divino Platón que no menos necessidad tienen de buen consejo los prósperos muy prósperos que tienen de remedio los tristes muy tristes; porque no menos se cansan los que siempre caminan por un camino llano que los que suben un agro puerto. Según colegí de tu letra, parésceme que, al tiempo que esperavas mayor reposo, te ha sucedido mayor trabajo, y desto ni yo me puedo maravillar, ni tú te deves escandalizar; ca, según nos muestra la experiencia, ya que están en flor se yelan los árboles; al tiempo de desenhornar se quebrantan los vidrios; en seguimiento de la victoria mueren los capitanes; al tiempo de echar la clave caen los edificios; a vista de tierra perecen los pilotos. Quiero por esto que he dicho dezir que, quando pensamos tener ya hechas pazes con la fortuna, entonces nos pone de nuevo una nueva demanda. Toda mudança nueva siempre causa nueva pena en la persona, pero muchas vezes es causa de mayor fortaleza y firmeza; porque el árbol no da tanto fruto do nace como do se traspone, y los olores tanto son más odoríferos quanto más fueren molidos. Quiero dezir que los ombres de altos pensamientos quanto más de los baybenes de la fortuna son impellidos, tanto más se muestran ser valerosos.

O es loco del todo, o tiene gran falta de juyzio el hombre que espera tener en algún tiempo perfecto descanso, imaginando que no le ha de dar ya ningún sobresalto el mundo, sino que ha de venir tiempo en el qual él esté sin temor y cuydado; porque es de tal condición esta mísera vida, que cada día desminuymos en los años y crescemos en los trabajos. ¡O!, Torcato, Torcato, por los inmortales dioses te ruego y en fe de amigo te pregunto: nasciendo tú en el mundo, criándote en el mundo, viviendo tú en el mundo, conversando tú en el mundo, amando tú al mundo, siendo tú hijo del mundo y siguiendo tú al mundo, ¿qué esperavas tú del mundo sino cosas del mundo? ¿Por ventura sólo tú quieres comer la carne sin huesso, el durazno sin cuesco, dar la batalla sin peligro, andar camino sin trabajo, navegar por la mar sin miedo? Quiero dezir que es impossible ninguno de los [852] mortales pueda vivir en el mundo sin que sepa cómo vino a la mala pena del mundo.

Mundo fue siempre, mundo es agora, mundo después de nós será y como mundo a sus mundanos tratará. Los hombres sabios y que de su estado son cuydadosos no se contentan con ver ni saber superficialmente las cosas, sino que profundamente piensan en ellas. Esto digo porque, si tú conocieras a ti y a tu flaqueza, si conocieras la fortuna y a su mudança, si conocieras a los hombres y a sus malicias, si conocieras al mundo y a sus halagos; alçáraste con tiempo a tu mano con honra y no te despidieran ellos al mejor tiempo con infamia. A tanta demencia emos ya venido, que a los dioses que nos criaron no queremos servir, y al mundo que nos persigue no le dexamos de seguir; y lo mejor es que, él no nos queriendo (sino antes nos despidiendo), dezimos que de voluntad le queremos amar y de balde le queremos servir, sabiendo que aquéllos que más tiempo sirvieron al mundo, aquéllos salen de su casa más crudamente llorando.

Muchas vezes me paro a pensar que, según la muchedumbre de los que siguen al mundo, siendo siempre maltratados del mundo, que si el mundo los regalasse como los trabaja, si los consolasse como los atribula, si los abrigasse como los destierra, si los sublimasse como los abate, si los admitiesse como los despide, si los perpetuasse como los consume; imagino en tal caso que ni serían adorados los dioses en el cielo, ni serían venerados los templos en la tierra. ¡O!, Torcato, amigo mío, lo que agora quiero dezir de ti, justamente tú lo puedes dezir de mí, conviene a saber: quán desarmados esperamos a la fortuna, quán sin recelo passamos la vida, quán sin cuydado tomamos el sueño, quán abobados nos andamos en pos del mundo; porque assí fiamos de su palabra, como si jamás uviesse hecho a ninguno ninguna burla. [853]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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