La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo XXVII
Do Marco Aurelio concluye su carta y persuade a Cincinato, su amigo, tenga en poco las cosas del mundo, y que el hombre, por mucho que sea sabio, siempre tiene necessidad de ajeno consejo.


Si pensasse que tu cordura tenía tan al cabo al mundo y a sus liviandades como el mundo tiene a ti y a tus días, según lo pregonan tus canas, escusarías a mí de trabajo en persuadirte y a ti de enojo en oýrme; pero a puerta de tan gran descuydo, razón es se toque el aldava de algún aviso. Por fina que sea la navaja, siempre tiene necessidad de passar por la muela. Quiero dezir que por claro que tenga uno el juyzio, de tiempo a tiempo siempre tiene necessidad de consejo. Muchas vezes yerran los hombres cuerdos no porque ellos querrían errar, sino que las cosas son de tan mala digestión, que su cordura no las abasta a digerir, a cuya causa es necessario que su voluntad se desembote, su juyzio se dessolline, su parescer proprio se desmarañe, su memoria se avive y, sobre todo, que de quando en quando siempre tome un filo en el voto y parescer ajeno.

Los hombres que quieren hazer altos, y amplos, y generosos edificios muy gran vigilancia tienen en que vayan bien cimentados; porque doquiera que los fundamentos no son fixos, los edificios son peligrosos. Los omenajes deste mundo (conviene a saber: los prósperos estados sobre que rondamos los hijos de vanidad) sobre instable arena están fundados; de manera que, por muy prósperos y valerosos que sean, un poco de ayre los mueve, y poco de calor de prosperidad los abre, y una lluvia de adversidad los desmorona, y, quando no catamos, la [770] muerte todo por tierra lo allana. Ya que los hombres veen que no pueden ellos ser perpetuos, procuran de perpetuarse levantando superbos edificios y dexando a sus hijos grandes estados, en lo qual no menos que en todo lo otro digo que son locos; ca, puesto caso que las palas sean de oro, y los açadones de plata, y los que cimientan sean reyes, y los que edifican sean nobles, y junto con esto en cavar consuman mil años hasta desentrañar la tierra y vean los abismos; yo les juro que no hallen roca firme ni peña viva do hagan segura su casa y perpetúen su memoria.

Los dioses immortales todas las cosas comunicaron a los hombres mortales si no fue la immortalidad, y por esso se llaman ellos immortales, porque nunca mueren; y nosotros por esso nos llamamos mortales, porque cada día morimos. ¡O!, mi Cincinato, acábanse las personas, ¿y piensas que no se han de acabar las haziendas? Hora verde, ora madura, ora podrida, ora cogida, ora sacudida; de apartarse ha la fruta desta vida del árbol de la carne mísera. Y esto no lo tengo en nada, porque es morir al natural, sino que muchas vezes en hoja o flor de la juventud nos lleva la elada de una enfermedad o el pedrisco de una desdicha; por manera que, quando pensávamos amanescer con la vida, anochecemos con la muerte. Enojosa, costosa, reboltosa y prolixa es de texer la tela, mas quanto se texe en muchos días, se corta en un momento. Quiero dezir que es cosa muy lastimosa ver a un hombre con quánto trabajo se acaba de criar, y con quánta costa en estado de honra se uvo de poner, y después, quando no catamos, él y ello lo vemos todo perecer sin memoria de cosa quedar.

¡O!, mi Cincinato, por el amor que nos tenemos te ruego, y por los dioses immortales te conjuro, no creas al mundo, el qual tiene por condición debaxo de poco oro absconder mucho orín; so color de una verdad cárganos de mil mentiras; con un breve deleyte nos mezcla diez mil pesares; a los que muestra más amor engaña más aýna; a los que da más de sus bienes procura mayores daños; a los que le sirven de burla haze mercedes de veras, y a los que lo aman de veras dales los bienes de burla; finalmente digo que al sueño más seguro nos despierta con mayor peligro. O tú conosces al mundo y a [771] sus engaños, o no. Si no le conosces, ¿por qué le sirves?; si le conoces, ¿por qué le sigues? Dime, yo te ruego: ¿no ternías tú por loco al ladrón que comprasse la soga con que le ahorcassen, y al homiciano que hiziesse el cuchillo con que le degollassen, y al salteador que mostrasse el pozo do le empozassen, y al traydor que se fuesse a la plaça do le quarteassen, y al amotinador que él mismo se descubriesse para que le apedreassen? Pues yo te juro que eres tú muy mayor loco si, conociendo al mundo, sirves y sigues al mundo.

Una cosa te quiero dezir, y ella es tal y tan alta, que jamás la deves olvidar, conviene a saber: que más fe emos menester los honbres para no creer las vanas vanidades que vemos con los ojos, que no para creer las grandes maravillas que oýmos con los oýdos. Torna, yo te aviso, a leer y a ruminar esta palabra que he dicho, porque es sentencia de muy profundo misterio. ¿Piensas tú, Cincinato, que los hombres ricos y de grandes estados que por tener muchos dineros por esso tienen pocos cuydados? Pues hágote saber, amigo, que son de tal condición los bienes deste mundo, que antes que un pobre hombre encierre en su arca diez mil sextercios, primero se apoderan de su coraçón cien mil cuydados y enojos. Viéronlo los passados, vémoslo los presentes, verlo han los advenideros: que los dineros que alcançamos son finitos, pero los cuydados y pleytos que consigo traen son infinitos. Pocas casas pintadas, ni estados generosos emos visto en Roma que a cabo de poco tiempo no tengan graves cuydados en su coraçón, crudas enemistades con sus vezinos, grandes embidias de sus erederos, descomedidas importunidades de sus amigos, peligrosas malicias de sus enemigos y, sobre todo, tienen en el Senado no pequeñas goteras de pleytos, y a las vezes por quitar una gotera de su hazienda hazen quatro goteras en su honra.

¡O!, quántos he conoscido yo en Roma a los quales acontesció que todo aquello que allegaron ellos en Roma para dexarlo al hijo que más querían, con mucho descuydo se lo goza otro eredero que no pensavan. No puede ser cosa más justa que todos los que engañaron a otros con sus engaños en esta vida, se hallen engañados de sus vanos pensamientos en la [772] muerte. Muy injustos serían los justos dioses si todo lo malo que los malos proponen de hazer les diessen tiempo y lugar para que lo uviessen de cumplir; pero son los dioses tan mañosos y sabios, que permiten y dissimulan con los malos para que comiencen y prosigan las cosas según su querer y fantasía, y después al mejor tiempo córtanles la cabeça por dexarlos con mayor lástima. Crudos serían los dioses, y muy grave les sería de sufrir a los hombres, si lo que allegaron los malos en perjuyzio de muchos buenos, se lo dexassen gozar en paz por muchos años.

Sobrada locura me parece a mí saber que nascimos llorando, ver que emos de morir sospirando, y que con todo esto osemos vivir riendo. Querría yo preguntar al mundo y a sus mundanos que, pues entramos en el mundo llorando y salimos dél sospirando, ¿por qué quieren vivir riendo?, ¿por qué la regla para medir por todas partes se ha de igualar? ¡O!, Cincinato, ¿quién te ha engañado, que para un cántaro de agua que has menester del piélago deste mundo, quieres dessollar las manos con la soga de los cuydados, y quebrantar el cuerpo en la polea de tantos trabajos y, sobre todo, aventurar tu honra propria por una herrada de agua ajena? A ley de bueno te juro que por mucha agua que saques, y por mucho dinero que tengas, tan muerto de sed quedes beviendo de aquel piélago, como quando estavas sin agua en el campo.

Vista ya tu edad, si comigo tomaras consejo, pidieras a los dioses la muerte para descansar como viejo cuerdo, y no les pidieras riquezas para malvivir como moço loco. A muchos he llorado en Roma con lágrimas de los ojos quando los veýa deste mundo partir, y a ti, mi Cincinato, he llorado y lloro con gotas de sangre por verte a este mundo tornar. El crédito que tenías en el Senado, la sangre de tus antepassados, la amistad mía, la auctoridad de tu persona, la honra de tu parentela y el escándalo de la república uviera de refrenar en ti tanta cobdicia. ¡O!, pobre de ti, Cincinato, cata que las canas honradas que se van a caer en nobles exercicios se han de ocupar. Pues eras limpio en la sangre, valeroso en la persona, anciano en los días y no malquisto en la república, uvieras de considerar que vale más la razón por las sendas de los buenos, [773] que no la común opinión que es camino ancho de los malos; porque si es estrecho para andar por el uno, no tiene polvo con que se cieguen los ojos como el otro.

Quiérote dar un consejo, y, si te hallares mal con él, no me tengas más por amigo. Sea, pues, el consejo que no te cures cargar más de sevo pegajoso de la temporal riqueza, pues tienes tan poco pavilo de vida, porque los tales y en tal edad como tú vémoslos derretir, mas no alumbrar. Después deste consejo quiérote dar un aviso, y es que jamás te fíes en la presente prosperidad, porque siempre es agüero de alguna fortuna desdichada. Pues te enriscaste en tan escabroso risco como loco, parésceme que te deves descender por tu pie como cuerdo, y desta manera dirán todos en el pueblo que Cincinato descendió, mas no cayó. Concluyr quiero mi carta, y nota bien la conclusión della, conviene a saber: que maldito seas tú y tu oficio, en el qual queréys los mercaderes vivir pobres por morir ricos. Torno otra vez a maldeziros, y a tornaros a maldezir, porque la cobdicia de un malo se ha de cumplir en perjuyzio de muchos buenos.

Mi Faustina te saluda, y no poco ha sentido ella saber que tratas en mercadería y que tienes tienda en Capua. Aý te embío un cavallo en que andes, y una de las ricas cañas de Trípol a que te arrimes; embíote un anillo muy estimado y un pomo de espada de Alexandría, y estas cosas no te las embío porque tú las has menester, sino por no perder la buena costumbre que tengo de dar. Pamphilia, tu tía y mi vezina, es muerta, y séte dezir que no murió muchos días ha en Roma muger que de sí dexasse tal fama, en que ella concertava a los enemistados, socorría a los pobres, visitava a los desterrados, carescía de enemigos, tenía a todos por amigos, y aun oý dezir que ella sola alumbrava a todos los templos. Prescilla, tu sobrina, está buena, aunque por la muerte de su madre anda agora muy desconsolada, y sin duda tiene razón; porque solos los dolores que las madres passan en nos parir, aunque las llorássemos con gotas de sangre, no se los podríamos pagar. Los dioses sean en tu guarda, y a ti, y a mí, y a mi Faustina nos aparten de la siniestra fortuna. Marco del monte Celio te escrive de su propria mano. [774]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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