La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro II

Capítulo XXXVIII
De la plática que hizo Marco quando dio su hijo a los ayos.


Cuenta Cina Histórico, libro primero De temporibus Comodi, que Marco Aurelio Emperador eligió xiiii ayos, varones doctíssimos, para que le criassen y enseñassen a su hijo Cómodo, los cinco de los quales menospreció no porque no eran sabios, sino porque no eran honestos; y quedóse con los nueve solamente, los quales eran varones muy doctos y en criar fijos de senadores expertos, aunque en la verdad en la criança de Cómodo fueron muy desdichados; porque a este malaventurado príncipe fueron ix los ayos que le criaron y fueron más de nueve mil los vicios que le perdieron. Hizo cinco libros de declamaciones Marco Aurelio Emperador, y en el iii libro, capítulo vi, so el título Ad sapientes pedagogos, introduze estos nueve ayos y persuádelos mucho que en criar a su fijo sean muy cuydadosos, y para este propósito dízeles muchas y muy graves sentencias, las palabras de las quales son éstas que se siguen:

Fama es muy notoria en Roma, y no menos divulgada en toda Italia, la solicitud que he puesto en descubrir tantos sabios para que fuessen de mi fijo Cómodo ayos, los quales todos examinados, heme quedado con los mejores. Y de verdad en semejante caso, aunque he hecho mucho, no ha sido tanto como era obligado; porque los príncipes en los muy arduos negocios no sólo han de pedir consejo a todos los buenos, pero aun trabajar de hablar con los muertos. Érades xiiii los ayos escogidos y despedimos los cinco déstos, [596] de manera que soys agora nueve los electos; y, si de verdad soys varones prudentes, de lo que yo he hecho no estaréys escandalizados; porque el enojo de las cosas malas procede de cordura, mas la admiración de cosas buenas sale de poca esperiencia. No niego yo que los hombres sabios sientan en sí las passiones de hombres como los otros hombres, pues al fin no ay arte ni sciencia que nos escuse de las miserias de hombres; pero de lo que yo me maravillo es cómo un hombre sabio es possible se maraville ni escandalize de cosa deste mundo, acordándose que el mundo al fin es mundo y todo el mundo no es sino un escándalo; porque si el sabio muestra sobresalto en cada cosa, ¿qué pregona?: no ser constante en ninguna.

Viniendo, pues, al caso de nuestro particular coloquio, yo os tomé para ayos deste moço, y mirad que entre muchos señalé a vosotros pocos, a fin que entre pocos se señale mi hijo; porque la misma obligación que tiene el padre de buscar buen maestro, aquélla tiene el maestro de sacar buen discípulo. A mi hijo Cómodo en el puerto de Hostia su ama le dio dos años de leche, y su madre Faustina en Capua le dio otros dos de regalos. Aunque fuera bien escusado, yo como padre piadoso querría darle siquiera veynte años de castigo; porque a los immortales dioses juro que al príncipe eredero más le vale un año de castigo que veynte años de regalo. Las amas que crían a los infantes, como saben poco; y las madres que los parieron, como los quieren mucho; y el niño por ventura, que no es de muy delicado juyzio, ocúpanse sólo en lo presente, no mirando quánto mejor le está al moço el castigo que no el regalo. Pero el hombre sabio y que el juyzio tiene agudo deve pensar en lo passado y con mucha cautela proveer en lo futuro; porque no se puede llamar sabio el que en sola una cosa es cuydadoso.

Nasció mi hijo Cómodo el último día del mes séxtilis en una ciudad del Danubio, y acuérdome cada año de aquel día que me le dieron los dioses. Acordarme he cada día deste día en que le doy a vosotros sus ayos; y terné más razón de acordarme del día que le di a dotrinar que no del [597] día que le vi nascer; porque los dioses a mí y yo a vosotros le di mortal por ser hombre, pero vosotros a mí y yo a los dioses le tornaremos immortal por ser sabio. ¿Qué más queréys que os diga sino que, si tenéys en algo lo dicho, tengáys en mucho más lo que os quiero dezir? Quando los dioses determinaron que yo tuviesse hijo y mis tristes hados merecieron que fuesse tal hijo, por cierto entonces los dioses le hizieron hombre entre los hombres por el ánima y yo le engendré bruto entre los brutos animales por la carne, pero vosotros si queréys le haréys dios entre los dioses por la fama; porque los príncipes la infamia alcançan de ser poderosos y voluntarios, y la fama alcançan de ser sabios y sufridos.

Tengo gran desseo que entendiéssedes bien este negocio, y por esso es necessario le desaminemos bien por menudo; porque regla general es que siempre la cosa preciosa es despreciada quando del que la possee no es conoscida. Pregúntoos una cosa: a mi hijo Cómodo, ¿yo qué le di quando los dioses me le dieron, sino carne flaca y mortal por corrupción de la qual avrá fin su vida? Pero vosotros le daréys tan alta doctrina por la qual merezca ser de immortal memoria; porque no se alcança la fama por lo que haze el cuerpo flaco, sino por lo que ordena el juyzio claro y executa el coraçón generoso. ¡O!, si su tierna edad conociesse a su carne flaca que yo le di, y su ofuscado juyzio alcançasse la sabiduría que vosotros le podéys dar, llamaría a vosotros padres buenos y a mí padrastro malo; porque aquél es verdadero padre que nos da doctrina para vivir, y aquél es injusto padrastro que nos da carne para morir. Por cierto los padres naturales de nuestros hijos no les somos sino crudos padrastros y manifiestos enemigos, pues les dimos juyzio tan torpe, memoria tan flaca, voluntad tan dañada, vida tan breve, carne tan flaca, honra tan costosa, salud tan peligrosa, hazienda tan enojosa, prosperidad tan perezosa y muerte tan sospechosa; finalmente dímosles naturaleza subjeta a infinitas mutabilidades y cativa a grandes miserias.

No es razón que tengáys en poco lo que oy cometo y fío de vuestro parecer y alvedrío, conviene a saber: que tengáys cargo de mi hijo el príncipe Cómodo; porque la cosa [598] que los príncipes con mayor madureza han de proveer es la criança de sus hijos a quién la han de encomendar. Ser ayo de príncipes en la tierra es tener oficio de los dioses que están en el cielo, a causa que rigen al que nos ha de regir, doctrinan al que nos ha de doctrinar, enseñan al que nos ha de enseñar, castigan al que nos ha de castigar, finalmente mandan a uno el qual uno ha de ser monarca y mandar el mundo. ¿Qué más queréys que os diga? Por cierto el que tiene cargo de criar príncipes y hijos de grandes señores es governalle de nao, estandarte de exército, atalaya de pueblos, guía de caminos, guión de reyes, padre de huérfanos, esperança de pupilos y thesoro de todos; porque no ay otro verdadero thesoro de la república sino el príncipe que la conserva en paz y justicia. Pues más os diré porque en más lo tengáys, que, quando os doy a criar a mi fijo, os doy más que si os diesse el señorío de un reyno; porque del maestro de quien se fía el hijo en la vida, depende la fama del padre ya muerto, de manera que no tiene el padre más gloria ni más fama de quanto su hijo es de buena y limpia vida. Assí los dioses tengáys propicios y los hados muy venturosos, que si hasta aquí velávades en enseñar a fijos agenos, de aquí adelante os desveléys con este mi hijo, pues es para provecho de muchos; porque una cosa que es común bien de muchos ha de exceder al bien particular de todos.

Mirad, amigos, que mucha diferencia ay de criar hijos de príncipes o enseñar moços de pueblos; y la causa desto es que los más de los que vienen a las academias vienen a deprender a hablar, pero yo a mi hijo Cómodo no os le doy para que le enseñéys a hablar muchas palabras, sino para que le encaminéys a hazer buenas obras; porque toda la gloria del príncipe está en que sea en las obras que ha de hazer muy cuydadoso y en las palabras que ha de dezir muy recatado. Después que los moços han gastado largos años en la academia, después que sus padres han consumido con ellos mucha hazienda, si acaso el hijo sabe disputar y bien parlar en latín o en griego, aunque sea liviano y vicioso todo lo da el padre por bien empleado; porque ya en [599] Roma más cuenta hazen de un orador parlero que no de un philósopho virtuoso. ¡O!, tristes de los que agora viven en Roma, y muy más tristes los que a nosotros suscederán en ella; porque ya no es Roma la que solía ser Roma, conviene a saber: que antiguamente los padres embiavan a sus hijos a las academias a deprender a callar, y agora embíanlos a deprender a hablar; entonces deprendían a ser recogidos, agora deprenden a ser dissolutos; y, lo peor de todo, que de las academias y estudios de do salían todos los sabios pacíficos, no salen ya sino oradores parleros y reboltosos; de manera que las sagradas leyes romanas, si los letrados las leen una vez en la semana, quebrántanlas diez vezes al día. ¿Qué más queréys que os diga, pues no os puedo dezir cosa sin que lastime a mi madre Roma, sino que oy todo el plazer de los hombres vanos es ver a sus hijos vencer a otros en disputas? Pero hágoos saber que toda mi gloria será quando mi hijo Cómodo sobrepujare a los otros no en hablar, sino en callar; no en ser porfiado, sino en ser pacífico; no en dezir sotiles palabras, sino en hazer virtuosas obras; porque la gloria de los buenos está en obrar mucho y hablar poco.

Mirad, amigos, bien, y no se os olvide que oy se fía de vosotros la honra mía, que soy su padre; el estado de Cómodo, que es mi fijo; la gloria de Roma, que es mi naturaleza; el assossiego del pueblo, que es mi súbdito; y la governación de Italia, que es vuestra patria; y, sobre todo, se fía de vosotros la paz y tranquilidad de nuestra república. Pues de quien se fía tal atalaya no es razón que se duerma; porque entre sabios y generosos a la gran confiança ha de corresponder muy gran diligencia. No quiero más dezir, sino que yo querría que de tal manera fuesse criado mi hijo Cómodo, que de los dioses tomasse el temor, de los philósophos la sciencia, de los antiguos romanos las virtudes, de los ancianos y experimentados los consejos, de la juventud romana el ánimo, de vosotros sus maestros el reposo. Finalmente querría que tomasse de todos los buenos lo bueno como de mí ha de eredar el Imperio; porque aquél es verdadero príncipe y digno del Imperio que, si mira con los ojos [600] los grandes señoríos que ha de eredar, emplea el coraçón cómo ha de governar, y él en provecho de todos ha bien de vivir.

Yo protesto a los dioses immortales con los quales tengo de yr; y protesto a la bondad de mis antepassados, a quien en la fe y lealtad soy obligado a guardar; y protesto a las leyes romanas, las quales yo juré de guardar; y protesto la conquista de Asia, la qual yo me obligué de continuar; y protesto a la amistad de los rodos, la qual me ofrecí a conservar; y protesto a la enemistad de los penos, la qual no por mí, sino por el juramento de mis predecessores yo me obligué a sustentar; y protesto a la urna del alto Capitolio do mis huessos se han de quemar, que ni Roma me lo demande siendo vivo, ni los siglos advenideros me maldigan después de muerto, si acaso mi hijo, el príncipe Cómodo, por su mala vida fuere ocasión de perderse la república, y vosotros por no le dar el castigo necessario se pierda él y se pierda el Imperio; porque no es más obligado el buen padre de destetar a su hijo de regalo y darle ayo virtuoso. [601]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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