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Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XXVII
Cómo el capitán Theodosio, padre que fue del gran Emperador Teodosio, murió christiano, y del rey Ysmaro, y del obispo Silvano, los quales fueron christianíssimos, y de un concilio que celebraron, y de las leyes santas que en él fizieron.


Siendo emperadores los dos hermanos (conviene a saber: Valentiniano y Valente), en las partes de África, en el reyno de los mauritanos se levantó un tyrano por rey contra el señorío de los romanos, el qual avía nombre Thirmo, varón esforçado para los trabajos y muy osado en los peligros; porque los coraçones muy denodados muchas vezes paran en tyranos famosos. Este tyrano Thirmo por bien y por mal apoderóse de todo aquel reyno, y, no contento de apoderarse de Mauritania, tyranizó muy gran parte de la África, y aún aparejava (como hizo Aníbal) de passar en Ytalia y morir en la demanda sobre hazerse emperador de Roma; porque aquél es supremo y famoso tyrano que nunca trabaja sino por tomar y ocupar lo ageno. Los romanos, que en todas las cosas eran muy cuerdos y que de tyranía de tyranos estavan muy escarmentados, luego mandaron hazer gruesso exército, el qual passasse en África y apaziguasse aquel reyno y destruyesse aquel tyrano, con intención y mandamiento del Senado que por ningún pacto ni concierto aquel tyrano quedasse bivo. Y de verdad el mandamiento fue muy justo, porque al perturbador de la república muy poco castigo le es quitarle la vida.

En aquellos tiempos avía en Roma un cavallero por nación español, que avía nombre Theodosio, varón en días anciano, y en las cosas de la guerra muy diestro, y de los bienes de [194] fortuna no muy dotado, y que se jatava (y era verdad) venir de la sangre del gran Emperador Trajano, por cuya causa era en Roma muy acatado y tenido; porque eran tan agradecidos los romanos a sus príncipes, que todos los que descendían de emperadores virtuosos para siempre eran en la república muy acatados. Como este Theodosio era en los días tan anciano, y en las canas tan honrrado, y en la sangre tan generoso, y en las armas tan experimentado, para la conquista de África por el Emperador Valentiniano y por todo el Senado en conformidad fue electo, y él de la electión fue contento, y todo el pueblo romano muy satisfecho, y de verdad tenían los unos y los otros razón, porque Theodosio tenía alegría de ver que yva contra aquel tyrano y el pueblo estava alegre por llevar tal capitán su exército.

Partido Theodosio de Roma, en breves días vino a Bona, que era populosa ciudad y puerto de mar en África, y como él y su exército saltassen en tierra, el tyrano Thirmo luego sacó su gente en campo, y salidos, pues, todos en campo, los unos por ofender y los otros por ofender y defender, uvieron entre sí aquellos exércitos muchos rencuentros, faziéndose unos a otros muchos daños, de manera que los que oy eran vencidos, mañana eran vencedores, y los que ayer fueron vencedores oy se hallaron vencidos; porque en las guerras prolixas siempre la fortuna haze muchas mudanças. En la provincia Mauritania avía una ciudad fortíssima llamada Obelisca, y, como el capitán Theodosio por su buen esfuerço enseñoreasse el campo, el tyrano Thirmo hízose fuerte en aquella ciudad Obelisca, la qual como por Theodosio fuesse fortíssimamente combatida y casi entrada, el tyrano Thirmo por no venir en manos de sus enemigos matóse con sus proprias manos; porque propriedad es de coraçones superbos morir antes en libertad que no bivir en cativerio. En este tiempo el Emperador Valente por arte de nigromancía trabajó mucho de saber quién le avía de suceder en el Imperio de Roma, y acaso una muger phetonissa uvo del demonio respuesta que el nombre que con estas letras tuviesse escrito, aquél sería su sucessor en el Imperio; y las letras eran éstas: t, e, o, d. El Emperador Valente, inquiriendo con sobrada diligencia todos los nombres que [195] con estas quatro letras podían ser nombrados, hallaron que los Theodotos, los Theodores, y los Theodosios, y todos los que destos nombres eran hallados, todos a cuchillo eran muertos. Y la causa porque los matavan era que, como el Emperador Valente era malo, pensava que en vida le avían de quitar el Imperio; porque el príncipe tyrano siempre bive sospechoso.

El excelente capitán Theodosio, aviendo ya muerto el tyrano Thirmo y sojuzgado a toda África al Imperio Romano, levantáronle que era en secreto traydor al Emperador y que quería tyranizar el Imperio. Por esta causa, el Emperador Valente sentencióle a ser degollado, y esto sin ser oýdo, ni menos ser culpado; porque los príncipes voluntariosos en las cosas de justicia son absolutos. Venido a noticia del capitán Theodosio cómo avía de ser degollado, embió por un obispo de Cartago y pidióle el agua del sancto Baptismo, y assí, baptizado y en la fe de Christo instructo, fue por el carnífice muerto. Deste caso tan grave todos juzgaron el Theodosio padescer como innocente y el Emperador juzgar como tyrano; porque la innocencia que tiene el bueno es el mayor enemigo que tiene el malo. Al tiempo que este Theodosio pidió el baptismo, según dize Prósper en su Corónica, dixo al obispo que le quería baptizar:

«Sancto Rogerio Obispo, por el Criador que nos crió te conjuro, y por Jesú Crucificado te ruego me des el agua del Baptismo, porque yo prometí de ser christiano si Christo me dava victoria del tyrano mi enemigo; y, pues Él me dio la victoria, yo quiero cumplir mi palabra; porque las cosas que la necessidad sola nos haze prometer, la voluntad sola nos las ha de hazer cumplir. Pésame de todo coraçón, porque para ser christiano me queda poca vida, y, pues que assí es, por su amor ofrezco la vida y en sus piadosas manos encomiendo mi ánima. Aý dexo un hijo mío que llaman Theodosio, y, si el amor de padre no me engaña, pienso será moço esforçado y aun será hombre cuerdo; y, pues por tus manos ha sido baptizado, ruégote, santo Obispo, que con tu prudencia en las cosas de la fe sea bien instructo, porque si él es buen christiano, espero en Dios será gran hombre en el Imperio.» [196]

Este Theodosio fue padre del gran Emperador Theodosio, de manera que el padre fue christiano y el hijo christianíssimo. No muchos años después que el Emperador Valente hizo matar a Theodosio, padre del Emperador Theodosio, el mesmo Valente por mandado de los godos fue muerto, y de verdad fue esto juyzio de Dios; porque justamente le quitan la vida al que injustamente procuró a otro la muerte.

Dize Rufino, libro ii Historiarum, que (después que el capitán Theodosio mató al tyrano Thirmo, y Valente el Emperador mató a Theodosio, y Valente por mano de los godos fue muerto), los romanos criaron un rey en África que avía nombre Hismaro, el qual fue varón christianíssimo. En este tiempo, que fue en la hera ccclxxvii, en la gran ciudad de Carthago era obispo un sancto varón que se llamava Silvano, varón en las letras divinas y aun humanas muy doctíssimo, y como el rey era tan justo y el obispo era tan sancto, la Yglesia estava muy favorecida, la república muy corregida y aun toda África muy pacífica; porque las guerras civiles más vezes se levantan por la sobervia de los mayores que no por la desobediencia de los menores. Pues este sancto Obispo y aquel christianíssimo Rey, queriendo en su tiempo dar buen exemplo a sus súbditos y para los siglos advenideros dexar buenos preceptos, celebraron en la ciudad de Bona un concilio con todos los obispos de África, en el qual se halló el mismo rey Hismaro en persona; porque en los antiguos concilios no sólo se hallavan presentes los reyes de aquellos reynos, mas aun todos los señores de altos estados. Entre muchas cosas y muy buenas que dize Rufino aver allí sido ordenadas, parecióme poner aquí estas pocas, porque vean los príncipes presentes quán christianíssimos eran los príncipes passados.

Habla el Concilio Hipponense

Éstas son las cosas que en el Sacro Concilio Hipponense fueron ordenadas, en el qual se halló presente el muy cathólico rey Hismaro y presidió el muy religioso obispo Silvano. Y en lo que se ordenó queremos que en unas cosas hable el rey [197] y en otras hable el concilio; porque en los semejantes actos es muy justo que la preeminencia real sea acatada y la auctoridad de la Yglesia no se pierda.

Ordenamos que de dos en dos años se junten todos los obispos, abades y prelados de nuestro reyno para que celebren un provincial concilio, y en este concilio no se ha de hablar del daño de las temporalidades sino de la mala governación que tienen las yglesias; porque no se pierde la Yglesia de Dios por el dinero que le falta, sino por el thesoro que le sobra.

Ordenamos, y a todos los perlados que son y serán rogamos, que quando algún concilio en nuestro reyno quisieren hazer, primero que se celebre nos lo hagan saber; porque so color de sancto concilio no se haga algún sospechoso ayuntamiento.

Ordenamos que de aquí adelante los príncipes y grandes señores sean obligados a hallarse, en los sacros concilios, en compañía de los santos obispos; porque más justo es se hallen en destruyr los herejes con que ganen las ánimas que no en pelear contra los enemigos do pierden las vidas.

Ordenamos que el príncipe que no viniere al concilio y lo dexare por pereza, en tal caso queremos que hasta otro concilio no le administren el sacramento de la Eucharistía; pero si acaso dexare de venir no por pereza sino por malicia, queremos que entonces procedan contra él como contra sospechoso de la Sancta Fe Cathólica; porque el christiano que por sola malicia comete el pecado no deve sentir bien de la fe sancta de Christo.

Ordenamos que la primera cosa que se haga en el concilio sea que después que los perlados estén juntos en uno, todos juntos primero y después cada uno por sí digan el Credo cantando, el qual acabado, puesto de rodillas, el rey diga el mismo Credo rezado; porque si el príncipe de la Sancta Fe Cathólica es sospechoso, impossible es que sea cathólico ni christiano su pueblo.

Ordenamos que en aquel concilio tengan libertad los perlados para dezir al rey lo que le conviene, y el rey tenga libertad para dezir al concilio lo que le pareciere, por manera que [198] los perlados libremente digan al rey el descuydo que tiene en destruyr los erejes, y el rey libremente diga a los perlados la pereza que tienen en la guarda de sus ovejas; porque no ha de ser otro el fin de los concilios sino castigar los delictos passados y remediar los daños advenideros.

Ordenamos que todos los príncipes de África luego de mañana, antes que fagan otra cosa, pública y muy atentamente oyan una missa rezada, y queremos que en esta missa estén todos sus familiares y consejeros que con él han de entrar en los consejos; porque no puede dar buen consejo la criatura la qual primero no se ha encomendado y aconsejado con su Criador.

Ordenamos que los arçobispos, obispos y abades todo el tiempo que durare el concilio cada día se confiessen y digan missa en público, y uno dellos proponga la Palabra divina al pueblo; porque si cada perlado es obligado a dar buen exemplo estando solo, mejor le han de dar estando todos juntos.

Ordenamos que los príncipes en quanto pudieren den buen exemplo a sus pueblos, en especial que todos los días festivos se confiessen y comulguen y oyan los divinos oficios; porque gran escándalo sería el príncipe que ha de reprehender en los otros los vicios nunca le viessen a él confessar ni rescebir los sacramentos.

Ordenamos que en las tres Pascuas señaladas vayan los príncipes a las yglesias metropolitanas; y, si no tuviere impedimento, dirá la missa el diocesano; y, dicho el Evangelio, el príncipe sea obligado a alta boz dezir el Credo compuesto en el Sacro Concilio Niceno; porque los buenos príncipes no sólo han de tener en el coraçón la fe de Christo, pero aun son obligados a confessarla por la boca delante su pueblo.

Ordenamos que el príncipe no sea osado de traer en su corte más de dos obispos, el uno que le oya de penitencia y el otro que le predique la Palabra divina; y éstos queremos que se los señale el concilio; y el concilio sea obligado a señalar a dos personas de los más ancianos y más virtuosos; y éstos que no estén en la Corte del príncipe más de dos años, y después vengan otros; porque no ay cosa más monstruosa que ver sin prelado mucho tiempo a una yglesia. [199]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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