La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XLIIII
Que el siervo del señor no ha de poner ninguna excusa en todo lo que le mandare la obediencia: la cual se prueba con muchas autoridades de la escritura.


Facies quecumque dixerint, qui presuntin loco sancto: et sequeris sentenciam eorum, dijo Dios en el Deuteronomio en el capítulo XVII, y es como si dijera: La cosa que tú, oh Moisés, has al pueblo de enseñar, y a los chicos y a los grandes mandar es, que en todas las cosas obedezcan a sus prelados, y crean lo que les dijeren sus súbditos: porque se han de tener por dicho, que si obedecen, yo soy al que obedecen, y si no obedecen, yo soy al que contradicen. Esta sentencia de la ley vieja confirmó después Cristo en la ley nueva, cuando dijo: Super cathedram Moysi federunt scribe et pharisei: omnia que dixerint vobis facite: y es como si dijera: Os doy por consejo, que cuando viereis predicar a los fariseos, y viereis enseñar la ley a los escribanos, hagáis todo lo que ellos os dijeren, y os guardéis de hacer lo que ellos hicieren: porque si sus obras son de hombres, sus palabras son de Dios. No vaca de alto misterio, confirmar Cristo en el Evangelio, lo que Moisés había mandado en el Deuteronomio: es a saber, que tengamos a nuestros prelados reverencia, y que no les alcemos la obediencia, si nos enseñan buena doctrina, aunque sean ellos de mala vida: porque no se ha de mirar lo que ellos hacen, sino lo que representan. Si Cristo por su boca esto no mandara, apenas de nadie tal consejo se creyera, ni aun se admitiera: es a saber, que nos dejásemos gobernar de preceptores absolutos, y obedeciésemos a los prelados, aunque fuesen disolutos, cuales eran los escribanos y fariseos: los cuales predicaban al pueblo muy buenas doctrinas, y por otra parte hacían obras de muy [LXXXVIr] grandes hipócritas.

Oh cómo debe el señor tener en mucho la obediencia, pues nos manda obedecer a carga cerrada: es a saber, que no nos da licencia de a nuestros padres resistir, ni aun a una palabra les responder, no obstante que sean en su gobernación ásperos, y en su vivir flojos: pues a nosotros no pertenece más de tomar la doctrina que nos enseñan: y a sólo Dios pertenece juzgar la vida que hacen. El precepto de la obediencia como es por una parte muy meritorio, también es por la otra muy áspero y estrecho: pues no dice la autoridad del Deuteronomio, ni lo que Cristo manda en el Evangelio que hiciésemos algo, sino que dijo facite omnia: es a saber obedeced en todo, sin tener en el corazón tristeza, ni mostrar en el gesto saña. No vaca también de misterio, que la ley no mandaba obedecer sino al que estaba asentado in loco sancto: y Cristo tampoco manda creer sino al que presidía en la cátedra del templo: en lo cual se nos da a entender, que a los prelados y preceptores que no sienten bien de la fe católica, ni nos enseñan a las derechas la doctrina cristiana, no hemos a los tales de imitar sus vidas, ni dar fe y crédito a sus doctrinas. Al verdadero súbdito no le incumbe más, de examinar muy bien si su prelado est in loco sancto: y si está asentado en la cátedra santa del templo: es a saber, si es fiel cristiano, y si enseña la verdadera doctrina de Cristo: y hallando ser así verdad, él es obligado a su prelado obedecer: mas no a su vida examinar. La diferencia que va del buen súbdito al malo es, que el bueno guarda la doctrina que le enseñan, y no se entremete en la vida del que se la enseña: y el malo por el contrario, burla de la doctrina que le dan, y condena al que se la da. En el desierto de Cades, viendo Datan y Abiron que la doctrina de Moisés era santa y bendita, acordaron de poner mácula en su persona sola; diciendo, que se había casado con una mujer negra y etiopía: y que por eso era indigno de ser prelado de la sinagoga: y porque se hicieron jueces de lo que no les pertenecía, los absorbió y tragó vivos la tierra. Con Datan y Abiron serán en el mundo punidos, los que se hacen veedores y jueces de sus prelados: porque cosa es muy consona a razón que sean partícipes de la pena: los que fueron compañeros en la culpa.

Qui resistit potestati, ordinationi dei resistit, dice el apóstol escribiendo a los romanos en el cap. XIII y es como si dijese: Todo súbdito que a la voluntad de su prelado resiste, a lo que tiene Dios ordenado resiste: porque si no cae una hoja del árbol sin que él lo consienta, no es de creer que será nadie prelado en la Iglesia sin que él lo permita. Terrible sentencia es ésta del apóstol: es a saber, que resiste el querer divino, el que resiste a la voluntad de su prelado: porque a la hora que dice ser el que preside malo, es decir mal de Dios que le permite tener tal oficio. Hase de advertir mucho en que no dice el apóstol que quien resiste a la obediencia, resiste a la voluntad divina: sino que resiste a la ordenación divina: porque ora sea el prelado santo, ora sea malo y perverso, siempre es en la prelacía por ordinación de Dios constituido: de lo cual se puede inferir, que quien murmura de lo que el prelado hace, murmura de lo que Dios ordena. Torno otra vez a decir, que quien del prelado murmura, no con otro sino con Dios se toma: porque si el tal es malo, solamente es para sí, y no para ti: porque la deshonestidad de su vida, y la aspereza de su doctrina, cuanto más fuere para su [LXXXVIv] damnación, sera más para su salvación. Al propósito de esto dijo el glorioso padre San Francisco, a un fraile perdido, que había elegido en general ministro estas muy notables palabras: El señor me ha revelado, oh fraile Elías, que por tu mal ejemplo y vida, ha de dar mi orden muy gran caída: y esto no obstante, quiere que te dé la obediencia, y que sea la orden toda por ti regida: a cuya causa he aquí ado de rodillas te beso la mano, y renuncio en tus manos el sello. Conforme pues a lo que este tan glorioso santo hizo y a lo que arriba dijo el divino Paulo, nadie se debía hacer pesquisidor del prelado, ni hacerse veedor del oculto juicio divino: porque si es el rector bueno, el señor le puso: y si el tal es malo, él sabe porqué le permite. No hay en el mundo prelados tan escandalosos, ni bulliciosos, como lo eran en tiempo de Cristo los malditos de fariseos: y pues Cristo mandó públicamente, que fuesen creídos y obedecidos: ¿porqué nos hemos de osar levantar contra nuestros prelados, que a lo menos son cristianos? Manda Cristo tolerar y aun creer y obedecer a los fariseos que pusieron mácula en su doctrina, y a los escribanos que procuraron asolar su fama: ¿y no quieres tú obedecer al prelado que te enseña la religión: y te pone en el camino de salvación?

En las colaciones de los padres dijo el abad Serapio: No conviene al siervo del señor disputar de la vida del prelado, y si hace bien o mal su oficio: porque de esta manera, mucho más pecaría el súbdito, en hacerse juez de su vida, que merecería en guardarle la obediencia. San Agustín escribiendo a los monjes del yermo dice: El que mandaba obedecer a los fariseos de la sinagoga, mejor mandara obedecer a los prelados de la Iglesia: y por eso os debéis guardar de poner en vuestros prelados la lengua, ni ser inquisidores de su vida: porque si tenemos obligación de obedecerlos, no tenemos licencia de juzgarlos. San Bernardo en una epístola hablando de sí mismo dice: Fácilmente cumplo todo lo que me manda mi prelado, cuando me acuerdo que no es él otra cosa, sino un traslado de Cristo: mas cuando me descuido de poner entre él y mí a Cristo, sino que le contemplo ser él como yo soy hombre humano: ni le puedo obedecer, ni aun le he gana de reverenciar. San Basilio decía en su regla: Guárdense mis monjes de examinar si deban hacer, o no deban hacer lo que les mandan, y si es bueno o si es malo el prelado que se lo manda: porque mucho más merecemos en la paciencia con que obedecemos: que no en todos los trabajos que en los monasterios pasamos. En decir el señor omnia quecumque vobis dixerint tacite, dio muy gran licencia a los prelados, y ató y reató a los súbditos mucho las manos para que ninguna cosa dejen de hacer, de cuantas los prelados les quieran mandar: ora sean difíciles de emprender, ora sean peligrosas de acabar: de manera que podemos afirmar y aun jurar, que no hay obediencia ado hay resistencia. In auditu auris obedivi te, decía el profeta David, y es como si dijese: Bien sabes tú Dios de Israel, cuán hijo soy yo de la obediencia, y cuán sujeto estoy a lo que dice tu palabra: pues apenas es llegado a mis orejas tu precepto, cuando al pie de la letra le tengo yo ya cumplido.

Oh cómo sería bienaventurado, el que con verdad pudiese a su prelado decir este verso: mas ay de ti y ay de mí, que no abasta ya que el prelado nos llame, ni nos mande, ni nos ruegue, sino que es menester que [LXXXVIIr] nos regale, o que nos fuerce: de manera, que si algo hacemos, es más por el miedo de la justicia, que no por el mérito de la obediencia. Dime yo te ruego, ¿y tú qué mereces, si por temor obedeces? ¿Y tú no sabes, que el bendito Jesús no quiere ser servido sino de hijos graciosos, y no de esclavos forzosos? San Bernardo en el libro de consideración dice: El súbdito que se pone en disputa y contienda con su prelado, sobre decir quién sois vos que esto me mandáis, y por qué lo mandáis, o por qué más a mí que a otro lo mandáis: al tal ni le tengo por religioso, ni aun apenas por cristiano: pues quebranta el juramento de la obediencia que hizo, y es causa de disensiones en el monasterio. Muchas veces topamos un carro cargado y va callando, y topamos a otro descargado y va gritando: así son los monjes en los monasterios: algunos de los cuales aunque trabajan callan, y otros hay que no quieren trabajar, y no dejan de murmurar. Cata hermano, que dejar el mundo, entrar en el monasterio, tomar el hábito, y hacerte profeso, todo es bueno, y todo es santo, si junto con ello obedeces de buena voluntad a tu prelado: porque el día de la muerte ninguna cosa te recibirá Dios en cuenta, sino lo que hubieres hecho con voluntad pronta, y con alegre cara. Muy poca necesidad tiene el señor de lo que haces, ni de lo que rezas, ni de lo que piensas, ni aun de lo que trabajas, sino solamente de lo que amas, y de aquello en que tu corazón empleas: porque al bendito Jesús muy más grato le es nuestro amor, que no nuestro sudor. San Basilio en su regla dice: El verdadero siervo del señor con un mismo corazón y voluntad ha de ayunar que comer, velar que dormir, y trabajar que holgar, y callar que hablar: porque si en lo uno muestra descanso, y de lo otro tomase resabio, no llamaremos al tal siervo de Cristo, sino hombre del siglo. San Jerónimo escribiendo a un monje dice: Has de saber hermano mío Rogerio, que tan prontas has de tener las orejas, para creer lo que el prelado te dijere: y tan aparejadas has de tener las manos para hacer lo que él te mandare, que no esperes a que te lo hayan de encomendar, si tú antes lo puedes adivinar: porque así como la fruta cuanto es más temprana, es más preciada, así la obediencia, cuanto es más apresurada, es más meritoria. A este propósito se dice el el libro de la vida solitaria estas palabras: No sin lástima lo decimos, esto que queremos decir: y es, que el monje a quien su abad no osa mandar sino rogar, ni osa reprehender sino avisar, ni osa castigar, sino halagar, ni aun osa recoger sino licenciar, más valiera que el tal se quedara en el mundo, que no haber venido al monasterio: porque allá sino aprovecha, a lo menos no daña: mas acá a los otros daña, y a sí mismo condena.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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