La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XL
De muy notables dichos que muchos santos dijeron, y de muy altos gustos que en la oración alcanzaron.


El abad Casiano cuenta del glorioso abad Antonio, que tanto de noche velaba, y tanto en la oración se desvelaba, que cuando veía la luz de la mañana, quejábase en grande [LXXIXv] manera del sol y decía: Oh sol, oh sol, ¿por qué me haces tan mala obra en aparecer en el mundo tan de mañana: pues con tu lumbre pequeña me quitas de la lumbre, y me privas de la dulcedumbre de que yo gustaba? ¿Y tú no sabes, oh sol, que muy mayor es la luz de la oración, con que se alumbra el entendimiento, que no los rayos solares con que tú ilustras al mundo? Déjame pues, oh sol, déjame orar, déjame contemplar, y déjame con mi Dios regalar: pues ve mucho más mi ánima cuando a la sombra contempla, que no ven mis ojos cuando con tus rayos miran.

Preguntado el mismo abad Antonio de un monje santo y viejo, que qué era lo que sentía cuando oraba y contemplaba: pues tanto en la oración tardaba, y tan de veras con el sol reñía, respondióle él: Pues tal cosa me preguntas, y en tal caso dudas, reliquias debes aun tener del mundo: y muy poco debes haber aun aprovechado en este yermo: porque te hago hermano mío saber, si no lo sabes, que no se puede preciar de perfecto orador, ni se puede llamar oración perfecta, en la cual no siente el monje todo lo que ora. ¿Y tú no sabes que aquellos divinos gustos, y aquellos celestiales arrobamientos no merecen alcanzarlos, ni alcanzan a gustarlos: sino son los varones muy perfectos, y que de sí mismos estan enajenados? ¿Ahora tienes tú por saber, que orar en perfección, y tomar gusto en la contemplación, es un gusto tan excesivo, y es un oficio tan extraño, que nadie merece subir allí, sino es el corazón que no tiene parte en sí? Sé te decir hermano mío, que nunca supe qué cosa era ser contemplativo, hasta que de mí no tuve ningún cuidado: y a la hora que a mí mismo despedí de mí mismo, luego comencé a tomar en la oración gusto. En mi natural juicio estoy yo cuando voy a orar, y comienzo a contemplar, mas después que entro en la oración, y me arrobo en la contemplación, son tan altos los misterios que allí el ánima alcanza, y son tan inestables las consolaciones que allí recibe, que si se dejan gustar, no se pueden contar. El apóstol San Pablo cuando vio los secretos divinos, y los misterios al mundo incógnitos, él mismo confiesa y jura, que no sabe si estaba en sí, o extraño de sí: y si fue arrebatado en espíritu sólo, o si los vio en alma y cuerpo junto. Si me ves que yo riño con el sol porque madruga tan de mañana, la causa de esto es, que como la aspereza del yermo, la privación de la luz, el sosiego de la gente, y el silencio de la noche, no nos dejen derramar, sino que antes convidan a contemplar, pésame mucho con la luz del día: porque me es forzado de dejar el contemplar, y ocuparme en negociar. Lo de suso es del glorioso Antonio.

En las vidas de los Padres dijo un monje al abad Panucio: ¿Qué haré dime padre bendito, que no puedo cuando oro estar en la oración atento? A esto le respondió el viejo. Has de saber hijo, que todo lo que nuestro corazón concibiere antes que entremos en el oratorio, todo nos lo ha de representar allí el demonio: a fin que no hallemos lo que queremos, ni alcanzemos lo que buscamos: y por eso cual te quisieres hallar orando, tal te apareja antes que comiences a orar. Si entrares en la oración con soberbia, pensarás en cómo has de subir, si entrares con ira, pensarás cómo te has de vengar, si entrares con gula pensarás en lo que has de comer, si entrares con lujuria pensarás en cómo te has de holgar, si entrares con envidia pensarás en cómo a lo otro has de [LXXXr] abatir: por manera, que si fueres al oratorio cargado de negocios, no estarás allí pensando sino en el despacho de ellos. Muy poco hace al caso orar de noche que de día, ni orar en pie o de rodillas, ni orar en casa, u orar fuera: lo que hace al caso es, orar con humildad, y tener el corazón en libertad: porque si el corazón está de alguna vanidad prendado, ser le ha gran tormento entrar en el oratorio. La suma bondad del hijo de Dios primero se despojó de sus vestiduras, y se bautizó en las jordanas aguas, que no subiese en el monte a orar, ni comenzase con el demonio a pelear: en lo cual nos dio a entender, que para subir a la cumbre de la perfección, y gustar algo de la contemplación, nos conviene primero despojarnos de nuestra libertad, y lavarnos de toda maldad.

El glorioso San Agustín en un sermón que escribió a los monjes del yermo dice: Para que al señor la oración sea acepta, ha de proceder de corazón limpio, y no malicioso, ha de ser grande para que aproveche a todo el mundo, ha de ser constante para que la lleve hasta el cabo, ha de ser herviente para que sea meritoria, y aun ha de ser discreta para que sepa lo que ora: porque todo aquello que injustamente se pide, justamente se niega. El glorioso San Jerónimo sobre San Mateo dice: Aunque te canses en la oración, mira no la dejes: y sino fueres luego oído, mira no te quejes: pues la cananea no fue oída hasta que derramó muchas lágrimas, ni aun el profeta Daniel hasta los veintiún días: porque Dios nuestro señor no quiere que seamos cortos en las oraciones que le hacemos, pues él es largo en las mercedes que nos hace. Sobre aquella palabra del salmo ado dice, que el justo siempre es piadoso y dadivoso, dice allí la glosa: Siempre tiene que dar, el que no cesa de orar; porque no hay en el mundo tan alto género de limosna, como es rogar a Dios por la salvación de alguna criatura. Y dijo más. Sin comparación merece más, y aun le debo yo más al que me ayuda con sus oraciones a salvarme, que no al que me ayuda con sus dineros a mantenerme. El glorioso San Gregorio, sobre aquella palabra del salmo, intret oratio mea in conspectu tuo, dice así: Mucho es de ponderar, que no pide el profeta, que le reciba Dios lo que ayuna, sino solamente la oración que ora: y la causa de esto es, porque la oración es más firme que la tierra, es más ligera que el aire, es más herviente que el fuego, es más resplandeciente que el sol, es más provechosa que el oro, y aun es más alta que el cielo: pues sobrepuja a los entendimientos humanos, y vuela sobre los coros angélicos. El glorioso San Basilio dice en su regla: La virtud de la oración no sólo es al ánima cosa provechosa, mas aun es para el cuerpo cosa muy honrosa: porque si a muchas personas nobles y generosas les es afrenta el arar y cavar, no les es por cierto afrenta el orar y contemplar. Preguntado el abad Isaac qué diferencia había entre la oración y la limosna, y el ayuno, respondió: El dar limosna es cosa buena, el ejercicio del ayuno es cosa santa, mas el darse a la oración, es cosa muy buena, santa, y bendita. Digo que es cosa buena, pues nos abona: es santa, pues nos santifica: y es bendita pues nos justifica.

Dime yo te ruego, si primero no es tu alma por la oración abonada, y no es con las lágrimas santificada, y no es con la contemplación justificada: ¿cómo puede mejorar la [LXXXv] vida, ni cómo espera gozar de la gloria? La limosna no trata uno con lo que está acerca de nosotros, que son los pobres, el ayuno no trata sino con nosotros que es con nuestros cuerpos: mas la oración trata con lo que está sobre nosotros que es nuestro soberano Dios: a cuya presencia allegan todas las oraciones que hacemos, y todas las lágrimas que derramamos. Lo de suso es del abad Isaac. Orígenes sobre el libro de los números dice así: No se espante nadie de que venciese Israel cuando tenía las manos alzadas, ni de que venciese Amalech cuando las tenía caídas: porque más puede un solo santo orando, que no todo un ejército peleando. Y dice allí más Orígenes: ¿Porqué tienes en mucho que la oración del justo venza a muchos enemigos: pues es poderosa para traspasar todos los cielos? El glorioso San Ambrosio a este propósito dice: ¿Qué virtud hay más virtuosa que la oración: pues vale en todo tiempo, aprovecha en todo lugar, puede ejercitar cada uno, y tiene sazón en todo estado? ¿Quién te quita que no ores en el invierno como en el verano, en tiempo sereno y en tiempo mojado, estando sano y estando enfermo, siendo mozo y siendo viejo, yendo caminando y estando quedo? Dice más adelante: En mucho debe el cristiano tener este tan alto oficio, pues no tiene embargo para ejercitarlo: y si por caso se le hiciere de mal, por menos mal tendré decir que no quiere, que no excusarse con que no puede.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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