La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XXXVI
De la antigüedad y excelencia de la oración: y que muy poco aprovecha el mucho orar, sin el bien obrar.


Facies mihi sanctuarium: et habitabo in medio eius: dijo nuestro Dios hablando con Moisés, y es como si dijera: En mitad de mi pueblo, y en el lugar más honroso, y en el sitio más público fabricarás para mí un santuario a manera de oratorio: ado todos los que quisieren concurran a orar, y sus sacrificios ofrecer. No vaca de misterio que Dios nuestro señor en sacando a los hijos de Israel de Egipto, la primera cosa que les mandó hacer fue, una casa de oración: y la primera cosa que les avezó fue, la manera de orar, y sacrificios ofrecer: de manera, que en la oración le ofrecían la consciencia, y en los sacrificios la hacienda. Traían los hijos de Israel contienda con las aguas de Marath que no se dejaban beber, con las serpientes del desierto que los iban a morder, con los reyes de Moab que los querían matar, y con los príncipes de Seon, que los querían engañar: y para resistir estos pueblos, y para librarse de tantos peligros, primeramente los enseñó Dios a orar, que no a pelear. Si curiosamente se mira hallaremos por verdad, que desde el primer hombre justo que fue Abel hasta Judas Macabeo que fue casi de los de la vieja ley el postrero [LXXIIIr] hombre bueno, ninguno dellos hubo que no supiese orar, y muchos dellos hubo que no supieron pelear: de lo cual se puede inferir, que este nombre de bueno, y este nombre de santo, no se alcanza con las armas, sino con las lágrimas.

Osaría yo decir que aquél hace santuario en medio de su pueblo, que ofrece a su Dios lo más y mejor de su tiempo: porque en el día del juicio tanta cuenta daremos a Dios del tiempo que perdemos, como de las ofensas que hacemos. En medio de su pueblo hace santuario, el que en medio y en lo profundo de su corazón tiene a su Dios puesto: por cuyo amor y reverencia, antes perderá la vida, que cometer contra él una ofensa. No vaca de misterio, el no mandar Dios que al principio, o en el cabo, sino que en medio del pueblo le hiciesen su santuario: en lo cual se nos da a entender, cuanto nos conviene de las cosas extremadas huir: es a saber, que ni por mucho trabajar dejemos un poco de orar, ni por mucho orar dejemos algo de trabajar. Aquel hace en medio y no en el cabo del pueblo el santuario, que de tal manera mide y reparte su tiempo, que cumple con las cosas de su consciencia, y no se descuida de las que pertenecen a la vida humana: porque al fin, por más que el águila vuele y suba en alto, se ha de abatir cada día a comer y beber en el suelo. La suma verdad del hijo de Dios, apenas cosa tanto nos enseñó, ni encomendó, como fue el ejercicio de la oración: lo cual parece claro, en que todo el tiempo que le vacaba de predicar, y de los enfermos curar, expendía en la oración y contemplación: por manera, que el bendito Jesús de día curaba los enfermos, y de noche rogaba al padre por nuestros pecados. Muy particularmente nos enseñó Cristo no sólo que oremos, mas aun cómo oremos, y dónde oremos, y por qué fin oremos: y esto hizo él para que estuviésemos sobre aviso, cuánto nos va en ser devotos, y cuánto perdemos si somos tibios y remisos. Enséñanos y aun convídanos el señor a orar en el XI capítulo de San Lucas diciendo: Petite et accipietis: pulsate et aperietur vobis, y es como si dijera: Pedid y daros han, llamad y abriros han: porque si algo queréis, y de algo fallecéis: no es porque Dios no os lo quiere dar, sino porque vosotros no lo sabéis pedir.

Oh cuán buen Dios tenemos si le sabemos conocer, y a cuán buen señor servimos si le queremos seguir: pues nos convida a que le pidamos, y nos da licencia para que a sus puertas llamemos: la cual licencia y autoridad, no tienen por cierto los hijos deste siglo: pues creen y no les admiten, llaman y no les responden, piden y no les dan, y aun sirven y no les pagan. Si Cristo no dijera más de petite et pulsate: es a saber pedid y llamad, tuviéramos alguna duda si nos abriera la puerta, y si condescendiera a nuestra demanda: mas mira la suma bondad de Dios, y es: que a la hora que convida a ti que le llames, se obliga él que te responderá, y a la hora que te dice que pidas, se obliga él a te dar lo que le pides: por manera, que en estas tan altas palabras, a ti convida, y a sí mismo obliga. Dado caso que Cristo se obligó a darnos lo que le pidiéremos, y de abrirnos cuando a sus puertas llamáremos, no se entiende que le hemos de pedir lo que él no tiene, ni aun que le hemos de buscar ado él no mora: porque por muy averiguado tenemos, que el hijo de Dios no tiene vicios ni regalos que dar, ni entre malos y viciosos le han de buscar. Pues el hijo de Dios arrodillado delante Pilato dijo y afirmó, que su reino no era deste mundo: [LXXIIIv] dime tú mundano, ¿para qué le pides cosas del mundo? Pídele pues lo que él tiene que es abstinencia, es penitencia, es caridad, y es humildad: y búscale también ado él está, que es en el monte orando, en los hospitales curando, y en la cruz padeciendo: porque desta manera darte han lo que pidieres, y responderte ha de que llamares. También se lee en San Mateo, que dejó Cristo las compañas, y se subió al monte a orar: y San Marcos dice, que madrugaba muy de mañana a orar: y San Juan dice que oraba muy prolijo, y aun San Lucas dice, que velaba y aun se desvelaba por mucho orar. Podemos desto que hemos dicho inferir, que lo más profundo de la noche, y lo más dulce de la mañana, y aun lo más alegre del día, y la mayor y mejor parte de la vida expendía y consumía el bendito Jesús, no por cierto en la recreación de su persona, sino en la oración y en la contemplación divina.

El verdadero siervo del señor debe darse mucho a la oración, y ocuparse algo en la contemplación: pues tanto Cristo nos la encomendó, y tanto con su persona la ejercitó: porque muy gran vergüenza es al discípulo, ser negligente y remiso, en lo que su maestro fue cuidadoso. Pues hemos dicho cuán bueno es orar, digamos ahora, qué es lo que hemos de orar, y al señor pedir: lo cual él nos enseña diciendo: Primum querite regnum dei: et iustitiam eius, y es como si dijese: Muchas cosas querrá vuestra voluntad, y de muchas tendréis cada día necesidad: empero ante todas y más que todas pediréis a Dios el reino de los cielos que os prometió, y la justicia original en que os crió. No sin alto misterio dice aquí nuestro señor Jesucristo, que no sólo busquemos el reino de los cielos, sino que busquemos también su justicia: en lo cual nos da a entender, que no abasta al cristiano el orar, y pedir a Dios que nos dé el cielo, sino que es menester hagamos buenas obras para merecerlo: porque según dice San Bernardo, el reino de los cielos está lleno de buenas obras, y el infierno de buenos deseos. Oh cuántos son los que orando y rezando piden a Dios que les dé su gloria, mas no le piden con ella su justicia: es a saber, que no hacen obras para alcanzarla, ni se dan maña en merecerla: sino que quieren servir a Dios no más de con buenas palabras, y por otra parte servir al mundo con todas sus fuerzas. Aquél pide a Dios su reino, y no le pide su justicia, que cada día dice que será bueno, y nunca lo es, que cada día dice propone de se enmendar, y nunca se enmienda: del cual podemos decir, que es como la higuera que maldijo Cristo: la cual cargaba cada año de mucha hoja, y nunca llevaba ninguna fruta. Dime yo te ruego, ¿qué quieres del que no sigues, y qué pides al que no sirves?

A este propósito dice San Anselmo: Si quieres que Dios te perdone ruégale, si quieres que te conozca síguele, si quieres que te dé algo sírvele, y si quires que te ame ámale: porque el sol en la tierra y Dios en la ánima, cual es la disposición que hallan, tales son las operaciones que hacen. Cuando Cristo dice que le pidamos su gloria, y que le pidamos su justicia: es decirnos y amonestarnos, que juntamente oremos, y juntamente obremos: porque el verdadero siervo de Dios, aunque de rigor no es obligado a ser del todo perfecto, es a lo menos obligado a trabajar de serlo. San Agustín exponiendo estas palabras de primum querite regnum dei, et iustitiam eius dice: Aquél pide a Dios el reino de los cielos, y le pide su justicia, que nunca hizo a nadie injusticia, ni [LXXIVr] osa cometer cosa contra su consciencia: porque dado caso que cosa ninguna de las que Dios nos da merecemos, no quiere él tampoco que la desmerezcamos. A este propósito dice San Jerónimo: El critiano que no tiene caridad con los pobres, ni paciencia en los trabajos, ni resistencia en las tentaciones, ni humildad en las controversias: este tal pide a Dios que le dé su gloria, mas no quiere asentarse con ella a justicia: teniéndose por dicho, que como de balde le quiso criar, de balde también le ha de salvar. San Ambrosio exponiendo estas mismas palabras dice: Si Cristo no dijera más de buscad el reino de Dios, y no dijera también que buscásemos su justicia, pudiéramos imaginar y pensar que abastaba para nos salvar el orar sin que con el orar hubiésemos buenas obras de hacer: mas pues no dijo lo uno sin añadir lo otro, podemos dello colegir, que no abasta pedir a Dios su gloria por palabra, si con la palabra no le ofrecemos alguna buena obra.

El siervo del señor que sin escrúpulo de pecado tiene su consciencia, y sin mácula notable conserva su vida, y sin daño de su prójimo vive en la república, y que en todo y por todo guarda los mandamientos de la santa madre Iglesia: este tal no sólo pide a Dios su gloria, mas aun se la pide por justicia: porque el siervo que hace que por su señor le es mandado, puédele pedir por justicia, lo que le ha prometido. Cum anima obtulerit oblationem domino, fundat supeream oleum: et ponat thus, dijo Dios en el segundo capítulo del levítico, y es como si dijera: Cuando alguno ofreciere en el templo algún sacrificio que sea de pan o harina, ponga en él encienso, y amáselo con olio. Según la glosa de Cirilo por el incienso se entiende la oración santa, y por el óleo se entiende la obra virtuosa: de manera, que entonces es acepto a Dios el encienso de nuestras oraciones, cuando mezclamos con el óleo de las obras buenas. Oh cuántos son los que ofrecen a Dios encienso sólo, y no llevan al templo óleo ninguno: es a saber, que piensan de se salvar con sólo orar, sin hacer caso del bien obrar: lo cual puede Dios muy bien hacer, mas hasta ahora no se lee que lo haya hecho: porque dado caso que él nos dé su gloria de pura merced y gracia, no quiere ni le place que estemos en su desgracia. De aquél podemos decir que no está en su gracia, el cual nunca se esfuerza a hacer alguna obra buena y piadosa: sino con decir que en Dios hay mucha misericordia, y con rezar cada día alguna oración compuesta, se tiene por dicho y creído, que como el ladrón que fue con Cristo crucificado, se ha de ir él derecho al cielo. A ese ladrón que tú dices que Dios perdonó, no le perdonó tan a secas, que no vio en él muy altas obras: es a saber, que le acompañó cuando todos le dejaban, le defendió cuando todos le acusaban, le confesó cuando todos le negaban, y murió con él cuando todos le perseguían: de manera, que oró poco y obró mucho. En el décimo capítulo de los hechos de los apóstoles dijo el ángel a Cornelio, audivit orationem tuam et vidit eleemosynam tuam: es a saber, que había el señor oído sus oraciones, y visto sus limosnas: y que por eso le perdonaba sus pecados, y le ponía en el número de sus escogidos. No vaca de alto misterio, que no loa el ángel en Cornelio la limosna por sí, ni la oración por sí, sino que juntamente le loa el ser devoto, y le loa el ser limosnero: de manera, que conforme a la ley levítica, juntamente [LXXIVv] ofrecía el buen Cornelio el incienso con el óleo, y el óleo con el incienso.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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