La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XXIIII
Donde se comienza a hablar de las grandes excelencias de la abstinencia, y expónense muchas autoridades de la escritura.


Nabuzardam princeps cocorum destruxit muros Hierusalem, dice el profeta Jeremías, y es como si dijese: Muchos príncipes ilustres, y muchos reyes poderosos vinieron a Palestina, y se enseñorearon de toda la tierra de Asia: y al fin de todos, Nabuzardam príncipe de los cocineros asoló en Jerusalén todos los muros. La historia deste caso es, que Dios lo permitiendo, y los pecadores del pueblo lo mereciendo, vinieron los caldeos a conquistar a Jerusalén, y vino por capitán dellos Nabuzardam: el cual se dio tan buena maña, que llevó al rey preso, cautivo a todo el pueblo, robó el templo santo, asolóles la muralla, y metió a saco toda la tierra. A la sazón que esto pasó, estaba el gran profeta Jeremías preso en la cárcel pública, a causa que había públicamente profetizado la cautividad de aquel triste pueblo: y dado caso que los caldeos le mandaron soltar, y en su libertad poner, quedóse solo en la asolada Jerusalén: llorando los pecados de los hebreos, y la destrucción de los muros. Si profundamente se mira esta figura, hallaremos por verdad: que por Jerusalén se entiende nuestra ánima, por los muros que la guardan todas las virtudes que la defienden, por Nabuzardam príncipe de los cocineros, el vientre y el estómago ado se deposita todo lo que comemos, y por Jeremías que nunca fue creído, aunque les profetizó todo aquel daño, es entendida el sindéresis y la razón, que jamás de nosotros son creídas, hasta que vemos a los enemigos entrar por las puertas. Habéis de saber hermanos míos, que todas las virtudes de nuestra ánima no son más que una congregación de gente que está en una república, y la muralla desta república es la abstinencia que la guarda: por manera, que así como destruídos los muros quedan a merced de los enemigos todos los vecinos, así si desechamos de nosotros la abstinencia, queda a merced de los vecinos nuestra ánima.

La experiencia nos enseña, que en mondando una fruta, luego se marchita, en descortezando un árbol luego se hiende, y en desmurando una ciudad luego peligra: queremos por lo dicho decir, que a la hora que el siervo de Dios apartase de su corazón la pureza, y de su ánima la abstinencia, la dé totalmente por arruinada y perdida: porque así como el sumo deleite para el cuerpo es el comer, así el sumo regalo para el ánima es el ayunar. Entonces Nabuzardam destruye los muros de la ciudad santa, cuando de nuestra carne apartamos la abstinencia: porque en la batalla espiritual ningún varón cristiano alcanza la palma de la victoria, si primero en su vientre no reformare la gula. El hueso duro conserva la caña tierna, la espina aguda cría la rosa fresca, la cáscara áspera defiende la nuez sabrosa, la concha fría guarda la perla preciosa: quiero decir, que con la abstinencia áspera, se regala [Lv] el ánima pecadora. El traidor de Nabuzardam fue el más dañoso enemigo que tuvieron los hebreos: y por semejante manera, nuestro vientre, y estómago es el que nos pone en mayores trabajos: porque todos los otros vicios no nos tientan sino de cuando en cuando, excepto la gula que nos fatiga cada momento. Entonces Nabuzardam, príncipe de los cocineros, destruye a Jerusalén sus muros, cuando después de hartos y ebrios se agravian nuestros ojos, regüelda nuestro estómago, se acuesta nuestro cuerpo, se turba nuestra lengua, y aun se altera nuestro juicio: sin sentir lo que hacemos, ni saber cuáles estamos. Si queremos que Nabuzardam: es a saber, el traidor de nuestro vientre, no asuele nuestros muros, necesario es quitarle los bastimientos: porque es de tan mala condición nuestro cuerpo, que cuanto más le tuviéremos regalado, le tendremos por mayor enemigo. Si el enemigo que tenemos de las puertas adentro no es primero destruido: ¿cómo osaremos salir a pelear con los que están en el campo? ¿Con qué cara, ni con qué vergüenza osa dar a los otros vecinos la batalla, el que dentro de su casa se deja vencer de una golosina? ¿Qué esperanza tenemos de ti que hayas de derrocar la alteza de la soberbia, los ímpetus de la ira, los incentivos de la concupiscencia, los descuidos de la acidia, la carcoma de la avaricia, y el arca de la envidia: pues te vemos tan acoceado de la gula? Así como nadie puede llegar al puerto sin navegar, ni nadie puede alcanzar victoria sin pelear, ni nadie merece jornal sin trabajar: así es imposible que nadie suba a la vida contemplativa: ni aun se conserve en la vida monástica, sin que ante todas cosas no desarraigue de sí el vicio de la gula. En mi monasterio y orden conocí a muchos varones buenos predicar al pueblo, rezar en el coro, orar en el oratorio, leer en la sacra escritura, y militar sobre la obediencia: a los cuales vi después desamparar la vida monástica, no por más de por tener en poco la virtud de la abstinencia. Todo lo sobredicho es de San Gregorio.

Declina a malo et fac bonum: inquire pacem, et persequere eam, dice el serenísimo rey David, y es como si dijese: Todo hombre que desea alcanzar paz para la vida, y desea reposo para la consciencia: debe apartarse de lo que es malo, antes que toque en lo que es bueno: porque de otra manera, al tiempo que las virtudes echasen flores, retorcerían en los vicios las raíces. Es el corazón humano tan flaco, y es en sí tan pequeño, que no hay en él más de para morar un vicio, o depositar en él una virtud: a cuya caus dice el profeta, declina a malo et fac bonum: porque es en sí tan delicada el ánima, que a la hora que llega a sus puertas un vicio, se despiden della todas las virtudes. Decir el profeta, declina a malo et fac bonum: es decirnos que no podemos tener humildad, sino damos de mano a la soberbia: ni podemos tener caridad, sino dejamos la avaricia: ni aun podemos tener abstinencia, sino alanzamos de nosotros la gula: porque de sus males y pecados no puede convalecer el ánima, si primero no se evacua el humor de la culpa. Debéis también de advertir, en que no nos aconseja el santo David, que oigamos el bien, o hablemos bien, sino que hagamos bien: pues no dice audi bonum: sed fac bonum: en las cuales palabras se nos da a entender, que en caso de virtudes [LIr] no basta que las veamos con los ojos, ni hablemos dellas con las lenguas, ni las deseemos con el corazón, ni aun las toquemos con las manos, sino que es necesario buscarlas con grandes sudores: y pedirlas al señor con muchas lágrimas.

También es aquí de ponderar, que no dice el profeta, no hagas mal, sino dice que te desvíes del mal, ponderando la palabra de declina a malo: en lo cual se nos da a entender, que es tan grande el mal, que no cumplimos con dejar de hacer males: sino que nos hemos de apartar de tener ocasión para hacerlos. Entonces declina el cristiano a malo et facit bonum, cuando se aparta de las malas compañías, y se allega a personas buenas y virtuosas: en compañía de las cuales siempre trabaja de se mejorar, y delante la cuales habría empacho de pecar. Todo esto decimos hermanos míos, para que si por dejar el mundo y venir al yermo cumplistes la palabra de declina a malo: mirad que es necesario que cumpláis también la otra de fac bonum: porque de otra manera, seríades como los homicianos y malhechores, que nunca entran en la Iglesia, sino por defenderse de la justicia. Abstinete vos ut facilius vacetis orationi, decía el apóstol escribiendo a la Iglesia de Corinto, y es como si dijera: Pues no podemos vivir sin hacer al señor plegarias, ni sin derramar delante de él muchas lágrimas: conviene que se abstengan los blasfemos de blasfemar, los incontinentes de adulterar, y los golosos de comer: porque no puede hacer devotas oraciones, el estómago que está repleto de muchos manjares. No inmérito dice el bienaventurado apóstol, que antes que oréis os abstengáis: pues el orar y regoldar, mal se pueden bien compadecer. Y pues estamos ahora en la santa cuadragésima, razón será hablemos un poco de la corporal abstinencia, aunque es verdad que me sería a mí más sano consejo, el ayunarla, que no el predicarla. Bien sabéis hermanos míos, que todo el discurso de nuestra vida es una prolija vigilia, de aquella gran fiesta que esperamos en la gloria: y pues es tan solemne la vigilia, no debe nadie excusarse de ayunar: pues cuanto más nos abstuviéremos de los manjares en esta vida: seremos más hartos y refocillados en la gloria. La madre de Dios y el hijo de Dios, no sólo guardaron la abstinencia, mas aun la encomendaron en la santa escritura: diciendo la madre, esurientes implevit bonis: y diciendo también el hijo, beati qui esuriunt et sitiunt justitiam: y es como si más claro dijera: Si son bienaventurados los siervos de Dios que han hambre, no es por el hambre que padecen, sino por la refectión que esperan: y el manjar que les darán será tal y tan bueno, que a todos hartará y nunca se acabará.

Oh si supieses hermanos míos cuán gran don es la de la abstinencia, y cuánto es por todos los santos loada: en verdad os digo, que tuiviéseis envidia a los que ayunan y compasión a los que comen: porque la suma verdad del hijo de Dios no hartó a los que en Jerusalén estaban hartos, sino a los que en el desierto estaban hambrientos. La santa abstinencia juntamente con el mundo fue criada, y como tesoro precioso en el paraíso depositada: por manera, que es la virtud primera que al hombre se dio, y aun la primera en que él erró: pues se abstuvo de lo que podía , y comió de lo que no debía. La abstinencia antes de la ley en Moisés se halló, después de la ley Elías la conservó, acabada la ley Cristo la ejercitó: en principio [LIv] del evangelio los apóstoles la predicaron, y después acá todos los santos la guardaron: y pues así es conviene que los imitemos en el ayuno, si queremos tener parte de su gozo. Oh triste de ti Eva, oh triste de ti Esan: el uno de los cuales vendió a sí y a todo el mundo a trueque de una manzana, y el otro vendió su santo mayorazgo por una lenteja. Oh cuán buena, oh cuán santa es la abstinencia: pues por ella mereció Moisés ver a Dios cara a cara, por ella mereció Jerusalén de las manos de Senaquerip ser librada, por ella mereció Niniveser su sentencia revocada, por ella mereció Josué que le alargase Dios el día, y que de sus enemigos alcanzase victoria: por manera, que es bienaventurado el que la abstinencia ama, y mucho más el que la frecuenta. Lo de suso es de San Agustín.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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