La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Carta XIX
Embiada por Marco Emperador a Pyramón, su pariente y amigo muy antiguo suyo, en la qual le consuela en un gran desconsuelo que tenía.


Marco, orador romano, oriundo del monte Çelio, a ti, Piramón de Lugduno, mi espeçial amigo, desea salud a la persona y esfuerço contra la siniestra fortuna.

En las tres calendas de Iano resçebí una letra tuya, y por ella paresçe tú aver resçebido otra letra mía. No hago cuenta de tus palabras, pero tengo en mucho lo que quieres dezir por ellas. Pues sin declararte te declaro, y sólo por señas te entiendo, razón sería que por lo mucho que te he escripto ya me huvieses entendido; pero eres tan torpe, que ni llamándote oyes, ni hiriéndote sientes. Viniendo, pues, al caso, ya sabes tú, Piramón, quán propinquos somos en el parentesco, quán antiguos en la amistad, quán firmes en el amor, quán tiernos en los coraçones, y quán probados en todo lo que se pruevan los verdaderos amigos. Bien te acordarás quándo, quánto y cómo estuvimos en Rhodas, donde en una casa moramos, en una mesa comimos; lo que tú pensavas yo lo ponía por obra, lo que yo quería tú no lo contradezías. Por çierto, tú en mi coraçón y yo en tus entrañas; tú siendo yo y yo siendo tú; siendo dos al paresçer, no teníamos más de un querer.

¿Qué es esto, mi Piramón? ¿Escrives que estás triste y no escrives por qué estás triste? ¿Quéxaste que estás a la muerte y no dizes quién te quita la vida? Si no me quieres dar parte de tus hados malos por ser mi amigo, hágote saber te lo pediré por derecho. Si no lo sabes, sábelo, que los dioses piadosos han determinado que todos los plazeres y provechos se [328] aparten de mi casa y todos los daños y tristezas se registren en mi persona. Pues soy el prínçipe de todo hombre atribulado, aunque quieres, no puedes escapar de mi señorío, porque si tú te quexas ser desdichado en dichas, yo me preçio ser dichoso en desdichas. Pregúntote una cosa: ¿quándo me viste harto, estando tú hambriento? ¿Quándo yo dormía, estando tú velando? ¿Quándo tú trabajavas, estando yo holgando? Por çierto, aunque las personas y haziendas eran proprias, los trabajos y desdichas siempre fueron communes. Una cosa has de hazer, si en mi amistad has de perseverar: que mis bienes sean tuyos y tus males sean míos, pues tú nasçiste para regalo y yo bivo para trabajo; y esto no lo digo fingido, pues tú lo has en mí experimentado, que quando murió Ianuaria, tu hermana, la qual era no menos virtuosa que hermosa, bien viste quando la enterravan muerta a mí sepultavan bivo, y que al son de mis lágrimas dançavan tus ojos.

Pues tienes tanta seguridad de mi persona, seguramente me puedes descobrir tu pena. Todas las vezes que te lo he preguntado, jamás razones fingidas te han fallesçido. Mucho te ruego y te torno a rogar, y por los dioses te ruego, y por esos mesmos te coniuro, la buxeta de tus angustias deposites en mis entrañas. Por el camino que fueres no saldré ni un passo solo: si caminares, caminaré; si parares, pararé; si trabajares, trabajaré; si descansares, descansaré; y si tú quieres la muerte, bien te es a ti conosçido que no querré yo la vida. Escoge lo que quisieres, mi Piramón, y reparte como mandares, porque tus males y los míos sólo un coraçón atormentan. Pues si quisieres pesar, ageno será de mí todo plazer; si quisieres llorar, dende aquí iuro jamás reír; si quisieres descargar de tu pena, dende aquí la tomo toda por mía; si quisieres andar sólo, yo maldigo la compañía; si quisieres compañía, luego desecho la soledad. ¿Pues qué quieres que yo quiera, que todo lo que quisieres querré? ¿Quéxaste que entre tantos trabajos ni hallas pariente que te remedie ni amigo que te consuele? A ley de bueno te iuro, mi Piramón, que de estas dos cosas ay tanta pobreza en mi casa como tristeza en la tuya. Bien sabes tú que el remedio ha de venir de los ricos y la consolaçión de los sabios, y como por mis tristes hados pereza [329] me quitó el saber y fortuna no me permitte alguna cosa tener, sey çierto que estoy llorando la mucha miseria tuya y el poco remedio mío.

Dizes por tu carta tus vezinos y amigos al prometer te prometieron muchas cosas y al dar no te dan ninguna. De esto yo no me maravillo, porque la mano cuerda no está obligada a hazer todo lo que parla la lengua loca. Por çierto, si nuestros pies dançasen y nuestras manos obrasen al son de la lengua, en pocos días se acabaría la vida y en muchos menos la fama. Officio es ya muy antiguo, y entre los hijos de vanidad muy usado, la lengua parlar apriessa y las manos obrar de espaçio. Hablando, pues, más en particular, no te deves congoxar porque halles tú en pocos lo que hallaron muchos en ti solo. Costumbre es resçebir presto y alegres y dar tarde y muy tristes, en lo uno presurosos y en lo otro perezosos.

Los griegos dizen que es buen amigo el que promete, aunque cumpla tarde. Los romanos dezimos que es mejor el que luego niega y al que pide desengaña. En este caso yo digo que el que pudiendo dar y no da es claro enemigo, y el que promete luego y cumple tarde es sospechoso amigo. ¿Qué menester son con nuestros amigos palabras, pues los podemos socorrer con las obras? No es iusto que a quien nos da el coraçón, que lo mejor de sus entrañas demos la lengua, que es lo peor de nuestras vidas. Por çierto, ni lo quieren los dioses, ni se suffre en ley de amistades, que quando yo pido a mi amigo un remedio de súbito, él se assiente de espaçio a darme un consejo muy largo.

Dezía en sus Leyes el divino Platón: «Mandamos que en nuestra poliçía a los prósperos porque no cayan den consejo y a los tristes porque no desesperen den remedio.» Por çierto, debaxo de estas palabras están muchas y muy graves sentençias. Ya sabes tú, mi Piramón, que al coraçón tribulado poco consuela la palabra dulçe y senzilla si no va embuelta en alguna buena obra. No quiero negar que a los que dimos nuestras voluntades en el tiempo nuestro próspero no estén obligados a darnos sus haziendas y favores en el adverso; pero pregunto una cosa: ¿por qué tienes tú presumptuosa liçençia en el pedir y reprehendes en otros la libertad en el negar? Por çierto, assí como el vergonçoso en pedir pone [330] obligación a ninguna cosa le negar, por semejante el descomedido e importuno de toda merçed es indigno. Sabe, si no lo sabes, mi Piramón, que alcançar todo lo que se pide es sólo de los dioses, dar todo lo que se pide es señal de siervos, negar algo de lo que se pide es de libres, llorar por lo que se niega es de tirannos, desagradesçer lo que se da es de bárbaros, tener ánimo por lo que se niega es de romanos.

Una de las cosas en que Cayo César mostró ser de muy alto coraçón fue que entonçes tenía mas alegría quando en el Senado alguna cosa le era negada. Muchas vezes dezía él: «No ay cosa en que Roma me dé mayor gloria y a mi persona fama, que quando yo me mostrare más presuroso en el pedir, ellos se oppongan más rezios en el negar, porque después conozcan quánta fue mi potençia en alcançarlo y quán poca su fuerça para resistirlo.» Parésçeme, si te paresçiese, sería mejor sobrar a los dioses dioses con virtudes que indignarlos más con querellas. Para dar contentamiento a tu reposada voluntad, quando te vieres atribulado, y de lo que pides a los dioses y a los hombres despedido, deves medir con derecha vara y pesar con iusta balança lo mucho que te han dado y lo poco que no te han conçedido. ¡O!, quán ingratos somos a los dioses y desconoscidos a los hombres, que el reçibo desminuimos con olvido y lo que se niega engrandesçemos con quexas.

Si no me engaño, mi Piramón, tú has çinqüenta años, en los quales nunca has hecho sino resçebir dones, y por todos no te he visto hazer un día de serviçios. No cabe, por çierto, en razón te quexes tú de ocho días malos de fortuna siendo tú çinqüenta años ingrato a ella.

Dízesme por tu carta tienes mucha pena porque conosçes en tus vezinos tenerte todos embidia. Por çierto de tu pena tengo yo mucha pena y de tu maravillarte estoy maravillado, mas porque toda admiraçión no proçede sino de sobrar la ignorançia o faltar la experiençia. Está ya tan bivo el juizio de los hombres, y es tan regalada la vida de los mortales, que no sueña venir el trabajo, quando tienen a mano luego el remedio. Si han hambre, comen; si frío, escaliéntanse; si sueño, duermen; si cansançio, assiéntanse; si enferman, cúranse; si están tristes, regálanse; de manera que toda la triste vida se [331] nos passa a unos en hazer garrochas y a otros armar talanqueras; a éstos inventar ingenios y aquéllos reparar baluartes. Quiero dezir que el mundo y la carne no se occupan sino en combatir, y nosotros todo el tiempo avemos menester para dellos nos defender.

Todos estos remedios se entienden contra los trabajos de la carne, pero ¿qué haremos, que aquí no se entiende entre éstos la maldita de la embidia? ¡O, malaventurada hazienda, de la qual todos tienen embidia! Por çierto, contra la embidia ninguno tiene fortaleza donde se defienda, cueva donde se asconda, cumbre donde se encumbre, montaña donde se acoga, boscaje donde se embosque, navío con que se escape, cavallo con que se acoga, dinero que le rescate. La embidia es una serpiente tan enconada, que jamás huvo ni avrá mortal entre los mortales que de sus dientes no fuese mordido, de sus uñas arañado, de sus pies acoçeado y de su ponçoña entoxicado. Yo te iuro, mi Piramón, por los dioses immortales, que aquellos que la fortuna sublimó con mayores riquezas, como cruel les dio ella mayores dentelladas. Tórnote a iurar otra vez, y no te descuides, que la malvada embidia para los que están reposando en muchos regalos tiene ella guardados unos secretos colmillos. Tórnote y tórnote avisar otra vez que es la embidia tan embidiosa, que a los que della están más descuidados, a ésos da ella más crudas coçes. Yo he leído muchos libros hebreos, griegos, latinos y caldeos, y aun he hablado con hombres muy sabios por ver si hallara algún remedio contra el hombre embidioso. Confiéssote una verdad: que todo leído lo que se avía de leer, y mirando lo que se avía de mirar, y preguntando lo que se avía de preguntar, no hallo otra cura para el mal de la embidia sino despedirnos de la próspera y assentarnos con la adversa fortuna.

¡O, malaventurados los prósperos, y tristes los de altos estados, que no pueden huir de Scylla sin caer en Caribdim, no pueden escapar el peligro sin que hechen en la mar su thesoro! Quiero dezir que la enfermedad de embidia no les escapará de la muerte, y la mediçina que le applicamos no le assegurará la vida. No sabría determinarme quál es mejor o, por mejor dezir, es menos peor: estremada miseria sin [332] baibenes de fortuna o mediana prosperidad que amenaza siempre caída. En este caso por ser tan estremado por agora no me determino, pues en lo uno peligra la vida y en lo otro no está segura la fama. Diréte, mi Piramón, lo que dezía el muy sabio Çiçerón quando veýa que de muchos era perseguido en Roma. Dezía, pues, él: «Mirad, romanos, no hos tengo a vosotros por tan buenos, ni a mí por tan malo, que en todo digáis verdad, y yo en todo tracte mentira. Yo soy çierto que no tenéis embidia porque yo no soy vosotros; sino porque vosotros no podéis ser yo. Y en tal caso más quiero que mis enemigos me tengan embidia que no mis amigos manzilla.»

Por çierto este orador habló al appetito de los prósperos, dexando de dar remedio a los tristes. Pues yo te iuro, mi Piramón, que después que vio Çiçerón los campos de Pharsalia, él tomara qualquier consejo y remedio en Roma, porque si César le otorgó la hazienda y la vida, no le tornó su crédito y fama. No sé, por çierto, mi Piramón, qué remedio te dé contra la embidia, pues vees que está todo el mundo lleno de embidia. Veo que somos hijos de embidia, nasçemos con embidia, bivimos con embidia y morimos con embidia, y quien dexa mayor hazienda dexa mayor embidia. Los antiguos sabios consejavan a los ricos que no tuviesen cabe sí pobres, y amonestavan a los pobres que no morasen iuncto a los ricos; y por çierto tenían razón, porque en la riqueza del rico haze su sementera la embidia del pobre, y de lo que falta al pobre y de lo que sobra al rico se cría el escándalo en el pueblo. Por los dioses immortales, mi Piramón, te iuro (aunque los malos querrían iurase falso) que quantos ricos y regalados crían la cobdiçia tantos embidiosos y verdugos della ha de criar la embidia.

Conséjote una cosa, y es que no es buen consejo para huir la embidia te apartes de la verdad, que es contraria a ella. Dize Homero que en su tiempo fueron dos griegos en todo estremo estremados: el uno muy estremado en hazañas, pero muy perseguido de embidia, y fue Achilles; el otro notado en maldades, y jamás hombre le tuvo embidia, y fue Thesites. Por çierto, yo más querría ser Achilles con embidia que no Thesites sin ella. Bien sabes tú, Piramón, que los romanos no buscamos sino descanso para la vida y honra para después de [333] la muerte. Y pues que assí es, no es possible sino que hombre de quien todos tienen embidia deve tener encumbrada su fama, y en reposo su vida; y si estas dos cosas vemos en ti tus amigos, poco se nos da murmuren de ti tus enemigos.

Escrívesme que allá en Lugduno todos estavan buenos y alegres, sino tú, que estás malo y triste. Pues ellos no me muestran plazer de tu pesar, no me muestres tú pesar de su plazer, porque podrá ser que algún día ellos estén tristes como tú estás agora alegre, y así ternéis igual la sangre. En un malo no puede aver mayor maldad, y en bueno mayor falta, que es pesarle del bien estraño y plazerle del mal ageno. Y caso que todos nos hagan daño con la embidia, pero mucho más el amigo que no el enemigo; porque del enemigo guárdome y con el temor apártase, mas el amigo con el amistad engáñame y yo por la fidelidad descuídome. Entre todos los mortales enemigos no ay peor enemigo que es el amigo que de mi feliçidad es embidioso. Concluyo, mi Piramón, que si te velas de los enemigos estraños te desveles entre los tuyos domésticos.

No sé qué más te escriva, sino que de todo coraçón de tu mal me pesa. Ya sabrás cómo tu sobrina Brixa la mató su marido de una puñalada: yo tengo compassión a la vida que perdió y a la fama que dexó. A Flavio Prisco, tu tío, le han criado agora çensor de nuevo. El pleyto de tu hermano Fornión con Butrio ya se determinó por el Senado. Plázeme que son amigos, y cada uno dellos me dixo que yva contento. El libro intitulado Consolaçión de tristes ya le tengo acabado y en el Capitolio puesto. Escrevíle en griego; por eso no te le embío. Una espada muy rica y una çinta muy hermosa te embío. Mi Faustina te saluda, y aý te embía para tu muger dos esclavas. Los dioses sean en mi guarda, y a ti consuelen en la presente angustia. Marco, el no bien fortunado, a ti, Piramón, el muy desconsolado.

* * *

Aquí acaba el segundo libro llamado Áureo, el qual es epistolario de Marco Aurelio, XVII Emperador de Roma. Fue traduzido por el Reverendo Padre fray Antonio de Guevara, Predicador en la Capilla de la Sacra, Cessárea, Cathólica Magestad.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

<<< Carta 18


Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
© 1999 Fundación Gustavo Bueno (España)
Proyecto Filosofía en español ~ www.filosofia.org