La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo XXX
Cómo en los prínçipes más que en todos los otros es muy peligrosa la ignorançia. Habla bien este capítulo en favor de los sabios.


Proseguiendo el Emperador su propósito, añadió estas palabras a lo sobredicho:

Mirad, amigos, caso que en todos es dañosa la ignorançia y en cada uno haga falta la sabiduría, mucho más lo es en el príncipe, el qual no se deve contentar con que sepa lo que sabe uno de los sabios, sino que ha de saber todo lo que saben todos, pues es señor de todos. A mi paresçer, no se eligen los príncipes por pensar que han de comer más que todos, vestir más que todos, correr más que todos, iugar más que todos, hablar más que todos, tener más que todos, sino con presupuesto que han de saber más que todos. El príncipe, quando la sensualidad quisiere desenfrenar, mire que en su persona ha de estar muy honesto, y dévese acordar sólo de esta palabra. Y es que quanto es mayor su poderío que todos, tanto ha de ser su virtud mayor que todos.

Por çierto, gran infamia es ver a un hombre ser más poderoso que todos los poderosos y más rico que todos los ricos, y por otra parte cognoscan todos ser más nesçio que todos. Todos los defectos y flaquezas se pueden encobrir en el que govierna, si no es la ignorançia; porque si es malo, sólo es malo para sí, mas la ignorançia en el príncipe es pestilencia que hiere a él, mata a muchos, encona a todos, despuebla los reynos, oxea los amigos, espanta los [120] estraños y finalmente daña a sí y escandaliza a los otros. Quando Camillo triumphó de los gallos, el día de su triumpho escrivió estas palabras en el alto Capitolio: «¡O!, Roma, tú eres madre de sabios y madrasta de neçios.» Fueron palabras dignas de tal varón.

Si no me engaña mi memoria, por cierto más nombrada fue Roma por los sabios que en ella entravan que por los exércitos que della salían. Los nuestros antiguos romanos más fueron temidos por su saber que no por su conquistar. A los que quedavan rodeados de libros en Roma, y no a los que yvan cargados de armas, temía toda la tierra. Por eso jamás fue vençida Roma, porque si desbaratavan sus exércitos, nunca se agotavan ni acabavan sus sabios. No sin lágrimas lo digo, que no ha caído Roma de la cumbre de su estado por falta de armas y dineros para pelear, sino por no tener sabios y hombres cuerdos con que se regir. Nuestros padres lo ganaron como sabios y nosotros sus hijos lo perdemos como simples.

Todas las cosas que por los hombres son mucho deseadas se alcançan con trabajo, se sustentan con congoxa y se reparten con enojo. Y la razón desto es porque no ay cosa tan buena, ni tan amada, que el discurso del tiempo no nos haga o dexarla o menospreçiarla o aborreçerla o tener astío della. Es la vanidad tan vana, y el mundo tan mundo, y los perdidos tan perdidos, que con deseo iuvenil, desenfrenados sus deseos, velan muchas vezes por alcançar una cosa y después se desvelan por salir della. Y por mostrar más su liviandad, lo que les costó mucho dan a menospreçio; lo que amavan entonçes, aborreçen agora; y lo que con gran fervor alcançaron, con gran furia lo dexan. Y parésçeme que es juizio de los dioses que, pues el que ama se ha de acabar, y lo amado ha de aver fin, y el tiempo en que se ama ha de fenesçer; iusto es el amor con que se ama aya de acabar. Pero es tan descomedido nuestro appetito, que, en viendo una cosa, la deseamos; y en deseándola, la procuramos; y en procurándola, la alcançamos; y en alcançándola, la aborreçemos; y en aborreçiéndola, la dexamos; y en dexándola, luego otra cosa procuramos; y procurada de [121] nuevo, la aborreçemos. De manera que quando començamos a amar aquello, acabamos de aborrecer esto, y acabado de aborreçer lo uno, començamos a amar lo otro, y finalmente se acaba primero nuestra vida que no nuestra cobdicia.

No es assí de la sabiduría, la qual en el coraçón do una vez entra haze olvidar el trabajo con que se alcançó, tiene por bueno el tiempo passado, goza con verdadero gozo del tiempo presente, pone astío de oçiosidad, no se contenta con lo que sabe, despierta el appetito a más saber, ama lo que otros dexan y dexa lo que otros aman; y finalmente el que es verdadero sabio, holgando en el mundo trabaja, y trabajando en sus libros descansa.

Y como de todas las cosas no hemos de dezir sino lo que sentimos dellas, porque de otra manera hablaríamos por paresçer ageno y no por experiençia propria, en este caso digo que, aunque no esperase gualardón de los dioses, ni honra entre los hombres, ni memoria en los siglos advenideros, holgaría ser philósopho sólo por ver quán gloriosamente el philósopho passa su tiempo. Pregunto una cosa: quando mi juizio está offuscado en lo que ha de hazer; quando mi memoria está descordada en lo que ha de acordar; quando mi cuerpo está çercado de dolores; quando mi coraçón está cargado de cuidados; quando yo estoy sin saber dó estoy rodeado de mill peligros, ¿dónde me puedo yo mejor hallar que es acompañado de sabios o metido entre los libros? En los libros hallo sabios de quien deprender, hallo esforçados a quien imitar, hallo prudentes para me consejar, hallo tristes con que llorar, hallo alegres con quien reír, hallo simples de quien burlar, hallo lo bueno que he menester, y hallo lo malo de que me he de guardar; y finalmente en las escripturas hallo cómo en la prosperidad me tengo de regir y cómo en la adversidad me tengo de valer.

¡O!, quán bienaventurado es el hombre que es bien leído, y muy más bienaventurado si por mucho que sepa se allega a consejo. Y caso que todo esto aya de tener verdad en todos, mucho más es necessario en aquel que es governador [122] de todos. Infallible regla es que el príncipe sabio nunca puede ser simplemente bueno, sino muy bueno; y el príncipe ignorante nunca puede ser simplemente malo, sino muy malo. Al príncipe que no es bien fortunado, gran escusa le es la sabiduría para escusarse con su pueblo de todos los reveses que le da la fortuna. Quando el príncipe es amado de su república y es virtuosa su persona, luego dizen todos quando no le succede bien la fortuna: «A nuestro príncipe, si le faltó la fortuna, no le faltó la cordura; y si no fue venturoso en los fines, a lo menos mostróse ser sabio en los medios. Y lo que agora le negó ventura, otro día se lo tornará su sabiduría.»

Y por el contrario, el príncipe que no es sabio, y con esto es aborrecido del pueblo. Por cierto, en los siniestros de fortuna él corre peligro, porque si en las graves cosas le succede mal, luego dizen que fue por la ignorançia de su persona, o por el mal consejo de su casa. Y si acaso le succede bien, attribúyenlo no a él bien lo guiar, sino a la fortuna lo permittir; no a la sagacidad que tuvo en los medios, sino a la piedad que tuvieron dél todos los dioses. Pues que assí es, el príncipe cuerdo el tiempo que le vacare deve en secreto leer sus libros y en público communicar y aconsejarse con sabios, y caso que de su desdicha permitta que no tome sus consejos, a lo menos cobrará crédito de sabios entre sus vassallos.

No quiero más dezirhos, sino que estimo tanto el saber y al sabio que lo sabe, que si huviese tienda de sciencia como la ay de mercadería, yo daría toda mi hazienda sólo por lo que deprende un sabio en un día. Finalmente digo que lo poco que deprendo en una hora, no lo daría por quanto oro ay en la tierra, y más gloria tengo de los libros que he passado y de las obras que he compuesto que de las batallas que he vençido ni de los reynos que he ganado. [123]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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