La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo XVII
Que los prínçipes no deven ser exquivos en su conversación, y de lo que Marco Emperador dixo a un senador en este caso.


Oýdo por Marco Aurelio Emperador lo que en presencia de todos el sobredicho senador le avía dicho (conviene a saber: por qué se dava a todos), respondióle:

Amigo, yo me doy a todos porque todos se den a mí. Créeme que la mucha austeridad en el príncipe le causa desamor en el pueblo. Ni lo quieren los dioses, ni lo permitten las leyes, ni lo suffre de grado la república, que los príncipes sean señores de muchos y no se communiquen sino con pocos. En los libros lo he leído y en mí lo he experimentado: que el amor de los súbditos, la seguridad del príncipe, la autoridad del Imperio y la honra del Senado la conservan los príncipes no con estrema esquividad, sino con agradable conversación. El pescador no se va con un çevo solo a pescar diversos pesces del río, ni el marinero con una red sola entra en las mares. Quiero dezir que las voluntades profundas de los profundos coraçones, a unos con dones, a otros con palabras, a éstos con promesas, aquéllos con sabores se las hemos de ganar. Los rabiosos cobdiciosos no se contentan que les abran las entrañas y les çierren los thesoros; y los que sirven con amor menos se contentan abrirles los thesoros y çerrarles las entrañas. Antiguo proverbio fue de Pythágoras amor pagarse con otro amor.

¡O, quán mal fortunado es el príncipe y quánto no de [77] buenos hados la república en la qual el pueblo no sirve al señor sino por las merçedes y el señor no los tiene ni ampara sino por los servicios! De muchas piedras y de una clave se fabrica el edificio, y de varias gentes y un señor se compone la república; y, si Geometría no me engaña, la cal que iuncta piedra con piedra es mezclada con arena, mas la que çierra las piedras con la clave es cal viva; y con razón, porque apartándose las piedras, ábrese la pared, mas cayéndose la clave, pereçe el edificio. El que fuere sabio ya me avrá entendido. El amor entre vezino y vezino súffrese ser aguado, mas el del príncipe con su pueblo requiere que sea puro.

Muchas passiones entre muchos y por muchos tiempos en los barrios de Roma vi ser atajadas en un día, y sola una que se levanta entre el Señor y su repúbica hasta la muerte no es concluida. Diffícil es conçertar muchos con muchos, y más diffícil concordar uno con uno; pero sin comparaçión es más conçertar a muchos con uno y a uno con muchos. Y en este caso ni quiero salvar a los príncipes, ni dexar de condemnar al pueblo. ¿De dónde pensáis que viene oy los señores con enojo mandar cosas iniustas y los súbditos no les obedesçer en cosas iustas? Pues oýd, que yo hos lo diré. El príncipe, haziendo de hecho y no de derecho, quiere hundir las voluntades de todos en el crisol de su juizio, y sacar de sí y de todos un solo su pareçer y querer. Y por contrario, la muchedumbre de gentes, desplomando el juizio de su señor, quieren que quiera, no lo que él quiere para todos, sino lo que cada uno desea para sí. Por cierto, grave cosa es, aunque muy usada, querer uno que le vengan las ropas de todos, y tan terrible es querer todos les armen las armas de uno. Pero ¿qué haremos?, que assí nos dexaron el mundo nuestros padres, assí le tenemos sus hijos, y aun peor le dexaremos a nuestros herederos.

¡O, quántos príncipes de mis antepassados he leído averse perdido por mostrarse sacudidos y a ninguno por ser amoroso! Quiérohos dezir algunos exemplos de los que he leído en mis libros, porque vean los príncipes qué ganan [78] en la buena conversaçión y qué pierden en la mucha estrañeza. Aquel reyno de los siciomios, mayor en armas que el de los caldeos y menor en antigüedad que el de los assyrios, una debastía de reyes les duró dozientos y veinte años, porque todos fueron de loable conversaçión, y otra debastía (según dize Homero) no duró sino quarenta y çinco años, porque sus reyes fueron de mala condición. El nono epíphano de los egypcios fue descompuesto porque era ley que a los templos todos fuesen descalços los días festivales, y este rey fue una vez cavalgando, y assí se puso delante del dios Apis, que era el dios de los egypcios; la qual cosa no fue cometida quando con quitarle el reyno luego fue castigada. El sexto arsáçida del indómito reyno de los parthos, no sólo fue privado, mas aun desterrado del reyno, porque se combidó a las bodas de un cavallero y no quiso ir, siendo combidado, a las bodas de un plebeyo. Entre los latinos, aunque su reyno era estrecho, pero sus coraçones eran muy grandes, como uno de sus murranos (que assí llamavan a sus reyes) çerrase las puertas de noche por dormir seguro, fue privado del reyno, porque era ley que ningún príncipe a ninguno ni a ninguna hora de la noche ni del día tuviese çerrada la puerta, y que a él para quitar enemigos, y no para criarlos, le avían elegido por rey. Tarquino, último rey de los primeros reyes romanos, fue ingrato a su suegro, infame a su sangre, traidor a su patria, cruel a su persona y adúltero con Lucreçia; pero no le llaman ingrato, ni infame, ni cruel, ni traidor, ni adúltero, sino Tarquino el sobervio por aver sido mal acondiçionado. Y aun a ley de bueno vos iuro que, si el triste de Tarquino en Roma fuera bienquisto, por el adulterio de Lucreçia nunca del reyno fuera privado. Otras maldades más graves antes que él y más gravíssimas después que él se cometieron por emperadores viejos en el Imperio, las quales eran tales, que hazían muy pequeñas las de aquel moço liviano.

Por çierta cosa tengan los príncipes que si dan muchas occasiones para mal los querer, después una y muy pequeña abasta a sus súbditos para se lo mostrar. El odio que tiene su señor con su siervo, si no lo muestra es por no querer, [79] mas el del súbdito con su señor es por no poder. Iulio César, último dictador y primero Emperador, porque olvidado ser hombre entre los hombres, pensando ya que era dios entre los dioses, siendo loable costumbre el Senado saludar al emperador de rodillas y el emperador levantarse a sus mesuras, por no querer de presumptuoso guardar esta çerimonia, mereció con veynte y dos puñaladas perder la vida. Y como digo de estos pocos, podría dezir de otros muchos.

Los médicos con poco ruibarbo purgan muchos humores de los cuerpos y los emperadores con poca benevolençia quitan muchas passiones de las entrañas. El pueblo a su príncipe deve obediencia a sus mandamientos y acatamiento a su persona, y el príncipe deve ygual iusticia a cada uno y dulce conversación a todos. Marco Porcio dezía muchas vezes en Roma: «Aquella república es perpetua sin recelo de arrepentina caída, en la qual el príncipe halla obediencia en los pueblos y los pueblos hallan amor en el príncipe, porque del amor del señor nasce la obediencia en el súbdito, y de la obediencia del súbdito nasce el amor en el Señor.»

El Emperador en Roma es como la araña en medio de la tela, do si un estremo de aguja toca al estremo de la tela, luego lo siente el araña. Quiero dezir que todas las obras que haze el Emperador en Roma luego son publicadas en toda la tierra. Bien veo que oy he sido iuzgado de la malicia humana por aver acompañado la processión de los captivos y me dexé tocar dellos porque gozasen del privilegio de ser libres. Yo doy gracias a los dioses de mis buenos hados porque me hizieron emperador piadoso para soltar los presos y no cruel tyranno para prender los libres. Y como dize el proverbio que de un tiro se matan dos páxaros, assí fue oy en este caso, porque el beneficio fue solo para estos míseros, mas el favor para todas sus naçiones. ¿Y no sabéis que quitando los hyerros a estos captivos los heché a los coraçones de sus reynos? Finalmente digo ser más seguro al príncipe servirse de coraçones libres con amor, que no de vasallos aherrojados con temor. [80]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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