La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Una década de Césares
Comiença la vida del Emperador Pértinax,
copilada por el señor don Antonio de Guevara, Obispo de Mondoñedo,
predicador y chronista y del Consejo de su Magestad.


>>>

Una década de Césares / El Emperador Pértinax
Capítulo primero

Del linage y naturaleza del Emperador Pértinax.

El Emperador Publio Pértinax nasció en la provincia Apenina, en un lugar llamado Martos, en el segundo año del imperio de Trajano, y llamóse su padre Liveotino, hombre que bivía de su proprio sudor y trabajo. Siendo Pértinax mochacho, servía a su padre de traer leña con un asno y vendíala en el pueblo, y al tiempo de venderla era tan caro y tan porfiado, que si no le davan lo que pedía en el primero precio, antes dexava de vender la leña que abaxar de lo que avía pedido una blanca; y como todos le tenían ya sobre ojo y por carero, de allí vino a llamarse Pértinax, que quiere dezir «porfiado», porque de antes su proprio nombre era Publio.

Visto por Pértinax que ya todos le llamavan no Publio, sino porfiado y carero, fuese de su pueblo corrido y afrentado, y diose a deprender a leer y a escrevir; y después que lo supo trabajó por saber la lengua griega y latina, y al fin salió con la una y con la otra, por manera que se dio mejor maña en aprender la sciencia que no en vender la leña. Ya que Pértinax se vio instructo en la lengua griega y latina, acordó de yrse a la guerra y deprender el arte militar, porque le paresció que del estudiar se le seguía mucho trabajo y ningún provecho, y que disminuýa la vida y no acrescentava nada en hazienda. En aquellos tiempos tenían guerra los romanos con los assirios y era capitán contra ellos el cónsul Loliano, y como Pértinax se fuesse a Assiria, assentó con un capitán romano por moço de despensa, y como sirviesse fielmente en su officio, y junto con esto al tiempo de los rebatos no fuesse él el postrero, sacóle su amo de la despensa y hízole ganar [586] sueldo en la guerra. No pocos días después que Pértinax començó a ganar sueldo en la guerra, le dio su amo un officio de honrra en su capitanía, y fue el que tienen agora los sargentos (es a saber: dar orden cómo hagan el caracol los soldados). Cada día yva cobrando fama en la guerra Pértinax, y su ánimo y esfuerço a todos era ya muy notorio en el campo, y succedió esto: que como en un rebate matassen al capitán de su capitanía, el cónsul Loliano mandóle a él que tuviesse cargo della, y diose en ella tan buena maña, que en breve espacio no sólo vengó con sangre la sangre del capitán su amo, mas aun se hizo amar de los romanos y temer de los enemigos.

Acabada aquella guerra de Assiria, quedó Pértinax por pretor della, y quan temido fue de los assirios en tiempo que les hazía guerra, tan amado fue después en tiempo de paz, porque si de antes fue riguroso con los enemigos, sin comparación fue después muy más clemente con los culpados. En el segundo año que imperava el buen Marco Aurelio, revelóse contra los romanos el reyno de los parthos, y entre otros capitanes que fueron llamados para aquella conquista fue Pértinax, pretor de Assiria, y assí tomaron muy estrecha amistad Marco Aurelio y Pértinax, en que dende en adelante no se tractavan como señor y siervo, sino como padre y hijo, porque ninguna cosa grave ni gravíssima mandava Marco Aurelio a Pértinax que no la cumpliesse, y ninguna cosa aconsejava Pértinax a Marco Aurelio que no la obedesciesse. En aquella guerra de los parthos fue Pértinax tan cauto en los peligros, tan animoso en los combates, tan cuerdo en los consejos, tan venturoso en las cavalgadas y tan esforçado en las batallas, que a dicho de los enemigos y a juyzio de los exércitos, él sólo merescía más gloria que todos.

Acabada la guerra de Asia, embióle el Emperador Marco Aurelio por pretor en la provincia de la Gran Bretaña, que agora se llama Ynglaterra. Dos años después que vino en Bretaña, se levantó una guerra contra los germanos, a la qual fue llamado Pértinax, y allí tuvo cargo del águila, que era ser alférez del pendón real, y llámavase águila porque los romanos traýan pintada en la vandera una águila. Estando Pértinax [587] en la guerra de Germania, fue su propria madre a verle desde Roma porque avía ya diez años que no le avía visto; y no diez días después que vio al su muy desseado hijo murió y pasó deste siglo, y Pértinax hízole hazer unas obsequias tan honrradas y un sepulchro tan generoso, en que fue tomado por agüero que ella era madre de futuro emperador y que a manos dél avía de venir el imperio.

Acabada la guerra de Germania, embió el Emperador Marco Aurelio a mandar a Pértinax que se passasse en la provincia de Dacia, que agora es Dinamarcha, y señalóle cinqüenta mil sextercios de salario (que podían valer cinco mil ducados de nuestra moneda), de la qual cosa tomó a muchos embidia, assí por el mucho dinero que le dava como por la honrrosa governación que le cometía. Como Pértinax era ya rico, valeroso, esforçado y estimado, de todos era embidiado y malquisto, y este odio y embidia que le tenían los otros sus contemporáneos en la guerra, mostrávanselo en que le afeavan y publicavan mucho sus descuydos y escurescían y deshazían sus heroicos hechos. Antigua costumbre es en la malicia humana no tener por bueno sino lo que amamos, aunque sea malo, y no tener por malo sino lo que aborrescemos, aunque sea bueno. Vinieron desde Dacia ciertos militares a Roma, los quales hizieron contra Pértinax una información tan siniestra y tan fea, que luego a la ora el Emperador le suspendió el officio y le quitó el salario, y que a su propria costa sirviesse un año en el Illírico. Notificado el mandamiento imperial a Pértinax, luego obedesció y mostró mucha paciencia, y fuese al Illírico a cumplir su destierro con mucha constancia, y dizen que dixo esta palabra al tiempo que de los de Dacia se despedía:

No me pesa por la honrra que me quitan, ni por el salario de que me privan, ni por el destierro do me embían. Pésame por ser tan buen príncipe el que esto mandó sin ser yo oýdo y él bien informado, porque sabida como se sabrá en breve mi innocencia, al Emperador mi señor notarán todos de príncipe que se cree de ligero, y a mí loarán de cavallero limpio y suffrido. [588]

Como Pértinax lo dixo, assí succedió, es a saber: que el Senado mandó hazer la pesquisa y, como hallassen a Pértinax libre de todo lo que avía sido accusado, y muchas cosas de que ser loado, fue por sentencia pública restituydo en su honrra, y a los que le accusaron dieron la mesma pena que él padescía, aunque después en breve tiempo por su ruego les fue perdonada, porque Pértinax naturalmente era compassivo y ninguna cosa vengativo. [589]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Pértinax
Capítulo II

De las varias fortunas que passó Pértinax antes que uviesse el imperio.

El Emperador Marco Aurelio tenía a Pértinax en reputación de hombre virtuoso, animoso, callado, esforçado y aun bien fortunado; mas después que con falsa relación le desterró, túvole por muy cuerdo y suffrido de ver la paciencia que tuvo en aquel tan injusto destierro y después cómo rogó por los que le avían desterrado. En recompensa de la injuria que Marco avía hecho a Pértinax, hízole pretor de Dacia y embióle con las provisiones juntamente la insignia y también le constituyó capitán de la primera legión, es a saber: llevar en los reales la vanguarda, que es la cosa de más confiança y de más honrra en la guerra, de manera que por do sus enemigos le pensaron más abatir, por allí tuvo occasión de más valer.

La provincia de Nórico y Recia se amotinaron contra los romanos, y como fuessen los que estavan en la guarda del Illírico contra ellas, embiaron a dezir que ellos se reduzirían al imperio y servicio de Roma si les davan por governador a Pértinax y les quitavan al que entonces tenían, diziendo y jurando que no se revelavan por no querer estar a los romanos subjectos, sino por ser como eran de sus officiales maltractados. Mucho se holgó el Emperador Marco de que supo que aquellas provincias se reduzían a su servicio, y mucho más se holgó de que supo que a Pértinax le pedían por governador de aquella tierra, lo qual él luego le embió mandar y rogar, y porque Pértinax acceptasse su ruego y condescendiesse a su mandamiento embióle la insignia del consulado. [590]

Después de muchos días que esto passó, embió por Pértinax el Emperador Marco Aurelio, el qual quando vino en Roma avía diez y seys años que avía salido della; y, como era en las cosas de la guerra tan afamado, allí salían todos por las calles de Roma a verlo como si fuera algún monstruo traýdo de los desiertos de Egipto. Venido, pues, en Roma, llevóle el Emperador Marco al Senado y allí le loó y honrró de todas las maneras que un amigo suele de otro amigo ser loado y honrrado, y ésta fue muy gran novedad en Roma, es a saber: hablar ningún príncipe por otro en el Senado, porque a los semejantes capitanes como Pértinax solamente les oýan lo que querían dezir, mas ninguna palabra dentro del Senado les acostumbravan responder. Luego en las calendas siguientes de Jano fue Pértinax criado por cónsul, y quisiera mucho el Emperador Marco que no le criaran los del Senado en cónsul por hazerle él pretor del pretorio, porque le tenía en possessión de muy cuerdo para governar las cosas de la república y de muy justo para administrar la justicia. Los pueblos que estavan cabe el Danubio escrivieron al Emperador Marco cómo estavan robados, perdidos y mal governados, y que si no tornava a Pértinax por governador de aquella provincia, en breve se revelaría toda la tierra, lo qual oýdo por Marco mandóle y rogóle y aun forçóle que tornasse al Danubio, y para esto diole el poder y el salario tan cumplido, que no reservó para sí más de el nombre de Emperador su señor Marco.

No un año después que Pértinax estava en la governación del Danubio, le embiaron nuevas provisiones del Senado para que governasse la provincia de Dacia por muerte de Cassio, y que también tomasse residencia al pretor de Pannonia, que se llamava Rogerio, por manera que no avía cosa en la superior y inferior Alemania que por mano de Pértinax no fuesse governada y proveýda. Dos años después que el Emperador Marco muriesse, fue Pértinax amovido de la governación de Germania y llevado a Siria, la governación de la qual era la mejor y más honrrosa y aun más provechosa cosa que se proveýa en Roma, porque no se dava sino al cónsul más antiguo o al capitán más esforçado o al senador [591] más anciano o al embaxador que mejor avía en su officio servido.

En quanto bivió el buen Emperador Marco Aurelio, siempre Pértinax fue en todos sus officios muy cuerdo, muy justo, muy severo y muy limpio; mas después que el buen Emperador murió, luego afloxó y fue notado de avaro y cobdicioso, porque dende en adelante más empleó sus fuerças en allegar para sí hazienda que no en la buena governación de la república. Deste tan notable exemplo se puede inferir lo que cada día vemos acontescer, y es que los buenos príncipes de malos hombres hazen buenos criados y los malos príncipes de buenos hombres hazen malos criados; porque muchas vezes, aunque el criado es naturalmente malo, esfuérçase a ser bueno viendo a su señor ser bueno, y si por el contrario el príncipe es malo, desmándase su criado a ser malo aunque sea de su natural bueno.

Ya era Emperador Cómodo en Roma quando Pértinax cohechava y allegava dineros en Asia, contra el qual se levantaron los pueblos, diziendo que los tenía robados, y él determinó de venirse a Roma, porque de otra manera ya le andavan acechando para quitarle la vida, y a Cómodo que no le pesava por heredarle la hazienda. Venido Pértinax en Roma, el tyrano Perenio, que a la sazón governava el Imperio y mandava a Cómodo, hízole muy mal rescebimiento y peor tractamiento, y esto no porque Pértinax lo merescía, sino por darle occasión a que se fuesse de Roma, porque siendo como era cuerdo, sabio, valeroso, rico y anciano, temíase Perenio no le desprivasse Pértinax de la privança de Cómodo.

Como vio Pértinax las locuras de Cómodo, las tyranías de Perenio y la perdición del Pueblo Romano, acordó de salirse de Roma y yrse a tierra de Liguria, y apartóse a bivir en una aldea pequeña do en otro tiempo su padre bivió y fue bodegonero, y como comprasse aquella pobre tienda do su padre comprava y vendía azeyte, pescado, vino y pan y vitualla, hizo en torno della un muy generoso hedifficio, quedando ella en medio sin añadirle ni quitarle una teja ni un palo. Mucho se holgava Pértinax de ver aquella tierra por la qual él avía andado quando era niño, y como supiesse que era bivo un asno [592] hijo de otro asno con que él vendía la leña, compróle y hízole hazer tan buen tractamiento como si fuera algún su criado antiguo, mandando que le diessen muy bien de comer y que no le occupassen más en trabajar. Hizo allí muchos y muy solennes hedifficios, y compró infinitos heredamientos, y dio muchos dineros a parientes y a otros vezinos y amigos suyos antiguos, y estava tan alegre y tan contento de verse rico do se avía visto pobre y de estar con reposo después de tanto trabajo, que dezía y escrevía a sus amigos que, si los príncipes supiessen y gustassen a qué sabe el reposo, ellos mismos de su voluntad dexarían el imperio.

Estando Pértinax en este reposo, embióle a mandar (y no a rogar) Cómodo que fuesse por pretor de Bretaña, lo qual como él obedesciesse más de temor que de voluntad, començó luego a corregir y a ordenar las huestes, las quales estavan en el robar muy absolutas y en el bivir muy dissolutas. Levantóse un día un ruydo en una legión y el ruydo no fue porque entre ellos uviesse contienda, sino porque entrando a despartir Pértinax le quitassen la vida. Succedió de tal manera el caso, y viose Pértinax en tanto peligro, que pensando todos que quedava ya muerto, escapó entre los muertos bivo, aunque muy crudamente herido. Después que las cosas fueron apaziguadas y Pértinax convalesció de las heridas, tan acérrimamente castigó la trayción que contra él tenían ordenada, que dio que murmurar en Roma y que llorar en Bretaña. Sabido en el Senado lo que entre el exército y Pértinax avía passado, embiáronle a suspender el officio de pretor y diéronle cargo de proveer los bastimentos, mas él no lo quiso acceptar, sino que suplicó le diessen licencia porque él se quería yr, porque el exército le tenía a él por rezio y él tenía al exército por sospechoso.

Venido Pértinax a Roma, halló que el tyrano Perenio era ya muerto, y como Pértinax era hombre de auctoridad y gravedad, cayóle un poco de tiempo en gracia al Emperador Cómodo, y encomendóle la prefectura de la ciudad, y como en este officio avía succedido a Fulciano, que fue rigurosíssimo, fue en extremo Pértinax muy quisto de todo el pueblo, porque era muy manso, clemente y piadoso. No le plazía a [593] Cómodo que fuesse Pértinax tan bienquisto en el pueblo, y como no hallava occasión para matarle ni para desterrarle, acordó de mostrarle la mala voluntad que le tenía para que él mismo se fuese de Roma, y esto fue haziéndole malas obras y diziendo dél malas palabras. Dexada, pues, Pértinax la pretoría de Roma, fuese a retraer a su propria tierra y casa, con presupuesto de no salir della en todo el restante de su vida, lo uno porque él sentía que Cómodo andava buscando occasiones para le matar, y lo otro porque era ya muy viejo y quería en lo suyo proprio descansar. [594]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Pértinax
Capítulo III

De lo que dixeron y de lo que él respondió a los que le offrescieron el imperio.

Después que Marcia y Leto y Electo y Narciso mataron al Emperador Cómodo, siendo ya gran parte de la noche passada, cargó el sueño a los que guardavan el palacio, y como profundamente estuviessen todos dormiendo, tomó Marcia y sus compañeros el cuerpo de Cómodo y enbuélvenlo en un serón viejo con que los esclavos alimpiavan el establo, y mandaron a dos dellos que lo sacassen fuera, diziéndoles que yva lleno aquel serón de vassura. Después que el cuerpo se sacó de palacio, pusiéronle en un carro y lleváronle en una alcayría que se llamava Aristro, do Cómodo se solía yr a vañar y a holgar; mas otro día, como se divulgó la muerte de Cómodo, van los romanos y córtanle después de ya muerto la cabeça y llevan su cuerpo arrastrando por todas las calles de Roma.

Marcia y Leto y Electo, visto que avían muerto a Cómodo y que también tenían puesto el cuerpo en recaudo, acordaron entre sí de buscar y nombrar emperador, y esto antes que viniesse la mañana, lo uno para que el Imperio tuviesse dueño, lo otro para que los tuviesse a ellos so su amparo. Y assí fue, que otro día, quando se divulgó la muerte del uno, se publicó la electión del otro. Acontesció el caso desta manera: Leto y Electo, tomando consigo algunos de sus fieles amigos, vanse para la casa de Pértinax y llaman a la puerta, y dan mucha prissa a que los abran, y como un hijo de Pértinax los viesse venir armados y a tal hora y llamar tan de priessa, cayóle grandíssimo temor, y fue tan grande que al tiempo [595] que a su padre dezía la embaxada, començó a temblar y dexó de hablar. A la hora que Pértinax supo que Leto y Electo estavan defuera y que traýan consigo gente armada, saltó de la cama y mandó a gran priessa abrir la puerta, y todo esto procedía de muy gran ánimo y esfuerço, porque él túvose por dicho que, como aquellos eran tan privados de Cómodo y Cómodo era su enemigo, que viniendo a su casa a tal hora no podía ser sino a quitarle la vida. Al tiempo que los que venían de fuera se carearon con los que estavan dentro, ni se turbó ni alteró Pértinax, sino que a manera de hombre ya determinado a morir, dixo a Leto y a Electo estas palabras:

Ya sé que el Emperador Cómodo, mi señor, me embía a matar, de lo qual yo no me maravillo, sino que si me maravillo es cómo tanto tiempo me ha dexado bivir, porque de todos los antiguos criados que se criaron con su padre Marco, yo sólo soy bivo porque a todos los otros él los ha muerto. No podré yo con razón quexarme que estando quieto y seguro me embía a matar Cómodo, pues ha días que este día y esta postrema hora yo la esperava porque, aborresciendo como aborrescía yo su vida, cierto es que avía él de procurarme la muerte. No me pesa porque muero, sino porque muero antes que de manos de tan crudo tyrano no vi libertado mi pueblo, que a los immortales dioses juro nunca otra cosa les pedí para mí ni para mi casa sino que tuviessen por bien de antes que me quitassen la vida viesse yo en libertad a mi madre Roma. Yo he sido limpio romano y zeloso del bien común de mi pueblo, y espero en los immortales dioses que lo que no pude dellos alcançar en absencia, lo alcançaré en su presencia, do ellos examinarán la malicia de Cómodo y la innocencia mía. Tú, Leto, y Electo, criados y amigos y privados que soys de Cómodo, hazed lo que por él os ha sido mandado y sacadme ya deste tan enojoso mundo, que al fin morir a hierro o morir de fiebre todo es morir. [596]

Leto y Electo estavan espantados en ver la constancia que Pértinax tenía y las palabras tan excellentes que dezía, al qual respondieron:

¡O, quán occultos son los juizios de los dioses y quán varios los pensamientos que tienen los unos hombres de los otros! Esto te dezimos, Pértinax, porque tú piensas que venimos a quitarte la vida y no venimos sino a que tú nos des la vida y tomes so tu amparo a la mísera Roma. No te podemos hablar largo, a causa que ay poco tiempo y quiere ya amanescer. El caso es que el tyrano de Cómodo es muerto y la causa de su muerte fue porque tenía determinado (y se halló el memorial de su mano escripto) de nos matar a todos oy en este día, y como por una manera inaudita fuesse la cosa descubierta, determinamos de conservar nuestras vidas y dar fin a sus tyranías. En lo que hemos hecho, ni pensamos aver offendido a los dioses ni cometido trayción a los hombres, porque la vida deste tyrano a los dioses era enojosa y a los hombres peligrosa. Tiempo era ya que alguno diesse fin de su vida, pues a tantos buenos él avía quitado la vida. Nosotros, como éramos sus privados, sabíamos y conoscíamos muy bien los que él tenía por amigos y enemigos, y también sabemos que si tú, Pértinax, eres bivo, no es por él, que bien desseó y aun procuró de te matar, sino porque los dioses no le dieron lugar, porque te guardaron para que librasses a Roma y restaurasses a la república. Ninguno hasta agora sabe que Cómodo es muerto si no es Marcia y nosotros, que le matamos, y como pusimos las manos en él para le acabar, hemos puesto los ojos en ti para emperador te hazer. Créenos, Pértinax, que si otro mejor halláramos, otro mejor que tú eligiéramos, porque son tantos los daños que ha hecho este tyrano, que no se pueden remediar si no es por manos de algún príncipe virtuosíssimo. Lo que nos ha movido a eligirte y darte el imperio es ser como eres anciano, cuerdo, esforçado, virtuoso, rico y experimentado, y sobre todo amado y desseado del pueblo, porque el príncipe que no es a su pueblo accepto [597] será de muchos desobedescido y de muchos más desacatado.

Oýdas por Pértinax estas palabras, pensó determinadamente que se las dezían fingidas, y respondió a ellas:

Contentaros devríades, ¡o, Leto, y tú, Electo!, de cumplir simplemente el mandamiento injusto de Cómodo sin querer burlar deste pobre viejo, es a saber: primero lisongearle y después matarle. Ya os he dicho que hagáis lo que avéis de hazer, que quanto más aýna lo hizierdes, daréis a Cómodo plazer y a mí sacaréis de pena. Bien sé que no queda agora Cómodo durmiendo, sino que os está con cuidado esperando, y que no le puede al presente llegar mejor nueva que dezirle cómo distes ya fin a mi vida.

Visto por Leto y Electo que todavía estava dellos Pértinax sospechoso y incrédulo, tornáronle a dezir y replicar:

Ay tan poco tiempo para lo mucho que nos queda de hazer, que no resta tiempo para ponernos a porfiar sobre nuestra embaxada y tu sospecha, y porque veas que es verdad lo que te dezimos y no lo que tú presumes, toma y lee esse memorial escripto de la mano de Cómodo y aý verás quánta razón tuvimos de matarle a él anoche, pues nos avía de matar él oy.

Tomado el memorial Pértinax en las manos, reconosció la letra de Cómodo y halló en él puesto a sí mismo en el quarto grado, es a saber: que avía de matar Cómodo otro día a Marcia y a Leto y a Electo y a Pértinax, y assí por orden otros muchos senadores y cónsules romanos. Leýdo el memorial, Pértinax quedó quasi como espantado, y tornó de nuevo a preguntar si era verdad ser del todo muerto Cómodo, y como le dixessen que sí, començó muy desapiadadamente a llorar, diziendo que no llorava por la muerte de Cómodo, sino porque se acabava en él la memoria del buen Marco Aurelio. Y alçando los ojos Pértinax al cielo, dixo: [598]

¡O, infelice de ti, Marco Aurelio! ¡O, infelice de ti, Marco Aurelio! ¡O, infelice de ti, Marco Aurelio! Y llámote tres vezes infelice y desdichado porque fuiste desdichado en la muger que tuviste y en las hijas que criaste y en los hijos que engendraste. [599]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Pértinax
Capítulo IV

De una muy notable plática que hizo uno que se llamava Leto al exército romano en favor de Pértinax.

Después que Pértinax uvo llorado la muerte de Cómodo, y esto no por él, sino por aver sido hijo del buen Marco Aurelio, dixo a Leto y a Electo que por ninguna manera él tomaría el imperio si el Senado no se lo mandava y el exército no consentía, porque para tener él el imperio seguro y no entrar en él como tyrano, al Senado pertenescía eligirle y al exército confirmarle. Offrescióse Leto de acabar todo esto que Pértinax pedía (es a saber: que el Senado le eligiesse y los del exército la tal electión aprobassen), y la esperança que dava desto alcançar era tener él allí muchos parientes y amigos y el plazer que de la muerte de Cómodo tomarían todos. Fuese, pues, Leto a hablar a los principales capitanes y caudillos del exército, a los quales hizo un breve y compendioso razonamiento en esta manera:

Lo que agora yo os quiero dezir, ¡o, excellentes príncipes y comilitones míos!, bien descuydados estávades de lo oýr, aunque no apartados de lo dessear, porque de muchas cosas que desseamos, las menos dellas son las que alcançamos. Ni son los dioses tan largos que nos den todo lo que desseamos, ni son tan sacudidos que nos nieguen todo lo que les pedimos, y esto hazen ellos porque los reconozcamos por dioses por lo que nos dan y reconozcamos a nosotros por malos en lo que nos niegan. Los buenos y los virtuosos no sólo se conoscen en las buenas obras que hazen, mas aun [600] en los buenos desseos que tienen, porque los malos, si osassen, nunca dexarían de hazer mal, y los buenos, si pudiessen, nunca dexarían de hazer bien.

Nunca los dioses cumplieron juntamente los desseos de tantos como han cumplido oy los desseos de todos vosotros, porque siendo, como soys, nobles, generosos, esforçados y verdaderos y no espurios romanos, no es de pensar que dessearéis sino la libertad de vuestra madre Roma y la reformación de la antigua república. Ya avéys visto quién ha sido el Emperador Cómodo, es a saber: quán libre en el mandar, quán cruel en el matar, quán descuydado en el governar y quán suzio en el bivir; por cuya causa no sólo teníamos perdidas nuestras casas y en peligro nuestras personas, mas aun estávamos infamados entre las naciones estrañas. El príncipe moço y loco y absoluto y dissoluto pierde su pueblo y infama su reyno. Pues vistes las maldades y crueldades que hizo, quiero que veáys y oygáis las que tenía ordenadas de hazer; y, según paresce por este memorial escripto de su mano, tenía voluntad de matar a todos los del Imperio; y, si pudiera salir con ello, es de creer que degollara a quantos avía en el mundo. Jamás se vio ni se oyó aver en el mundo otro tyrano de la condición y manera de Cómodo, porque naturalmente se holgava en carescer de amigos y se presciava de tener enemigos. Cómodo, pues, vuestro Emperador, es ya muerto, y si yo no me engaño, pienso que muere en conformidad de todo el Imperio, porque no ay cosa más cierta que el que en perjuyzio de todos bive en conformidad de todos muera.

Ya que los dioses han tenido por bien libertarnos de servidumbre deste tyrano, necessario es se provea y se elija otro emperador de nuevo, y esta electión no suffre tardança, sino que ha de ser luego a la hora, porque de otra manera, como la gran dignidad del imperio sea una cosa que la desseen muchos y la merezcan pocos, podría ser que al tiempo que nosotros la quisiéssemos dar a algún hombre virtuoso, la tuviesse ya usurpada algún tyrano estrangero. Si a cada uno de todos los que estáys presentes se os uviesse de dar a respecto de lo que merescéys, a los [601] immortales dioses juro faltassen imperios y sobrassen emperadores; mas, como el imperio no sea más de uno y no se aya de dar más de a uno, al fin no lo ha de llevar sino el que los dioses quisieren y los hados permitieren.

El príncipe que avéis de eligir sería yo de parescer fuesse natural de vuestra tierra, porque el príncipe que no es natural sino estrangero primero pierde la vida que acabe de tomar amor con su república. Devéis asimesmo eligir y escoger emperador que tenga edad y gravedad, porque mucho haze para la reputación de la república las barbas en la cara y las canas en la cabeça. También es necessario que el emperador que uviéredes de eligir no sea nescio, ni covarde, sino que sea sabio, agudo, animoso y experto, porque en la natural sciencia y en la larga experiencia consiste todo el buen govierno de la república.

Aclarando, pues, más mi ánimo, digo, allende de lo que tengo dicho, que, si mi parescer se toma en este caso, devríamos poner los ojos en Publio Pértinax, en el qual concurren todas las condiciones que hemos dicho, es a saber: naturaleza, edad, gravedad, sciencia y experiencia; y que esto sea verdad, no ay para creerlo otro mayor testimonio que es averle tenido Cómodo por enemigo. No es de pensar que en vano los dioses han conservado a Pértinax hasta agora la vida, procurando Cómodo mil maneras para darle la muerte, como sea verdad que a todos los criados antiguos de su padre aya muerto y que sólo Pértinax sea bivo. Como hemos visto todos los que aquí estamos, Pértinax ha sido el hombre más aflicto, desterrado, embidiado, afligido, trabajado y perseguido de quantos oy son bivos en este mundo, y cierto que éste es un muy gran argumento para pensar que para él y no para otro estava guardado el imperio, porque nunca los dioses conservan entre tantos peligros a un hombre la vida si no es para darle después alguna muy gran cosa.

A gran ventura hemos de tener y mucho a los dioses lo hemos de agradescer, según los que son muertos en la república, hallemos agora tal príncipe para nuestra madre Roma, al qual no menospresciarán porque él es anciano, [602] ni terná temor porque es animoso, ni le notarán de simple porque es sabio, ni le accusarán de malo porque es virtuoso, ni le redargüirán de liviano porque tiene gran reposo. Finalmente ninguno le podrá engañar con palabras, porque tiene experiencia de todas las cosas.

No quiero más deziros, ¡o, excellentes príncipes y comilitones míos!, sino que, si os persuadís en eligir a Pértinax, no sólo daréis buen emperador a vuestra república, mas aun hallará cada uno en él padre para su casa, porque aviendo (como nos ha) criado a todos, no podrá tractarnos sino como a hijos.

Todo el tiempo que estuvo razonando estas cosas Leto al exército, estava todo el exército espantado y abobado, lo uno de oýr el memorial de la trayción que tenía ordenada Cómodo y lo otro en saber que era ya muerto, y aun por ver quán natural y elegantemente les hablava Leto. Luego, pues, a la hora que Leto acabó de hablar començaron los del exército a clamar y dezir: «¡Biva!, ¡Biva Pértinax Augusto! ¡Biva por largos años Pértinax, nuestro emperador romano!» Fueron, pues, todos los principales del exército a buscar a Pértinax a su casa y no le hallaron sino en el templo de la victoria, y tomáronle en hombros y llevarónle por toda Roma, y como entonces no era aún bien de día, espántavanse los plebeyos romanos de oýr tal nueva porque, no sabiendo cómo era muerto Cómodo, oýan pregonar por emperador a Pértinax. Juravan y affirmavan después los romanos que avía grandes tiempos que nunca se avía divulgado nueva en Roma que generalmente diesse a todos tanta alegría, lo uno en oýr que era muerto Cómodo, lo otro en ver hecho emperador al buen viejo Pértinax. [603]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Pértinax
Capítulo V

De un notable razonamiento que hizo Pértinax en el Senado luego que fue emperador.

Muy grande era la alegría que todo el pueblo mostrava en tener a Pértinax por su señor, mas no menos era la tristeza que mostrava Pértinax de verse emperador, porque dezía él que este nombre de imperio era la cosa que para sí cada uno más desseava y la que en poder de otro cada uno más aborrescía. Ninguna insignia de emperador quiso Pértinax llevar consigo hasta que se viessen y se hablassen él y los del Senado, y como todos juntos subiessen en el alto Capitolio do estava el estrado imperial assentado, no quiso Pértinax assentarse en la imperial silla; antes tomó del braço al cónsul Glabrión y, como por fuerça, le quería hazer assentar en la silla, diziéndole que él muy mejor que no él merescía assentarse en ella. Era Glabrión un romano en edad muy anciano, en condición muy manso, en govierno muy cuerdo, en vida muy limpio y en sangre muy extimado, porque descendía por línea recta del rey Eneas, hijo que fue de Anchises, yerno del rey Príamo y padre de Ascanio. De que vio Glabrión que Pértinax le rogava con el Imperio, díxole estando presente todo el Senado:

La humildad que muestras, ¡o, Pértinax!, de no merescer el imperio, éssa te haze digno del imperio, en la qual electión consentimos todos los del Senado; y a esto nos mueve no la electión del exército, sino vértelo tener a ti en poco, por manera que esse tú no querer te lo haze merescer. [604]

Muy gran espacio de tiempo estuvieron todos los del Senado persuadiendo a Pértinax quisiesse condescender a su ruego, es a saber: acceptasse el Imperio, mas fue tan grande su repugnancia, que casi por fuerça le hizieron assentar en la silla; y lo que más es, que conoscieron dél todos los del Senado que lo que hazía no lo hazía fingido, porque era lástima oýr las lástimas que dezía y ver las muchas lágrimas que derramava. Después que ya se assentó en la silla imperial Pértinax, habló al Senado desta manera:

Lo que agora yo, Padres Conscriptos, os quiero dezir, séame testigo el dios Jovis, en cuya casa estamos, que no os quiero con ello engañar, porque siendo como es éste lugar consagrado a los dioses, gran sacrilegio sería osar en él mentir los hombres. Para todas las flaquezas que los hombres cometan pueden tener excusa si no es para excusar la mentira, porque a los otros vicios combídanos la carne humana, mas a mentir no nos mueve sino la malicia propria. Ya veys, Padres Conscriptos, que Cómodo vuestro emperador es muerto y los hados han querido que le succeda yo a él en el imperio. Por ventura como él a mí me quería mal y a mí sus obras no me parescían bien, podráos passar por el pensamiento que la manera de su muerte fue primero a mí notoria, y que yo fuy en que le quitassen a él la vida, para en recompensa de lo qual yo juro a los immortales dioses que desta culpa yo no tengo culpa, porque yo estava tan innocente della, que, quando me dixeron que Cómodo era muerto, yo pensé entonces que él me embiava a matar.

Dado caso que él y nosotros todos hemos de morir, yo no quisiera que con tan desastrada muerte él uviera de acabar, no porque Cómodo no la merescía, sino por la gran obligación que a su padre Marco tenía nuestra madre Roma, porque muchas vezes acontesce que los aviessos de los hijos se recompensan con los merescimientos de los padres. Yo fuy criado y hechura del buen Marco Aurelio, y éste es el mayor bien que los hados me dieron en este mundo, y esto digo porque me pesaría mucho si en mi [605] presencia se dixesse o en mi absencia se hiziesse alguna cosa contra su hijo Cómodo, aunque sea ya muerto; porque en mi coraçón por muy más obligado me tengo a reconoscer las mercedes que rescebí de mi señor Marco Aurelio que no de vengar las injurias que suffrí de su hijo Cómodo. Creedme, Padres Conscriptos, que si lo contrario desto hiziéredes, podrá ser que por el tiempo en que me hallare será necessario de lo dissimular, mas no lo dexaré mucho de sentir.

La providencia de los dioses muy differente es del querer de los hombres, y lo que me mueve a dezir esto es que, quando yo era moço y desseava el imperio, no le pude alcançar, y agora que soy viejo y le tengo aborrido me le hazen por fuerça tomar, por manera que nos dan lo que aborrescemos y nos niegan lo que buscamos. Quando yo comencé a tener officios en la república, teníame por dicho que no era cosa humana sino dignidad divina ser emperador de Roma; mas después que gusté los trabajos del mandar y conoscí el peligro del imperar, vi claramente que entre todos los trabajos humanos, ser emperador es el mayor de todos. No os maravilléys ni os escandalizéys, Padres Conscriptos, verme estar tan rezio y verme con tantas lágrimas resistir el imperio, porque si pensasse de averme en él como tyrano, no sólo no le desecharía, sino que le procuraría; mas como pienso de bivir más en provecho de la república que no en augmento de mi casa, según mis pocas fuerças es el imperio para mí gran carga.

Estando yo como de verdad estava satisfecho de saber y conoscer los trabajos del imperio, ninguna razón ay para pensar que yo desseava el imperio, porque no ay ninguno tan loco como es el hombre que con esperança del remedio se quiere offrescer al peligro. Hasta agora yo era tenido en possessión de rico; ya que soy emperador esme forçado ser pobre, porque un príncipe según con los que ha de cumplir tiene pocas cosas que dar y tiene mil necessidades que le constriñan a cohechar y robar. Hasta aquí tenía quietud y reposo, mas de aquí adelante esme forçado bivir inquieto y desassossegado, porque del trabajo y [606] inquietud del príncipe procede la quietud y asossiego del pueblo. No es el officio del príncipe dormir, sino velar, no es holgar, sino trabajar, porque toda recreación excessiva que tomare su persona luego ha de redundar en daño de su república. Desde que nascí hasta agora no sé otra cosa sino ver, oýr, leer, tractar, suffrir y experimentar trabajos, muchos de los quales mirava desde lexos; mas, ¡ay de mí!, que agora todos los tengo de tener cerca, porque es tan liviano y tan vario el apetito del vulgo, que si oy les dan y eligen un príncipe bueno, mañana querrían gustar a qué sabe la governación de otro. Naturalmente todos los hombres en todas las cosas y todas las horas dessean oýr y ver novedades, y mucho más dessean esto en las governaciones que en todas las otras cosas, porque ningún príncipe govierna tan bien que no piensen que governará otro mejor. Hasta aquí era yo muy bienquisto, servido y reverenciado; mas de aquí adelante todos o los más me ternán embidia y odio, porque es tan embidiado el estado de los príncipes, que faltarían arenas en la mar para contar sus enemigos y sobrarían de los cinco dedos de la mano para señalar sus amigos.

Todo esto digo, Padres Conscriptos, para que no os maravilléys si resistía la carga del imperio; antes os devéys escandalizar, conosciendo lo que conoscía, de verme dél encargado, porque para dexarle mil cosas me movían y para tomarle ninguna me combidava. Ya que los dioses lo han querido y mis hados lo han permitido y vosotros assí lo avéis ordenado, determino de encargarme desta carga, aunque sé que me ha de costar la vida; mas yo la doy por bien empleada si ella se empleara en augmento de la república.

Dichas, pues, estas palabras por Pértinax, tomó en sí muy sobrado plazer el Senado; mayormente le loaron mucho dezir y mandar que ninguno dixesse mal de Cómodo, sabiendo como sabían todos que avía sido su mortal enemigo. Tomaron los del Senado a Pértinax en medio y lleváronle por todos los templos, y en cada templo offrescía a los dioses muy [607] notables sacrificios, y por cierto ésta era notable y exemplaria cosa en Roma, es a saber: que los príncipes nuevamente electos primero visitavan a los dioses que se dexassen visitar de los hombres. Como Pértinax tenía la persona tan autorizada, y avía sido electo por el exército y por el Senado en tanta concordia, y allende desto era viejo y cano y de tan largos tiempos en Roma conoscido, era cosa monstruosa verle salir por Roma y lo que hazían todos por ver su cara, porque a la verdad les parescía a todos que era poco obedescerle como a príncipe, sino amarle y servirle como a padre. [608]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Pértinax
Capítulo VI

De muchas cosas que hizo después que fue emperador.

Lo primero que Pértinax mandó y proveyó fue que la gente de guerra fuesse bien pagada, y junto con esto estuviesse muy disciplinada, y puso en esto más que en otra cosa luego remedio, porque so el Imperio de Cómodo andava el exército muy dissoluto. Gastava Cómodo tantos dineros en sus vicios, que no avía para pagar los exércitos, y con esta occasión capeavan de noche, salteavan los caminos, saqueavan las casas, talavan los campos, robavan a los pobres y cohechavan a los ricos; finalmente eran tan libres y tan esentos, que por miedo de la pena nunca se abstuvieron de la culpa. No pocos días después que Pértinax fue declarado por emperador, como estuviesse un día en mucha poridad y familiaridad hablando con Leto y Electo, díxole un cónsul que avía nombre Falco:

Qué tal emperador tú, ¡o, Pértinax!, ayas de ser, tus obras lo comiençan a demostrar, pues traes en pos de ti a Leto y a Electo, los quales como traydores mataron a su señor Cómodo. Haziendo lo que hazes y consintiendo lo que consientes, no puede ser menos sino que, allende del mal exemplo que das a Roma, pones tal escrúpulo en tu fama a que pensemos que, si no fuiste tú el inventor de le matar, holgaste a lo menos de su muerte encubrir.

A esto respondió Pértinax: [609]

Bien paresce que, aunque eres cónsul, que eres moço, pues no sabes hazer differencia de un tiempo a otro. No es mucho que haga yo con Leto y Electo lo que ellos hizieron con su señor Cómodo, es a saber: que le obedescían y le seguían, y lo que mucho desseavan, aquello más dissimulavan, y después, avida oportunidad y llegada la hora, quitaron a Cómodo la vida.

El mesmo día que fue en Augusto y Emperador nombrado le llamaron Padre de la Patria, y esta excellencia a ninguno antes ni después dél se dio aquel día. Llamávase su muger Flavia Ticiana, a la qual el mesmo día que llamaron a él Augusto llamaron a ella Augusta. Trabajava mucho el Emperador Pértinax de favorescer todo lo que Marco Aurelio, su señor, favoresció, de acabar lo que él començó, de substentar todo lo que él dexó, de rehedificar todo lo que él fabricó y de imitar todo lo que él hizo, porque dezía él que era impossible errar el que las pisadas del buen Marco Aurelio quisiesse seguir. Otro día que fue en emperador electo hizo un solemníssimo combite a todo el Senado, y también se hallaron en él otros varones nobles, assí de Roma como de otras partes del Imperio, y dar en tal día esta comida era muy antigua cerimonia en Roma, y desde el tiempo de Cómodo se avía ya olvidado este uso, porque ninguno osava con él comer, por miedo que con tósico no le uviesse de matar.

Divulgada la fama por el Imperio de cómo Cómodo era ya muerto y Pértinax estava por emperador declarado, davan los pueblos y las ciudades y provincias y reynos muy grandes albricias a los mensageros que las llevavan, las unas por la muerte de Cómodo y las otras por la electión de Pértinax. Como fue tantos tiempos y en tantas provincias pretor, censor, quírite, edil, cónsul, procónsul y censorino, era Pértinax uno de los más afamados romanos que avía en el Imperio, y de aquí succedió que, como se supo entre los bárbaros que Pértinax era emperador de los romanos, los que dellos estavan revelados dexaron las armas y los que estavan en treguas hizieron pazes.

Tenía Pértinax un hijo, al qual los romanos quisieron criar [610] en Augusto con intención que succediesse a él después de sus días en el imperio; mas él ni lo amó oýr ni lo quiso consentir, diziendo que nunca los dioses quisiessen que con esperança del Imperio su hijo se criasse occioso y vicioso. Avía impuesto Cómodo inexquisitos tributos a los pueblos y Pértinax mandó quitarlos, diziendo que de querer los príncipes llevar a sus reynos iniustos tributos succedía después a no querer pagar los tributos que son obligados. Fue Pértinax un día a visitar la cárcel mamortina, y halló en ella muchos testigos falsos que estavan presos, a los quales todos mandó dar la pena del Talión, es a saber: que executassen en ellos por justicia lo que ellos accusaron en otros con malicia.

Ordenó que el testamento que hazían el marido y la muger juntos, si por caso muriesse alguno dellos primero que el otro, no pudiesse el que quedava bivo revocar lo que avía hecho en compañía del muerto. Ordenó asimesmo que muriendo alguno ab intestato no succediesse en la herencia el fisco, sino que heredasse el hijo o el pariente más propinquo, diziendo que no avía ley ni razón justa por do el que moría sin habla uviesse de perder la hazienda. Dixeron un día a Pértinax los del Senado cómo los qüestores del erario y los officiales del fisco se avían dél quexado por la ley que en favor de los muertos ab intestato avía hecho, a los quales él respondió:

Padres Conscriptos, yo sé que no son tantos los que desta ley se quexan quantos los que la apruevan y loan; mas a mí ni me da que blasphemen unos ni me lisongeen otros, sino que a mi parescer no es obra de romanos, sino invención de tyranos querer de robos y cohechos y rapiñas henchir el erario de riquezas.

Hizo ley que con ninguno pleyteasse el fisco sobre alguna hazienda o herencia que estuviesse dubdosa, diziendo que el fisco no avía de llevar sino lo que era muy claramente suyo, y que en caso de dubda más seguro y más conforme a justicia era que se quedasse con ello el que lo posseýa que no el fisco que lo pedía. Mandó que todo lo que paresciesse aver Cómodo, [611] su predecessor, injustamente adquirido, fuesse a sus dueños restituido. Al tiempo que el escrivano fue a firmar esta ley para pregonarla, como Pértinax la leyesse y dixesse en ella: «Mandamos que todo lo que Cómodo nuestro predecessor aya robado», borró él con la pluma do dezía «robado» y puso encima el renglón «adquirido», diziendo: «Abasta que la ley sea en favor de los bivos, sin que injuriemos con palabras feas a los príncipes muertos.»

Todo lo que paresció dever particularmente Cómodo mandólo pagar, y todo lo que avía prometido mandólo dar, y allende desto trigo, azeyte y otras cosas que particularmente se solían por todo el Pueblo Romano repartir, con mucha diligencia de diversos reynos las hizo traer y con gran abundancia y largueza las mandó repartir. Aviendo Pértinax quitado muchos injustos tributos, succedióle después una gran necessidad para socorrer el exército de Áffrica, por cuya occasión uvo de echar ciertas imposiciones nuevas en la república, y como le dixesse el cónsul Gelliano que hazía contra lo que antes avía hecho en el Imperio y contra lo que avía dicho en el Senado, respondióle Pértinax:

Quando yo era cónsul como tú eres, maravíllavame de lo que hazían los príncipes, y agora que soy príncipe maravíllome de lo que dezís los cónsules. Esto digo, Gelliano, porque sepas que los emperadores unas vezes hazemos las leyes conforme a lo que devemos y otras vezes no como queremos, sino como podemos.

Las mancebas y los mochachos que tenía Cómodo para sus plazeres, aunque fue persuadido y rogado que los matasse o desterrasse, no quiso matarlos ni desterrarlos sino venderlos, y como las mancebas eran muy hermosas y los mochachos no feos, subió la venta a gran quantía de dineros. Tenía assimesmo Cómodo muchos truhanes y muy ricos, a los quales mandó Pértinax vender en pública almoneda y confiscar sus bienes para común utilidad de la república. Algunos de aquellos mochachos que Cómodo tenía en su casa y Pértinax vendió en la plaça vinieron después a ser censores y prefectos y [612] cónsules en Roma, por manera que vinieron a mandar y a ser señores de aquellos que los compraron por esclavos. Vendió assimesmo Pértinax las ropas y joyas de Cómodo, es a saber: sedas, brocados, oro, plata, unicornio; y, dado caso que todo esto valió muchos dineros, sin comparación valieron más los instrumentos que tenía para sus vicios, porque Cómodo más era vicioso que cobdicioso. [613]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Pértinax
Capítulo VII

De muchas cosas que ordenó y reformó en la república.

Avía en Roma y en los confines de Ytalia muchas tierras gruessas para pan, las quales estavan eriales y montes hechas, y mandó pregonar Pértinax que todos los que las desmontassen y labrassen por espacio de diez años fuessen libres de todo lo que en ellas cogiessen. Antes que Pértinax hiziesse esta diligencia en Ytalia, de Egipto y de España y de Sicilia traýan trigo para bastecerla, y por esto dezía Trajano que más tributaria era Roma que ningún lugar de toda la tierra, pues no podía comer sin que de otros reynos se lo uviessen de dar.

Avía muchas cosas particulares que se llamavan del emperador, es a saber: montes, dehesas, huertas, ríos, lugares y casas, a las quales todas mudó los nombres, mandando que dende en adelante no dixessen «Éste es el monte del emperador» o «la huerta del emperador», sino dezir: «Éste es el monte de la república» o «Éste es el río de la república», porque dezía él que el día que a uno hazían emperador de Roma ninguna cosa podía tener propria suya. Y dezía más: «Si quiere ser bien entendido este nombre de príncipe, no quiere dar otra dignidad al que le tomare, sino hazerle deffensor de las tierras de la patria y procurador de los bienes de la república.»

En tiempo de sus predecessores avíanse intentado unas imposiciones nuevas, es a saber: en los puertos de la mar, en las puertas de las ciudades, en el passar de los caminos, en las varcas de los ríos y en los hornos de los pueblos, lo qual todo era en gran detrimento de la república y de la antigua [614] libertad de Roma, y por esto mandó Pértinax que dende adelante no se cogiesse más. Como le preguntasse el cónsul Tortelio por qué avía deshecho aquellos tributos, pues le eran tan provechosos, respondió: «Porque sin comparación son más los enojos que me dan que los dineros que me traen, y a mi parescer no podemos dezir que son muy limpios los dineros que vienen ensangrentados con enojos.»

Mandó que en los casos criminales fuessen los culpados muy oýdos, y que si por caso uviesse alguno de morir, dentro de quarenta días no le pudiessen matar. Estavan en la casa de Cómodo muchos esclavos huydos de sus señores porque todos los malhechores tan seguramente se acogían a su casa como los christianos a la Yglesia, y mandó Pértinax que fuessen todos por sus excessos castigados y restituidos a sus dueños.

Era cosa monstruosa y escandalosa lo que se gastava en tiempo de Cómodo en la despensa, y proveyó Pértinax en este caso de tal manera, que no menos murmuravan dél por lo poco que gastava que de Cómodo por lo mucho que desperdiciava. Culpavan mucho a Pértinax que a los combidados que comían a su mesa ponían medias lechugas y medios cardos, y que muchas vezes embiava presentadas entre dos platos no más de dos sopas, y otras vezes una pierna de faysán, y otras vezes las ancas de un capón, y otras vezes lo que sobrava a la mañana mandava guardar para la noche. Mucho deven mirar los príncipes no los noten de míseros en sus mesas, porque es muy poco lo que en semejantes poquedades pueden ahorrar y es mucho lo que dan en su república que dezir. Avía en Roma muchos romanos golosos y boraces, los quales por exemplo de Pértinax reformaron sus mesas y quitaron gastos superfluos de sus casas.

Salíase muchas vezes al campo Marcio, y allí hazía hazer exercicios de guerra a todos los del exército y premiava a los que en las armas eran industriosos y reprehendía a los descoraçonados y floxos. Avía muchos romanos y otros de los confines de Ytalia, los quales devían gran quantidad de dinero, assí al fisco como al erario, y como supiesse que avía algunos entre ellos que en otro tiempo fueron sus amigos y otros que [615] eran necessitados, mandó que a los unos y a los otros les soltassen lo que devían al fisco, pues era suyo, y pagassen por ellos todo lo que devían al erario.

Entre otras virtudes, de dos fue muy notado y muy loado el Emperador Pértinax, es a saber: de piadoso y agradescido, porque fue compassivo de los aflictos y agradescido a sus amigos. Tenía Pértinax un hijo, el qual después que fue emperador, no sólo no le quiso traer a su casa, mas aun ni le consintió entrar en Roma, sino que le tenía allá en su tierra y casa labrando y grangeando su propria hazienda. Como el cónsul Fulvio Turbón dixesse a Pértinax que su hijo parescía más hijo de labrador que no de emperador, alçó los ojos al cielo y con muy gran sospiro dixo: «Contentarse deve mi madre Roma que yo offrezca y ponga por ella en peligro mi vida sin que ponga en el mesmo peligro a mi hijo y casa.» Fue, por cierto, palabra muy lastimosa, y quanto más en ella se pensare, parescerá más profunda, do paresce que se tenía a sí mismo por malaventurado en verse con el imperio y que dexava a su hijo muy bienaventurado en no le dexar emperador.

Aunque Pértinax era viejo, y grave, y estava en la cumbre del Imperio, siempre se presció de ser a todos urbano y bien criado, por manera que jamás hombre le hizo reverencia a quien no hiziesse él alguna mesura, considerada en cada uno la calidad de la persona.

Amotináronse una noche cinqüenta siervos en Roma, los quales en una hora mataron a sus amos, y puso Pértinax tan buena diligencia en buscarlos, que solos cinco faltaron dellos, y la pena que les mandó dar fue que truxessen los cuerpos de los muertos a cuestas atadas espaldas con espaldas, por manera que el hedor de los muertos acabó la infelice vida de los bivos.

En la escuela que aprendió Pértinax estudió un romano que avía nombre Valerio y, como avían estudiado juntos dende niños y eran en la edad quasi contemporáneos, eran muy grandes amigos, y a esta causa muchas vezes Pértinax combidava a cenar a Valerio y durante la cena jamás los oyeron hablar sino en cosas de sciencia de cavallería, o en reparos de Roma, o en reformación de la república. [616]

Bien se paresció en Pértinax que tomó el imperio de mala gana, que a la verdad ni en comer, ni en vestir, ni en andar, ni en hablar, ni en otra cosa alguna él como emperador se tractava, por manera que no se presciava representar lo que era sino parescer lo que avía sido. Muchas vezes dezía él que no avía hecho ygual yerro en este mundo como aver acceptado el imperio, y hartas vezes ponía en plática de dexarle y tornarse a su casa si no fuera porque se consolava con dezir que, según la mucha edad que tenía, presto se le acabaría la vida y saldría de aquella pena. [617]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Pértinax
Capítulo VIII

De los vicios que tuvo y de los prodigios de su muerte.

Como el Emperador Pértinax era viejo, mucho le cargaron las enfermedades de la vegez, es a saber: ser cobdicioso y avaro, porque en allegar y guardar el dinero era diligente y en darlo o gastarlo muy pesado. Grangeava mucho la hazienda de su casa como si no tuviera de qué bivir otra cosa, y hallóse por verdad que a unos cambiadores de las salinas de Sabacia tenía dados dineros a usura, mas en estos tractos ni dava ni tomava dineros de la república, sino que el daño o el provecho redundava en su casa.

También fue notado de hombre flexible en los negocios, es a saber: que no tenía nervio ni contradición en ellos, sino que lo que unos le aconsejavan fácilmente lo contrario otros le persuadían, y causávalo esto que era de su natural tan bien acondicionado que no podía ver triste a ninguno.

Fue también Pértinax culpado que nunca cosa que le pidiessen negó, aunque muchas de las que prometió no cumplió, porque las más vezes prometía de dar lo que después no le era possible cumplir. Como toda la grandeza de los príncipes consista en tener que dar, mucho deven advertir en mirar lo que les piden y lo que prometen, porque teniendo como tienen con tantos y con tantas necessidades de cumplir, si los súbditos fueren inverecundos en el pedir, sean ellos graves en el prometer. Junto con esto deven advertir los príncipes que do una vez empeñaren su real palabra, pospuestas todas las cosas deven cumplirla.

Casó Pértinax dos vezes y la segunda fue con una hija del [618] jurisconsulto Vulpiciano, al qual él hizo prefecto luego que le dieron a él el imperio. Acerca de la pudicicia de su muger fue también Pértinax muy notado, es a saber: de descuydado en guardarla y de remisso en reprehenderla, porque a la verdad era moça y hermosa, absoluta y dissoluta, y era pública fama en Roma que amava más a un mancebo músico que no a Pértinax, su marido.

Fue también Pértinax muy notado que tuvo amores con Conificia, sobrina que era suya, a la qual él avía criado desde niña y se la avía dado su padre en confiança; y fue esta cosa no menos escandalosa que fea y fea que escandalosa, porque semejante liviandad ni se suffría en hombre de tanta edad, ni se permitía en príncipe de tanta gravedad.

Algunos prodigios acontescieron antes que él muriesse. En especial, estando un día offresciendo sacrificios a los dioses Penates, quando los carbones estavan más encendidos súbitamente los vieron todos muertos, lo qual era señal que, estando en lo más seguro de la vida, repentinamente le avía de saltear la muerte. No seys días antes que le matassen, como en el templo del dios Júpiter estuviesse offresciendo grandes sacrificios, quiso con su propria mano offrescer un pabo, en el qual no halló coraçón quando le abrió y de súbito desaparesció la cabeça quando le degolló. Ocho días antes de su muerte estuvo junto al sol una estrella, la qual resplandescía y se parescía a mediodía como si fuera a medianoche. Tres días antes que le matassen soñó Pértinax que caýa en una piscina y que estava un hombre con un cuchillo en la mano denodado para le matar y él que quería y no podía huyr.

Juliano, que después succedió a Pértinax en el imperio, como tuviesse un sobrino y le casasse con una su sobrina y viniessen a ver a Pértinax, dixo Pértinax al mancebo desposado: «Sey bueno y tenerte he como hijo, y sirve a tu tío Juliano como a padre porque es mi collega y successor.» Avían sido ambos juntos cónsules, y después en el proconsulado fue successor de Pértinax el Juliano, mas aunque habló él de la successión del proconsulado, agüero fue lo que dixo de succederle el otro en el imperio.

Fuele descubierto a Pértinax que el cónsul Falconio [619] desseava y procurava de succederle en el Imperio y para esto dava orden cómo le quitarían la vida sin que se supiesse en Roma, del qual caso se quexó Pértinax gravemente en el Senado. Averiguada y sabida la verdad, rogó Pértinax al Senado que fuesse el cónsul Falconio perdonado, diziendo que más quería alabarse de aver usado con él de clemencia que no presciarse de aver tomado dél vengança. Fue, pues, Falconio perdonado y lo que después bivió bivió en su casa seguro; mas como avía sido hombre honrrado y entre todos los romanos muy extimado, y que por aquella trayción avía perdido el crédito, dentro de breves días de pura tristeza dio el fin de sus días. [620]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Pértinax
Capítulo IX

De la occasión que tomaron los pretorianos para le matar.

Los officiales que tenía Cómodo para su servicio en palacio (es a saber: camareros, secretarios, porteros, cozineros, mayordomos y despenseros) no los avía mudado Pértinax, esperando de los mudar en el día que se celebrava la hedifficación de Roma, porque, según él dezía, antes que se uviessen de quitar aquellos que eran malos, era razón que despacio se hiziesse electión de otros buenos. Lo que Pértinax pensava hazer en su casa determinava también executar en los capitanes de la guerra y en los otros officiales de la república, a causa que estavan tan absolutos en el mandar y tan cobdiciosos en el robar, que si se recompensara la pena con la culpa, muy poco era quitar a cada uno dellos la vida.

Quando se alarga la execución de los negocios arduos, mucho peligro tiene el secreto dellos, y a esta causa, como este negocio difirió Pértinax de día en día, sospecharon todos los officiales lo que dellos quería hazer y determinaron de le matar. En extremo estava Pértinax muy odioso con la gente de guerra y con los particulares officiales de la república, y este odio no procedía de hazerles el buen príncipe malas obras, sino porque no les consentía robar y hazer cosas feas. Muchas vezes se enemistan y apassionan los malos con los buenos no porque los buenos les dexan de hazer bien, sino por no les consentir hazer mal; porque es tan perversa la malicia de algunos perversos, que más gusto toman en hazer mal a otros que en rescebir bien ellos mismos.

A todos los officiales de la república mandava Pértinax que [621] llevassen por entero los derechos que les pertenescían de sus officios, y a todos los pretores y militares de la guerra proveýa en que les pagassen muy bien sus sueldos, y allende desto no los tractava como a vassallos, sino que a los mayores honrrava como a hermanos y a los menores hablava como a hijos; mas con todo esto bivían muy apassionados y descontentos, porque de antes más era lo que extraordinario robavan que no lo que de sus gages cogían.

Fue, pues, el caso que se juntaron un día a comer ciertos pretores del exército y ciertos officiales del pueblo y otros criados de palacio, y después que uvieron largamente comido y abundantemente bevido, començaron a hablar de los tiempos de Cómodo, es a saber: cómo entonces eran libres y ricos y honrrados, y que agora después que imperava Pértinax estavan pobres y captivos y abatidos, y que la culpa desto más consistía en la covardía dellos que no en el atrevimiento dél. Dando, pues, y tomando en el negocio, vinieron a concluyr de quitar a Pértinax la vida y de eligir a su voluntad otro emperador de Roma, el qual renovasse la memoria de su señor Cómodo y deshiziesse todo lo que Pértinax avía intentado, y que más seguro les era governarse por un moço cuerdo como fue Cómodo que no por un viejo loco como era Pértinax. Lo uno como tenían las cabeças turbadas del bever, y lo otro como tenían los estómagos calientes del comer, y sobre todo como avían ayrado sus coraçones con el hablar, repentinamente se levantan de la mesa y se va cada uno a armar a su casa con determinación de morir en la demanda o de quitar a Pértinax dentro de aquel día la vida.

Estando, pues, el pueblo assossegado y Pértinax muy descuydado, vienen los pretorianos del exército con gran gente armada, unos trayendo lanças enrristradas y otros las espadas sacadas y vanse al palacio imperial do estava Pértinax reposando la siesta, porque era poco más de mediodía y començaron a dar gran grita luego que le cercaron la casa, diziendo: «¡Biva la memoria de Cómodo y muera el falso viejo de Pértinax!» Los que estavan con Pértinax en palacio ni sabían qué hazer ni menos qué aconsejar, en que unos dezían a Pértinax que embiasse por socorro al pueblo y otros que se [622] abscondiesse en algún lugar secreto, otros que peleasse entre tanto que le venía socorro. Finalmente estava la cosa tan confusa, que el que menos temía temía perder la vida, porque a todos aquellos palatinos les sobravan ropas para yr a ruar y les faltavan armas para salir a pelear.

Parescióle a Pértinax que para pedir socorro no era ya tiempo; querer también intentar de pelear, estavan con él pocos; ponerse, pues, en huyda, no avía lugar; trabajar por absconderse era muy gran poquedad. Determinóse el buen príncipe de salir a hablar a los pretorianos por ver si podría con sus palabras amansarlos. Según después contavan los que se hallaron con él en aquel gran conflicto, bien mostró Pértinax la grandeça de su ánimo y quán en poco tenía el imperio y aun quán harto estava ya de las vanidades deste mundo, porque ni mostró miedo en lo que oýa, ni mudança en la cara, ni menos se turvava en lo que dezía. Hizo Pértinax abrir las puertas de su palacio y él salióse de su cámara sin llevar en las manos ni sola una arma y començó a razonar con los que le tenían cercado desta manera. [623]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Pértinax
Capítulo X

De un muy notable razonamiento que hizo el Emperador Pértinax quando le querían matar.

Si esta tan gran conmoción que oy avéys movido, ¡o, comilitones y amigos míos!, es porque os paresce yo no merescer el Imperio Romano, acordaros devéys que ni lo alcancé con ruegos ni le compré por dineros, sino que por fuerça me le hezistes tomar empleando yo mis fuerças en le resistir. Si lo avéys porque yo no entienda en la república, ya sabéys quántas vezes he rogado me dexen tornar a mi casa. Y pues esto es verdad, no sé por qué agora me queréys quitar por fuerça lo que antes yo dexava de grado.

Si por ser yo ingrato a mi madre Roma o por tener mal govierno en la república queréys vosotros quitarme la vida, no puede ser obra más justa ni justíssima, aunque desto se me siga a mí no solo pena, mas aun infamia, porque semejante muerte más afrenta es merescerla que no suffrirla. Si os tenéys por afrentados en tener por príncipe al que no es del linage de los Fabios, ni de los Metelos, ni de los Fabricios, o de otros muy notables romanos, en este caso echad la culpa a los dioses que tal me quisieron criar y a vosotros mismos que con tales condiciones en emperador me quesistes eligir, porque en las cosas de naturaleza ni merescemos ser loados por las que tenemos ni reprehendidos por aquellas de que carescemos. Más justo es, ¡o, comilitones y amigos míos!, que en este caso se tenga respecto no a la liviandad y vanidad del linage, sino a la virtud y gravedad de la persona, porque muy poco haze al caso para la buena governación que sea uno limpio en la sangre y torpe en la [624] vida. Si vosotros os avéys alterado a razón que se os deve todo o parte de vuestro sueldo, dezidlo luego, que yo os juro y prometo sea cada uno enteramente pagado, y si assí es, yo soy en este caso sin culpa, pues no ha venido hasta agora a mi noticia.

Pues soys cavalleros poderosos y romanos generosos, devéys en tal caso considerar que, conforme a nuestras leyes, la innocencia y ygnorancia de la culpa afloxa y disminuye mucho de la pena. Si por caso os avéys escandalizado de ver que yo soy príncpe rezio, dessabrido y riguroso, y que por tal soy tenido en el pueblo, tampoco tenéys en esto razón como en lo otro, porque todos universalmente piden que se haga justicia y todos aborrescen la execución della.

Si me queréys inculpar de la muerte de Cómodo, mi predecessor y vuestro señor, ya vistes por la experiencia quánto yo estuve sin culpa, y que a mí más que a ninguno pesó de su muerte tan desastrada, y que esto sea verdad, traed a la memoria el día que a Cómodo mataron, en el qual de plazer vi yo a vosotros cantar y de pesar me vistes a mí llorar. No me podéys negar, romanos, que la muerte de Cómodo no fue de todos vosotros desseada y la electión mía fue también por todos vosotros aprobada. Y, pues esto es assí, maravillado estoy hombres de tanta auctoridad y gravedad aver querido inventar tal novedad como ésta, es a saber: tener en tan breve espacio hastío de lo que procurastes y apetito de lo que revessastes. A los immortales dioses juro yo no siento cosa fea que aya cometido contra la república porque me ayáys de aborrescer, ni sé qué aya hecho Cómodo después que murió porque le ayáys de amar y dessear, porque si sospiramos por los muertos, no es por las hazañas que les hemos visto hazer después que murieron, sino por las buenas obras que hizieron en quanto bivieron.

Si no para más de quitarme a mí la vida os avéys juntado y armado toda la gente de guerra, por cierto ella es cosa superflua y vana, que según yo soy enfermo y viejo, y estoy con el imperio tan descontento y con la vida tan aborrido, muy poco se me da de bivir y mucho menos de morir. No [625] me pesa tanto perder la vida quanto me pesa de la infamia que ponéys a vuestra madre Roma, es a saber: que los romanos que suelen tener fama de ser leales a sus señores se diga por todo el mundo que mataron a su emperador. Ya sabéys que vosotros, siendo como soys gente de guerra, no para otra cosa soys tan bien pagados y de los tributos relevados, sino para castigar a los que alteran a la república y para guardar la casa y imperial persona. Pues, si esto es assí, ¿qué cosa puede ser tan alevosa y escandalosa que los que están depositados para mi guarda, aquéllos y no otros vengan a quitarme la vida? Pues soys gente de guerra, obligados soys a guardar las leyes della, es a saber: que aun en las guerras de los enemigos no podéys ni devéys matar a los niños ni a los viejos. Pues si yo soy viejo y ciudadano romano, ¿por qué queréys hazer comigo lo que no haríades con un enemigo? En las palabras que dezís y en la desorden que traéys y en la hora que venís se conosce muy claro que para emprender tan gran negocio pensastes muy poco en ello, porque si lo pensárades y examinárades, hallárades por verdad que de quererme vosotros matar no se saca otro fruto sino levantar en vuestra madre Roma un gran escándalo y poner a vosotros en muy gran peligro. Pues ha de heredad el Imperio uno y no todos, ¿qué locura os toma, romanos, querer perderos todos porque se gane uno, y no sabéys después si aquel uno os será grato o ingrato? No puedo huyr de lo que los hados tienen de mí ordenado y de lo que vosotros tenéys determinado, mas si por caso es éste mi postrimero día y es llegada mi fatal hora, ruego a los immortales dioses que la sangre innocente que fuere de mí derramada no cayga la vengança della sobre mi madre Roma, sino que cada uno de vosotros la sienta en su persona y casa.

Quando Pértinax llegó al punto de dezir estas palabras, a todos los más de los que allí estavan se les saltaron las lágrimas y se començaron a yr, bolviendo las espaldas y abaxando las armas, porque uvieron muy gran vergüença offender y desacatar a canas tan honrradas y a palabras tan bien dichas. [626] El que más feamente avía hablado contra Pértinax y el que más a la gente de guerra avía alterado era uno que avía nombre Tausio, de nación theutonio, y este malaventurado, como vio que ya todos se tornavan y de matar a Pértinax desistían, echóle por medio del cuerpo una lança, de la qual herida cayó Pértinax en tierra y allí le dieron otras heridas de que murió luego. Muy gran pesar tomó todo el Pueblo Romano de ver a Pértinax muerto, porque no aviendo imperado más de veynte días y catorze meses, aprovechó a la república más en ellos que otros en catorze años. No contento el traydor de Tausio de matar a Pértinax, acordaron él y los de su capitanía cortarle la cabeça y ponerla en una lança y traerla por todas las calles de Roma. Murió Pértinax a cinco días andados del mes de abril, siendo cónsules Falconio y Claro, y la cabeça echáronla en Týberin sus enemigos, y el cuerpo enterráronle en el sepulchro de su suegro los parientes y amigos, y no osaron al presente hazerle ninguna funeral pompa, porque matavan a todos los que mostravan por él tristeza.

Fin.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Una década de Césares (1539). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 335-904, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

<<< Cómodo / Juliano >>>


Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión de la Década de Césares, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
© 1999 Fundación Gustavo Bueno (España)
Proyecto Filosofía en español ~ www.filosofia.org