Obras de Aristóteles La gran moral 1 2 Patricio de Azcárate

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La gran moral · libro primero, capítulo XIX

Del valor

Por el pronto, hallándose el valor en relación con la audacia y con el miedo, es bueno saber con qué especies de miedo y de audacia se relaciona. El que teme perder su fortuna, ¿es un cobarde sólo por este hecho? Y si uno se manifiesta firme cuando le ocurre una pérdida de dinero, ¿es por esto un hombre valiente? Más aún: ¿basta que uno tenga miedo o que se mantenga firme en una enfermedad para decir que en un caso es cobarde y que en otro es valiente? El valor no consiste en estas dos clases de miedo y de serenidad. Tampoco consiste en despreciar el rayo y los truenos y todos los demás fenómenos terribles que están fuera del alcance humano. Despreciarlos no es ser valiente; es ser un loco. Y así el verdadero valor se manifiesta sólo cuando recae sobre cosas respecto de las que es lícito al hombre tener miedo y audacia; y entiendo por tales las cosas que la mayor parte o todos los hombres temen. El que permanece firme en tales situaciones es un hombre de valor.

Sentado esto, como el hombre puede ser valiente de mil maneras, es necesario averiguar ante todo en qué consiste precisamente el ser valiente. Hay hombres valientes por hábito, como lo son los soldados, porque saben por experiencia que en tal lugar, en tal momento y en tal situación no se va absolutamente a correr ningún peligro. El hombre que cuenta con todas estas seguridades y que por este motivo espera los enemigos a pié firme, no por esto es valiente, porque si no se reunieran todas las condiciones que en tales casos se requieren, no sería capaz de esperar al enemigo. Por consiguiente no se deben llamar valientes los que lo son efecto del hábito y de la [36] experiencia. Y así Sócrates{8} no tuvo razón para decir, que el valor es una ciencia, porque la ciencia no se hace tal sino adquiriendo la experiencia de ella por el hábito. Pero nosotros no llamamos valientes a los que sólo arrostran los peligros por efecto de su experiencia, ni ellos mismos se atreverían a darse este nombre. Por consiguiente, el valor no es una ciencia. Puede uno hasta ser valiente precisamente por lo contrario de la experiencia. Cuando no se sabe por la experiencia personal lo que puede suceder, puede uno estar al abrigo del temor a causa de su inexperiencia; y ciertamente tampoco puede tenerse por valientes a los de esta clase. Hay otros que parecen valientes por la pasión que los anima: por ejemplo, los amantes, los entusiastas, &c. Tampoco son estos hombres de valor, porque si se les arranca la pasión de que están dominados, cesan en el acto de ser valientes. El hombre de verdadero valor debe ser siempre valiente. Esta es la razón porque no se atribuye valor a los animales. Por ejemplo, no se puede decir que los jabalíes son valientes, porque se defienden llenos de irritación a causa de las heridas que reciben. El hombre valiente no puede serlo bajo la influencia de la pasión.

Hay otra especie de valor que podría llamarse social y político. Vemos hombres que arrostran los peligros por no tener que ruborizarse ante sus conciudadanos, y se nos presentan como si tuvieran valor. Puedo invocar aquí el testimonio de Homero cuando hace decir a Héctor:

«Polidamas por de pronto me llenará de injurias.»

Y el bravo Héctor ve así en su interior un motivo para combatir. Tampoco en nuestra opinión es este el verdadero valor, y una misma definición no podría aplicarse a todas estas clases de valor. Siempre que, suprimiendo un cierto motivo que hace obrar, el valor cesa, no puede decirse, que el que obra por este motivo sea en realidad valiente. Por ejemplo, suprimid el respeto humano que hace que el guerrero combata con valor, y cesa en el instante de ser valiente. En fin, otros parece que tienen valor por la esperanza de algún bien que esperan; estos tampoco son valientes, puesto que sería un absurdo llamar valientes a los que sólo lo son de cierta manera y en circunstancias dadas. Por [37] consiguiente, en nada de lo que va dicho se encuentra el valor.

¿Quién es en general el hombre verdaderamente valeroso? ¿Cuál es el carácter que debe tener? Para decirlo en una palabra, el hombre valiente es el que no lo es por ninguno de los motivos que quedan expresados, sino porque es de suyo siempre valiente, ya le observe alguno, ya nadie le vea. Esto no quiere decir que el valor aparezca absolutamente sin pasión y sin motivo, sino que es preciso que el impulso nazca de la razón, y que el móvil sea el bien y el deber. El hombre que guiado por la razón y por el deber marcha al peligro sin temerle, este hombre es valiente, y el valor exige precisamente estas condiciones. Pero no debe entenderse que el hombre valiente carezca de miedo en el sentido de no experimentar accidentalmente la menor emoción de temor. No es ser valiente el no temer absolutamente nada, porque si tal cosa pudiera admitirse, vendríamos a parar en que las piedras y las cosas inanimadas son valientes. Para tener verdaderamente valor es preciso saber temer el peligro y saber arrostrarle, porque si se arrostra sin temerlo, ya no se es valiente. Además, como ya dijimos arriba, al dividir las especies de valor, este no se aplica a todos los temores ni a todos los peligros; sólo se aplica directamente a los que pueden amenazar la vida. Tampoco el verdadero valor tiene lugar en un tiempo cualquiera, ni en cualquiera caso, sino en aquellos lances en que los temores y los peligros son inminentes. ¿Será uno valiente, por ejemplo, por temer un peligro que no pueda verificarse hasta años después? Muchas veces se cuenta uno seguro, porque ve el peligro lejano, y se muere de miedo cuando está cerca.

Tal es la idea que nos formamos del valor y del hombre verdaderamente valiente.

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{8} En el Laques, por lo contrario, Platón sostiene que el valor no es el conocimiento de las cosas que es preciso temer o no temer. Es cierto que en la República, lib. IV, Sócrates da del valor la definición que ataca aquí Aristóteles.

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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 2, páginas 35-37