Filosofía en español 
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Tomo quinto Carta XXVI

Al mismo Señor, sobre el propio asunto

1. Mi amigo, y Señor: Recibí la de Vmd. de 11 de Noviembre, y con ella la Relación impresa de las circunstancias, y efectos del Terremoto, que padeció esa Ciudad el día primero del mismo. Hago juicio, que ese sitio es algo más expuesto que otros a semejantes calamidades; pues por mis papeles hallo, que no es ese el único, ni el mayor Terremoto, que se ha experimentado en Cádiz. Monsieur de la Martiniere en el tom. 3 de su Diccionario Geográfico, v. Cádiz, o Cadis, dice por testimonio de los Geógrafos antiguos, que cerca de esa Isla hubo otra pequeña, que le llamaba Erythia, y Aphrodisia; y efectivamente Plinio, que tengo presente, en el lib. 4 de su Historia Natural, cap. 32, afirma la existencia [402] de dicha Isla en su tiempo, con los mismos nombres de Erythia, y Aphrodisia. ¿Pero existe hoy dicha Isla? La Martiniere me dice, que no; infiriendo, que alguna inundación, o temblor de tierra la tragó, o arruinó. Y yo determinadamente afirmo, que su ruina vino de Terremoto, y no precisamente de inundación, o movimiento del agua agitada de los vientos, cuyo impulso no podía tener fuerza para postrar enteramente la Isla, si solo alguna punta, que se descollase sobre el agua. Repetidas experiencias han mostrado, que la agitación de las olas hace mucho menos impresión en aquella parte de los edificios, que está metida dentro del agua, que en la que se eleva sobre ella. Y la razón física de esto es clara: conviene a saber, que el impulso del agua, que bate un cuerpo colocado dentro de ella, es resistido por el cuerpo de agua, que le circunda por el lado opuesto; v. gr. si el viendo impele el agua hacia el cuerpo por su cara Oriental, la que está por el lado Occidental sirve de apoyo a dicho cuerpo; de modo, que si no sucede en la parte del cuerpo colocada fuera del agua, por carecer de este apoyo para resistir los embates de las olas. Suponiendo, pues, como me parece evidente, que la ruina de la Isla Erythia fue efecto de un Terremoto, seguramente sería éste por lo menos igual al que padeció Cádiz estos días.

2. Añado, que acaso en la más retirada antigüedad hubo otro Terremoto, sin comparación mayor, que el que postró dicha Isla. Vaya a Dios, y a ventura esta conjetura mía. Entre las hazañas de Hércules, que los Antiguos Fabulistas nos dejaron escritas, una es, que este Héroe, cuando navegando por el Mediterráneo, llegó a plantar, como señales del término de la navegación, las dos famosas columnas, apellidadas del nombre del Héroe, rompió un Istmo, o estrecho de tierra, que antes unía la España con el África. Pero suponiendo, que la hazaña, no sólo es fabulosa, sino quimérica, pudo, como otras muchas, aludir [403] a algún suceso verdadero; esto es, que realmente España en tiempos antiquísimos estuviese unida con el África por medio del expresado Istmo; y habiendo abierto éste algún horrible Terremoto, la invencionera Grecia atribuyese a los brazos de Hércules lo que hizo el Terremoto. ¿Quién negará pudo suceder a España, respecto del África, lo que según varios Historiadores antiguos sucedió a Sicilia, respecto de Italia, a la Isla de Chipre, respecto de Siria, y ala de Negro Ponto, respecto de la Coecia? Estas tres Islas, digo fueron arrancadas del continente a que estaban unidas; y aunque se supone, que esta desunión se hizo por violentas inundaciones, yo insisto en que no pudieron hacer tan portentosas inmutaciones las aguas, movidas sólo al impulso de los vientos, antes necesariamente intervinieron en ellas los Terremotos, por lo menos como agentes principales. Y por lo que mira al efecto de arrasar Islas, me parece convence, que éste no pudo proceder precisamente de las aguas impelidas por los vientos, no solo por lo dicho arriba, más también el que siendo realmente las Islas unas montañas colocadas en el mar, por razón de su mayor corpulencia en la parte inferior (lo que es común a todas las montañas) tienen en ella más resistencia, que en la superior.

3. Para el correo inmediato espero remitir a Vmd. un compendioso proyecto sobre mi nuevo sistema, en orden a la causa del Terremoto, y si no pudiere en el correo inmediato, lo reservaré para el siguiente.

4. Aunque todos los Pueblos deberán condolerse de los daños, que hizo en ese el Terremoto, pueden al mismo tiempo envidiarle a ser regido por un Gobernador tan celoso, capaz, animoso, y vigilante, que con sus acertadas providencia evitó muchos mayores daños, que los padecidos. Como yo vivo tan retirado, no tenía hasta ahora noticia del señor D. Antonio Azlor; pero las que he recibido, así de la Relación impresa, como de la manuscrita, me hacen ver en ese Excelentísimo Señor Gobernador (verdaderamente Gobernador Excelentísimo) todas las [404] calidades que constituyen un Héroe. Es tan cierto, que las grandes ocasiones manifiestan los grandes hombres, que una sola, siendo muy relevante, puede descubrir todo un Héroe. A quien conserva un corazón intrépido a vista de un Terremoto, se le puede aplicar con la mayor propiedad aquella valiente expresión de Horacio en la pintura de un varón supremamente fuerte:

Etiam si fractus illabatur Orbis
Impavidum ferient ruinae

Me holgaría de saber la Patria de ese Caballero, y los empleos que ha tenido.

5. También estoy muy edificado y debe estarlo todo el mundo del celo verdaderamente Apostólico, y amor paternal de sus ovejas, que ejerció en esta urgencia ese Illmo. Señor Obispo.

A Dios, Señor mío, hasta el correo que viene, o el siguiente, si mi salud lo permite. Oviedo, y Diciembre 3 de 1755.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo quinto (1760). Texto según la edición de Madrid 1777 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo quinto (nueva impresión), páginas 401-404.}