Filosofía en español 
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Tomo primero Carta XXXVIII

Del Astrólogo Juan Morin

1. Muy señor mío: Notable objeción es la que Vmd. me propone contra lo que he escrito de la vanidad de la Astrología Judiciaria; que oyó en un corrillo hablar de un Astrólogo Francés, llamado Morin, cuyos Pronósticos nunca, o rarísima vez fueron falsificados por los sucesos; y por tanto estimado, y gratificado el Autor por varios Príncipes, entre ellos el Rey Cristianísimo Luis XIII; y que el Caballero que dio esta noticia, añadía, que si yo la hubiese [294] tenido cuando escribí el primer Tomo del Teatro, no me explicaría tan resuelto contra aquel Arte.

2. Señor mío, si cualquiera especie de corrillo ha de pasar por legítima impugnación de mis aserciones, puede Vmd. arrojar desde luego todos los Tomos del Teatro Crítico al río o a otra peor parte. ¿Mas qué extraño que Vmd. en una Carta privada me proponga un tal argumento, habiendo visto, que otros no se han corrido de impugnarme en Escritos impresos con cuentos de Viejas, y de Niños, con especies de Cocina, y de Bodegones, con dicterios de Lacayos, y Cocheros?

3. Del Astrólogo Juan Bautista Morin tengo acaso más específicas, y individuales noticias que el Caballero que hizo ostentación de ellas en el corrillo. La primera profesión que tuvo, y ejerció este hombre, fue la de Médico. Abandonó después la Medicina para darse todo a la Astrología, que fue lo mismo (seame lícito decirlo así) que repudiar una Tuerta para casarse con una Ciega. La Medicina ve poco. La Astrología nada. Aquélla conjetura, ésta sueña. Lo muy singular del caso fue, que al mismo tiempo, y en el mismo lance en que Morin dejó la Medicina, porque así se hiciese un género de compensación de pérdida; y ganancia entre las dos Facultades. Vivía Morin en París en la Casa del señor Claudio Dormi, Obispo de Boloña, como Médico suyo. Este Prelado tenía al mismo tiempo consigo un Astrólogo Escocés, llamado Davison. La concurrencia de el Astrólogo, y del Médico bajo un mismo techo motivó en los dos diversas reflexiones sobre las dos Facultades, cuya resulta fue, que Morin, tediado de la incertidumbre de la Medicina, se dio a la Astrología; y Davison, enterado de la vanidad de la Astrología, se aplicó a la Medicina. A esta cuenta Morin esperaba hallar en las tinieblas la luz que le faltaba en los crepúsculos.

4. Pero vamos a su pretendido acierto en los Pronósticos. Dícese, que predijo la prisión que padeció su Patrono el Obispo de Boloña. Que contra las predicciones de los demás [295] Astrólogos, los cuales aseguraban, que el Rey Luis XIII, a la sazón enfermo en León de Francia, moriría de aquella enfermedad, pronosticó su mejoría, como en efecto la logró. Que al mismo Rey en otra ocasión dijo, que si tal día salía de casa, le amenazaban los Astros de una desdicha. Salió el Rey a la tarde, y dio una caída. Que acertó con el tiempo de la muerte del mismo Príncipe, con la leve diferencia de muy pocos días. Que erró sólo diez horas el tiempo de la muerte del Cardenal de Richelieu, y pocos días el de la muerte del gran Gustavo. En fin, que habiendo visto el horóscopo del Marqués de Cinq-Mars, predijo, que había de morir degollado, como en efecto lo fue.

5. Esto es todo lo que he leído a favor de la Ciencia astrológica de Morin, lo cual, aun cuand sea todo verdad, nada prueba. Es verosímil, que este Profesor, infatuado como estaba de su Judiciaria, y empleado en el uso de ella por muchos años, produjese innumerables predicciones. ¿Qué mucho, que entre tantas, el caso sacase seis, o siete verdaderas? Antes sería una rarísima contingencia, que todas saliesen falsas. Aquí viene lo de Cicerón, haciendo esta misma reflexión contra los Astrólogos de su tiempo: Quis est, qui totum diem iaculans, non aliquando colimet?

6. ¿Y no podríamos desconfiar de la relación de esas predicciones? Creo que sí. Yo no he visto citar por ellas sino al Autor que escribió la vida del mismo Morin, el cual, sin temeridad, se puede recusar como apasionado. El Autor, en quien le he visto citado, no le nombra. Acaso será Anónimo; y siéndolo, basta la afectación de ocultarse, para que le tengamos por sospechoso. Mas séalo, o no, es difícil concebir, que en el empeño de hacer plausible en el mundo por sus predicciones a Morin, no interviniese algún motivo de pasión, o interés.

7. Pero no es menester embarazarnos en esto; porque, como he dicho, la verificación de seis, o siete Pronósticos, nada hace para el crédito de un Astrólogo que erró otros infinitos. Lo más es, que casi todos esos que se alegan, aun considerados independientemente en los demás, que salieron [296] falsos, más merecen desprecio, que admiración; lo que probaré fácilmente examinándolos a la luz de la Crítica.

8. El presagio de la prisión del Obispo de Boloña pudo ser más conjetura política, que adivinación astrológica. Este Prelado era uno de aquellos genios que llaman los Franceses intrigantes, hombre ambicioso, inquieto, entremetido en los negocios de estado; y por lo que después se vió, imbuido de designios opuestos a los del Ministro, que entonces gobernaba despóticamente la Monarquía Francesa (El Cardenal Richelieu). En efecto estos designios, pasando a ser obras, ocasionaron su encarcelamiento. Fácil es discurrir, que Morin, doméstico, y confidente del Prelado supiese sus resoluciones, antes que éstas se manifestasen al Público; y considerando sus fuerzas muy inferiores (como realmente lo eran) a las del Cardenal Ministro, Juzgase casi moralmente cierta su prisión, que es cuanto castigo podía temerse, respecto de un Príncipe Eclesiástico. Fuera de que cualquiera leve insinuación de temer en orden a la prisión, y aun a desgracia en general, que precediese de parte de Morin; visto el suceso, se preconizaría, como predicción positiva, y determinada, que es lo que sucede cada día.

9. Para el Pronóstico de la mejoría del Rey en la enfermedad que padeció en León, bastaba a Morin la Ciencia médica, sin recurrir a la astrológica; pues aunque estaba distante del enfermo, es de creer, que tuviese noticias bien circunstanciadas del carácter de la enfermedad. Pero la verdad es, que para dicho Pronóstico no necesitaba ser Astrólogo, ni Médico. Gente enteramente idiota, a cada paso acierta Pronósticos semejantes. Basta saber, que es mucho menor el número de las enfermedades mortales, que el de las que no lo son, para que cualquiera, siendo consultado sobre el éxito, si no ve señales positivamente funestas, habiendo de pronunciar por vida, o muerte, se incline a aquélla, y no a ésta.

10. El cuento de la caída del Rey es ridículo; y más prueba la vanidad de la Ciencia Astrológica, que el acierto del Astrólogo. Había amenazado éste con un infortunio al Rey, [297] si salía tal día de casa; y el infortunio para, en que enredándose al Rey un pie en una cuerda, armada para coger pájaros, cae en suelo llano, sin hacerse daño alguno, ni aun levísimo. ¿Quién podrá contener la risa, viendo jactar este accidente, como cumplimiento del Pronóstico? Si éste se reputa infortunio, adversidad, u desastre, pocas veces sale nadie de su casa, a quien no suceda alguna desdicha; pues cualquiera objeto desagradable que se presente a sus ojos, u a sus oídos, al tacto, al olfato, &c. da más que padecer, y que sentir, que una caída tan inocente.

11. La adivinación de la muerte del Rey, consideradas las circunstancias, en vez de autorizar al Astrólogo, le desacredita. Se ha de advertir, que cuando Morin pronunció el Pronóstico, estaba el Rey gravísimamente enfermo, y todos los Médicos, convenidos en que no podía escapar, sólo discordaban en el día fatal. En estas circunstancias el anuncio de la muerte, proferido por un Astrólogo, que juntamente era Médico, nada significa a favor de la Astrología. Aun sin ser Médico, ni Astrólogo, podría asegurarla fundado solamente en la uniforme atestación de los Médicos. Aun cuando acertase en designación del día, podría atribuirse, o al acaso, o al conocimiento médico. Pero el mal es, que Morin erró cuanto en aquellas circunstancias (supuesta la incurabilidad del mal, notoria a todos los Médicos) se podía errar. El Rey estaba enfermo, según cuenta Mr. Larrei en el primer Tomo de la Historia de Luis XIV, desde el día 21 de Febrero. El mal se fue agravando poco a poco, de modo, que antes de acabarse el mes de Abril le daban los Médicos pocos días de vida. El día 29 de este mes, pronunció Morin, hablando con el admirable Gasendo, que moriría el 8 de Mayo; pero se añade, que a otros dijo, que en caso de escapar aquel día, llegaría el 16, o 17 del mismo mes. Todo salió falso, porque el Rey murió el día 14.

12. El yerro de diez horas en la muerte de Richelieu no es muy leve yerro para un Médico, si el Pronóstico se hizo, como yo creo, cuando el Cardenal estaba ya muy apurado de la enfermedad, de que murió. [298]

13. El de pocos días en la del gran Gustavo, que se hallaba a la sazón sano, robusto, y tenía treinta y ocho años de edad, dejaría algún lugar a la jactancia del Astrólogo, si el propio no lo hubiera echado a perder con la misma solución, con que quiso disculpar el yerro. Dijo, que el tiempo del nacimiento de aquel Héroe no se había señalado con la precisión debida, interviniendo en la noticia el yerro de algunos minutos. Esto desbarata enteramente al Pronóstico, y muestra la mala fe con que procedía Morin. Todos los Judiciarios asientan, que la diferencia de uno, u dos minutos en el nacimiento; induce, no una diferencia leve, sino muy grande en la fortuna. Y de esta máxima se sirven para responder al argumento, que se les hace de la suma desigualdad de fortunas, que se ha observado varias veces entre los Gemelos, siendo así, que coinciden en el tiempo del nacimiento; y de otros infinitos hijos de diferentes madres, que nacen en el mismo o casi en el mismo punto; y de los cuales uno sube hasta poner debajo de sus pies el mundo; y otro queda debajo de los pies de todos; uno muere en la infancia, y otro vive un siglo. Puesto esto, es trampa ridícula atribuir al yerro de pocos días en su muerte, pretendiendo con este recurso salvar, en el poco más o menos todo el acierto, que supuesto aquel yerro, era posible al Astrólogo; pues la diferencia de un solo minuto era capaz de prometerse de parte de los Astros, o ya cien años, o ya sólo pocos días de vida. Así Morin no debía atribuirse, ni un átomo de acierto en aquel caso; sí sólo contentarse con decir, que aquel pronóstico debía mirarse como si no fuese, y no entrarle en la lista, ni de sus yerros ni de sus aciertos.

14. La predicción de que el Marqués de Cinq-Mars había de ser degollado, se refiere de un modo, que cierra la puerta a las soluciones particulares que he dado a las pasadas. Cuéntase, que se le presentó a Morin el tema natalicio de aquel infeliz Señor, callando el sujeto; y Morin, por la precisa inspección del tema, pronunció la sentencia de [299] degüello. ¿Pero quíen nos asegurará, que no intervino en ello alguna trampa? Es verosímil, que la consulta se hiciese al Astrólogo, cuando ya Cinq-Mars estaba preso por crimen de Lesa Majestad; porque este fue el tiempo, en que en toda la Francia apenas se pensaba, ni discurría en otra cosa, que en el destino de aquel ilustre Reo: más de 14 meses de prisión precedieron al suplicio, dando motivo para esperar alguna gracia el mucho amor que le tenía el Rey; y para temer todo el rigor de la justicia, junto con la calidad del crimen, el odio con que le miraba Richelieu. Los que discurrían lo peor, eran los que discurrían más bien; porque el Ministro era dueño de todas las acciones del Rey, quien, siempre que se ofrecía, sacrificaba sus pasiones a las del Valído. ¡Cuán fácil es, que en tales circunstancias alguno de los que intervenían en la Consulta, a escondidas obrase de concierto con el Astrólogo, y le revelase el sujeto de ella! ¡Cuán fácil es también, que el mismo Astrólogo, por medio de algún emisario, solicitase dolosamente la Consulta! En cualquiera de los dos casos no hallaría dificultad alguna en la respuesta, quien tuviese no más que un mediano conocimiento político. Así pudo acertar Morin al Pronóstico, por el mal aspecto del Ministro hacia el Reo, sin atender a que fuese adverso, o propicio el de los Astros, como en la verdad, no por el influjo de éstos, sino de aquél, murió Cinq-Mars en un cadalso.

15. Si a Vmd. o al Panegirista de Morin no agradare esta solución, tome la general, de que un acierto, a vuelta de muchos yerros, se debe reputar efecto de la casualidad y no del arte.

16. Si algún curioso Parisiense hubiese tenido el gusto de averiguar, y apuntar todos los Pronósticos de Morin, que por falsificados enteramente en los sucesos, le expusieron a la irrisión pública, no dudo podría componer con la relación de ellos un volumen muy crecido, y nada ingrato a los Lectores. Algunos pocos de estos Pronósticos falsificados he leído, que referiré a Vmd. sucintamente:

17. Al Conde de Chavigni, Secretario de Estado, predijo [300] para tal tiempo una enfermedad. Gozó el Conde en el tiempo señalado perfecta salud; pero padeció otro trabajo, que fue el de verse preso, de que no se había acordado el Astrólogo.

18. Al ilustre Gasendo, que hacía pública mofa de su Astrología, viéndole enfermo el año de 1650, pronosticó que moriría a últimos de Julio, o primeros de Agosto, refiriéndolo a muchas personas, como seguro del suceso. Pero Gasendo convaleció perfectamente antes de llegar el plazo señalado, y mucho tiempo después no padeció detrimento alguno en la salud.

19. El anuncio que más irrisible le hizo, fue el de que el Anti-Cristo ya había nacido, y que muy presto se descubriría, y haría dueño del mundo, señalando los medios de que había de usar para la expugnación de todos los Reinos.

20. Cuéntase también, que a un desdichado Caballero joven ocasionó la muerte, vaticinándole que había de ser muy dichoso en las armas, y principalmente en los Duelos, de que provino, que aquel Noble se metió a pendenciero, y murió luego en un desafío.

Pienso haber dado a Vmd. bastantes noticias para no estar mudo en la conversación, si otra vez se ofreciese hablar del Astrólogo Morin; y esto basta por ahora para mi satisfacción. Nuestro Señor guarde a Vmd. &c.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo primero (1742). Texto según la edición de Madrid 1777 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión), páginas 293-300.}