Filosofía en español 
Filosofía en español

Manuel Graña González SDB 1878-1963

Manuel Graña

Presbítero católico español, de la pía sociedad de San Francisco de Sales –presbítero salesiano de Don Bosco–, redactor de El Debate (el periódico católico impulsado en Madrid desde 1911 por Ángel Herrera Oria, abogado del Estado, fundador en 1909, junto con el soldado jesuita Ángel Ayala, de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas; periódico conformador de la emergente derecha socialista –alineado con Antonio Maura– contradistinta de una derecha liberal irisada de derecha primaria carlista: José María de Urquijo Ybarra, fundador en 1901 de La Gaceta del Norte y de la Editorial Vizcaína, había comprado El Debate en 1911, tras el Congreso Eucarístico de Madrid, encomendando su gestión a la ACNP, pero, disgustado por el reconocimiento que el periódico hacía de Alfonso XIII como rey de España, traspasa en 1912 su propiedad a Ángel Herrera –quien décadas después, tras la Guerra Civil, había de abrazar el sacerdocio: creado obispo de Málaga en 1947 fue incluso proclamado cardenal de la iglesia de Roma en 1965–, que aporta tal propiedad al constituirse la Editorial Católica en 1912, un tercio del capital inicial de 150.000 pesetas, con los otros dos tercios a nombre del padre Vicente Laguna y de Fernando Bauer Morpurgo, judío converso católico en 1898, hijo del banquero Ignacio Salomón Bauer, representante en España de la familia Rothschild). [El Debate se publica hasta el 19 de julio de 1936, en que sus talleres se incautan para imprimir Mundo Obrero, organo del PCE, sección española de la Internacional Comunista; manteniendo la Editorial Católica, tras la derrota de la Komintern en España y durante el franquismo, el diario Ya, fundado por ellos en 1935.]

Ángel Herrera Oria, para modernizar El Debate, que además durante la Gran Guerra había sido un periódico germanófilo, elige en 1919 al redactor Manuel Graña González para desplazarse a los Estados Unidos de Washington y recibir allí formación especializada en la Escuela de Periodismo fundada por José Pulitzer, en la neoyorquina Universidad de Columbia. Cuando en 1926 se inicia la Escuela de Periodismo de El Debate (que en 1932 se incorpora al CEU, Centro de Estudios Universitarios), Manuel Graña asume su organización y puesta en marcha, impartiendo un primer Cursillo de Redacción, de marzo a junio de 1926, y publicando en 1930 un tratado pionero en la lengua: La escuela de periodismo, programas y métodos (editado en Madrid por CIAP, Compañía Iberoamericana de Publicaciones, cuyo consejo de administración presidía el banquero Ignacio Bauer Landauer, hijo de Gustavo Bauer Morpurgo, y sobrino de Fernando Bauer, mecenas de El Debate y de Editorial Católica).

1905 «Órdenes sagradas. Nombres de los que las han recibido hoy. Para el subdiaconado. D. Claudio Macarro, D. Alejandro Rollán y don Ludovico Tejedor (diocesanos). Fray Domingo Monedero, Fr. José García y Fr. Ramón Carrión (religiosos dominicos). D. Manuel Graña y D. Vicente Jenestal (salesianos).» (El Lábaro, Salamanca, sábado 23 septiembre 1905, pág. 3.)

1906 «Por el ilustrísimo señor Obispo de la diócesis se han dado órdenes sagradas a los señores siguientes: Diáconos: Fray Aureliano Pardo (dominico), don Manuel Graña (salesiano).» (La Iberia, Ciudad Rodrigo, 9 junio 1906, pág. 3.)

1907 «Sección religiosa. A las diez y media misa solemne en la que ensalzará las glorias del Santo Patriarca D. Manuel Graña, presbítero salesiano.» (El Lábaro, Salamanca, sábado 20 abril 1907, pág. 3.)

1908 «La velada de los salesianos. […] El P. Albino Menéndez y el presbítero D. Manuel Graña, leyeron con apropiada entonación dos poesías, Lucha… y tranquilidad, original del P. Menéndez, y Expansiones, del Sr. Graña, ambas fueron muy sentidas e inspiradas que fueron justa y calurosamente aplaudidas.» (El Lábaro, Salamanca, jueves 30 enero 1908, pág. 1.)

«Hoy, a las siete, dará la última conferencia de este curso en el Círculo de Obreros don Manuel Graña, presbítero Salesiano, sobre el tema “La educación infantil”.» (El Castellano, Salamanca, 7 marzo 1908, pág. 2.)

1912 «Fiesta del Rosario. Principió el viernes pasado en el templo parroquial de Cangas con un triduo a cargo del muy sabio y celoso cura párroco D. Valentino Losada. […] En la misa solemne ofició el digno párroco, subiendo a la cátedra sagrada un sacerdote Salesiano, hijo del pueblo, Rvdo. Sr. D. Manuel Graña, quien magistralmente expuso al auditorio la explicación de los misterios del Santísimo Rosario con aplicaciones prácticas para las actuales necesidades.» (El Eco de Santiago, Santiago de Compostela, 17 octubre 1912, pág. 1.)

1919 «Ecos de Sociedad. Ha llegado de Madrid de paso para New York, el redactor de El Debate presbítero don Manuel Graña (Eugenio). Nuestra más cordial bienvenida.» (El Correo de Cádiz, 30 agosto 1919, pág. 1.)

«Desde Nueva York. La impresión que se recibe al recorrer por vez primera una ciudad como ésta, tiene que ser necesariamente superficial, incompleta y a menudo falsa […] Manuel Graña (‘Eugenio’)» (La Gaceta de Tenerife, 31 octubre 1919, págs. 1-2.)

1920 «Desde Nueva York. La España nueva […] Manuel Graña (Eugenio) Nueva York, febrero 1920.» (El Debate, Madrid 9 marzo 1920, pág. 3.)

«Nueva organización de los católicos. […] Manuel Graña. Nueva York, febrero 1920.» (La Cruz, Tarragona 18 marzo 1920, pág. 1.)

«Desde Nueva York. La dictadura del trabajo […] Manuel Graña (Eugenio)» (El Debate, Madrid 20 marzo 1920, pág. 3.)

1921 «Desde Nueva York. Viviani en América […] Manuel Graña. Nueva York, abril 1921.» (El Debate, Madrid 25 abril 1921, pág. 3.)

«Crónica de Inglaterra. El primero de mayo en Londres […] Manuel Graña. Londres, mayo 2, 1921.» (El Debate, Madrid 7 mayo 1921, pág. 1.)

«Comisaría de policía. Por haberle sustraido de una cartera 20 pesetas y documentos, presentó denuncia Manuel Graña González, quien sospecha sean los autores Manuel Bruzón Oliva y Bernardo Hernández.» (El Noticiero Gaditano, 31 mayo 1921, pág. 1.)

«Por tierras de Holanda. En la ciudad de los tulipanes […] Manuel Graña. Harlem, junio 1921.» (Las Provincias, Valencia 9 julio 1921, pág. 6.)

«Por tierras de Holanda. Frans Hals […] Manuel Graña.» (El Debate, Madrid 11 julio 1921, pág. 3.)

«Por tierras de Holanda. Feminismo holandés […] Manuel Graña.» (El Debate, Madrid 3 agosto 1921, pág. 3.)

«Folletones de actualidad. Apertura del Parlamento irlandés […] Manuel Graña.» (El Debate, Madrid 16 agosto 1921, pág. 3.)

«Mundo católico. Una brecha más en el socialismo inglés […] Manuel Graña.» (El Debate, Madrid 25 noviembre 1921, pág. 3.)

1922 «Desde Irlanda. Como nace una nación […] Manuel Graña. Dublín, enero 7, 1922.» (El Debate, Madrid 16 enero 1922, pág. 3.)

«La Iglesia libre en Rusia […] Manuel Graña.» (El Debate, Madrid 5 mayo 1922, pág. 3.)

«Jornadas eucarísticas. Adiós al Papa […] Manuel Graña.» (El Debate, Madrid 22 junio 1922, pág. 3.)

«Acaban de morir dos irlandeses que han ejercido por medio del periódico enorme influencia, el uno en su patria de adopción, el otro en su patria natural. […] Nosotros le hemos visto en aquellos días memorables en que parecía iba a tocar la realización del sueño de su vida. Entraba y salía del hotel Gresham, donde tenía sus oficinas provisionales; allí, frente a nuestra habitación, trabajaba míster Collins, al cual acompañaba en su trabajo muchas veces una joven rubia, novia del incansable ministro. Casi todos los días teníamos ocasión de saludar a míster Griffith, y él respondía a nuestro saludo con un gesto rígido, gesto de luchador. […] La muerte de Mr. Griffith es un rudo golpe para la pacificación de Irlanda, tan insegura de suyo. ¿Quién luchará ahora contra la desesperada facción que acaudilla De Valera? ¿Quién le sustituirá en la defensa del Tratado al cual va aneja la suerte de Irlanda y sus relaciones con el imperio británico? Griffith era, además, la esperanza de los que anhelan ver unidas las dos porciones irreconciliables de la isla; a los ulsterianos les inspiraba gran confianza como economista. De lo dicho comprenderá el lector que la situación de Irlanda, tan obscura de suyo, viene a obscurecerse más con la muerte de Mr. Griffith; un barco que en plena borrasca pierde el piloto queda expuesto a inminente naufragio. Sin llegar a la altura de O'Connell, Parnell y Redmond, Arturo Griffith ha sabido coronar la obra de sus predecesores. Vivió poco para dejarla completa; pero lo suficiente para que su Patria le honra como a uno de sus más preclaros hitos. Manuel Graña.» (“Arturo Griffith”, El Debate, Madrid 19 agosto 1922, pág. 3.)

«La muerte de un periodista (Alfredo Harmsworth, lord Northcliffe) […] Manuel Graña.» (El Debate, Madrid 21 agosto 1922, pág. 3.)

«La conversión de Chesterton […] Manuel Graña.» (El Debate, Madrid 24 octubre 1922, pág. 3.)

1923 «Desde las columnas de El Debate, D. Manuel Graña, enviado especial de aquel periódico para informar a sus lectores sobre el asunto de la verja de la Real Capilla de Granada, nos brinda unas desconcertantes impresiones en dos artículos sucesivos, además de sucesivos, absolutamente contradictorios. Nada hubiésemos replicado al primero, a pesar de sus errores, si el segundo no viniese a aumentarlos, tendiendo a hacer aparecer la publicidad y comentario de este asunto como campaña emprendida contra el clero y la Iglesia. Y ya eso, no. Nada más lejos de nosotros.» (Antonio Gallego y Burín, “Contestanto. Sobre la verja de la Capilla Real de Granada”, La Voz, Madrid, 9 de febrero de 1923, pág. 2.)

«La conquista de Nueva Granada (un nuevo libro de míster Cunighame) […] Manuel Graña.» (El Debate, Madrid 22 febrero 1923, pág. 3.)

«El mundo musulmán proyecta también su “concilio ecuménico”. Filósofos, literatos, teólogos e historiadores agitan la opinión y abren ante las inteligencias vulgares de las masas los horizontes bajo los cuales han de cobijarse los espíritus. No hace mucho uno de los hombres más cultos del Islam publicaba, reformado, un libro suyo, que es nada menos que una apología de su raza, un cuadro elocuente y erudito de lo que debe al islamismo Europa, y, sobre todo, el Asia; y al mismo tiempo, que pone delante de los ojos de sus correligionarios la evocación brillante del pasado, renueva con indecible entusiasmo el ideal para el porvenir. […] Esta asamblea panislámica habrá de reunirse en Turquía (Angora, probablemente), porque esta nación tiene aún el prestigio suficiente para seguir al frente de los pueblos musulmanes. La evolución de sus hombres eminentes y la entereza con que discute de potencia a potencia con las naciones más poderosas de Europa; la cultura occidental que asimila en su contacto con el helenismo, juntamente con las filtraciones religiosas de la ortodoxia, hace que vaya delante en el camino de las reformas, y, por tanto, es el terreno más a propósito para discutirlas y ensayarlas. Imagine el inteligente lector la gran Asamblea de los Prelados de la catolicidad que proyecta el Sumo Pontífice, reunida en Roma con todo el esplendor y prestigio de tantas eminencias y presidida por la más alta eminencia moral y religiosa del mundo, definiendo con tanta autoridad las normas espirituales que deben regular la vida de los pueblos y de los individuos; proclamando como dogmas de fe las bases morales del derecho internacional, del derecho y uso de la propiedad, de la ética de los negocios, de las relaciones entre el capital y el trabajo, del nacionalismo y supernacionalismo cristiano, de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, entre los pueblos y sus gobernantes; y esa voz solemne de la Iglesia, lanzada a las cinco partes del mundo por Prelados de todas las lenguas y de todos los climas, pastores de todas las razas, resonando como la de Cristo en los oídos del protestantismo y del panislamismo, de la Rusia ortodoxa y de la China todavía pagana, resonando en tantos millones de almas ansiosas de oír palabras de vida eterna. […] Manuel Graña.» (“El concilio panislámico”, El Debate, Madrid 7 marzo 1923, pág. 3.)

«A gritos pedían médicos y sacerdotes, educadores y progenitores, que se reglamente el “cine” para los niños como se ha hecho en otros países. Que sea lo que debe ser, un elemento educativo, pero no un medio de corrupción. Y esto que se dice de los niños, lo hace extensivo la asamblea al eterno niño que llamamos pueblo, teniendo en cuenta que los jóvenes de diez y ocho años para arriba, reciben del “cine” influencias y sugestiones más eficaces aún que los menores.» (Manuel Graña, “El Congreso Mariano de Valencia. Los maestros piden la intervención de los párrocos en las escuelas nacionales”, Crónica de nuestro enviado especial, El Debate, año XIII, nº 4316, Madrid, jueves 17 de mayo de 1923, pág. 1.)

1926 «El viaje del cardenal Reig a Norteamérica. En su viaje a los Estados Unidos, para asistir al Congreso Eucarístico de Chicago, acompañarán al cardenal primado, doctor Reig, el obispo de Calahorra, el conde de Eril, grande de España y segundo secretario de Embajada, en calidad de gentilhombre de su eminencia; el familiar del cardenal, don Ricardo de Pla, y el sacerdote don Manuel Graña, como secretario. La misión saldrá de Cherburgo el día 5 de junio.» (La Época, Madrid, lunes 24 de mayo de 1926, pág. 2.)

«No se adelanta nada. Don Manuel Graña, a quien debemos muchos regocijados artículos de andar y ver, nos descubre ahora un monte gallego, el de Santa Tecla, donde tiene lugar una fiesta religiosa, que, como es natural, nos describe dicho señor con fervoroso entusiasmo. Es una fiesta que, como diría el sainetero, viene “de prole en prole” desde “hace la friolera de casi cinco siglos”; pero ¿qué es esa friolera para el Sr. Graña? Cinco siglos le parecen muy poco, y va remontándose hasta la pavorosa antigüedad del tiempo eneolítico. Los hombres de entonces hicieron, como los de hoy, de aquel monte un oratorio. Y dice el señor Graña: “Volvemos a pasar por el ‘oratorio” de nuestros abuelos del eneolítico. Realmente, esos hombres de hace cuatro mil años sabían ya muy bien lo que es orar: por eso escogieron la cumbre del Tecla para su oratorio.” ¡Vaya un rentoy a las generaciones presentes, que en materia de oratorios se contentan con el cartón piedra y la purpurina! El Sr. Graña es así. Tocante a rezos, que no le vengan a él con capillitas de misa de una; para un buen rosario, para un sólido padrenuestro, no hay como un monte gallego, que parece de hoy y es nada menos que eneolítico. ¡Y pensar que, con eso y con todo, si el señor Graña examinara detenidamente las idean de aquellos hombres de hace la friolera de unos miles de años, las encontraría, por lo menos, heterodoxas!» (La Voz, Madrid 3 septiembre 1926, pág. 1.)

«Una desilusión. No lo esperábamos, la verdad, y nos ha cogido tan de sorpresa, que aún nos negamos a admitir la dura realidad de los hechos. Ha de haber alguna equivocación, porque no es posible echar a perder así las cosas tan bien empezadas, según se nos había dicho. Esperamos, pues, que venga la rectificación, y lo esperamos como quien espera lo fatal, esto es, lo necesario: que un peral dé peras y un olmo no las dé. A todo esto, aún no hemos explicado de qué se trata. Pues se trata, nada menos, de que en esa escuela de periodismo fundada por un piadoso colega, no va a dar clases este año D. Manuel Graña, que las desempeñó tan a gusto de todos el año pasado. ¿Por qué esa preterición de Graña? Se nos dirá que tiene otras ocupaciones, que conviene cambiar de personas, como signo de mayor amplitud de ideas y aun como ostentación de abundancia de elementos; se nos dirá lo que se quiera, pero nosotros no nos consolaremos. No nos consolaremos, convencidos de que al Sr. Graña no se le hace justicia, no le admira nadie como es debido. Es decir, los únicos que le admiramos somos nosotros; con frecuencia hemos transcrito aquí muestras del estilo de tan noble ex maestro de periodistas, a quien seguiremos leyendo –así lo esperamos– con el mismo fervor que hasta el presente, aunque se le haya condenado al ostracismo.» (La Voz, Madrid 23 octubre 1926, pág. 1.)

«Con permiso del señor Graña. El señor don Manuel Graña, uno de los más graciosos colaboradores de El Debate, reseñando el otro día el Congreso Eucarístico, se lamentaba como de una falta de consideración y de respeto, casi como de un nefando sacrilegio, de que por las calles de Toledo se voceara El Liberal. Sí; realmente, yo no me explico cómo El Liberal se atreve a salir a la calle sin pedirle antes permiso al señor Graña. ¡A quién se le ocurre semejante desacato! Oiga usted, señor Graña: ¿me permite que me retire un momento, que voy a…? Vuelvo en seguida. El maestro ciruela. En el curso de periodismo que acaba de inaugurar El Debate se ha encargado de la cátedra de Redacción don Nicolás González Ruiz. Está muy bien; pero ¿quién se encargará, a su vez, de enseñarle redacción al señor González Ruiz? (Que, dicho sea entre paréntesis, buena falta le hace.)» (Mariano Benlliure Tuero, “En confianza”, Muchas Gracias, revista cómico-satírica, Madrid 6 noviembre 1926, pág. 6.)

1927 «Otra vez la juventud. Ayer se acababan los niños. Hoy son los jóvenes los que se van a acabar. Lo dice D. Manuel Graña... La juventud ha dado tema a los cantos de todos los pueblos. No es raro, pues, que de cuando en cuando se le entone un himno. El de D. Manuel Graña, como de quien es, vale lo que pesa en oro. Se llama “La nueva juventud”, y empieza: “Y no es pleonasmo ese título”. ¡Qué ha de ser pleonasmo! Cuando a un viejo se le dice: “Estás hecho un pollo”, tampoco hay pleonasmo. Pleonasmo es decir: “Un artículo muy gracioso de D. Manuel Graña.” “Las juventudes frívolas, alocadas, que sólo pensaban en vacaciones y francachelas, van a desaparecer”, exclama. ¡Ay! ¡Y también las otras! Las juiciosas, las devotitas, las de los ojos bajos y las manos juntas también desaparecerán, convirtiéndose de juventudes en vejeces. Todo pasa en este mundo, menos el buen humor, Sr. Graña. Usted lo comprueba en las juventudes que hoy le parece que no pasarán. Nosotros, en la lectura de sus artículos, aunque se tiñen a veces de melancolía, como se tiñen de negro las canas del que va empezando a ser viejo y no se resigna a que los demás vean que va dejando de ser joven.» (La Voz, Madrid 15 febrero 1927, pág. 1.)

«La revista The Catholic News publica un interesante artículo del sacerdote español don Manuel Graña, en el que habla de la organización de la Juventud Católica española, bajo los auspicios del señor Cardenal Primado, y expone el floreciente estado de la misma, así como el rotundo éxito alcanzado por dicha institución en el reciente Congreso celebrado en Madrid.» (El Siglo Futuro, Madrid 26 marzo 1927, pág. 1.)

«La idea expuesta por don Luis Benjumea, y comentada por el señor Rodríguez Sadía en el número 12 de Unión Patriótica, aunque ya manifestada por otros buenos patriotas, contiene, de realizarse, una trascendencia enorme para la vida nacional. En efecto: España pierde el 40 por 100 de sus niños, que deja morir, y el 50 por 100 de sus ingenios, que deja sin educar. Hemos de llegar a la segunda enseñanza gratuita, mediante prudente selección. Entretanto, la Unión Patriótica podría empezar esa grande obra nacional que el señor Benjumea propone. Ni un momento más debe aplazarse semejante empresa. Importa tanto cultivar nuestros ingenios, como aprovechar nuestros ríos; al fin y al cabo, el hombre crea la riqueza y no ésta al hombre. El proyecto del señor Benjumea es completamente viable; sólo falta ponerse a la obra. Empiécese sin más la propaganda en la Prensa y pónganse en movimiento los organizadores que sientan entusiasmo por la idea. La Unión Patriótica tiene la palabra y, sobre todo, libertad de acción. Hoy por hoy es la cosa más grande que puede hacer por España. Manuel Graña.» (Opinión sobre: “Una cruzada nacional. ¡Salvemos el tesoro de nuestros ingenios!”, Unión Patriótica, Madrid 1 mayo 1927, pág. 1.)

«Un especialista en símbolos. Nuestro demoníaco y voluptuoso colega El Debate –y le llamamos así porque se enfada cuando lo calificamos de pío y casto, sin duda porque en su fuero interno no se cree merecedor de tales halagüeños adjetivos– tiene entre sus más autorizadas plumas la de don Manuel Graña. Don Manuel Graña es el único rival temible para P. Bruno Ibeas. Cuando los lectores de P. Bruno Ibeas leen un artículo de don Manuel Graña desertan y se pasan con armas y bagajes a las filas grañistas. Y se explica. Don Manuel Graña ha llevado el símbolo a una perfección que no supera ni su tocayo D. Manuel Siurot, pedagogo eminente, asombro y envidia de nuestro amigo Luzuriaga. Ved, por ejemplo, su último artículo de El Debate, enviado desde Bayona (Galicia), al colega mañanero. Después de decir que “eso de la misantropía y tristeza del pueblo gallego es una de tantas leyendas que han inventado los que hablan de oídas”, sin comprender que si Galicia “arde en romerías y fiestas” es porque sabía que él, Graña, iba a visitarla, agrega que su objeto al dirigirse a Bayona (Galicia) era contemplar la Virgen de la Roca, “gigantesca imagen tallada rudamente en el granito de la costa que se eleva sobre un monte cuyos flancos azotan espumosas y sonantes las olas del Atlántico”. Esa costa que se eleva sobre un monte nos ha llenado de perplejidad. Pero, en fin, es posible que D. Manuel Graña esté en lo cierto y que en Galicia los montes estén debajo y las costas encima. Por si acaso, y para saber a qué atenernos, se lo preguntaremos a nuestros corresponsales. Pero sigamos leyendo: “Los informes peñascos que le sirven de pedestal alargan sus picachos hacia el océano como el bauprés de un buque antiguo”. ¡Lo que son las cosas! Nosotros estábamos en la creencia de que los picachos no se alargaban hacia los lados, sino hacia arriba. Pero el Sr. Graña ha descubierto que en Galicia sucede de otro modo, sin duda para que parezcan “el bauprés de un buque antiguo”. ¡Oh caprichos desconcertantes de la naturaleza galaica! Sin embargo, no es éste el único descubrimiento hecho por el señor Graña en Bayona (Galicia). Asegura que en el invierno “el tranquilo mar azul se transforma en una llanura infernal cubierta de colinas y cerros verdosos”. Antes, una costa encima de una montaña... Ahora, una llanura infernal cubierta de colinas y cerros, que además son verdosos... Decididamente, Galicia se cambia en una región absurda cuando el señor Graña le hace el honor de visitarla. Por último, D. Manuel Graña, rival de P. Bruno Ibeas, vence a éste de una manera definitiva como simbolista al decir, luego de arrojar a voleo sobre las sufridas planas de El Debate numerosos celajes purpúreos, chorros de luz, dibujos argénteos, fondos de esmeralda, olas pérfidas, blancas espumas, menudos pétalos, nenúfares marinos y algas negruzcas, que “el adiós toma, naturalmente, en su espíritu la forma poética”. Y al concluir con unos versos, que nos han convencido de que la forma poética está llamada a desaparecer...» (La Voz, Madrid 19 agosto 1927, pág. 1.)

«Unos escalones. ¡Quién nos lo iba a decir! ¿Pero cómo es posible? Y, sin embargo, lo es. ¿De quién podremos fiarnos ya, si hasta El Debate, el pío colega panegirista del absolutismo con disfraz, resulta, según El Siglo Futuro, nada menos que defensor indirecto del protestantismo? Todo podíamos esperarlo antes que eso. Un periódico dirigido por ese Ángel Exterminador de las libertades modernas que es D. Ángel Herrera, y donde escriben católicos tan fervorosos, sinceros, conspicuos y enamorados de la Inquisición como P. Bruno Ibeas, Tirso Medina, Medina Togores, Curro Vargas, Manuel Graña, Xavier Vallejos, &c., &c., etcétera, aparece ahora, de buenas a primeras, acusado por el órgano del integrismo nada menos que de culpable indiferencia religiosa. Oíd a Fabio: “No se quede el lector con la pena de saber por qué mezcla El Debate las misiones católicas con las protestantes, orientales y cismáticas…”» (La Voz, Madrid 22 octubre 1927, pág. 1.)

«D. Manuel Graña (Colaborador de El Debate.) “Aunque separados por ancho foso de ideas y creencias, un deber de cortesía y de solidaridad profesional nos obliga a corresponder al honroso requerimiento del director de El Sol, que nos pide nuestra opinión acerca de su periódico por cumplir éste diez años de existencia. Además, el sentido de la justicia y cristiana sinceridad, que están por encima de los conflictos y menudencias, más o menos molestas y más o menos artificiales, de la cotidiana batalla periodística, nos dicta los siguientes juicios: A nuestro parecer, El Sol constituye un esfuerzo y alarde de técnica profesional que nada tiene que envidiar a ningún periódico del continente europeo. Sólo los de Londres le superan. Significa, por tanto, un progreso enorme y un valor extraordinario en la Prensa de España. Esto, que nos duele como periodistas católicos, nos enorgullece como periodistas españoles. Un católico, rechazando desde luego el ideario, a veces manifiestamente heterodoxo, de El Sol, y las intemperancias doctrinales de sus campañas periodísticas, habrá de reconocer también su gran eficacia intelectual y educadora, que proporciona un bien inmenso a gran número de españoles, rebeldes a nuestro credo religioso y social, elevando y regulando sus tendencias revolucionarias. Sin desconocer ni negar los méritos de los demás periódicos españoles, El Sol los supera a todos en ideales de cultura; por eso, sin dejar de ser popular, que el periódico debe ser libro para el pueblo, es alimento apetecido por los hambres de cultura media. En este sentido, El Sol ha realizado y realiza una grande obra de divulgación científica en todos los órdenes de la vida con haber llevado a sus columnas la prosa periodística de eminentes escritores y especialistas, contribuyendo a la cultura nacional con propagandas dignas de todo encomio, que alcanzan a extensos sectores de la sociedad española. Mucho falta todavía para llegar en España al ideal del rotativo moderno y a la perfección técnica de un London Times; pero nos atrevemos a decir que, hoy por hoy, todo español deseoso y capaz de enjuiciar acerca de los problemas todos de la vida nacional e internacional necesita dos periódicos: El Debate y El Sol. El oír las dos campanas es condición elemental, pero indispensable, para juzgar equitativamente y con conocimiento de causa en cualquier contienda. Esto, en cuanto al pasado y presente. Todavía esperamos más de los hombres que han sabido hacer El Sol en cuanto al porvenir, del cual la realidad presente es prenda y promesa.“» (El Sol, Madrid 1 diciembre 1927, pág. 4.)

1928 «Deshaciendo equívocos. El Poder temporal del Papa. En El Debate del sábado publicó don Manuel Graña un artículo que se intitula “En el cincuentenario de Pío IX”. Cuando se cumplió este cincuentenario, el día 7 del mes corriente, El Debate no dijo una palabra, como ya hicimos notar, sino que gastó toda su pólvora en salvas, cohetes y aun tracas para celebrar el centenario de Cánovas, y enaltecer, hasta como gloria del Catolicismo español, la obra y la persona de ese político. Días después publicaba El Debate un sueltecillo de menos de media columna donde se daba por enterado del cincuentenario de Pío IX. Y como aquello, ciertamente, era de temer que pareciese bien poca cosa, en comparación sobre todo de la ristra de elogios y ditirambos que se habían dedicado a Cánovas, sin duda pensó El Debate que era menester algo más, y, en efecto, el 18 del actual el señor Graña, que es casi siempre el encargado de estas tareas en El Debate, se ocupa del cincuentenario de Pío IX. He aquí cómo: El señor Graña comenta la pérdida del Poder temporal del Papa, pérdida que, como saben nuestros lectores, aconteció en los últimos años del pontificado de Pío IX. Si el señor Graña dijera que del mal grandísimo del sacrílego despojo de la soberanía civil del Pontífice, ha sabido sacar Dios grandes bienes, nada tendríamos que oponer a lo que dice el señor Graña, y aun suscribiríamos muchas de sus afirmaciones. Pero el citado articulista mezcla, en sus comentarios algunas apreciaciones, cuando menos equívocas, de las que se deducen consecuencias falsas, como por ejemplo, la de que se equivocaron en su laudabilísima empresa todos los defensores del Poder temporal. […] R. Alcover.» (El Siglo Futuro, Madrid 20 febrero 1928, págs. 1-2.)

«Cines pedagógicos. Un artículo de don Manuel Graña, nos ha movido a escribir breves líneas sobre este tema de tanta actualidad, no sólo para la época que vivimos. Hace unos años se decía: la victoria es de la Prensa. Hoy hay algo más fuerte que la Prensa: es el cine. Antes de la popularización de la Prensa, la victoria era del libro y del predicador; en época anterior al libro, venían la espada o la virtud. Hoy dispone la idea de todos estos medios, subordinados según el orden de eficacia. La eficacia más ruidosa, más penetrante es del cine. ¿Qué deben, pues, hacer los sacerdotes y los maestros, los pedagogos de la Humanidad? Tú, maestro, que has recibido la flor trasplantada del hogar, y eres el jardinero de la infancia, padre que sustituyes a muchos padres; el hijo, los hijos aprenden la rebelión la frivolidad y el vicio, y han despertado la pasión en el cine, donde toda inmoralidad tiene su asiento; habrá otra pantalla de virtudes, contra esa pantalla que deslustra tu obra. Tú, sacerdote del Señor, que has recibido del cielo la misión de educar, levántate y corre a frustrar la obra de los que trafican con la pasión y las debilidades de los niños; más debilidades, porque no van aún acompañadas del vigor de la inteligencia. Pedagogos todos: vuestra obra se pierde si no sofocáis el mal y a él oponéis el bien. Contra la pantalla del vicio, la pantalla del ideal, la virtud. Toda parroquia, toda escuela, debe poseer un cine.» (Correo extremeño, Badajoz, 25 de marzo de 1928, pág. 1.)

«Notas mejicanas. ¡Los “síntomas” de paz! Desde que don Manuel Graña en El Debate anunció que había síntomas de paz y que habían disminuido las aprehensiones de católicos seglares y sacerdotes, diariamente vienen los periódicos dando cuenta de hechos que prueban que no sólo no ha cesado la persecución, sino que ha arreciado en su saña contra los fieles, y especialmente contra los sacerdotes. Hechos cantan: …» (El Siglo Futuro, Madrid 6 junio 1928, pág. 2.)

«Mesa revuelta. Manuel Graña está en Colonia. Y manda desde allí sendas correspondencias a El Debate. En la de hoy habla de los católicos, judíos y protestantes en la Exposición de la Prensa, y dice cosas que merecen ser conocidas y comentadas. Pero “Fray Junípero” no puede invadir terrenos que no le pertenecen y, por eso, se resignaría a señalar alguna de esas cosas para que otro las comentase. Porque son tan gordas, que no pueden tratarse a la ligera. ¡Oh, la información y el prurito de singularizarse con atrevimientos y novedades! ¿Será que el espíritu moderno de tolerancia llega a la destrucción del sentido católico aún en quienes debieran tenerlo más claro y más firme? “Fray Junípero” confiesa sinceramente que rara vez lee los artículos de don Manuel Graña, precisamente porque teme encontrar en ellos esos atrevimientos y esas ligerezas que le llevan con frecuencia a sostener y difundir verdaderos errores. Y no es el desenfado cualidad recomendable en un periodista católico, y menos, sacerdote.» (El Siglo Futuro, Madrid 16 agosto 1928, págs. 1-2.)

1929 «Por nosotros… – El popular presbítero D. Manuel Graña pide desde la extrema derecha de El Debate: “Pero hoy que se nos deje gritar con todo el fervor de nuestra fe y la alegría de ver libre al Padre de todos los fieles: ¡Viva el Papa Rey!” Hoy, y mañana, y siempre, “pater”. ¡Pues no faltaba más! A lo mejor, mientras grita usted no escribe.» (Heraldo de Madrid, viernes 8 febrero 1929, pág. 1.)

«Don Manuel y el materialismo soviético. Don Manuel Graña se enfada mucho en El Debate porque los soviets hacen la siguiente definición del hombre: “El hombre se compone de estos ingredientes: grasa, lo suficiente para hacer siete trozos de jabón; un bolsillo de cal; potasio, lo bastante para cargar un cañón juguete; hierro, para hacer una aguja; fósforo, lo que se usa para fabricar 30 cerillas; suero, en cantidad para inocular a un perro; una cucharilla de azúcar; magnesio, en cantidad suficiente para una purga. Todo junto, un rublo y 95 kopeks (un duro).” Pero cuando el Sr. Graña se indigna verdaderamente es cuando lee en el boletín bolchevique estas sugestivas titulares: “Dios el tractor”, “El profeta Elías y la electricidad”, “¿A quién aprovecha la religión?”, “¿Se divierte uno realmente en las fiestas religiosas?”» (La Libertad, jueves 13 junio 1929, pág. 8.)

«La pluma del fraile. Gran prueba de respeto acaba de dar en Galicia el admirado escritor D. Manuel Graña cuando al visitar el flamante Museo de Pontevedra se ha negado a firmar en el libro destinado a los visitantes “nada menos que con la pluma y tintero del gran P. Sarmiento.” El Sr. Graña no es capaz de una cosa así. “Eso no –declara–; sacamos nuestra modestísima estilográfica y veneramos la simbólica reliquia de aquel fraile que, nacido en el siglo de Flórez Burriel y Feijóo, puede codearse con cualquiera de ellos.” El rasgo es todavía más modesto que la estilográfica, por ínfima que sea la marca de ésta. Aplaudamos nuevamente al Sr. Graña, y también a su simbólica pluma. Porque si la del P. Sarmiento lo era, no hay motivo ninguno para que deje de serlo la del escritor contemporáneo; el cual, así como aquél podía codearse con los Feijóo, bien puede hombrearse con los Minguijón, gala de nuestro siglo. Sin embargo, el escrúpulo del Sr. Graña, que tanto lo honra, no tiene fundamento. Al verlo escribir con la pluma y el tintero del gallego insigne, nadie puede pensar que pretenda compararse con él, escribiendo como él escribía; por lo menos la tinta no es la que el otro usaba.» (La Voz, Madrid 7 septiembre 1929, pág. 1.)

«La culpa. Dicen que el culpable se delata casi siempre porque el peso de su culpabilidad le oprime de tal modo que no lo puede resistir, y acaba por obligarle a decir lo que no quería que saliese del rincón más secreto de su alma. Pero si el culpable confiesa su culpa, el no culpable, más rápidamente todavía, manifiesta, su inculpabilidad a poco que se le estreche a preguntas, y aunque no le pregunte nadie. Porque, vamos a ver: ¿creen los lectores que D. Manuel Graña, colaborador de El Debate, necesita sincerarse de algo que pese en su conciencia como una culpa? Nosotros no. Nosotros es el que esto escribe; se emplea aquí el plural por artificio retórico admitido generalmente y porque también el Sr. Graña lo emplea cuando, refiriéndose a San Agustín, exclama en un artículo publicado ayer domingo: “Tampoco nosotros tenemos la culpa de que el libro más leído del Santo Doctor sean sus Confesiones.” No habíamos pensado jamás en echarle la culpa al Sr. Graña. Y, si él no acierta a decírnoslo, jamás hubiéramos pensado que existía ni tanto así de peligro en leer las Confesiones de San Agustín. De modo que ya lo saben nuestros lectores. Desde un lugar muy autorizado para hablar de esas cosas, una persona seria no les dice que dejen de leer a San Agustín en sus Confesiones; pero algo habrá escondido cuando les manifiesta, ante todo, que, si como tanta gente, dan en leerlas, él no tiene la culpa.» (La Voz, Madrid 25 noviembre 1929, pág. 1.)

1930 «Libros Nuevos. La Escuela de periodismo, por Manuel Graña González. ¿Fobia? ¿Filia? Al aparecer los programas y métodos para una escuela de periodismo –descorche de la botella misteriosa– han comenzado las fobias y las filias a extenderse por redacciones y tertulias. “¡El peligro se acerca!”, gritan unos. “¡Esto va en serio!”, exclaman otros. Y todos discuten, todos se increpan, mientras la gramática, la lógica, la ética y el arte brillan por su ausencia –perdonad el lugar común– en los periódicos. La escuela de periodismo es un absurdo. Opinión valiosa si se tiene en cuenta la mayoría. ¿Es que un periodista necesita la escuela para algo? ¡Le basta con el espíritu profesional! Lo mismo debe ocurrir al médico, al abogado, al arquitecto… Con la afición tienen suficiente. No se sabe por qué ha de sometérseles a estudios extensos e intensos. ¡Ganas de molestar a las gentes! Hace algún tiempo que esta frase –Escuela de periodismo– atormenta a los queridos colegas, y, sin embargo, cuánto ganaría nuestro público –esencia de mansedumbre– con que el proyectito fuese un hecho. El censo profesional disminuiría gratamente para profanos y entendidos. La obra de Manuel Graña González, con los defectos propios de lo novísimo –hoy lo único–, merece un aplauso de todos cuantos sientan la profesión honradamente; de los que hacen de ella un sacerdocio; de los que viven para sus amarguras… Naturalmente que los imponderables de la letra de molde no sentirán ni la curiosidad de hojear este libro. Para qué, si ellos tienen bastante con “sentir la cosa, aunque no la digieran”. Las faltas de ortografía las corregirá el linotipista; las de sintaxis las subsanará el corrector; las de lógica, el público… ¿Es que vamos a exigir al pobre periodista que sepa geografía, gramática, derecho común o historia?… No seamos crueles. Manuel Graña ha perdido el tiempo, y ha ganado, en cambio, antipatías y desprecios. ¡Algo es algo, sobre todo en esta profesión en que los lobos –a pesar del refranero– nos mordemos cariñosamente! Un grano de arena…, un grito en el desierto…, muchas puertas cerradas en la camaradería. He aquí el mérito de este libro interesantísimo. Vila y Beltrán.» (La Nación, Madrid, sábado 3 mayo 1930, pág. 15.)

1932 «¿Qué debe España a los religiosos?, por Manuel Graña. Cuando comenzó en las Cortes la discusión del problema religioso el ilustrado escritor D. Manuel Graña publicó en nuestro querido colega El Debate una interesantísima serie de artículos relacionados con la labor realizada por diversas Ordenes religiosas en España y sus colonias. Estos artículos, que merecieron grandes elogios de autoridades de la Iglesia, han sido reunidos en un tomo, obedeciendo a reiteradas indicaciones de personas significadas, por la Comisión Permanente de los Institutos Religiosos. Es un libro digno de ser conocido y divulgado en todo momento; pero más aún en la ocasión presente. Para cuantos es desconocida la labor realizada, a costa de muchos sacrificios, por las Ordenes religiosas, este libro es de grandísima utilidad y contribuirá a desvanecer muchas leyendas y muchos errores.» (La Nación, Madrid, lunes 25 julio 1932, pág. 11.)

1934 «El Padre Brou ha publicado en Etudes un interesante estudio, dedicado a una tesis doctoral de la Sorbona; tesis que tiene para nosotros el doble interés de referirse a los misioneros españoles de América y tratar de modernísimas cuestiones misionales. Una tesis doctoral en la Sorbona y que trate de los Métodos de las Ordenes mendicantes en la conquista espiritual de Méjico, es algo tan extraño y actual a la vez, que no hay modo de resistir a la tentación de tratarlo en una crónica. Vea el lector y juzgue. M. Roberto Ricard es un francés, residente en Marruecos, que se ha dedicado a la historia religiosa de nuestra América; mejor dicho, ha estudiado la actuación del clero español en América, sobre todo los misioneros. Su tesis viene a ser, como suelen las de la Universidad de París, un grueso volumen, documentado como corresponde a un especialista de historia, hispanoamericana, de 400 páginas con grabados e introducción. El Tribunal que juzgó dicha tesis estaba compuesto de un protestante, un israelita y un sabio sin opiniones religiosas determinadas. El futuro doctor expuso y “defendió” a su modo los métodos de conquista espiritual practicados en Méjico desde 1523 a 1572 por los Franciscanos, Dominicos y Agustinos españoles. El Tribunal, no obstante las prevenciones que el espíritu de sus miembros supone, aplaudió tanto el trabajo como las ideas del doctor Ricard, o lo que es lo mismo, los modos de misionar de nuestros misioneros. Un capítulo más que oponer a “Leyenda negra”, “inquisitorial y fanática” de nuestra colonización de América, que debemos agradecer al docto “misiólogo”, o “misionólogo”. El Padre Brou hace notar que el libro en cuestión es algo más que un trabajo histórico. Tiene sus inconvenientes, pues entrega a la discusión pública cuestiones delicadas que debían reservarse a los especialistas. Sin embargo, no puede sustraerse la historia de las misiones a los métodos históricos de nuestros días. El misionero actual utiliza las experiencias de los misioneros de otros siglos; experiencia hecha “de éxitos y fracasos, de ensayos provisionales y adquisiciones definitivas, de iniciativas fecundas y lamentables ilusiones”. De estos elementos está hecho también el libro; pero, aunque sus descripciones se refieren a sucesos de hace cuatrocientos años, los problemas que implican son de hoy. La ciencia de las misiones en que se ha especializado el autor, le permite relacionar hechos tas antiguos con procedimientos modernos; con sucesos de nuestros días. Hoy se presentan al misionero los problemas de las costumbres indígenas, las lenguas locales y enseñanza del idioma extranjero, traducciones de esas lenguas, enseñanza prebautismal, bautismos en masa, catecismos metódicos después del bautismo, admisión de indígenas a la comunión, ventajas e inconvenientes de agrupar los cristianos en pueblos separados, aislamiento de los neófitos, culto exterior, escuelas primarias, profesionales superiores, clero indígena, &c. Los misioneros españoles de entonces improvisaban todo; así que las tres Ordenes misioneras resolvían esos problemas de manera muy distinta de hoy día; pero sus frutos están a la vista.» (Manuel Graña, “Métodos de nuestros misioneros”, La Guinea Española, Revista semanal ilustrada publicada con aprobación eclesiástica por los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, Santa Isabel, 21 de enero de 1934, año XXXI, nº 801, pág. 20.)

1937 «Entre las personas liberadas figura el redactor de El Debate don Manuel Graña, que fue liberado juntamente con veinte profesores de la Universidad Católica de Santander. Cuando dieron las órdenes de evacuación de la población de Bilbao, el señor Graña pidió tarjeta de evacuación, pero le fue denegada, porque, según el consejero al que reclamó el mencionado documento, era una viva silueta de El Debate. Logos.» (“En Vizcaya se han entregado trece batallones y se anuncia la rendición de otros cinco. La capital tiene ya los servicios de agua, luz y tranvías. Durante la dominación rojo separatista el hambre ha sido enorme”, El Día de Palencia, martes 22 de junio de 1937, pág. 4.)

«El Generalísimo Franco ha concedido una interviú al corresponsal de la N. G. W. “News Service”, en España, don Manuel Graña…» (Dice Franco… “Yo conocía los terribles manejos del comunismo internacional contra España”, El Día de Palencia, viernes 12 de noviembre de 1937.)

«El generalísimo Franco habla de la necesidad de que siga dándose en España la educación religiosa. La defensa de la religión católica, dijo el caudillo nacionalista, fue una de las causas del alzamiento. Las leyes que prohibían a las instituciones religiosas la enseñanza o la industria han sido derogadas y tendrán un sentido positivo cuando empiece la labor legislativa. Nueva York, noviembre 13 (Exclusivo). La necesidad de imponer la educación religiosa en España es aparente, dijo el general Franco al Padre Manuel Graña, corresponsal en Burgos de The Catholic News, semanario católico de Nueva York. “No habrá una universidad católica –dijo Franco a Graña– porque todas las Universidades serán católicas. En esos planteles tendremos enseñanza superior bajo la dirección de los padres de la iglesia.” “La constitución laica de la república –continua Franco, según Graña– fue anulada por mi decreto de octubre del año pasado que abolió toda la legislación anti católica. Para defender nuestra España histórica, nuestros monumentos y la religión católica, tuvimos necesidad de pronunciarnos. Desde el comienzo tuve fe en nuestro triunfo, España no podía sucumbir al comunismo internacional. Las leyes que prohibían a las instituciones religiosas ejercer la profesión de la enseñanza o emplearse en la industria y las que les confiscaban sus propiedades, han sido derogadas. Estas disposiciones se pondrán en efecto en un sentido positivo cuando formemos el gobierno y comencemos nuestro trabajo legislativo. El Estado español tendrá en su corazón nuestra expansión misionera en el mundo como fase importante de nuestra obra civilizadora y del trabajo espiritual de España”.» (Diario de la Marina, La Habana, domingo 14 de noviembre de 1937, segunda sección, página 1.)

1942 «Fruto de esta polémica fué su obra autobiográfica: Historia de mis creencias religiosas, llamada también Apología pro vita sua, única de sus obras traducida al español, por Manuel Graña.» (Santiago Cáceres, “Newman, el genio de Oxford”, Estudios, Santiago de Chile, diciembre 1942, 119:60.)

1963 «El gran periodista fallecido fue uno de los hombres más destacados de la redacción de El Debate, primer periódico de La Editorial Católica. En 1926 fue encargado por don Ángel Herrera, director entonces de El Debate y actualmente obispo de Málaga, del cursillo de redacción preparatorio de la primera Escuela de Periodismo que ha conocido España.» (Entierro de don Manuel Graña, Hoja del Lunes, Madrid, 30 septiembre 1963.)

«Don Manuel Graña. El sábado falleció en Madrid, a los ochenta y cuatro años de edad, el ilustre sacerdote y maestro de periodistas don Manuel Graña González, que recientemente había sido nombrado “periodista de honor”. Ordenado sacerdote en 1918 [= 1908], marchó a los Estados Unidos para estudiar el funcionamiento de las Escuelas de Periodismo, y a su vuelta participó en la creación de la Escuela de Periodismo de El Debate, de la que fue profesor de redacción. Corresponsal en Irlanda durante los difíciles días de la lucha por la independencia, corresponsal en los frentes del Norte durante la Guerra de Liberación española, colaborador de la agencia católica de los Estados Unidos N. G. W. C. News Service, desarrolló una asidua colaboración en diarios y revistas españolas. Autor de millares de trabajos periodísticos y de un importante libro, Escuela de Periodismo. Programas y Métodos, don Manuel Graña fue también asesor eclesiástico del Sindicato Nacional de la Pesca. Al entierro verificado en la mañana del domingo en el cementerio de Nuestra Señora de la Almudena, asistieron numerosos periodistas.» (ABC, Madrid, martes 1 octubre 1963, pág. 51.)

Bibliografía de Manuel Graña González

1930 La escuela de periodismo, programas y métodos, prólogo de José Francos Rodríguez, CIAP, Madrid 1930, 381 págs.

1932 ¿Qué debe España a los religiosos? Artículos publicados en ‘El Debate”, al discutirse en las Cortes la cuestión religiosa, Madrid 1932, 262 págs.

1934 Traducción de Juan Enrique Newman, Historia de mis ideas religiosas, de mi conversión al catolicismo, Editorial Fax, Madrid 1934, 263 págs. Versión reeditada como Juan Enrique Newman, Apología pro vita sua, traducción e introducción por Manuel Graña, Fax (Perspectivas 13), Madrid 1961, 305 págs. [Obra luego retraducida para la BAC por Daniel Ruiz Bueno.]

1938 Prólogo a Cómo escapé de los rojos. Odisea de un sacerdote evadido de Cataluña, disfrazado de pastor y perdido en los Pirineos, Ediciones Rayfe, Burgos 1938, 70 págs.

1944 San Juan Bosco, Acción Católica Española (Héroes de Caridad), Madrid 1944, 98 págs.

1953 Mares y peces, La Editorial Católica, Madrid 1953, 332 págs.

Sobre Manuel Graña en el proyecto Filosofía en español

1963 Entierro de don Manuel Graña (Hoja del Lunes, Madrid, lunes 30 de septiembre de 1963.)

1937 Entrevista a Franco como corresponsal de la N. G. W. News Service (12 de noviembre de 1937.)

Artículos de Manuel Graña en el proyecto Filosofía en español

1922 Arturo Griffith

1923 El concilio panislámico

1929 Los últimos conquistadores de América

1934 La “Legión de la decencia” en los Estados Unidos · Moral, arte e industria.

1937 Ladrones en todas partes

gbs