Filosofía en español 
Filosofía en español

materialismo

“Materialismo religioso”

El patriota italiano Giuseppe Mazzini (1805-1872) se sirve en 1830 del rótulo “materialismo religioso” para caracterizar precisamente al gran dramaturgo católico español Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), en el tercero de sus artículos “Del Dramma Storico” (Antologia, Florencia, tomo 39, nº 115, julio 1830 y ss.), en una nota donde compara: “La Fatalità in Werner e Müllner; il materialismo religioso in Calderón, l'individualità in Shakespeare, ecc.» (Scritti Letterari di un italiano vivente, Lugano 1847, tomo 1, pág. 316). En español encontramos utilizado el rótulo “materialismo religioso” en 1853, por la pluma judeófoba del apóstol krausista Julián Sanz del Río (1814-1869): “sin exceptuar el pueblo judío con su materialismo religioso y su antipatía a los vecinos”.

El materialismo religioso queda sistematizado como filosofía de la religión del materialismo filosófico con la publicación del libro El animal divino (1985): “Desde el punto de vista del eje angular, el materialismo filosófico toma la forma de un materialismo religioso que se enfrenta críticamente con el espiritualismo…” (Gustavo Bueno 1995). → “Materialismo religioso” (Diccionario filosófico, 1999).

1853 «De todo resulta que los pueblos orientales en los diversos asientos que tomaron al bajar de las altas mesas asiáticas, y en sus ensayos de vida civil, seguían una idea simple como el hombre niño, y esta idea la signen como absoluta y única, sin conocer las relaciones ni las limitaciones por otras ideas y fines humanos. Aunque en cada pueblo oriental predomina una idea más que otra, en China un sentido moral; en la India un sentido filosófico; en Persia un sentido militar y político; en Israel un sentido religioso; en Fenicia un sentido comercial; no obstante, allí donde predomina uno, lleva tras sí todos los demás, y el pueblo funda al punto instituciones absolutas, según su género que encadenan la libertad humana a la idea dominante. Fuera de lo bueno y grande que cada pueblo oriental hizo bajo su idea, nos choca la desproporción de esta con las demás ideas humanas. La deformidad del todo, el desconocimiento de la libertad interior y exterior, la inhumanidad con otros hombres y pueblos, la alternativa de un idealismo místico y un sensualismo grosero, sin exceptuar el pueblo judío con su materialismo religioso y su antipatía a los vecinos, y el fenicio con sus sacrificios humanos. Es visible donde quiera que la humanidad estaba en el Oriente muy en los principios de su educación, y en esta infancia su Religión, su Gobierno, su Ciencia debían ser y eran como era el hombre compuestas de alternativas de luz y sombra, de deformidad y belleza…” (Julián Sanz del Río, “Introducción y ojeada sobre la historia antigua”, en Gr. Weber, Compendio de la Historia Universal, escrito en alemán por el Dr. Gr. Weber, catedrático de historia en la Universidad de Heidelberg, traducido de la quinta edición en correspondencia con el autor, y aumentado con varias consideraciones generales y notas, por don Julián Sanz del Río, Imprenta de Díaz, Madrid 1853, tomo I, págs. 19-20.)

«No podemos dispensarnos para presentar de esto una prueba de trasladar aquí las profundas consideraciones que en su introducción original estampa el señor Sanz del Río al hablar de los pueblos orientales. […] “La deformidad del todo, el desconocimiento de la libertad interior y exterior, la inhumanidad con otros hombres y pueblos, la alternativa de un idealismo místico y un sensualismo grosero, sin exceptuar el pueblo judío con su materialismo religioso y su antipatía a los vecinos, y el fenicio con sus sacrificios humanos”.» (“Literatura. Compendio de la historia universal del doctor Weber, traducido del alemán en correspondencia con el autor y adiccionado con consideraciones generales y notas por don Julián Sanz del Río”, La Nación, periódico progresista y constitucional, Madrid, domingo 10 abril 1853, pág. 3.)

1861 «Anoche inauguró sus lecciones en el Ateneo D. Francisco de Paula Canalejas, sobre la filosofía de los pueblos latinos en el presente siglo. El objeto de este su nuevo curso será, según nos dijo, la escuela teológica. Dividióla en tres instantes principales, en el que representa De Maistre, en el que representa Lammenais, y en el que representan los tradicionalistas, los neo-católicos contemporáneos. El Sr. Canalejas examinó el origen histórico, político, filosófico de cada una de estas variaciones de la escuela teológica. Al llegar al examen de los neo católicos, que ahora se usan, su crítica severa llegó hasta las fibras del corazón de esa escuela, enemiga de la razón, enemiga de la libertad, enemiga de Dios. Apreció con gran exactitud el Sr. Canalejas las fatales consecuencias que ha traído la escuela neo-católica, ese materialismo religioso, unido a esa indiferencia por la verdadera moral y el verdadero Dios, que son los males de esa escuela funestísima, y prometió consagrar todo un curso a esta materia. Públicas han sido las diferencias que con el Sr. Canalejas hemos tenido: público es que no hemos aprobado su conducta en estos últimos tiempos; pero no hay resentimiento que doble la vara de nuestra justicia. Anoche estuvo elevado en sus ideas, profundo en sus observaciones, incisivo contra esa escuela neo-católica que es la lepra de la presente sociedad, correcto en sus frases, maduro en sus juicios, y siempre elegante en su estilo. Ahora más que nunca comprenderá el público que nuestro juicio sobre el Sr. Canalejas nace del reconocimiento desinteresado de su mérito, y de la imparcialidad que al público debe nuestra nunca desmentida justicia, superior a todos nuestros recuerdos y a todos los desengaños que hayamos podido recibir en la amarga vida de la política.» (La Discusión, diario democrático, Madrid, jueves 5 de diciembre de 1861, pág. 2.)

«Los bancos de los diputados estaban llenos, y multitud de senadores asistían también en el salón a un lado y otro del lugar en que se eleva la silla del presidente. El Sr. Aparici empezó su discurso llamando así la atención y el interés de cuantos le oían. Desde la muerte de Donoso Cortés, no había tenido la nueva doctrina teocrático-absolutista un tan elocuente e inspirado defensor. El Sr. Aparici no es, sin embargo, un remedo del autor del Ensayo sobre el catolicismo. Hay en el Sr. Aparici, así en el fondo de la doctrina, como en el modo de expresarla ciertas diferencias características, que le hacen más castizo, más indígena que Donoso. El influjo de Bonald, de De Maistre, de Augusto Nicolás, en suma, de todos los jefes del materialismo religioso, o dígase tradicionalismo, se deja sentir mucho menos en este orador que en el marqués de Valdegamas. Y esto, no porque el Sr. Aparici siga una filosofia más espiritualista, sino porque es mucho menos filósofo que el patriarca de su secta, en nuestra España. El Sr. Aparici, en cambio, pone en su neo-catolicismo más dosis de la idea verdaderamente española y propia de la época de nuestros peores gobiernos absolutos.» (“Crónica parlamentaria. Congreso”, El Contemporáneo, Madrid, domingo 8 de diciembre de 1861, pág. 2.)

1862 «Contemplemos breves instantes, pues, a Constantino. Sobre pocos hombres encontrareis juicios más varios en la historia, según la cuenten los paganos vencidos o los cristianos vencedores. Nacido en el paganismo, educado en la filosofía deísta y tolerante de su padre, diestro en las armas, feliz en los combates; déspota oriental que sustituyó con sus cortesanos y domésticos las antiguas magistraturas teñidas aún después de la muerte de la libertad por algún reflejo de derecho; no exento de crímenes, pues se manchó con la sangre de su hijo Crispo, de su hermana Constancia, de su mujer Fausta; más político que religioso; su idea fue destruir el paganismo con la libertad de conciencia, su conducta tener el fiel de la autoridad suspenso entre las dos religiones aguardando a que el espíritu humano inclinase la balanza del lado de la justicia; y si no leía los libros sibilinos, ni iba al Capitolio, ni sacrificaba víctimas en el ara manchada de sangre, sostenía el culto de Apolo, reglamentaba la adivinación, disponía que se consultasen los arúspices cuando el rayo del cielo hiriese su palacio, se ceñía la corona de encina de los antiguos pontífices para celebrar las victorias del Imperio, pasaba bajo los arcos triunfales coronados por las estatuas de los dioses, daba juegos, verdaderas festividades paganas, encargaba la historia de sus predecesores a Julio Capitalino, fiel observante del pagano culto, ponía el lábaro de la Cruz en las manos de la alada victoria griega; indecisión propia de su tiempo, nacida del respeto que le inspiraba la gran autoridad histórica de las antiguas creencias; indecisión pasmosa, crepúsculo del nuevo día, que cubre de sombras las plantas de Constantino y tiñe de luz su frente, pues nunca será posible olvidar que al libertar el culto cristiano, apagó las hogueras encendidas en daño de la conciencia humana, aflojó las cadenas de los esclavos, preparó el reinado de la justicia, y elevó al trono una idea perseguida y abominada, para que alumbrase como sol del espíritu la vida humana hasta entonces entregada a la esclavitud del materialismo religioso. (Aplausos.)»
«¡Cuán poco pueden los hombres, aún los más grandes y de mayores méritos, cuando se dan a una causa que es rémora al progreso! ¡Comparad a Constantino con Juliano, y veréis cuán diferentes son sus méritos personales, y cuán diversa ha sido sin embargo su gloria! Los dos emperadores, pero los dos desiguales en méritos; Constantino gran general, pero mayor general Juliano; Constantino ha vencido a sus competidores, Juliano a los bárbaros; Constantino ha perdido el Imperio gobernándolo con sus cortesanos y sus favoritos, Juliano lo ha restaurado con el antiguo espíritu; Constantino ha cometido grandes crímenes, Juliano ni siquiera se ha manchado con una gota de sangre; Constantino ha sido infiel a la mujer que eligiera por esposa, Juliano ha respetado el hogar como un santuario; Constantino a duras penas comprende la idea que representa y no alcanza cosa de discusiones teológicas, Juliano es artista, poeta, filósofo, historiador, orador, uniendo en alguno de sus escritos a la fluidez de Demóstenes la ironía de Luciano; y sin embargo, el nombre de Constantino pasa a la posteridad resplandeciente de gloria y el nombre de Juliano ennegrecido por terribles maldiciones; porque Constantino alienta la sociedad que nace, y Juliano sostiene la sociedad que muere, aquella sociedad, despojada de su ideal, mantenedora del materialismo religioso, de las castas, de la esclavitud, opuesta a la nueva sociedad, cuya idea cumple el gran destino de combatir el fatalismo con la libertad, la casta con la igualdad religiosa, los privilegios con la unión de todos los hombres en Dios; principios que habrán tardado diez y nueve siglos en bajar de la esfera religiosa a la esfera social; pero que hoy, en este momento, trasforman el mundo europeo, crean nuevas sociedades, y hacen más libres, más cristianos más felices a los pueblos (Aplausos.)» (Emilio Castelar, La civilización en los cinco primeros siglos del Cristianismo, lecciones pronunciadas en el Ateneo de Madrid, Imprenta de José Cañizares, Madrid 1862, tomo III, págs. 333-334 y 354-355 [lección sétima y última del tercer curso con ese título, dada el 28 de abril de 1862; las nueve primeras lecciones el curso 1857-58].)

1863 «¡Cuán poco pueden los hombres, aún los más grandes y de mayores méritos, cuando se dan a una causa que es rémora al progreso! […] porque Constantino alienta la sociedad que nace, y Juliano sostiene la sociedad que muere, aquella sociedad, despojada de su ideal, mantenedora del materialismo religioso, de las castas, de la esclavitud, opuesta a la nueva sociedad, cuya idea cumple el gran destino de combatir el fatalismo con la libertad, la casta con la igualdad religiosa…» (Emilio Castelar, “Los últimos reaccionarios del mundo antiguo. Estudios históricos”, La América, Madrid 27 de noviembre de 1863, pág. 7.)

[«Ils furent une vivante protestation contre la superstition et le matérialisme religieux.» (Ernest Renan, Vie de Jésus, París 1863, pág. 12).]

1864 «No faltó el pueblo a esta grande expectación, y M. Renan lo demuestra perfectamente. “Israel sostuvo admirablemente esta vocación, dice, al través de numerosos desalientos. […] Fueron una protesta viva contra la superstición y el materialismo religioso, haciendo de ellos en esta época, un movimiento extraordinario de ideas que iba a parar a los resultados más opuestos, el pueblo más notable y más original del mundo. (2. Vida de Jesús, pág. 12)”. M. Renan no nos deja el cuidado de consignar otro fenómeno inexplicable, si no es sobrenatural…» (Augusto Nicolás [1807-1888], La divinidad de Jesucristo, nueva demostración sacada de los últimos ataques de la incredulildad, y en especial de los dirigidos por Mr. Renan en su obra titulada 'Vida de Jesús', Gaspar y Roig, Madrid 1864, págs. 115-116.)

«Cierto es que se nos pretende motejar con el dictado de materialistas; pero esta mal encubierta envidia no es sino un grosero incienso dirigido a ciertas manías hoy dominantes por derecho prestado, y que mañana precipitará en el seno insondable del olvido la irresistible corriente de las ideas progresivas. El materialismo religioso está justamente relegado a las regiones del delirio, como una de tantas superfluas ociosidades del espíritu humano; pero el materialismo fisiológico ha tomado inevitablemente carta de naturaleza en las ciencias médicas; y para evitar toda odiosa comparación, y ahorrar a los pensadores tímidos toda vibración nerviosa, convengamos en llamarle positivismo médico.» (Antonio Mendoza Rueda [1811-1872], “La Terapéutica es fertilizada por la Biología y por la Química. Discurso en contestación al del doctor D. Narciso Carbó, en su solemne recepción en la Universidad de Barcelona, el día 13 de diciembre de 1864, por A. Mendoza, Catedrático de Medicina Operatoria”, en Discursos leídos ante el claustro de la Universidad de Barcelona en el acto solemne de la recepción del catedrático de Terapéutica, materia médica y arte de recetar Dr. D. Narciso Carbó y de Aloy, el día 13 de diciembre de 1864, Imprenta de Tomás Gorchs, Barcelona 1864, págs. 52-53.)

1865 «El Dr. Mendoza, en su último, y por más de un сoncepto, notable trabajo literario, se coloca resueltamente en el campo de la fisiología materialista, o si se quiere, del positivismo médico. No hay para que decir que el pabellón se engríe de poder contar, para la defensa de sus doctrinas, con un adalid de tanta valía, no siendo menos satisfactorio el ver como nuestros principios científicos van tomando carta de naturaleza en las universidades españolas, haciéndose ya hoy imposible que se dirija al Dr. Mata la original objeción que se le hizo en el célebre debate acerca de Hipócrates y de las escuelas hipocráticas, a saber, que estaba solo, que no contaba con partidarios de alguna autoridad, que, cuando más, podría tener a su lado algún oficial de estado mayor &c., &c., objeción singularísima que se le ocurrió a nuestro buen amigo el Dr. Calvo. Ya entonces tuvimos ocasión de manifestar que el Dr. Mata, aun cuando no tuviera la compañía de su gran talento, por el solo hecho de defender la verdad, podría decir como el mariscal de Virón en un drama de nuestro teatro: “Gran ventaja en la guerra yo consigo / Que voy con muchos, cuando voy conmigo.” […] Es verdad que muchas veces los sistemas médicos no han sido mas que el reflejo de la filosofía, y esta ha tenido que reflejar, a su vez, momentos de la historia no siempre bonancibles para la gran causa del progreso humano. El Dr. Mendoza ha tenido el valor de pregonar estas mismas verdades ante un claustro en el que, sea dicho sin ánimo de ofenderle, domina un espíritu, si no del todo retrógrado, más conservador de lo que a nuestro entender conviene en una época en que el libre examen, aplicado a todos los terrenos, descubre tantos errores y destruye tan arraigadas preocupaciones, por no decir que hiere de muerte a tantos intereses bastardos. Copiemos algún párrafo: “Ahora bien, ¿con qué títulos los partidarios de la escuela positivista, nos creemos poseedores del hilo de Ariadna que nos ha sacado del laberinto de los sistemas? Nos apoyamos en el resultado uniforme y universal de la conciencia científica de los hombres de todas las etapas laboriosas de la humanidad, y de todos los pueblos liberalmente regidos; y descansamos en el testimonio de la historia, nunca desmentido. […] El materialismo religioso está justamente relegado a las regiones del delirio, con una de tantas superfluas ociosidades del espíritu humano; pero el materialismo fisiológico ha tomado inevitablemente carta de naturaleza en las ciencias médicas…” […] El Dr. Mendoza ha encontrado ciertamente en la independencia de su espíritu y en su costumbre de juzgarlo todo después de un examen libérrimo y sin trabas, los medios de ir elevando su razón, hasta llegar a las regiones de la filosofía positiva que guarda en su seno la resolución de mil problemas que hoy asustan a la humanidad, sin embargo de que debieran estimularla, porque detrás de ellos está la muerte de muchos errores y el fin de muchas y muy terribles injusticias. José Ametller.» (José Ametller Viñas [1832-1901], “Algunas palabras sobre el discurso pronunciado por el Dr. D. Antonio Mendoza, en la recepción del catedrático de Terapéutica, materia médica y arte de recetar, D. D. Narciso Carbó y de Aloy”, El Pabellón Médico, tomo V, nº 182, Madrid 21 de marzo de 1865, págs. 118-120.)

1867 «Y en particular, acerca de la nota de Panteísta con que de plano y ab-irato se da hoy en condenar esta doctrina ante las conciencias timoratas, cortando en ellas el generoso anhelo de la fe hacia la inteligencia para creer firmemente, dejándolas solo con la fe pasiva, cercana al materialismo religioso y a todo materialismo e incredulidad (peligro sordo y de muerte más cierta que el peligro contrario) diré aquí a Vd. en suma: Que, la doctrina así de pregón condenada, y que resueltamente profeso, arranca en el espíritu, atento a la verdad, esta añeja y viciosa raíz del Panteísmo, consentida inadvertidamente por todo idealismo (como por el Materialismo a su modo), dejada intacta por los grandes maestros del Idealismo cristiano en la Edad Media (no del sentimiento y la vida cristiana, que es otra cosa), y desenvuelta sistemáticamente, según la ley lógica de la historia, por muchos grandes maestros, aunque en esto grandemente errados, del pensamiento moderno. Pues qué: si el Yo que piensa y habla, para conocer la verdad y según ella vivir, no se tiene firme en sí y consigo en inmediata vista propia y con ella acompañado en tan largo camino: si se contempla solo en general idea y como en tercer reflejo de sí mismo cuando busca verdad real en ciencia y conciencia: ¿cree usted que una vez dejado de sí propio, en su inmediata verdad, parará hasta dar consigo, como piedra despedida o barca sin lastre, en la confusión indiferente del Todo-universal?» (Julián Sanz del Río –Madrid 25 de octubre de 1867 [ratificando carta de 15 de enero de 1865]–, “Carta y cuenta de conducta”, La Enseñanza, Madrid, 10 diciembre 1867, nº 53, pág. 67.)

1869 «Tratábase de saber si el cristianismo, sería una religión formalista, ritual; una religión de abluciones, de purificaciones, de distinciones, de cosas puras e impuras, o bien la religión del espíritu, el culto idealista que ha muerto o matará poco a poco al materialismo religioso, a todas las prácticas, a todas las ceremonias; para mejor expresarnos, tratábase de saber si el cristianismo sería una pequeña secta o una religión universal; si el pensamiento de Jesús se hundiría por la incapacidad de sus discípulos o si ese pensamiento triunfaría por su poder primitivo de algunas imaginaciones atrasadas y limitadas que estaban dispuestas a sustituirle y a obliterarle.» (Ernesto Renan [1823-1892], San Pablo, versión castellana por Juan de la Cuesta, “Capítulo III, Primera controversia sobre la circuncisión”, Obras de M. E. Renan, Barcelona 1869, pág. 87.)

1870 «Sin salirme de El Genio, repárese que todos los días y en todos los tonos, se predica que no hay compañerismo, que falta moralidad, que no tenemos protección oficial, (que, dicho sea de paso, para nada habíamos menester si se organizara una federación, colegios o asociaciones médicas, sea cualquiera el nombre con que se bautizase la unión y reglamentación de los médicos todos por provincias y distritos), que el charlatanismo ahoga con su brillo de oropel a la modesta y verdadera ciencia, que el egoísmo está encarnado de una manera lamentable en el cuerpo médico, hijo de la intriga política en que vegeta, de las exigencias sociales de lujo y boato que necesita, o de la indiferencia y ateísmo que la sociedad le contamina con su materialismo religioso.» (Marcos Escorihuela Conesa –Portugalete 13 diciembre 1870–, “Por qué carecen los periódicos médicos de artículos científicos”, El Génio Médico-Quirúrgico, Madrid, 22 de diciembre de 1870, nº 834, pág. 735.)

1881 «Hay un materialismo religioso mucho más temible que el materialismo filosófico, porque trastrueca en mundanos intereses los ideales que deben servirnos como de alas para nuestro espíritu. Blasfemáis cuando decís que el cristianismo está unido indisolublemente a la intolerancia en religión, al absolutismo en política, a la tasa en economía, al gremio en trabajo, al mayorazgo en familia, al vínculo y amortización en propiedad, a la censura en ciencia, al prerafaelismo en arte, a la reacción universal. El espíritu cristiano ¡ah! no está ni en el obispo guerrero que mata y destroza, ni en el castillo feudal que tiene los siervos en el terruño y los rivales en la horca, ni en la horrible inquisición que consume la sangre del pensador, y calcina sus huesos, y lo reduce a cenizas.» (Emilio Castelar, Discurso en el Congreso el día 14 de noviembre de 1881 sobre el mensaje a la Corona, La Iberia, diario liberal, Madrid, martes 15 de noviembre de 1881, pág. 2.)

1898 «Cuando allá, en los fértiles valles del norte de la Judea, la palabra divina pronunció, como fórmula de todo derecho natural y como principio universalísimo de la moral más pura, la frase todos somos hermanos, cuando la palabra perdón resonó por el mundo como eco inmenso de la que, con apagada voz, pronunciaba suplicante el Divino Mártir, todos los grillos que sujetaban al hombre y todos los valladares que a la idea obstruían desaparecieron, volando el espíritu en aspiraciones, sí presentidas, pero oscurecidas por el materialismo religioso.» (Gregorio Pérez Arroyo [1866], “Las revoluciones de nuestra era”, La Ilustración Ibérica, Barcelona, 19 de febrero de 1898, nº 790, pág. 120.)

«–Hoy, yo, la ciencia sin perjuicio, deduzco del análisis comparativo de tus manifestaciones que, como idea, estás sujeta a idénticas transformaciones que las demás ideas; que, como manifestación, estás ligada al clima, a la raza, al sexo, a la edad y al grado de cultura; que, reveladora de la impresión de los fenómenos celestes, encarnaste en la adoración de los astros; que divinizó el hombre, por tu influjo, cuanto a sus ojos apareció como poder, rareza o misterio, y apareció el fetichismo; que colocó luego el principio religioso, en los templos, lo complejo de las facultades, actividades y aspiraciones del ser humano, creando el materialismo religioso del paganismo; que en la exuberancia de la flora y fauna índica fuiste compleja y panteísta, y en los áridos desiertos de Asia, severa y monoteísta; que, sensual con Mahoma, apareces austera en el desierto judaico; que, misteriosa en Egipto, eres la luz en el Calvario; que la idea cristiana, divinamente humana, es la enseña que en nombre de la civilización, concluye con un mundo que no podía contenerla, y que es preciso que toda la humanidad sea esencialmente cristiana a fin de que pueda ser posible determinarse una regeneradora transformación en el modo de ser social. ¡Eso has sido, esto eres y eso te está señalado en el porvenir!» (Gregorio Pérez Arroyo [1866], “Los dos gigantes”, La Ilustración Ibérica, Barcelona, 18 de junio de 1898, nº 807, pág. 394.)

1901 «Capítulo IV. Los hijos de Canaán, su religión. 1. Sensualidad y materialismo religioso. Fuerza es admitir que los fenicios poseían en grado sumo aquellas cualidades, de cuya combinación resultará siempre un carácter nacional más bien repulsivo que simpático. Una sensualidad excesiva y una inclinación exclusivamente materialista, tanto en los actos como en las creencias religiosas, dándose la mano con la falta completa de los sentimientos más nobles y de las aspiraciones más elevadas, y resolviéndose todo ello en torpe inmoralidad y en embotamiento de conciencia; tales son los rasgos comunes que generalmente caracterizan, no sólo a las varias ramas cananeas, sino a toda la raza hamítica, con la sola y brillante excepción de los egipcios, pues nunca ha habido nación que haya igualado a ésta en tendencias espirituales ni en amor a la vida contemplativa.» (Miguel Pimentel [Badajoz †1915], “Lecturas histórico-pedagógicas”, La Escuela Moderna, Madrid, noviembre 1901, nº 128, págs. 362-363.)

1910 «El pensador que contemple la condición de la conciencia católica en general dentro de nuestra civilización, se encuentra indiscutiblemente frente a una mole de formaciones francamente fetiquista. Si bien es verdad que la doctrina católica, en la formulación que le han dado sus doctores, es una especulación metafísica, discutible cuanto se quiera, pero interesante y elevada, es por otro lado verdad que, del modo que esa doctrina es aprendida y profesada por la casi totalidad de sus secuaces, se convierte en un materialismo religioso mucho más fetiquista y grosero que el paganismo. Desde la manera de figurarse la vida futura hasta el objetivo de las oraciones; desde la representación que asumen en la mente de los creyentes las personas divinas o semidivinas, hasta las indulgencias, hasta las gracias recibidas, los amuletos, Lourdes, San Genaro, todo, en la forma con que generalmente es profesado el catolicismo, es superstición y fetiquismo.” (José Renzi, “Superstición y fetiquismo”, El Motín, Madrid, jueves 10 de febrero de 1910, pág. 5.)

«El problema religioso español es un problema de falta de espiritualidad. La Iglesia Católica no es ya desgraciadamente para los españoles más que una institución puramente mundana que ha materializado toda la vida espiritual. Las personas más cultas educadas en nuestros establecimientos religiosos tienen del concepto de Dios, del concepto del alma, etcétera, una representación tan pequeña que da verdaderamente pena. La oración, que debía ser una íntima comunicación del alma con el concepto de Dios, ha sido rebajada a una repetición mecánica de fórmulas determinadas. No es, pues, de extrañar que la Religión en lugar de ser, como debía, el sustento de la vida espiritual, se haya convertido en España en su peor enemigo hasta el punto de ahogarla por completo. Por ello es nuestro problema religioso un problema nacional; porque al nivel de nuestra vida espiritual en materias religiosas está nuestra vida espiritual en los demás aspectos de su desenvolvimiento. Y por ello es este problema nacional un problema de urgentísima solución; porque esta inferioridad espiritual es una de las causas principales de nuestra inferior aptitud para el trabajo y de la poca intensidad de nuestra economía. Si se me pregunta cuál sea la mejor solución, difícilmente podré contestar. Lo único que me parece fuera de duda es que el arrinconamiento absoluto y definitivo de todos los organismos interesados en la continuación indefinida del materialismo religioso, es de justicia y al mismo tiempo de urgente necesidad. En este sentido se puede afirmar que el problema religioso es el problema previo de la regeneración española. Mientras no se resuelva no se podrá exigir a nuestro pueblo nada que signifique un intenso esfuerzo espiritual.» (Miguel Vidal Guardiola [1887-1950], “La cuestión religiosa en España”, respuesta al cuestionario de La Cataluña, revista semanal, Barcelona, 26 de noviembre de 1910, nº 164, pág. 748.)

1911 «Sí, en España existe un espantoso problema religioso, un espantoso problema espiritual. Nuestra gente es perezosa, es inmoral, es rebelde porque no hay quien domine en su conciencia. Y esto no se cura creyendo en el misterio de la Santísima Trinidad, ni rezando el rosario; esto se cura fomentando la instrucción, extendiendo el imperio de la ciencia, que es la verdadera autonomía del espíritu. Un espíritu autónomo tiene su ley, su nomos, que le empuja a cumplir sus deberes individuales y colectivos. El dogma, el misterio, el rito, en una palabra, el materialismo religioso destruyen en la conciencia la soberanía de la propia ley, pero no la substituyen convenientemente, de manera que el espíritu que se constituye en su esclavo, es presa preferida de la pereza y de la rebeldía. El deber de la religión está en evitar este decaimiento del espíritu. Este es el problema español, esta es la obra del Pastor Jatho, penetración y saturación de la personalidad, mediante ideales elevados.» (Miguel Vidal Guardiola [1887-1950] –Colonia sobre el Rhin, 1 febrero de 1911–, “El pastor Jatho”, reproducido en Cataluña, revista semanal, Barcelona, 4 de marzo de 1912, nº 178, pág. 14, como complemento de la respuesta de Ramón Rucabado [1884-1966] en ese número, donde repite ese párrafo, pág. 3.)

1912 «Un obispo de Málaga, llamado Hostegesis, atribuía a Dios figura humana, afirmando que residía en la parte más alta del cielo, y que estaba en todas partes, no por esencia, sino por subtilitatem quandam. Los efectos de este materialismo religioso, bien patentes están en las mil extravagancias y chocarrerías en que el mismo arte escultórico religioso vino a incidir. En esas imágenes torpes, y hasta obscenas, que vemos en el interior de las catedrales góticas. En las leyendas diabólicas, en las epidemias de la locura demoniaca. En los suicidios en masa. En la misma forma grosera del pecado cuyo horror enloquecía a las gentes.» (Eduardo Ovejero y Maury [.·. Heráclito], “Un precedente del darwinismo en la Edad Media”, La España Moderna, Madrid, octubre 1912, nº 286, pág. 13.)

1920 «Las naciones tienen sus momentos de transfiguración, en que se revela aparatosamente su alma. Y España no tiene ya otro valor de energía espiritual visible que las corridas de toros, y más que ellas, la idolatría afeminada de los toreros. Jamás ha sufrido España en sus leyes mayor coacción oficial que ahora en pro de su sentido patriótico. Una ley absurda e inicua, la llamada de Jurisdicciones, castiga las expresiones fuertemente adversas a la ortodoxia españolista gubernativa, como si se tuviese la secreta convicción de que un movimiento espontáneo y natural del afecto no sería capaz de imponer, sin violencias, esa ortodoxia. Un materialismo deplorable, infiltrado ya desde la escuela, como consecuencia natural del materialismo religioso, confunde la bandera y el himno regio con el sentido de la solidaridad nacional, que debe estar supeditado al de solidaridad humana, para cuya finalidad la nación ha de ser un simple medio.» (Gabriel Alomar, “La vieja ignominia”, La Libertad, Madrid, jueves 26 de agosto de 1920, pág. 1.)

1930 «La idea central de la filosofía de Soloviev está en el concepto que las principales corrientes de pensamiento que dominaron la filosofía de la segunda mitad del siglo XIX, se hallaban todas sobre el camino de la verdad. El materialismo de Büchner y Moleschott, el positivismo de Comte, el pesimismo de Schopenhauer y de Hartmann, cada uno de estos sistemas contiene un elemento de verdad. Pero a este elemento se le debería agregar otro que consiste en la fe en Dios, o como Soloviev decía, la fe en un principio absoluto. […] Por esto el pensador ruso [Vladimiro Solovief] distingue un materialismo falso y un materialismo religioso verdadero. No se sorprende de que sus contemporáneos puedan negar la religión. “Tienen razón –dice– porque la actual posición de la religión invita a negarla. La verdad es que la religión debiera ser diversa de lo que es.” (Nosotros, Buenos Aires, marzo 1930, vol. LXVII, nº 250, pág. 396.)

1932 «Donde los modernos hablamos de propiedades y cualidades, el “primitivo” sólo veía sustancias más o menos materializables. Lo más genuino de la mentalidad primitiva pudiéramos decir que es su materialismo religioso. Así vemos que cuando el iniciado se esfuerza en asimilarse lo divino dispone sólo de dos procedimientos: el contacto –tocar objetos religiosos, frotarse contra piedras o árboles sagrados, &c.–, o bien la deglución o consumición de cuerpos cargados del misterioso “maná”.» (H.·. Comunero, de la Log.·. Unión, “Los orígenes de la religión”, Latomia, colectánea masónica publicada por la logia Unión, núm. 9, Mantua Carpetana 5932, Madrid 1932, volumen 1, pág. 143.)

1935 «Fenómeno común en el proceso histórico, este materialismo religioso se ha impuesto en épocas distintas a la mayoría de los pueblos desde Caldea hasta Roma.» (Alejandro Korn [1860-1936], Apuntes filosóficos, Colección Claridad, Buenos Aires 1935, pág. 53.)

1938 «Una de las principales preocupaciones de la Alemania nacionalsocialista es la de declarase enemiga fundamental e irreductible del comunismo. El anticomunismo nacionalsocialista parece, entonces, evidente, sobre todo si se considera que el Tercer Reich es uno de los más enérgicos adversarios de la Unión Soviética y el más implacable enemigo de los judíos, cuyo materialismo religioso –permítasenos las expresión– está en la base del materialismo histórico de Marx. Pero como el comunismo actual no es otra cosa que el materialismo filosófico aplicado crudamente a la política; como, después de los retrocesos soviéticos en materia social y económica, ya no puede reservarse el calificativo de comunista sólo para un régimen que aplique en toda su pureza la doctrina de Marx interpretada por Lenin –pues en tal caso el comunismo no existiría–, ocurre que merece el nombre de comunista cualquier sistema de vida y de gobierno que descanse sobre bases equivalentes a las que dan ese carácter al orden staliniano.» (“Comentarios. Nüremberg y Moscú”, Criterio, Editorial Surgo, Buenos Aires 1938, vol. 11, nº 550, pág. 71.)

1943 «Este materialismo se presentó en tres formas diferentes: como materialismo religioso, como materialismo científico y como materialismo social e histórico. El materialismo religioso se inició con el radicalismo de David Strauss y de Bruno Bauer, y encontró su expresión más acentuada en Ludwig Feuerbach: los tres formados en la escuela de Hegel.» (Adolfo Ravá [1879-1957], La filosofía europea en el siglo XIX [1932], prólogo de Francisco Romero, traducción de Oberdán Caletti, Editorial Depalma, Buenos Aires 1943, pág. 147.)

1946 «Las alternancias en el estilo del arte reflejan exactamente las alternancias en el estilo social: del materialismo religioso de las primeras representaciones se habrá de pasar por doquier al idealismo religioso, así como de todo idealismo religioso se abre el tránsito al naturalismo individualista, punto de partida a su vez para un impulso distinto del ideal religioso, en una nueva civilización, o para un ideal individualista cuando el arte circula dentro de los cauces de una misma cultura.» (Luis Vidales Jaramillo [1900-1990], Tratado de Estética, Biblioteca de Escritores Caldenses, vol. 11, Manizales, Colombia 1946, pág. 159.)

1949 «Lo que en el fondo ha pasado es que las interpretaciones religiosas han sido demasiado materiales y por exceso de materialismo religioso –y no me avergüenzo de esta expresión– y de concreción exageradamente humana se ha perdido en esta brega y en este terreno. No ha sido la lucha entre la actitud religiosa y la actitud científica sino entre el antropomorfismo y las ciencias y, claro está, resultó por el triunfo de las ideas científicas.» (Clarence Finlayson [1913-1954], “Consideraciones sobre los tiempos actuales”, Revista Nacional de Cultura, Caracas 1949, nº 73, pág. 131, y en Antología, Ensayos, vol. 26, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile 1969, pág. 243.)

«Una de las tesis de “La democracia en la teoría y en la práctica” es la de que el capitalismo no sólo ha llevado al materialismo religioso que consiste en negar a Dios (negarlo en la conducta o en la teoría) sino al que consiste en negar al hombre, convirtiéndolo en un simple factor del mercado.» «Pero esta tesis no puede interpretarse con un criterio religioso, sino político: no es el materialismo religioso de negar a Dios y profesar el escepticismo, sino el materialismo de negar al hombre y rebajarlo a la condición de un factor del mercado.» (Antonio García Nossa [1912-1982], Problemas de la nación colombiana, Colección “La cultura y el pueblo”, Ediciones de Cultura Popular, Bogotá 1949, págs. 120 y 122.)

1969 «5. Fundamentos de las religiones. Para una interpretación que rastrea el origen de las religiones, ningún otro factor tan ampliamente demostrado por la etnografía comparada como la presencia en todas las sociedades consideradas primitivas de la sustancia o fuerza invisible que contienen los cuerpos y objetos, y que entre los melanesios es el mana. No todas las concepciones de este tipo caracterizadas por su realismo, materialismo y colectivismo participan de la doble cualidad del mana que consiste en ser fuerza propiciatoria y a la vez amenazante. Concepto extrapolado que obliga a ceremoniales propiciatorios y que, para evitar lo negativo de la fuerza poderosa, obliga a estados de iniciación, estableciendo por ese motivo ritos de prohibición para los no iniciados; ello generaliza la ley del tabú. El tabú representa la precaución contra todo maleficio y el respeto por lo poderoso y desconocido. Al respecto dice Kreglinger: “Al principio nada de dioses personales, sólo el mana. La noción de mana, el materialismo religioso, es una aplicación, entre otras muchas, de ese carácter fundamental de la mentalidad primitiva que la lleva a suponer sustancias más o menos materiales donde los modernos sólo hablarían de propiedades o cualidades.”» (Emma Sánchez Ramírez, Didáctica sobre actividades creadoras y prácticas, Secretaría de Educación Pública, México 1969, pág. 115, y Lenguaje y expresión. Psicología evolutiva, Nueva Biblioteca Pedagógica, Oasis, México 1974, pág. 111.)

1982 «Triste es reconocerlo, pero es muy cierto que actualmente tienen vigencia tres plagas que son estos tres materialismos: el materialismo capitalista, el materialismo marxista y el materialismo religioso de la mayor parte de los cristianos.» (Lino Rodríguez-Arias Bustamante [1918-2007], Comunitarismo y marxismo. Hacia una sociedad de salvación, Editorial Temis, Bogotá 1982, pág. 87.)

1983 «Tenemos los católicos muchas veces esa peligrosa tendencia al materialismo religioso, a la cuantificación, sin advertir hasta qué punto deformamos y falseamos así la verdadera esencia de la Iglesia y, con ella, la noción misma de gracia. Caemos fácilmente en una visión mecánica, material de la gracia, como cuando la ponemos en una simple observancia exterior: en comulgar los nueve primeros viernes por ejemplo.» (Juan Luis Segundo, S. J. [1925-1996], Teología abierta. I. Iglesia - Gracia, Ediciones Cristiandad, Madrid 1983, pág. 255.)

1993 «Con esa masa de información aparentemente caótica, y que aún creció más con los envíos que nos pidió desde Nicaragua, Ernesto hizo un montaje a la vez cinematográfico, periodístico y poemático, un honrado, abierto, sintético, palpitante, omnicomprensivo collage que resultó ser el rostro mismo de Cuba en 1970 y un servicio impagable a nuestra Revolución, coronado por el diálogo con Fidel, que fue el objeto único de su segundo viaje. No olvido su llamada desde Lima, comunicándome ese deseo urgente. No olvido su radiante felicidad después de haberlo cumplido, cuando fue a casa a hacernos el cuento. A partir de la experiencia cubana, también él lo ha dicho, Ernesto y Solentiname se radicalizaron más. La firmeza de su convicción, de su conversión, se puso a prueba, no sólo frente a los feroces ataques de la reacción nicaragüense con motivo de sus declaraciones al regreso del primer viaje, sino también frente a las maniobras y campañas provocadas por el llamado “caso Padilla”. Así el 14 de junio del 71 me escribía: “tu carta me ha dado mucha alegría por las noticias que me das, sobre todo por lo que cuentas de que todo lo que se ha escrito sobre el caso Padilla, en el extranjero, es falso.” […] Y en esta misma carta Ernesto me hablaba de un fuerte movimiento de estudiantes y algunos sacerdotes, entre los que se destacaba mucho un hermano suyo jesuíta, y cómo llegaron a tomar la catedral de Managua y veinte iglesias y cuarenta colegios, exigiendo “la puesta en libertad de algunos presos del Frente Sandinista de Liberación –marxistas acusados de actividades guerrilleras– y obtuvieron que se les pusiera en libertad.” “Esto (me comentaba Ernesto) es indicativo de los nuevos rumbos que está tomando el catolicismo o al menos un importante sector de él, aquí y en el resto de América Latina. Estarás enterado del apoyo que en Chile la Iglesia está dando a Allende. Recientemente 80 sacerdotes firmaron un manifiesto a favor suyo. Coronel [José Coronel Urtecho] y yo últimamente hemos llegado al convencimiento de que marxismo y cristianismo no son incompatibles sino que se complementan, y que en esto hemos tenido de parte de unos y otros un malentendido. Este pensamiento no es sólo de nosotros, hay una tendencia cada vez mayor, entre los católicos, en Europa y América Latina, a conciliar el marxismo con la fe en Jesucristo. Algunos jesuítas europeos han hecho ver que el “materialismo dialéctico” no tiene nada que ver con el materialismo religioso. A este respecto te recomiendo un libro de un jesuíta mexicano que se llama Marx y la Biblia, de José Porfirio Miranda S. J.”.» (Cintio Vitier [1921-2009], Prosas leves, Editorial Letras Cubanas, La Habana 1993, págs. 53-54.)

«III. Desde el punto de vista del eje angular, el materialismo filosófico toma la forma de un materialismo religioso que se enfrenta críticamente con el espiritualismo (que concibe a los dioses, a los espíritus, a las almas y a los númenes, en general, como incorpóreos), propugnando la naturaleza corpórea y real (no alucinatoria o mental) de los sujetos numinosos que han rodeado a los hombres durante milenios (el materialismo religioso identifica esos sujetos numinosos corpóreos con los animales, que desde el paleolítico están representados en las cavernas magdalenienses, por ejemplo, y se guía por el siguiente principio: “el hombre no hizo a los dioses a imagen y semejanza de los hombres, sino a imagen y semejanza de los animales”).» (Gustavo Bueno, ¿Qué es la filosofía?, Pentalfa, Oviedo 1995, 2ª edición, págs. 83-84.)

1999 «Materialismo religioso. Filosofía de la religión propia del materialismo filosófico según la cual no hay que ir a buscar el núcleo de la religiosidad entre las superestructuras culturales [346], o entre los llamados «fenómenos alucinatorios» –sin perjuicio de su funcionalismo sociológico o etológico–, ni tampoco entre los lugares que se encuentran en la vecindad del Dios de las «religiones superiores» (tanto si ese Dios se sobrentiende como una realidad, como si se le interpreta como un ente de razón). El lugar de donde mana el núcleo de la religiosidad –tal es la tesis del materialismo filosófico– es el lugar en el que habitan aquellos seres vivientes, no humanos, pero sí inteligentes, que son capaces de «envolver» efectivamente a los hombres, bien sea enfrentándose a ellos, como terribles enemigos numinosos, bien sea ayudándolos a título de númenes bienhechores. El núcleo de la religión se encuentra en el mundo de los númenes, en tanto estos envuelvan efectivamente a los hombres, porque sólo de este modo la experiencia religiosa nuclear podrá ser, no solamente una verdadera experiencia religiosa, sino también una experiencia religiosa verdadera. {AD2 11}.» (“Materialismo religioso”, en Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico, Oviedo 1999, §351.)

2001 José Manuel Fernández Cepedal [1950-2001], «Conceptos fundamentales del materialismo religioso» [recopilación de entradas del Diccionario filosófico], El Basilisco, abril-junio 2001, nº 30, págs. 33-42.

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