Filosofía en español 
Filosofía en español

Tomás Lapeña  1766-1827

Tomás Lapeña

Clérigo católico español, canónigo de la catedral de Burgos, que en 1806-1807 publicó en esa ciudad castellana un Ensayo sobre la historia de la filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días, en tres tomos, obra de las primeras, en lengua española, del género historias de la filosofía. Aseguró Menéndez Pelayo en 1881 que Tomás Lapeña se había limitado en su libro a plagiar de la Enciclopedia sin decirlo, y durante décadas gustaron en repetir satisfechos toda clase de historiadores y cuentistas juicio tan terminante y cicatero (don Marcelino tenía al canónigo por afrancesado, por lo que quizá cabría disculparle algo esa ojeriza): Georges Dézert en 1904, Ángel Salcedo en 1924, Méndez Bejarano en 1929, Pío Zabala en 1930, Antonio Ballesteros en 1932, &c. Si fuéramos a hacer caso de los apuntes de clase del eminente político paraguayo Efraím Cardozo, impresos cuando ya llevaba muchos años muerto, podría incluso parecer que el canónigo de Burgos habría traducido él solito toda la Enciclopedia. Sin embargo, el filósofo argentino Francisco Romero reconoce, en 1943, el mérito de esta obra escrita en un sitio apartado como Burgos en las postrimerías del Antiguo Régimen: «se cometería notoria injusticia al juzgarlo en parangón con las historias que en los primeros años del siglo XIX aparecían en otras partes de Europa, influidas y aun determinadas por sucesos intelectuales que de ninguna manera pudieron llegar a conocimiento del canónigo de Burgos, y que iniciaban una nueva época en la historiografía filosófica». En 1953 un jesuita español nacido en la provincia de Pamplona, borracho de papanatismo localista protosecesionista, reivindicó a Tomás Lapeña como «Un historiador navarro de la Filosofía», de quien los autores de la obra Escritores Burgaleses se habían atrevido a escribir en 1930 que era sacerdote burgalés: «si quieren dar a entender con ello que nació en Burgos, o en el territorio de su provincia, andan descaminados. El señor Lapeña sentía correr por sus venas sangre navarra.» Aunque en estas alucinadas disputas reivindicadoras semirracistas el punto y seguido había de fijarlo en 1987 el Diccionario enciclopédico vasco de Auñamendi: «Tomás Lapeña. Filósofo vasco, nacido en Valtierra (Navarra) el 2 de diciembre de 1766.» ¡Y el capuchino Olano, promotor de la Filosofía vasca, sin enterarse!

Es indiscutible que Tomás Lapeña se sirve en muchas de las páginas de su obra de traducciones literales de la Encyclopédie, pero en ningún momento lo oculta, pues en notas al pie se cuida de ir señalando los libros de los que va libando: en el Prólogo se compara con el arquitecto que reúne toda especie de materiales para construir un edificio y su tarea con la labor de las abejas, «quienes conducen sacando el jugo de varias flores lo necesario para fabricar sus panales», no con la de la araña, «que sacando de su propia sustancia el licor glutinoso, teje su tela delicada» (Nec aranearum sane textus ideo melior quia ex se fila gignuntur, nec noster vilior quia ex aliis libamus, ut apes, escribe siguiendo a Justo Lipsio, a quien cita). Saca el jugo –dejando aparte las citas que hace de clásicos antiguos– al menos de una veintena de obras; las más citadas: el Diccionario de Moreri, la Encyclopédie, el Dictionnaire pour l'intelligence des auteurs classiques de Sabbathier, la Histoire Ecclésiastique de Fleury, la Histoire de Rollin, el Voyage du jeune Anacharsis de Barthélemy, y las Bibliotecas de Nicolás Antonio.

En “Thomasio: de la Encyclopédie a Burgos. El filósofo impío Diderot traducido por el canónigo Tomás Lapeña”, un análisis detallado del proceder de Lapeña al componer uno de los capítulos de su libro (el XVIII del tomo III, páginas 218-249), donde en una columna se transcriben los textos originales de las seis fuentes que extracta y traduce, y en la otra el resultado que conforma su exposición sobre Thomasius, puede confirmarse su método compilador, que procura guardar la máxima fidelidad a los textos de los que se sirve, utilizados como pasto doctrinal reconocido en el extranjero, de los que procura no apartarse para mejor cumplir su tarea informativa, y que ofrece en un contexto crítico e interpretativo, para favorecer la puesta al día, en cuestiones que suponían en algunos casos cierta novedad entre nosotros, de los lectores católicos hispanos a los que dirige su libro. Reducir tal método a la consideración de mero plagio literario supone manejar un concepto demasiado burdo y estrecho de lo que sea un plagio aplicado a estos territorios. Lapeña extracta con fidelidad el artículo que Diderot publicó (sin firmarlo) sobre Thomasio en la Encyclopédie, y completa su capítulo con fragmentos de otros tres artículos enciclopédicos y unas breves argumentaciones doctrinales teológicas que toma de Billuart y Jamin. ¿Qué otra cosa podía hacer en esas treinta páginas que dedica a Thomasio? ¿Introducir quizá líricos, retóricos o huecos añadidos de su cosecha?

Otro segundón destinado a ser clérigo

El jesuita Antonio Pérez Goyena publicó en 1953 la fe de bautismo de Tomás Lapeña: «Tomás de Villanueva Lapeña nació en Valtierra el 2 de Diciembre de 1766. Fué padrino en su bautismo el Illmo. Sr. D. José Ramón Rodríguez de Arellano, Colegial Mayor de el de San Ildefonso (de Alcalá), canónigo dignidad de la Santa Iglesia de Toledo, Arzobispo de Burgos, por medio de Don Joaquín de Zabaleta, Presbítero residente en Valtierra, quien con comisión de su Ilma. y representando su persona le tuvo en las ceremonias y acto del bautismo.» Le consta que «se bachilleró en Filosofía en la Universidad de Irache el 1785. Joven todavía, obtuvo por oposición un Canonicato en la Metropolitana de Burgos bajo las alas protectoras del Señor Arzobispo. Disfrutando esa prebenda se licenció y doctoró en Filosofía y Teología en la precitada Universidad el 24 de julio de 1794.»

1797 «Burgos restaur. en 884. Arzobispo, Ilmo. Sr. D. Juan Antonio de los Tueros: nacido en Trucios, diócesis de Santander, en 11 de Julio de 1724. Esta Santa Iglesia Metropolitana se compone de 15 Dignidades, 30 Canónigos, 25 Racioneros, &c. y el Arzobispado comprende 10 Iglesias Colegiatas, 44 Arciprestazgos, 3 Partidos, 4 Cuadrillas, y 1693 Pilas Bautismales. Ilmo. Cabildo de esta Santa Iglesia Metropolitana. [...] SS. Canónigos. D. Andrés Pérez Bracho; D. Joseph Cacho; D. Joseph Rodríguez Velarde; D. Juan Manuel de Velasco, Marqués de Velasco; D. Pedro Guiral Artacho; D. Pedro Domingo Sottovela, Juez y Examinador Sinodal; D. Pedro Vicente Berrio; D. Diego Bernardo de Oruña, Juez de Cruz; D. Tomas la Peña; D. Gregorio Elosua; D. Manuel Quintano; D. Miguel Campo Quevedo, Juez Sinodal y Ten. Vic. Castrense; D. Felipe Izquierdo; D. Juan Antonio Toral; D. Francisco Arnaiz; D. Rafael Galo Fernández Aceytuno, Exam. Sinodal; D. Juan Francisco Alvear, Caballero de la Orden de Carlos III; D. Francisco Fernández Mantilla, Examinador Sinodal; D. Francisco Ventura Palacio; D. Ignacio Alonso de Bujedo; D. Pedro de Salamanca, Caballero de la Orden de Santiago; D. Gerónimo Morales; D. Manuel de los Tueros; D. Ramón Ignacio de Adurriaga; D. Pedro Vera y Delgado; D. Domingo Gutiérrez de Celis, electo.» (Guía del Estado eclesiástico seglar y regular, de España en particular, y de toda la Iglesia católica en general, para el año de 1797, Imprenta Real, Madrid, págs. 161-162.)

1798 «Burgos restaur. en 884. Arzobispo, Ilmo. Sr. D. Ramón Joseph de Arce, electo. Esta Santa Iglesia Metropolitana se compone de 15 Dignidades, 30 Canónigos, 25 Racioneros, &c. y el Arzobispado comprende 10 Iglesias Colegiatas, 44 Arciprestazgos, 3 Partidos, 4 Cuadrillas, y 1693 Pilas Bautismales. Ilmo. Cabildo de esta Santa Iglesia Metropolitana. [...] SS. Canónigos. D. Andrés Pérez Bracho; D. Joseph Cacho; D. Joseph Rodríguez Velarde; D. Juan Manuel de Velasco, Marqués de Velasco; D. Pedro Guiral Artacho; D. Pedro Domingo Sottovela, Juez y Exam. Sinodal; D. Pedro Vicente Berrio; D. Diego Bernardo de Oruña, Juez de Cruz; D. Tomas la Peña; D. Gregorio Elosua; D. Manuel Quintano; D. Miguel Campo Quevedo, Juez Sinodal y Ten. Vic. Castrense; D. Felipe Izquierdo; D. Juan Antonio Toral; D. Francisco Arnaiz; D. Rafael Gallo Fernández Aceytuno, Exam. Sinodal; D. Juan Francisco Alvear, Caball. de la Ord. de Carlos III; D. Francisco Fernández Mantilla, Examin. Sinodal; D. Francisco Ventura Palacio; D. Ignacio Alonso de Bujedo; D. Pedro de Salamanca, Caballero de la Orden de Santiago; D. Gerónimo Morales; D. Manuel de los Tueros; D. Ramón Ignacio de Adurriaga, Examinador Sinodal; D. Pedro Vera y Delgado, Examinador Sinodal; D. Domingo Gutiérrez de Celis, Examinador Sinodal.» (Guía del Estado eclesiástico seglar y regular, de España en particular, y de toda la Iglesia católica en general, para el año de 1798, Imprenta Real, Madrid, págs. 169-170.)

1800 «Burgos restaur. en 884. Arzobispo, Excmo. e Ilmo. Sr. D. Ramón Joseph de Arce, [...] SS. Canónigos. D. Andrés Pérez Bracho, jub.; D. Joseph Rodríguez Velarde, jub.; D. Juan Manuel de Velasco, Marqués de Velasco, jub.; D. Pedro Guiral Artacho, Exam. Sinodal; D. Pedro Domingo Sottovela, Juez y Exam. Sinodal; D. Pedro Vicente Berrio; D. Diego Bernardo de Oruña, Juez de Cruz; D. Tomas la Peña; D. Manuel Quintano, electo Dean; D. Miguel Campo Quevedo, Juez Sinodal y Ten. Vic. Castr. y Abog. del Clero; D. Felipe Izquierdo, jub.; D. Juan Antonio Toral; D. Francisco Arnaiz; D. Rafael Galo Fernández Aceytuno, Exam. Sinodal [...].» (Guía del Estado eclesiástico seglar y regular, de España en particular, y de toda la Iglesia católica en general, para el año de 1800, Imprenta Real, Madrid, págs. 174-175.)

La diputación de Navarra solicitó en diciembre de 1801 que Tomás Lapeña fuese nombrado Prior de Roncesvalles, pero el Rey prefirió designar entonces para ese cargo a Joaquín Javier Uriz. Siguió pues Lapeña como canónigo en Burgos y quizá gracias a que no ascendió a Roncesvalles pudo entretenerse componiendo una historia de la filosofía.

1802 «Burgos restaur. en 884. Arzobispo, Ilmo. Sr. D. [...] Sres. Canónigos. D. Andrés Pérez Bracho, jub.; D. Juan Manuel de Velasco, Marqués de Velasco, jub.; D. Pedro Guiral Artacho, Exam. Sinodal; D. Pedro Domingo Sotrovela, Juez y Exam. Sinodal; D. Pedro Vicente Berrio; D. Diego Bernardo de Oruña, Juez de Cruz; D. Tomas la Peña; D. Miguel Campo Quevedo, Juez y Exam. Sinodal, Ten. Vic. Castr. y Abog. del Clero; D. Felipe Izquierdo, jub.; D. Juan Antonio Thoral; D. Francisco Arnaiz; D. Rafael Galo Fernández Aceytuno, Exam. Sinodal [...].» (Guía del Estado eclesiástico seglar y regular, de España en particular, y de toda la Iglesia católica en general, para el año de 1802, Imprenta Real, Madrid, págs. 187-188.)

Dedica su libro al Duque de Osuna

En 1806 imprime Ramón de Villanueva en Burgos el primer tomo del Ensayo sobre la historia de la filosofía, que Tomás Lapeña –«su más reconocido servidor y Capellán»– dedica «al Excmo. Sr. Don Pedro de Alcántara Téllez Girón y Pacheco...», teniente general y noveno Duque de Osuna (1755-1807), pues a esa obra, dice, «les es absolutamente indispensable un Mecenas para que el respeto y atención que a este se debe, le granjee la benignidad que su autor no puede exigir». Es curioso que entre los méritos del Duque, que ocupan 27 líneas de texto (frente a las 15 líneas de la dedicatoria propiamente dicha), no haga figurar Lapeña la circunstancia más literaria de ser aquel ilustre militar miembro también de la Real Academia Española, pues desde 1790 hasta su fallecimiento ocupó el sillón T como académico.

Los tomos segundo y tercero fueron impresos al año siguiente en otra impresa burgalesa, la de Navas (la fecha del tomo I va en romanos, «M.DCCC.VI.», la de los tomos II y III en árabes: «Año de 1807»). El autor, tras la fe de erratas del tomo tercero, incorpora la siguiente advertencia:

«Mi ninguna experiencia en la parte Tipográfica, y mil casualidades ocurridas durante la impresión de esta Obra, han sido la causa tanto de que no haya salido tan correcta como hubiera querido, como de haberme visto precisado a mudar de Imprenta. Espero que esta confesión ingenua me concilie la indulgencia del Lector.»

1807 «Ensayo sobre la historia de la filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días, escrito por el Dr. D. Tomás Lapeña, canónigo de la metropolitana de Burgos: 3 tomos en 4º a 60 rs. a la rústica. Esta obra presenta sumariamente los sistemas filosóficos de todos los pueblos y desde Adán hasta nuestros días, y los progresos del entendimiento humano: expone brevemente la relación que Moisés hace de la creación, como la medida del mérito de cuanto han pensado los hombres en punto a la cosmogonía; y la moral cristiana, como la verdadera regla para apreciar lo que los filósofos han enseñado en materia de moral. Ultimamente se encuentra en ella lo que se halla esparcido en otras obras muy voluminosas, y por consiguiente poco proporcionadas para la mayor parte de los lectores. Véndese en la librería de Millana, junto al parte; en Burgos en la de Alvarez, y en Valladolid en la de la viuda e hijos de Santander.» (Gazeta de Madrid del martes 27 de octubre de 1807, nº 96, pág. 1120.)

¿Llegó a ver el Duque de Osuna, que murió ese mismo año de 1807, completada la obra de su fiel servidor y capellán? Se recuerdan como dignos de mención los combates del 16 y 17 de octubre de 1793, celebrados entre el valle del Baztán y el río Deva, en defensa de Navarra durante la Guerra de la Convención (1793-1795) entre España y la primera República Francesa, donde el Duque de Osuna derrotó al general francés Jeannot de Moncey, quien tuvo que retirarse por Roncesvalles. También se recuerda que, a pesar de su brillante carrera, Godoy prefirió no ascender al Duque a Capitán General. Sabemos también que su sexto hijo y sucesor en el Ducado, Francisco de Borja Téllez-Girón y Pimentel, se distinguió en la Guerra de la Independencia, fue declarado traidor por José Bonaparte, quien le expropió todos sus bienes, teniendo que buscar después el exilio por sus ideas liberales...

¿Afrancesado, infiltrado, agente doble, hombre de Iglesia?

Tomás Lapeña estaba por Bayona cuando se elaboró la Nueva Constitución que ha de regir en España e Indias, firmada en esa ciudad francesa por José I, el hermano de Napoleón, el 6 de julio de 1808, y su nombre figura entre los individuos que formaron la Junta Española en Bayona que la aprobaron y firmaron su asentimiento y aceptación, reunidos en el palacio del Obispado viejo, al día siguiente:

1808 «Los individuos que componen la junta española convocada a esta ciudad de Bayona por S. M. I. y R. Napoleón I, Emperador de los franceses y Rey de Italia, hallándonos reunidos en el palacio llamado el Obispado viejo, celebrando la duodécima sesión de las de la mencionada junta; habiéndonos sido leída en ella la constitución que precede, que durante el mismo acto nos ha sido entregada por nuestro augusto monarca Josef I; enterados de su contenido, prestamos a ella nuestro asentimiento y aceptación, individualmente por nosotros mismos, y también en calidad de miembros de la junta, según la que cada uno tiene en ella, y según la extensión de nuestras respectivas facultades; y nos obligamos a observarla, y a concurrir en cuanto esté de nuestra parte a que sea guardada y cumplida; por parecernos que organizado el gobierno que en la misma constitución se establece, y hallándose al frente de él un Príncipe tan justo como el que por dicha nuestra nos ha cabido, la España y todas sus posesiones han de ser tan felices como deseamos: y en fe de que esta es nuestra opinión y voluntad, lo firmamos en Bayona a 7 de julio de 1808.
Firmado: Miguel Josef de Azanza. = Mariano Luis de Urquijo. = Antonio Ranz Romanillos. = Josef Colon. = Manuel de Lardizabal. = Sebastián de Torres. = Ignacio Martínez de Villela. = Domingo Cerviño. = Luis Idiaquez. = Andrés de Herrasti. = Pedro de Porras. = El príncipe de Castelfranco. = El duque del Parque. = El arzobispo de Burgos. = Fr. Miguel de Acevedo, vicario general de S. Francisco. = Fr. Jorge Rei, vicario general de S. Agustín. = Fr. Agustín Pérez de Valladolid, general de S. Juan de Dios. = F. el duque de Frías. = F. el duque de Híjar. = F. el conde de Orgaz. = J. el marqués de Santa Cruz. = V. el conde de Fernán-Núñez. = M. el conde de Santa Coloma. = El marqués de Castellanos. = El marqués de Bendaña. = Miguel Escudero. = Luis Gainza. = Juan Josef María de Yandiola. = Josef María de Lardizabal. = El marqués de Monte Hermoso, conde de Treviana. = Vicente del Castillo. = Simón Pérez de Cevallos. = Luis Saiz. = Dámaso Castillo Larroy. = Cristóbal Cladera. = Josef Joaquín del Moral. = Francisco Antonio Zea. = Josef Ramón Mila de la Roca. = Ignacio de Tejada. = Nicolás de Herrera. = Tomas la Peña. = Ramón María de Adurriaga. = D. Manuel de Pelayo. = Manuel María de Upategui. = Fermín Ignacio Beunza. = Raimundo Etenhard y Salinas. = Manuel Romero. = Francisco Amorós. = Zenón Alonso. = Luis Meléndez. = Francisco Angulo. = Roque Novella. = Eugenio de S. Pelayo. = Manuel García de la Prada. = Juan Soler. = Gabriel Benito de Orbegozo. = Pedro de Isla. = Francisco Antonio de Echaque. = Pedro Cevallos. = El duque del Infantado. = Josef Gómez Hermosilla. = Vicente Alcalá Galiano. = Miguel Ricardo de Alava. = Cristóbal de Góngora. = Pablo Arribas. = Josef Garriga. = Mariano Agustín. = El almirante marqués de Ariza y Estepa. = El conde de Castel-Florido. = El conde de Noblejas, mariscal de Castilla. = Joaquin Xavier Uriz. = Luis Marcelino Pereira. = Ignacio Muzquiz. = Vicente González Arnao. = Miguel Ignacio de la Madrid. = El marqués de Espeja. = Juan Antonio Llorente. = Julián de Fuentes. = Mateo de Norzagarai. = Josef Odoardo y Grandpe. = Antonio Soto Promostratense. = Juan Nepomuceno de Rosales. = El marqués de Casa-Calvo. = El conde de Torre Muzquiz. = El marqués de las Hormazas. = Fernando Calixto Núñez. = Clemente Antonio Pisador. = D. Pedro Larriva Torres. = Antonio Saviñon. = Josef María Tineo. = Juan Mauri.» (Gazeta de Madrid del domingo 2 de abril de 1809, nº 92, pág. 456.)

Por los mismos días en que Tomás Lapeña, junto con otros clérigos burgaleses presididos por su Arzobispo, veraneaba por Bayona, su hermano mayor, el General Manuel de la Peña, al mando de la Tercera división, intervenía activamente el 19 de julio de 1808 en la gloriosa Batalla de Bailén, que supuso una gran victoria española en la guerra de la independencia nacional contra el invasor gabacho y fue además la primera gran derrota sufrida por el ejército napoleónico.

De hecho es probable que la relación de Tomás Lapeña con el Duque de Osuna lo fuera a través de su hermano militar. En efecto, el 13 de octubre de 1820 falleció el teniente general Manuel de Lapeña Ruiz del Sotillo, marqués de Bondad-Real, y en su necrológica oficial (Gazeta del Gobierno, nº 176, de 19 de diciembre de 1820, pág. 794) se dice que fue promovido «al grado de brigadier en justa recompensa de los singulares servicios que hizo en la campaña del Rosellón, siendo ayudante de campo del Excmo. Sr. Duque de Osuna, que con tanta gloria de las armas españolas manifestó en ella su ciencia y bizarría; y tuvo frecuentes ocasiones de proporcionar servicios de riesgo e inteligencia al general Lapeña.»

¿Fue en realidad un afrancesado nuestro canónigo burgalés, vinculado al Duque de Osuna y hermano de un destacado general patriota? ¿Se entregó Tomás Lapeña a los intereses de la Francia, de Napoleón y del intruso, o más bien ejerció con prudencia, quizá como infiltrado, incluso como agente doble, o simplemente como hombre de Iglesia que anteponía los intereses del altar a los de la independencia española? Es bien sabido, pues el Conde de Toreno lo desveló en su famosa Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, que José I Bonaparte confió en 1811 en nuestro canónigo para que tomase contacto con la Regencia de Cádiz y tratase de negociar una salida airosa a sus intereses, y que la Regencia, aunque desconfiaba de Tomás Lapeña, le encargó que indagara la mejor manera de poder sacar de España las tropas invasoras francesas. En mayo de 1812 la nueva Regencia, instalada en enero de ese año, revalidó su confianza en Tomás Lapeña, quien recibió en La Coruña instrucciones para realizar negociaciones con los afrancesados de Madrid, conversaciones que estaban ajustadas para comenzar en julio... pero la decisiva victoria sobre el francés en la batalla de los Arapiles, el 22 de julio de 1812, convirtió en innecesaria la misión encomendada a Tomás Lapeña.

Seis años después de haber ratificado y firmado en Bayona la Constitución de Bonaparte, Tomás Lapeña encabezaba al grupo de diputados de la Iglesia Metropolitana de Burgos que fueron admitidos a besar la mano de Fernando VII, e incluso le cupo el honor de pronunciar el correspondiente discurso de amor y fidelidad al Borbón que seis meses antes había sido ya restaurado en el trono... Adviértase que dos de los cuatro canónigos burgaleses que entonces visitaron al rey habían firmado en Bayona aquella constitución impuesta, Lapeña y Ramón María de Adurriaga (años después obispo de Ávila):

1814 «El lunes 16 del corriente fueron admitidos a besar la mano, y cumplimentar a S. M. [Fernando VII] los Diputados de la santa Iglesia Metropolitana de Burgos don Tomas Lapeña, don Francisco Ventura de Palacio, don Ramón María de Adurriaga, y don Eugenio Gómez Alfaro, Canónigos de la misma, y el primero dirigió a S. M. el discurso siguiente: SEÑOR. "El Cabildo de vuestra Iglesia Metropolitana de Burgos tiene el honor de hacer presente a V. M., por medio de sus Diputados, los justos sentimientos de amor y fidelidad que le animan y han dirigido invariablemente durante la dolorosa cautividad de vuestra Real Persona. Desde el momento en que con la mayor angustia de su corazón vio conducir a V. M. a Francia, previo las amarguras que a V. M. se le preparaban, la triste situación de la Monarquía, y los compromisos en que necesariamente se vería esta por la astuta y machiabélica política del tirano de la Europa. Para eludir estos en el modo posible se convocaron todos sus individuos en Cabildo pleno, y ratificaron de nuevo con la mayor solemnidad el juramento de amor y fidelidad a V. M., declarando por nulo y supuesto cualquiera otro acto que se publicase en contrario, o quisiese exigírseles por la fuerza y violencia del intruso. Ahora que ve el Cabildo que la Divina misericordia ha oído las incesantes súplicas que ha dirigido por la salud de V. M., y porque le restituyese al seno de sus vasallos no puede dar a V. M. ni aun la idea mas ligera de su patético gozo y completa satisfacción. Advierte, Señor, el dedo de Dios en cuanto se le presenta a la vista , y cree firmísimamente que así como cuando la Iglesia de España se hallaba dilacerada por la multitud de sectarios y musulmanes, que inundaban la Península, la proveyó del santo rey don Fernando III, para librarla de aquel azote, y erigir y restaurar las principales Catedrales (entre las que no debió menos a su piedad la de Burgos, fundada por el mismo santo Rey) al presente que las circunstancias acaso aun son más ominosas por la solapada malicia y perversas máximas con que se intenta derribar el Altar y el Trono, destina a V. M. para que a imitación de su laudable predecesor haga la felicidad de la Iglesia y del Estado. No duda el Cabildo que así se verificará; y a este fin claman sin cesar, y pide al Todopoderoso conserve la vida de V. M. muchos años y le dirija en el gobierno del Reino, que sola su omnipotencia, y no otra autoridad humana, ha puesto en sus reales manos." S. M. contestó benignamente, asegurando que todos sus anhelos se dirigían a conservar la pureza de la verdadera Religión, y a proporcionar la felicidad a sus amados vasallos.» (El Procurador General de la Nación y del Rey, [Madrid] viernes 20 de mayo de 1814, 2ª época, nº 124, págs. 1127-1128.)

Restablecido el orden y resueltas las diferencias temporales entre los tronos y el altar, convenía recordar al público potencial la existencia de aquellos tres tomos impresos en Burgos, después de Trafalgar y antes de Fontainebleau, para procurar dar salida a los ejemplares invendidos, ya que habían logrado sortear largos años de guerra, pillajes y calamidades. ¿Por qué Tomás Lapeña o su librero decidieron modificar el título del libro en los anuncios que publicaron en los periódicos de Madrid ese mismo verano de 1814? ¿Qué matices sutiles aconsejaban acercar los límites temporales de esa historia de la filosofía desde el lejano «principio del mundo» impreso en los ejemplares en 1806-07 hasta el más cercano «desde Adán hasta nuestros días» que se hizo figurar en los anuncios de 1814? Desde el principio del mundo hasta Adán sólo podían haber circulado filósofos ángeles, buenos o malos, y precisamente en el capítulo III del primer tomo, sobre la Filosofía Antediluviana, Lapeña había tratado del asunto: «Es muy natural el pensar, que siendo estos espíritus de una naturaleza muy superior a la nuestra, tienen por consiguiente conocimiento más perfecto de las cosas, y son mucho mejores filósofos que los hombres...»; aunque para reducir la filosofía a una escala antropológica: «No me detendré en hacer ver cuan miserables son todos los argumentos con que se pretende probar que los Ángeles y los Diablos son grandes filósofos»; pero dejando también fuera de la filosofía tanto a Adán como a sus hijos: «Si Adán no fue Filósofo en el estado de la inocencia ¿cómo lo sería después de haber pecado? ¿Cómo se quiere suponer, que Adán, a quien su delito seguía por todas partes, que no se ocupaba en otra cosa más que en apaciguar a su Dios, y separar de sí las miserias que le rodeaban, tuviese bastante tranquilidad para entregarse a las estériles especulaciones de una vana filosofía? [...] Si Adán no fue filósofo, tampoco lo fueron sus hijos Abel y Caín, y solamente Jorge Hornio se empeña en hacer ver que Caín fue fundador de una secta de filosofía, atribuyéndole las primeras semillas del Ateísmo y del Epicureísmo...» ¿Fue una simple inadvertencia o hubo algún tipo de malicia, comercial o ideológica, en la modificación del título del libro en los anuncios del verano de 1814? Adviértanse también las diferencias entre las descripciones que del mismo libro ofrecían los anuncios publicados en la Gaceta en 1807 y en 1814, pues no sólo España había cambiado entre tanto del antiguo al nuevo régimen –aunque se mantuviese el Borbón, por supuesto–, sino que desde 1812, por ejemplo, el Preservativo contra la irreligión del padre Vélez impedía ya mantener cualquier ingenuidad respecto de los planes de la filosofía...

1814 «Anuncios. Ensayos sobre la Historia de la Filosofía desde Adán hasta nuestros días. Obra en que se da noticia de los principales filósofos y de sus principios, impugnando los errores de unos con la doctrina de otros; y en que se prueba que no puede haber otra religión verdadera mas que la Católica, y que el mejor de todos los gobiernos es el monárquico. Por el Dr. D. Tomás Lapeña, Canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana de Burgos, y Teniente Vicario general del cuarto ejército de operaciones. Tres tomos en 4.º a 48 rs. a la rústica, en la librería de Millana, calle del Correo viejo, frente el Parte.» (Atalaya de la Mancha en Madrid, Domingo 17 julio 1814, nº 107, pág. 878.)

«Ensayos sobre la historia de la filosofía desde Adán hasta nuestros días: obra en que se da noticia de los principales filósofos y de sus principios, impugnando los errores de unos con la doctrina de otros; y en que se prueba que no puede haber otra religión verdadera mas que la católica, y que el mejor de todos los gobiernos es el monárquico: por el Dr. D. Tomás Lapeña, canónigo de la santa iglesia metropolitana de Burgos, y teniente vicario general del cuarto ejército de operaciones. Tres tomos en 4.º a 48 rs. a la rústica, en la librería de Millana, calle del Correo viejo, frente al parte.» (Gaceta de Madrid, Sábado 27 agosto 1814, nº 117, pág. 960.)

Porque la edición aún no estaba agotada, a principios de 1815 se publicaron nuevos anuncios del libro: ya no se pregona título distinto al que figura en los ejemplares impresos, y si en los anuncios de 1814 había interés en resaltar que el libro demostraba que no puede haber más religión verdadera que la Católica y que el mejor gobierno es el monárquico, en 1815 se insiste en cierto desprecio hacia los sistemas, opiniones y delirios de los filósofos, que ahora ya pueden ser conocidos en nuestro idioma...

1815 «Anuncios. Ensayos sobre la historia de la filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días, escrito por el Doctor Don Tomás Lapeña, Canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana de Burgos: tres tomos en 4.º Hasta ahora no teníamos en nuestro idioma ningún libro que diese una idea completa de los sistemas, opiniones y delirios de los filósofos de todos los siglos y de todas las naciones. Se hallará en la librería de Brun, frente de las Gradas de S. Felipe el Real.» (Atalaya de la Mancha en Madrid, Lunes 16 enero 1815, nº 5, pág. 40.)

1824 «Burgos restaurada en 884. Arzobispo, Ilmo. Sr. Don [...] Sres. Canónigos. Don Tomás de la Peña, caball. de la real y disting, orden de Carlos III, jubilado; Don Eugenio Gómez Alfaro; Don Rafael de Hore e Iturralde; Don Felipe de la Rena; Don Esteban de Navas; Don Joaquín Salamanca y Salas; Don Félix Rojo; Don Manuel Ercilla, exam. sin.; Don Francisco López Borricón; Don Manuel Velarde y Herrera; Don José Gutiérrez Varona y Ceballos; Don Ramón Fernández Alonso; Don Manuel Morete; Don Lucas del Valle Juárez; Don Atanasio Domínguez de la Torre; Don Romualdo Badarán; Don Carlos Duarte; siete vacantes.» (Guía del Estado eclesiástico seglar y regular de España e Indias para el año de 1824, Imprenta de I. Sancha, Madrid, págs. 232-233.)

Tomás Lapeña se jubiló como canónigo en Burgos y «a los 61 años de edad, el 23 de noviembre de 1827, falleció en la ciudad del Arlanzón conforme a lo que se asienta en las Actas Capitulares del Cabildo Catedralicio de Burgos» (Pérez Goyena).

Proyecto frustrado de continuación del libro de Tomás Lapeña

En julio de 1850 el diario El Popular de Madrid publicó al menos tres veces el anuncio de una continuación de la obra de Tomás Lapeña, prevista en cuatro tomos de 400 páginas y acompañada al menos de 60 retratos de filósofos antiguos y modernos. Como promotor de esta edición figura José Pérez de Tejada, «oficial de dirección jubilado del ministerio de Comercio, Instrucción y Obras públicas». El anuncio asegura la voluntad del editor, «si la suscrición corresponde», en concluir la edición de los cuatro tomos ese mismo año de 1850. Se menciona un plazo de dos meses, junio y julio, para formalizar las suscripciones... pero en septiembre el mismo periódico repite inútilmente idéntico anuncio: no hubo suscriptores y del proyecto sólo quedaron esos pocos humildes anuncios tentativos. El frustrado continuador de Lapeña, José Pérez de Tejada, había publicado un opúsculo (Manifestación que hace al público el ciudadano español José Pérez de Tejada, subteniente que ha sido de la Milicia nacional voluntaria de artillería de esta capital, Toledo 1837), aparece en 1839 entre los miembros de la Sociedad para propagar y mejorar la educación del pueblo, y es nombrado en 1843 secretario de la novedosa Escuela Especial de Administración dirigida por José Posada Herrera, &c.

1850 «Ensayo sobre la historia de la filosofía, por el doctor don Tomás de la Peña, canónigo que fue de la santa iglesia metropolitana de Burgos. Le publica el licenciado don José Pérez de Tejada, oficial de dirección jubilado del ministerio de Comercio, Instrucción y Obras públicas, y continúa hasta nuestros días, ampliándole con bíografías, y adornándole con retratos de muchos filósofos antiguos y modernos. Edición de lujo en su clase, fundición nueva, papel bueno. Constará la obra de cuatro tomos en cuarto de 400 páginas cada uno, y contendrá toda ella sesenta retratos por lo menos. Podrán hacerse las suscriciones por tomos o por entregas sueltas en el término de dos meses a contar desde primero de junio próximo; después de pasado este plazo será mayor el precio de la obra. El de cada tomo encuadernado en rústica y pagado al recibirlo, en Madrid 30 rs. y la entrega 2 rs. En las provincias 36 rs. el tomo y 2 y medio la entrega franco el porte. Si la suscrición corresponde a los deseos módicos del editor, la obra quedará concluida en el presente año.
Puntos de suscrición. Madrid: En la agencia general Hispano-Cubana, calle Mayor, núm. 60, a donde podran dirigirse los pedidos y reclamaciones en carta franca sin cuyo requisito no serán admitidas; y en las librerías de Sánchez, calle de Carretas; Castillo, calle Mayor; Villa, plazuela de Santo Domino; Cabello y hermano, calle de Tudescos, núms. 38 y 40, y en la litografía de los Dos Amigos, galería de San Felipe, núm. 5. Provincias: En casa de los comisionados de dicha Agencia.» (El Popular. Periódico de la tarde, Madrid, martes 9 de julio de 1850, nº 1260, pág. 4.)

Indice del Ensayo sobre la historia de la filosofía... (1806-1807) de Tomás Lapeña

Ofrecemos el índice completo del libro de Lapeña, realizado a partir de los índices de cada tomo confrontados con los epígrafes del texto:

Tomo I
  Dedicatoria (al Excmo. Sr. Don Pedro de Alcántara Téllez) [iii-iv]
  Prólogo [v-vii]
Capítulo I
  § I. Origen y diversas acepciones de la palabra Filosofía, y su verdadera definición, 1
  § II. Definición de la palabra Filosofía, 7
  § III. Resumen, 17
Capítulo II
  § I. Explicación individualizada del Sistema de los conocimientos Filosóficos, 17
  § II. Racionalidad de la cual nace la Filosofía, 18
  § III. Ciencia de Dios, 19
  § IV. Ciencia del Hombre, 20
  § V. La Moral, 22
  § VI. Ciencia de la Naturaleza. Física General, 23
  § VII. Matemáticas, 23
  § VIII. Física particular, 26
Capítulo III
  § único. Filosofía Antediluviana o Estado de la Filosofía antes del Diluvio, 28.
Capítulo IV
  § único. Filosofía de los Caldeos, 36.
Capítulo V
  § I. Filosofía de los Persas, 42
  § II. De Zoroastro, 43
  § III. De los Guebres, 45
  § IV. De los libros atribuidos a Zoroastro, 46
  § V. Del Mago Histaspes, 47
  § VI. De Ostanes, 47
  § VII. De la palabra Mago, 47
  § VIII. Del origen del Magianismo, 47
  § IX. De carácter de un Mago, 48
  § X. De las clases de los Magos, 48
  § XI. De las obligaciones de los Magos, 49
  § XII. De las sectas de los Magos, 50
  § XIII. De la Filosofía de los Magos y Dioses de los Persas, 50
  § XIV. Principios del Sistema de Zoroastro, 52
  § XV. Compendio de los pretendidos Oráculos de Zoroastro, 55
  § XVI. Prosiguen los Oráculos, o fragmentos, 57
  § XVII. Filosofía moral de los Persas, 59
Capítulo VI
  § I. Filosofía de los Indios, 60
  § II. Filosofía de los Siameses, 64
Capítulo VII
  § único. Filosofía de los Arabes, 65
Capítulo VIII
  § I. Filosofía de los Sarracenos, 75
  § II. Teología natural de los Sarracenos, 90
  § III. De la doctrina de los Musulmanes sobre los Ángeles, y la Alma del hombre, 95
  § IV. De la Física y Metafísica de los Sarracenos, 96
  § V. De la Moral de los Sarracenos, 113
Capítulo IX
  § único. Filosofía de los Egipcios, 121
Capítulo X
  § I. Filosofía de los Chinos, 125
  § II. Principios de los filósofos chinos de la edad media y de los letrados del día, 132
  § III. Filosofía práctica de los Chinos, 140
Capítulo XI
  § único. Filosofía de los Asiáticos, 144
Capítulo XII
  § único. Filosofía de los Fenicios, 153
Capítulo XIII
  § único. Filosofía de los Canadienses, 156
Capítulo XIV
  § único. Filosofía de los Etíopes, 159
Capítulo XV
  § único. Filosofía de los Japoneses, 162
Capítulo XVI
  § único. Filosofía de los pueblos del Malabar, 170
Capítulo XVII
  § I. Filosofía de los Celtas y Escandinavios, 180
  § II. El Edda, 186
Capítulo XVIII
  § I. Filosofía de los Judíos, 194
  § II. De la Filosofía de los Judíos desde que volvieron de la cautividad de Babilonia, hasta la ruina de Jerusalén, 196
  § III. Origen de varias sectas entre los Judíos, 200
  § IV. Historia de la Filosofía de los Judíos después de la ruina de Jerusalén, 211
  § V. Principios de los Peripatéticos adoptados por los Judíos. Máximas de su Moral, 217
Capítulo XIX
  § único. Filosofía Cabalística, 220
Capítulo XX
  § único. Filosofía de los Etruscos, y de los Romanos, 236
Capítulo XXI
  § único. Filosofía de los Teósofos, 244
Capítulo XXII
  § único. Filosofía Hermética, 260
Capítulo XXIII
  § único. Atomismo, 261
Capítulo XXIV
  § único. Filosofía Corpuscular, 265
Capítulo XXV
  § I. Hilozoísmo, 269
  § II. Hilopacianismo, 272
Capítulo XXVI
  § único. Filosofía Oriental, 273
Capítulo XXVII. Filosofía de los Griegos, 276
  § I. Filosofía fabulosa de los Griegos, 277
  § II. Filosofía política de los Griegos, 288
  § III. Filosofía sectaria de los Griegos, 296
Capítulo XXVIII
  § I. De la Secta Jónica, 297
  § II. Filosofía de Anaximandro, 302
  § III. Filosofía de Anaxímenes, 303
  § IV. Filosofía de Anaxágoras, 304
  § V. Principios de Diógenes Apoloniata, 307
  § VI. Principios de Archelao, 308
Capítulo XXIX
  § I. Historia de la Filosofía Socrática, 309
  § II. Vida de Sócrates, 311
  § III. Ideas de Sócrates sobre la Divinidad, los Espíritus y el Alma, 325
  § IV. Principios de la Filosofía moral de Sócrates, 326
  § V. Principios de Sócrates sobre la prudencia doméstica y política. Discípulos de Sócrates, 329
Capítulo XXX
  § único. De la Secta Cirenaica. Vida de Aristipo y su doctrina, 334
Capítulo XXXI
  § único. Secta Megárica, 340
Capítulo XXXII
  § único. De la Secta Eliaca, 345
Capítulo XXXIII
  § I. Del Platonismo. Vida de Platón, 346
  § II. Filosofía de Platón en general y su Dialéctica, 352
  § III. De la filosofía contemplativa de Platón y de su Teología, 355
  § IV. De la Física de Platón, 357
  § V. De la Alma según Platón, o de su Psicología; y de su Moral, 358
  § VI. De la Política de Platón. Sus sucesores, 361
Capítulo XXXIV
  § único. De las Academias, 363
Capítulo XXXV
  § único. De la Academia Media, 367
Capítulo XXXVI
  § único. De la Academia Nueva o tercera, cuarta y quinta, 370.

Tomo II
Capítulo I
  § I. Cinismo o Secta cínica, 1
  § II. Principios de Antístenes, 7
  § III. Discípulos de Antístenes, 10
  § IV. Principios o máximas de Diógenes, 13
  § V. Discípulos de Diógenes, 17
Capítulo II
  § I. Estoicismo, o Secta estoica. Vida de Zenón, 22
  § II. Principios generales de la Filosofía estoica. Lógica, 28
  § III. Fisiología de los estoicos, 33
  § IV. Antropología de los estoicos, 46
  § V. Filosofía moral de los estoicos, 48
  § VI. Discípulos y sucesores de Zenón, 57
  § VII. Restauradores de la filosofía estoica entre los modernos, 71
Capítulo III
  § I. Aristotelismo. Noticias sobre Aristóteles, 75
  § II. Obras de Aristóteles. Retórica, Poética, Lógica, 82
  § III. Filosofía natural de Aristóteles, 90
  § IV. Principios de la Psicología de Aristóteles, 98
  § V. Metafísica de Aristóteles, 102
  § VI. Principios de la moral de Aristóteles, 106
  § VII. Física particular de Aristóteles y su Política, 110
  § VIII. Mérito de Aristóteles, 115
  § IX. Discípulos y sucesores de Aristoteles, o los Peripatéticos, 118
  § X. Restauradores de la Filosofía aristotélica, 127
Capítulo IV
  § único. Filósofos Aristotélico Escolásticos, 131
Capítulo V
  § único. Filósofos verdaderamente aristotélicos, 145
Capítulo VI
  § único. Guerra literaria entre los Platónicos y Aristotélicos, 168
Capítulo VII
  § I. Filosofía escolástica, 174
  § II. Primer período de la Filosofía escolástica, 177
  § III. Segundo período de la Filosofía escolástica, 185
  § IV. Tercer período de la Filosofía escolástica, 187
  § V. Filósofos y Teólogos escolásticos españoles, 191
Capítulo VIII
  § I. Noticias de Pitágoras, 222
  § II. Principios generales del Pitagorismo. Aritmética de Pitágoras, 227
  § III. Música y Geometría de Pitágoras, 229
  § IV. Astronomía de Pitágoras, 232
  § V. De la Filosofía de Pitágoras en general, 235
  § VI. Filosofía práctica de Pitágoras, 238
  § VII. Filosofía teorética y Teología de Pitágoras, 245
  § VIII. Medicina y símbolos de Pitágoras, 251
  § IX. Discípulos y sectarios de Pitágoras, 253
  § X. El Pitagorismo renovado, 272
  § XI. Filosofía Pitagoreo platónico cabalística, 281
  § XII. Principios de la Filosofía oculta, 287
Capítulo IX
  § I. Eleatismo, o Filosofía eleática, 299
  § II. Historia de los Eleáticos metafísicos, 300
  § III. Historia de los Eleáticos físicos, 307
Capítulo X
  § I. Heraclitismo, o Filosofía de Heráclito, 322
  § II. Discípulos de Heráclito, 329
Capítulo XI Epicureismo
  § I. De la Filosofía de Epicuro en general, 334
  § II. De la Fisiología de Epicuro en general, 338
  § III. Teología y Moral de Epicuro, 352
  § IV. Epicuro y sus discípulos, 356
Capítulo XII
  § I. Pirronismo o escepticismo. Vida de Pirrón y noticia de sus sectarios, 362
  § II. Renacimiento del Pirronismo y su carácter, 367
  § III. Reflexiones sobre el Pirronismo y noticia de otros sectarios, 375
  § IV. Observación sobre los Filósofos griegos, 385.

Tomo III
Capítulo I
  § I. Del eclecticismo, 1
  § II. Noticia en general de la Filosofía ecléctica, 6
  § III. Historia del Eclecticismo, 13
  § IV. Filosofía ecléctica alejandrina, 30
Capítulo II
  § único. Filosofía de los sincretistas, henóticos o conciliadores, 62
Capítulo III
  § único. Eclecticismo moderno. Jordán Bruno, 68
Capítulo IV
  § único. Eclecticismo moderno. Cardano, 71
Capítulo V
  § único. Eclecticismo moderno. Bacon, 75
Capítulo VI
  § único. Eclecticismo moderno. Maquiavelo, 82
Capítulo VII
  § I. Eclecticismo moderno. Hobbes, 84
  § II. Principios elementales y generales de Hobbes, 88
  § III. Del animal, 93
  § IV. Del hombre, 98
  § V. Del Leviatán de Hobbes, 101
  § VI. Carácter de Hobbes, 118
Capítulo VIII
  § único. Eclecticismo moderno. Campanela, 121
Capítulo IX
  § único. Eclecticismo moderno. Ticho-Brahe, 128
Capítulo X
  § único. Eclecticismo moderno. Keppler, 130
Capítulo XI
  § único. Eclecticismo moderno. Galileo, 133
Capítulo XII
  § I. Eclecticismo moderno. Descartes y Malebranche, 135
  § II. Discurso sobre el método, 139
  § III. Eclecticismo moderno. Malebranche, 143
  § IV. Turbillones de Descartes y del P. Malebranche, 148
Capítulo XIII
  § único. Eclecticismo moderno. Gasendo, 150
Capítulo XIV
  § I. Eclecticismo moderno. Espinosa, 152
  § II. Doctrina de Espinosa, y refutación de ella, 156
Capítulo XV
  § único. Eclecticismo moderno. Locke, 171
Capítulo XVI
  § I. Eclecticismo moderno. Leibniz, 173
  § II. Principios de las meditaciones racionales de Leibniz, 178
  § III. Metafísica de Leibniz, o su modo de pensar sobre los elementos de las cosas, 182
  § IV. Principios de Teología natural de Leibniz, 195
  § V. Exposición de los principios que Leibniz opuso a Clarke en su disputa, 198
  § VI. Principios del derecho natural según Leibniz, 201
Capítulo XVII
  § I. Eclecticismo moderno. Newton, 205
  § II. Sistema de Newton, 213
  § III. Reglas de Newton sobre la explicación de los fenómenos de la Naturaleza, 217
Capítulo XVIII
  § I. Eclecticismo moderno. Thomasio, 218
  § II. Principios generales de la Filosofía de Thomasio, 223
  § III. Principios de la Lógica de Thomasio, 224
  § IV. Principios de la Pneumatología de Thomasio y de su Moral, 230
  § V. Principios de la Jurisprudencia divina de Thomasio, 235
Capítulo XIX
  § único. Eclecticismo moderno. Buffon, 249
Capítulo XX
  § I. Filosofía de Moisés, 255
  § II. Libros de Moisés, 261
  § III. Abuso de la Física de Moisés, 288
Capítulo XXI
  § I. Filosofía Cristiana, 298
  § II. El Cristianismo adulterado por los que quisieron conciliar sus máximas con las de los Filósofos, 303
Capítulo XXII
  § único. Conclusión, 316
Lista de los hombres célebres de quienes se da noticia en esta Obra de la Historia de la Filosofía, dispuestos sus nombres por orden alfabético, 334-340.

Algunas menciones a Tomás Lapeña por orden cronológico

1835 «Trata José de componerse con el gobierno de Cádiz. Decaído José de espíritu, y sobre todo mal enojado contra su hermano, trató de componerse con los españoles. Anteriormente había dado indicio de ser este su deseo: indicio que pasó a realidad con la llegada a Cádiz algún tiempo despues de un canónigo de Burgos llamado Don Tomás la Peña, quien encargado de abrir una negociacion con la regencia y las cortes, hizo de parte del intruso todo género de ofertas, hasta la de que se echaría el último sin reserva alguna en los brazos del gobierno nacional, siempre que se le reconociese por rey. Mereció la Peña que se le diese comisión tan espinosa por ser eclesiástico, calidad menos sospechosa a los ojos de la multitud, y hermano del general del mismo nombre; al cual se le juzgaba enemigo de los ingleses de resultas de la jornada de la Barrosa. Extraño era en José paso tan nuevo, y podemos decir desatentado; pero no menos lo era, y aun quizá más, en sus ministros que debían mejor que no aquel conocer la índole de la actual lucha, y lo imposible que se hacía entablar ninguna negociación, mientras no evacuasen los franceses el territorio y no saliese José de España.
Emisarios que envía. La Peña se abocó con la regencia, y dió cuenta de su comisión, acompañándola de insinuaciones muy seductoras. No necesitaban los individuos del gobierno de Cádiz tener presentes las obligaciones que les imponía su elevada magistratura para responder digna y convenientemente: bastábales tomar consejo de sus propios e hidalgos sentimientos.
Inutilidad de los pasos que estos dan. Y así dijeron que ni en cuerpo ni separadamente faltarían nunca a la confianza que les había dispensado la nación, y que el decreto dado por las córtes en 1º de enero sería la invariable regla de su conducta. Añadieron también con mucha verdad que ni ellos, ni la representación nacional, ni José tenían fuerza ni poderío para llevar a cima, cada uno en su caso, negociación de semejante naturaleza. Porque a las córtes y a la regencia se las respetaba y obedecía en tanto que hacían rostro a la usurpación e invasión extranjeras; pero que no sucedería lo mismo si se alejaban da aquel sendero indicado por la nación. Y en cuanto a José claro era que faltándole el arrimo de su hermano, único poder que le sostenía, no solamente se hallaría imposibilitado de cumplir cosa alguna, sino que en el mismo hecho vendría abajo su frágil y desautorizado gobierno. Terminóse aquí la negociación (Apéndice número 5: De aquí sacó sin duda M. de Pradt la peregrina historia de que habla en su obra intitulada: Mémoires historiques sur la révolution d'Espagne, y según la cual habían enviado las córtes diputados a Sevilla antes de la batalla de la Albuera para tratar de componerse con José. No es la primera ni sola vez que confunde dicho autor hechos muy esenciales, y que toma por realidad los sueños de su imaginación). Las cortes nunca tuvieron de oficio conocimiento de ella, ni se traslució en el público a gran dicha del comisionado. En los meses siguientes despacháronse de Madrid con el mismo objeto nuevos emisarios, de que hablaremos, y cuyas gestiones tuvieron el mismo paradero. Otras eran las obligaciones, otras las miras, otro el rumbo que había tomado y seguido el gobierno legítimo de la nación.» (El Conde de Toreno, Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, Libro decimoquinto, Imprenta de don Tomás Jordán, Madrid 1835, tomo IV, págs. 191-193.)

1837 «Lo cierto es que en la primavera y entradas de verano se duplicaron los manejos, las idas y venidas, en disposición de que el canónigo Peña, ya mencionado en otro libro, consiguió pasar a Galicia con el título de vicario de aquel ejército, resultando de aquí que él y los demás emisarios de José anunciasen a este, como si fuera a nombre del gobierno de Cádiz, el principio de una negociación, y la propuesta de nombrar por ambas partes comisionados que se abocasen, y tratasen de la materia siempre que se guardara el mayor sigilo. Debían verificarse las vistas de dichos comisionados en las fronteras de Portugal y Castilla, obligándose José a establecer un gobierno representativo fundado sobre bases consentidas recíprocamente, o bien a aceptar la Constitución promulgada en Cádiz con las modificaciones y mejoras que se creyesen necesarias.
Ignoraban las córtes semejante negociacion, o, por mejor decir, embrollo, y podemos aseverar que también lo ignoraba la regencia en cuerpo. Todo procedía de donde hemos indicado, de cierta dama amiga del duque del Infantado, y de alguno que otro sujeto muy revolvedor. Quizá había también entre las personas que tal trataban, hombres de buena fe que no creyendo ya posible resistir a los franceses, y obrando con buena intención, querían proporcionar a España el mejor partido en tamaño aprieto. No faltaban asimismo quienes viviendo de las larguezas de Madrid, a fin de que estas durasen, abultaban y encarecían más allá de la realidad las promesas que se les hicieran.
Tantas en efecto fueron las que a José le anunciaron sus emisarios, que hasta le ofrecieron grangear la voluntad de alguno de nuestros generales. Desvanécense. A este propósito, y al de avistarse con los comisionados que se esperaban de Cádiz, nombró Jose por su parte otros; entre ellos a un abogado de apellido Pardo, que si bien llegó a salir de Madrid, tuvo a poco que pararse y desandar su camino, noticioso en Valladolid de la batalla de Salamanca. Suceso que deshizo y desbarató como de un soplo tales enredos y maquinaciones.» (El Conde de Toreno, Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, Libro decimonono, Oficina de don Tomás Jordán, Madrid 1837, tomo V, págs. 49-51.)

1842 «Jourdan que ha consagrado un largo artículo en su bibliografía a la memoria de las obras de este héroe de las ciencias, copiándolo del Ensayo sobre la historia de la filosofía del canónigo D. Tomás Lapeña, dice: "que Freind y Lorry juzgaron igualmente mal de Averroes, y que no hablaron sino por boca de sus detractores, sin tomarse la molestia de consultar sus escritos": pero en honor de la verdad, Jourdan padece una equivocación, pues que Freind defiende a Averroes, y le elogia por haber sido el primero que observó que las viruelas no se padecen mas que una vez, y por haber columbrado igualmente el sensorio común, y anunciado una verdad importante sobre la metástasis del reuma de los brazos a los intestinos.» (Antonio Hernández Morejón, Historia bibliográfica de la medicina española, obra póstuma, Biblioteca escogida de medicina y cirugía, Madrid 1842, tomo I, pág. 180.)

«Intenta transigir con el gobierno de Cádiz. Aburrido pues con tantas plagas, y reconociéndose sin el poder que para hacer el bien necesitaba, envió a Cádiz al canónigo de Burgos don Tomás de la Peña para procurar un acomodamiento con los gobernantes de aquella isla: pero la regencia y los diputados de las Cortes desecharon aquella idea, y dijeron que solamente la guerra podía decidir la cuestión.» (Estanislao de Kotska Vayo, Historia de la vida y reinado de Fernando VII de España, Imprenta de Repullés, Madrid 1842, tomo I, pág. 276.)

1846 «Tenemos no obstante algunas producciones, que merecen un lugar en el catálogo del siglo XIX. En 1806 publicó en Burgos el Dr. D. Tomás Lapeña, canónigo de aquella catedral, un Ensayo sobre la historia de la filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días. Este trabajo es muy parecido al que ahora nos ocupa, según hemos podido examinar despues de tener de él noticia.» (Antolín Monescillo, nota a su versión castellana de la Historia elemental de la Filosofía, de Monseñor Bouvier, Madrid 1846, tomo II, pág. 353.)

1847 «El Dr. D. Tomás de la Peña imprimió en Burgos, en 1806, una obra en tres tomos, titulada Ensayo sobre la historia de la filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días. Es obra apreciable por su buen método y noticias en que abunda.» (Tomás García Luna, Manual de Historia de la Filosofía, Madrid 1847, pág. 24.)

1848 «Convencido sin duda José de que un trono usurpado solo puede sostenerse o apuntalado constantemente por las bayonetas extranjeras o apoyado en el amor del pueblo que es el mejor y el más sólido de sus cimientos, trató de captarse la benevolencia de su hermano, quien como todo hombre avasallado por una ambición sin límites, supeditaba al éxito de sus planes las consideraciones mas respetables e inmediatas. Aprovechando pues la ocasión del nacimiento del rey de Roma primer hijo de Napoleón, pasó a París con el pretexto de felicitarle pero decidido en el fondo a recibir de él una suma mayor de potestad y autoridad regia, pues la que entonces tenía podía reputarse cuasi nominal. Esquivóle el rostro la fortuna en tal pretensión y demanda, porque Napoleón no le concedió mas que un millón mensual de francos, aunque sin ampliar en lo más mínimo sus atribuciones y poderío, ni de un modo absoluto la sucesiva conservación de esa corona misma desabrillantada. Regresó pues a Madrid atormentado por el cáncer del sentimiento y decidido a apelar a la hidalguía y magnanimidad española para asegurar en su mano el cetro de los Alfonsos y Fernandos. Al efecto entabló relaciones con la regencia valiéndose de don Tomás Lapeña, canónigo de Burgos, y adaptándose a cuantas condiciones le impusiese nuestro gobierno siempre que los españoles le reconocieran por rey.» (Wenceslao Ayguals de Izco, Galería regia o biografías de los reyes de España, tercera edición, Madrid 1848, Tomo II, pág. 394.)

1849 «Era antiquísima la teoría de la física corpuscular, si hemos de creer a Estrabon hablando de los fenicios: conocida fue también bajo el nombre Vaisechika o de la individualidad en las escuelas de la India (1. Cesar Cantu, hist. univer. tom. 1º, pág. 447 y 48). De ella formó Leucipo el atomismo, sistema que perfeccionó su discípulo Demócrito; pero Epicuro, producto de la escuela eleática, dio toda la extensión que podía darse a la doctrina de los átomos (2. Palabra griega que significa indivisibles), y fijó el principio de que la causa universal de las cosas eran la naturaleza y el vacío (3. "Omnis ut est igitur per se natura, duabus / Constitit in rebus, nam corpora sunt, et innane / Haec in quo sita sunt, et qua diversa moventur." Lucret. lib. 1º, pag. 29, imp. Lugd. an 1558). Establecido este principio, le fue forzoso suponer: que el universo era eterno; que los átomos eran increados, inmudables e inalterables; que de su continua rotación en el espacio habían resultado las producciones combinadas de los entes; que esta combinación había sido casual, sin haber en ella tenido parte inteligencia alguna; y que nuestra alma, cesando con la muerte de toda sensibilidad, queda aniquilada en sus facultades, sin pensar, recordar, obrar, ni padecer, disuelta a sus primitivas partículas elementales (4. El Dr. D. Tomás Lapeña en su Ensayo sobre la Historia de la filosofía, tom. 2º, cap. XI, § 1º, impresión de Burgos, año 1807).» (Esteban Gabarda, Dios, el alma y la religión. Poema, Imprenta de José Rius, Valencia 1849, pág. XVIII.)

1852 «Aburrido José, viendo que todo el colosal poder de su hermano no era suficiente para ponerle en pacífica posesión ni siquiera de una aldea de España, resentido además del poco aprecio con que miraban su pretendida dignidad de rey, tanto el emperador como sus generales, se propuso avenirse con los españoles, ofreciendo que si le reconocían por rey, se pondría enteramente en manos del gobierno y de las cortes. Llevó á Cadiz esta misión D. Tomás de la Peña, canónigo de Burgos, que lo hizo presente a la regencia del reino. Los regentes, sin necesidad de conducirse por los sentimientos del patriotismo y lealtad que los distinguían, tenían la respuesta en la mano; patente al mundo entero la insuficiencia de todo el poder de Napoleón, de la disposición de ánimo de José, de la voluntad, aunque la tuvieran de la regencia y de las córtes, para llevar a cabo un pensamiento, cuya base tenía en armas a toda la nación hacía ya tres años, y cada día más inflexible en su propósito. El comisionado se retiró, llevando a su comitente una respuesta digna de los que regían al pueblo más leal y pundonoroso de la tierra. Podía disimularse a José una tentativa tan desatinada atendida su situación; mas para acometerla y aprobarla sus ministros, debían de estar ciegos o desesperados.» (Juan Díaz de Baeza, Historia de la guerra de España contra el emperador Napoleón, Edición de El Español, México 1852, págs. 406-407.)

1856 «En Castilla, libre ahora de la guerra campal, sostenía la guerrilla casi solo el Empecinado, cansando la paciencia de los franceses, y en Madrid amenazaba el hambre. El Rey José, digno de mejor tiempo y suerte, procuraba en vano remediar los males del país; marchó él mismo a París a quejarse de la nulidad a que estaba reducido; propuso a las Córtes de Cádiz (por medio del canónigo D. Tomás de la Peña) un nuevo acomodamiento para terminar la guerra. Pero era tarde; los sucesos excedían ya a los remedios ordinarios.» (Compendio doctrinal de la Historia universal hasta 1852, escrito en alemán por el Dr. Gregorio Weber, ampliado en general y en relación a España por el Dr. D. Julián Sanz del Río, catedrático de Historia de la Filosofía en la Universidad de Madrid, Imprenta Nacional, Madrid 1856, tomo IV pág. 210.)

1857 «El P. Francisco Suárez, que cita Weathon, nació en Granada en 1547, fué Jesuita y enseñó en las universidades de Salamanca, Alcalá, Roma y Coimbra, y murió en Lisboa en 1617. Entre sus obras filosóficas, que fueron muchas, escribió la nombrada antes y un comentario sobre todos los libros de Aristóteles (1. Lapeña, Ensayo párrafo X, tít. 2, pág. 143). Además de estos autores pudieran enumerarse otros muchos moralistas y jurisconsultos: los que deseen más ámplias noticias pueden encontrarlas en la Biblioteca Hispana de Nicolás Antonio y en la historia de la filosofía de D. Tomas Lapeña (2. Idem. § V. pág. 191).» (Antonio Bachiller y Morales, Elementos de la Filosofía del Derecho o Curso de Derecho Natural, Imprenta del Tiempo, Habana 1857, p. IV.)

1861 «Siendo uno de los puntos del nuevo programa de Napoleón para entretener a su hermano la reunión de Córtes españolas, fué también uno de los primeros que José trató con los hombres de su consejo, no solo manifestándoles su pensamiento y propósito, sino también encargándoles los trabajos preparatorios para la convocatoria, no ya con arreglo a la Constitución de Bayona, sino sobre bases más ámplias, de modo que fuesen unas Córtes verdaderamente nacionales, concurriendo a ellas los hombres más importantes de todas las opiniones y partidos, y dispuesto a someter a su juicio sus propios derechos y la forma de sucesión al trono de España. Creemos que de mejor fe que su hermano adoptaba José esta resolución, como un medio y una esperanza de atraerse las voluntades de los españoles y de afirmarse en el trono, y no era la primera vez que había pensado en ello. En su virtud envió a Cádiz un canónigo de Burgos, llamado don Tomás de la Peña, encargado de tantear la Regencia y las Córtes y de abrir negociaciones sobre el asunto. No hubo necesidad de que las Córtes llegaran a entender en él, porque bastó el paso con la Regencia para que el emisario se convenciese de que era intento inútil recabar de tan buenos patricios que se prestasen a aceptar ni menos a cooperar a un proyecto, plausible en sí, pero que envolvía y llevaba consigo la idea del reconocimiento de José como rey de España, idea contra la cual se rebelaba el espíritu público, contra la que se sublevaba la voluntad nacional, que repugnaba a la dignidad del reino, y rechazaban sus compromisos y sus altas obligaciones, desatentada por lo mismo y de imposible realizacion.» (Modesto Lafuente, Historia general de España, Establecimiento tipográfico de Mellado, Madrid 1861, tomo XXV, págs. 51-52.)

1863 «Ya antes había dado indicio de ser este su deseo bajo la base de reconocer a la asamblea de Cádiz como la representación verdadera de la nación, y de ser en cambio reconocido por ella por rey de España conforme a la constitucion de Bayona; y para realizarlo ahora envió a Cádiz un canónigo de Burgos llamado don Tomás de la Peña. Abocóse este con la regencia, y dio cuenta de su comisión acompañándola de insinuaciones muy seductoras; pero el gobierno las rechazó siempre, terminándose aquí la negociación sin que las cortes tuvieran de oficio conocimiento de ella ni se trasluciera en público.» (Victor Gebhardt, Historia general de España y de sus Indias, Barcelona 1863, tomo sexto, pág. 588.)

1865 «Poco puede escribirse sobre la historia científica de nuestra patria durante el primer tercio del siglo presente. Recordaremos, sin embargo, el Ensayo sobre la historia de la filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días, del doctor don Tomás Lapeña, impreso en Burgos el año de 1806, que es la obra más extensa que conocemos de las que modernamente se han escrito en España, dedicadas a historiar las manifestaciones en el tiempo de la ciencia racional.» (Luis Vidart, «Apuntes sobre la historia de la filosofía en la Península Ibérica», Revista Hispano-Americana, Madrid 12 agosto 1865, tomo III, año II, nº 17, págs. 263-264.)

«José creía captarse con esto la voluntad de los españoles, que era el sueño dorado de su vida. Y tanto creía que adoptando el nuevo régimen la nación le admitiría, que, apenas llegado a Madrid, mandó a Cádiz a D. Tomás de la Peña, canónigo de Burgos, a fin de que diestramente hablase en su nombre a la Regencia y a las Córtes. El buen canónigo se acercó en efecto a la primera, pero no a las segundas; porque la manera con que aquella le recibió, le hizo ver claramente cómo le recibirían en el Congreso.» (Dionisio S. de Aldama & Manuel A. Alcaraz, Historia general de España, Madrid 1865, tomo XV, pág. 401.)

1866 «Poco puede escribirse sobre la historia científica de nuestra patria durante el primer tercio del siglo presente. Recordaremos, sin embargo, el Ensayo sobre la historia de la filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días, del doctor D. Tomás Lapeña, impreso en Burgos el año de 1806, que es la obra más extensa que conocemos de las que modernamente se han escrito en España, dedicadas a historiar las manifestaciones en el tiempo de la ciencia racional. [...]» «El doctor D. Tomás Lapeña era canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana de la ciudad de Burgos; el sacerdote católico no podía admitir la absoluta omnipotencia de la razón humana para llegar al conocimiento de toda verdad. Así es que el doctor Lapeña expresa el pensamiento que le ha guiado al escribir su Ensayo sobre la historia de la filosofía en los párrafos que a continuación transcribimos, y que forman parte del prólogo de esta obra. Dice así: [...]» «De notar son las frases que dejamos subrayadas donde afirma el canónigo Lapeña que la historia de la filosofía, es al propio tiempo la de los progresos del entendimiento humano. También debe fijarse la atención en que el sacerdote historiador de la filosofía, sólo niega a la razón su competencia para crear una verdadera religión, pero de ningún modo pretende demostrar su insuficiencia en todas las esferas del conocimiento humano. De este modo y bajo estos principios, la obra del doctor D. Tomás Lapeña puede considerarse como una protesta contra el espíritu racionalista que domina en las historias de la filosofía escritas por Brucker y Tiedemann, pero una protesta que jamás niega la razón para afirmar la fe, sino que se limita a sostener que la razón separada por completo de la fe, cae muchas veces en errores, y que la revelación es la esplendorosa luz que permite entrever la verdad absoluta en el orden intelectual y las soluciones eternas en la vida de la humanidad.» (Luis Vidart, La filosofía española, indicaciones bibliográficas, Madrid 1866, LXIII-LXIV, págs. 109-113.)

1868 «Extrañamos tanto mas el silencio del Sr. Vidart en esta parte, cuanto que, aun sin contar con los que traen las historias generales de la Filosofia (1. En nuestra misma patria tenemos el Ensayo sobre la historia de la Filosofía, del Dr. D. Tomas Lapeña, que dedica a este asunto un largo capítulo, tom. I. pág. 220), brindábanle abundante y exquisito caudal de documentos acerca de dicha materia, entre otras obras, la Kabbala denudata seu doctrina hebraeorum transcendentalis et metaphisica et theologica, del barón Knorr de Rosenroth, ...» (Gumersindo Laverde, Ensayos críticos sobre filosofía, literatura e instrucción pública españolas, Lugo 1868, pág. 337.)

1869 «Envió, pues, a Cádiz un canónigo de Burgos, D. Tomás de la Peña, con el objeto de abrir negociaciones con la Regencia y las Córtes sobre este asunto. La Regencia rechazó un proyecto que envolvía la idea del reconocimiento de José como rey de España, contra el cual se sublevaba la voluntad nacional. No fué este solo desengaño el que experimentó José a su regreso a Madrid; más adelante veremos que también tuvo que sufrir los de su hermano el emperador.» (Manuel Henao y Muñoz, Los Borbones ante la revolución, Madrid 1869, tomo segundo, pág. 622.)

1881 «Muchos traducían la Enciclopedia, sin decirlo. Así lo hizo el doctor D. Tomás Lapeña, Canónigo de Burgos, que imprimió allí en 1806 un Ensayo sobre la historia de la filosofía, en tres volúmenes. Ya anuncia en el prólogo que no ha hecho más que reducir y sistematizar lo que halló en otros libros, suprimiendo sólo lo que podía inspirar cierta libertad de pensamiento, no poco perjudicial (1. Ensayo | sobre la historia | de la filosofía | desde el principio del mundo | hasta nuestros días: | escrito | por el Dr. D. Tomás Lapeña, | Canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana | de la ciudad de Burgos. | En Burgos, | en la imprenta de D. Ramón de Villanueva. | MDCCCVI... Tres tomos en 4.º: el segundo y tercero están impresos en 1807 en la imprenta de Navas.) Alguna vez muestra haber recurrido a la gran compilación de Brucker y a otras fuentes serias, pero todo lo demás está copiado ad pedem litterae del gran diccionario de Diderot y D'Alembert, con sólo suprimir la parte más francamente heterodoxa e impía, y juntar en un solo cuerpo lo que andaba desparramado en muchos artículos.» «Dice el P. Salmón en su ridículamente famoso Resumen histórico de la revolución de España, (1. Cádiz, imprenta Patriótica, 1812, tomo II, pág. 164) que fueron siete las lógias o escuelas establecidas por los invasores, pero recelo que el candoroso agustino se quedó muy corto. No sólo los hubo en toda ciudad o punto importante ocupado por los franceses (2. De Santander sé con certeza hasta el sitio donde se congregaban), sino que trataron de extenderlas [438] al territorio libre, entendiéndose con las dos de Cádiz, una de las cuales era más afecta a José que al Gobierno de las Córtes. En tales elementos pensó apoyarse el intruso, cuando desazonado con los proyectos de su hermano de desmembrar el territorio que va hasta el Ebro, y anexionarle a Francia, o de dividir toda la Península en virreinatos para sus mariscales, pensó arrojarse en brazos de los españoles y abandonar a Napoleón, sometiéndose incondicionalmente a nuestras Cortes, a trueque de que le conservasen el título de rey. Con tal comisión se presentó en Cádiz, a fines de 1811, el Canónigo de Burgos D. Tomás La Peña (a quien ya conocemos como historiador de la filosofía y plagiario de la Enciclopedia), y en aquel año y en el siguiente trabajó y porfió mucho con auxilio de las logias, aunque todos sus amaños se estrellaron en la inquebrantable firmeza de las Córtes de Cádiz, a quien en esto y en otras cosas fuera injusticia negar el título de grandes (1. Vid. Toreno, Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, etc., edición de la Biblioteca de Autores Españoles, tomo LXIV, págs. 351 y 408).» (Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, Librería Católica de San José, Madrid 1881, volumen 3, páginas 243 y 437-438.)

1904 «D. Tomás Lapeña publia en 1806 un Essai sur l'histoire de la philosophie, qui n'est guère qu'une traduction de l'Encyclopédie.» (Georges Desdevises du Dézert, L'Espagne de l'Ancien Régime, París 1904, vol. 3, pág. 231.)

1908 «Algunas importantísimas referencias puramente bibliográficas en las Bibliotecas del gran Nicolás Antonio, de Rodríguez de Castro y de Casiri; indicaciones ligeras en el poco original Ensayo sobre la historia de la Filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días (tres volúmenes en 4º; Burgos, 1806-7), por el canónigo D. Tomás Lapeña (2. En el tomo II de su obra da una larga lista de escolásticos españoles); en la superficial, aunque meritoria, colección de artículos publicada por D. Luis Vidart con el rótulo de La Filosofía española (1866); y en la vulgarísima y frecuentemente equivocada Historia de la Filosofía, del P. Fr. Ceferino González (segunda edición, 1886), apenas merecen recordación detenida.» (Adolfo Bonilla y San Martín, Historia de la filosofía española, Victoriano Suárez, Madrid 1908, pág. 42.)

1924 «El canónigo de Burgos D. Tomás Lapeña, en su Ensayo sobre la Historia de la Filosofía (3 tomos, 1806), copió y acumuló los artículos de Diderot y D'Alambert, suprimiendo lo que "podía inspirar cierta libertad de pensamiento, no poco perjudicial".» (Ángel Salcedo y Ruiz, La época de Goya: historia de España e Hispano-américa desde el advenimiento de Felipe V hasta la guerra de la independencia, Saturnino Calleja, Madrid 1924, pág. 334.)

1929 «Tomás Lapeña, canónigo burgalés, autor de un Ensayo sobre la Historia de la Filosofía (1806), casi traducción de la Enciclopedia, después de declarar en el prólogo que estima la libertad de pensamiento "no poco perjudicial", "Mi obieto en esta obra es..., nos dice, el hacer ver que nada puede el hombre en materia de religión por sí mismo y que necesita asirse vigorosamente a la revelación." Y con la misma tosca y detestable prosa prosigue su intento de probar que la Historia de la Filosofía no contiene más que "las extravagancias del entendimiento y de la ignorancia".» (Mario Méndez Bejarano, Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX, Renacimiento, Madrid [1929], cap. XVII, § XIII, págs. 503-504.)

1930 «El canónigo de Burgos don Tomás Lapeña imprimió en 1806 un Ensayo sobre la historia de la filosofía, inspirado y en ocasiones literalmente copiado del Diccionario de Diderot y D'Alembert.» (Pío Zabala y Lera, en Historia de España y de la civilización española dirigida por Rafael Altamira, vol. 5, parte 1, Herederos de Juan Gili, Madrid 1930, pág. 239.)

1931 «Lapeña (Tomás.) Sacerdote burgalés, que ganó por oposición una canongía en la Santa Iglesia Catedral burgalesa. Escribió: 1º Ensayo sobre la Historia de la Filosofía, desde el principio del mundo hasta nuestros días. Escrito por el Dr. D. Tomás Lapeña, Canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana de la Ciudad de Burgos. Tomo 1º. En Burgos. En la Imprenta de D. Ramón de Villanueva. MDCCCVI. Con las licencias necesarias. Está dedicado a D. Pedro de Alcántara Téllez Girón, Duque de Osuna. Los otros 2 tomos se editaron también en Burgos, en la Imprenta de Navas, en 1807. Es una obra interesante, por resumir muy bien la Historia de la Filosofía. 2º Tradujo las obras de muchos enciclopedistas; según Menéndez Pelayo, en su Ciencia española.» (Fr. Licinio Ruiz O. S. A. & Julián García Sáinz de Baranda, Escritores burgaleses, Imprenta de la Escuela de Reforma, Alcalá de Henares 1930 [en cubierta: 1931], pág. 259.)

1932 «El doctor Tomás Lapeña, canónigo de Burgos, publica en 1806 un Ensayo sobre la historia de la filosofía; copia bastante de Brucker, pero en gran parte calca el famoso diccionario de Diderot y d'Alembert, suprimiendo lo heterodoxo e impío.» (Antonio Ballesteros Beretta, Historia de España y su influencia en la historia universal, Salvat Editores, Barcelona 1932, tomo VI, pág. 323.)

1941 «Más aún, desde que principió esta reforma de la Escolástica: "Ninguna nacion puede gloriarse de haber tenido tantos y tan sabios escritores como nuestra España..., con la particularidad de que nadie hizo mejor uso que ellos de las sutilezas Escolasticas", según escribió Don Tomás Lapeña (6. Ensayo sobre la Historia de la Filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días, t. II, Burgos, 1807, cap. VII, § V, pág. 191).» (Marcial Solana, Historia de la Filosofía Española. Epoca del Renacimiento. (Siglo XVI), Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Madrid 1941, tomo III, pág. 12.)

1943 «Al siglo XVIII debe asignarse también el Ensayo sobre la historia de la filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días, publicado en 1806-7 por Tomás Lapeña, canónigo de Burgos, libro sin otro particular mérito que ser el primero de su especie escrito en español, en el cual se hallan un buen sentido y una diligencia que compensan los defectos naturales en obra concebida y llevada a término en lugar tan distante de los centros de la cultura europea, y donde por fuerza habían de escasear así los estímulos intelectuales como los recursos bibliográficos. El Ensayo ha de considerarse como el último documento de la etapa a que me voy refiriendo; se cometería notoria injusticia al juzgarlo en parangón con las historias que en los primeros años del siglo XIX aparecían en otras partes de Europa, influidas y aun determinadas por sucesos intelectuales que de ninguna manera pudieron llegar a conocimiento del canónigo de Burgos, y que iniciaban una nueva época en la historiografía filosófica.» (Francisco Romero, Sobre la historia de la filosofía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán, 1943, págs. 53-54.)

1953 «Los autores de Escritores Burgaleses certifican que el Ensayo "es una obra muy interesante por resumir muy bien la historia de la filosofía". A nosotros se nos figura que en calidad de historia es algo raquítica y desmirriada: querer abarcar en tres tomitos la inmensa historia de la filosofía universal con todos los laberínticos y caprichosísimos sistemas que han brotado del cerebro humano, es querer introducir en el cáliz de una flor todas las aguas de los mares. Pero tendrá siempre D. Tomás Lapeña la gloria y mérito de haber desbrozado en España el camino para trazar un compendio de ella y reclamará las albricias por haber sido el primer historiador en castellano de la filosofía en nuestra patria.» (Antonio Pérez Goyena S. I., «Un historiador navarro de la filosofía», Principe de Viana, nº 50-51, pág. 202.)

1963 «La influencia de la Enciclopedia fue grande. En España la tradujo el canónigo de Burgos, doctor Tomás Lapeña. Muchos ejemplares aparecieron en las bibliotecas hispanoamericanas, uno en la del obispo de Buenos Aires, Azamor. En Córdoba, aunque prohibida, era lectura predilecta de los seminaristas.» (Efraím Cardozo [1877-1951], Apuntes de historia cultural del Paraguay (para sus alumnos del Colegio de San José, primera edición mimeografiada en 1963), Octava edición, Servilibro, Asunción 2007, pág. 170.)

1971 «Lapeña, Tomás, Ensayo sobre la historia de la filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días, 3 vols. (Burgos 1806-1807). En el tomo II añade una larga lista de escolásticos españoles tomada de Nicolás Antonio (p. 132 ss). Se propone presentar "las extravagancias del entendimiento y de la ignorancia" (prólogo).» (Guillermo Fraile, O. P., Historia de la filosofía española. Desde la época romana hasta fines del siglo XVII, edición revisada y ultimada por Teófilo Urdanoz, O. P., Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1971, Bibliografía general, pág. 33.)

1978 «El resultado de esta selección arroja, pues, el siguiente catálogo: 1. Apenas comenzado el siglo, en 1806, ve la luz la Historia de la Filosofía de Tomás Lapeña, frecuentemente citada en todas las reseñas bibliográficas.» «a) Tomás Lapeña, 1806. De marcado carácter apologético, este manual responde al intento del autor de "poner en orden lo que he encontrado esparcido en varias obras y exponer algunas reflexiones al final de los capítulos más interesantes" (t. I, Prólogo). En el mismo prólogo se declara que pocas cosas o nada hay del autor, resultando una recolección.» «Es preciso señalar las peculiaridades que se dan en un trabajo de este tipo, como puede ser el caso del canónigo Lapeña, en el que se invierte la relación apuntada, debido a la abundancia de referencias que su obra contiene a la Enciclopedia y al Diccionario de Moreri.» (Nicolás Martín Sosa, «La recepción de las corrientes europeas de historiografía filosófica en la España del siglo XIX», en Actas del I Seminario de historia de la filosofía española, Universidad de Salamanca 1978, págs. 211-222.)

1981 «Finalmente, como en toda guerra, hubo aquellos que consiguieron de algún modo ganarse la confianza de ambos lados y desempeñaron el papel de enlace. Un caso es el del canónigo Tomás Lapeña, residente en Burgos, al cual confió el rey José la tarea de establecer contacto con la Regencia de Cádiz y poner las bases para una negociación. Lapeña afirmó ante la Regencia haber sido informado por José a su paso por Burgos, en julio de 1811, de que estaba cansado de la guerra e insatisfecho de su hermano. Que fuera elegida otra Asamblea en que estuvieran representados todos los españoles, y él se ocuparía de que las tropas francesas evacuaran el país, para que las Cortes pudieran reunirse libremente. La Regencia, naturalmente, recelaba de la misión del canónigo, pero también deseaba conocer mejor las intenciones de José. Acordó en principio que el clérigo se reuniera en algún punto entre las líneas frontales con dos hombres nombrados por Madrid para establecer nuevos contactos. Se instruyó a Lapeña para que indagara, sin comprometer en modo alguno a la Regencia, sobre cómo sería posible que José sacara a las tropas francesas de España, y para que insistiera frente a los representantes enemigos en la indisolubilidad del vínculo entre la España patriótica e Inglaterra. El 19 de septiembre de 1811, Lapeña escribía a O'Farril desde Cádiz anunciando que se había acordado permitir que se reuniese con dos negociadores en representación del Gobierno de Madrid. Expresaba su esperanza de que O'Farril fuera uno de estos enviados. A principios de 1812 Lapeña se dirigió al cuartel general del ejército del general Abadía, en Ponferrada. El general se negó a permitir al canónigo proceder al cumplimiento de su misión, ya que no había recibido permiso de la nueva Regencia, instalada en enero de 1812, para realizar negociaciones en su nombre. Lapeña, entonces, trasladóse a Galicia y, en La Coruña, en mayo, recibió finalmente noticias de la Regencia para que se pusiera en contacto con los afrancesados. Hacia julio, los negociadores nombrados por Madrid estaban dispuestos a comenzar las conversaciones con los representantes de Cádiz. Pero la derrota francesa en Salamanca, ocurrida en el mismo mes, puso fin a estas maniobras y la misión de Lapeña no produjo efecto alguno.» (José Luis Comellas & Luis Suárez Fernández, Historia General de España y América, Ediciones Rialp, Madrid 1981, tomo 12, págs. 235-236.)

1983 «Citons aussi Andrés María Santa Cruz, théophilanthrope ardent, qui vécut sur place les grands jours de la Révolution Française. Dans un esprit assez analogue, Tomás Lapeña, chanoine de la cathédrale de Burgos, composa alors, sous l'influence des Encyclopédistes, un volumineux Ensayo sobre la historia de la filosofía (1808), qui s'en prenait à la scolastique, sauf à celle du Siècle d'Or, et se ralliait aux nouvelles modes de penser.» (Alain Guy, Historie de la philosophie espagnole, Université de Toulouse-le Mirail, Toulouse 1983, pág. 174.)

1985 «Citemos también a Andrés María Santa Cruz, teofilántropo entusiasta, que vivió in situ los grandes días de la Revolución francesa. En un espíritu bastante similar, Tomás Lapeña, canónigo de la catedral de Burgos, compuso entonces, bajo la influencia de los enciclopedistas, un voluminoso Ensayo sobre la historia de la filosofía (1808), arremetiendo contra la escolástica, excepto la del Siglo de Oro, y adhiriéndose a los nuevos modos de pensar.» (Alain Guy, Historia de la filosofía española, Anthropos, Barcelona 1985, pág. 215.)

1987 «Tomás Lapeña. Filósofo vasco, nacido en Valtierra (Navarra) el 2 de diciembre de 1766. Muerto en Arlanzón (Burgos), a los 61 años de edad, el 23 de noviembre de 1827. Era hermano menor del general Manuel de Lapeña, que en la batalla de Bailén mandaba la tercera división. En 1785 obtuvo en la universidad de Irache (Navarra) el título de bachiller en Filosofía y, siendo ya canónigo de la catedral de Burgos, alcanzó en la misma universidad los grados de licenciado y doctor en filosofía y teología (24 de julio de 1794).
Siete años más tarde (17 de diciembre de 1801), la Diputación de Navarra escribió al arzobispo de Burgos para que accediese a que Lapeña fuese nombrado prior de Roncesvalles (Navarra). Sin embargo, el canónigo Lapeña permaneció en Burgos hasta la invasión napoleónica (1808). En esta época debió afrancesarse, ya que a finales del 1811 se presentó en Cádiz como representante del rey José. El conde de Toreno, en el libro 15 de su Historia, refiere así el hecho: "Decaído José de espíritu, y sobre todo mal enojado contra su hermano, trató de componerse con los españoles. Anteriormente había dado indicio de ser éste su deseo; indicio que pasó a realidad con la llegada a Cádiz, algún tiempo después, de un canónigo de Burgos llamado D. Tomás la Peña, quien encargado de abrir una negociación con la regencia y las Cortes, hizo de parte del intruso todo género de ofertas, hasta la de que se echaría el último sin reserva alguna en los brazos del gobierno nacional, siempre que se le reconociese por rey. Mereció La Peña que se le diese comisión tan espinosa por ser eclesiástico, calidad menos sospechosa a los ojos de la multitud, y hermano del general del mismo nombre, al cual se le juzgaba enemigo de los ingleses de resultas de la jornada de Barosa... La Peña se abocó con la regencia y dio cuenta de su comisión, acompañándola de insinuaciones muy seductoras."
Con el mismo motivo habría de llevar a cabo diversos viajes por la Península. Después de la guerra de la Independencia, parece que se reconcilió con la monarquía española, ya que en el 1821 se hallaba condecorado con la Cruz de Carlos III. Escribió y publicó la obra Ensayo sobre la Historia de la Filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días, Burgos, 1806-1807 (3 vols.). Este escrito tiene el mérito de ser la primera historia de la Filosofía que se publicó en castellano y su autor es el segundo autor en castellano que escribió una historia de filosofía.
Antonio Pérez Goyena, tras recoger algunas críticas favorables a dicha obra, comenta: "A nosotros se nos figura que en calidad de historia es algo raquítica y desmirriada: querer abarcar en tres tomitos la inmensa historia de la filosofía universal con todos los laberínticos y caprichosísimos sistemas que han brotado del cerebro humano, es querer introducir en el cáliz de una flor todas las aguas de los mares. Pero tendrá siempre D. Tomás Lapeña la gloria y mérito de haber desbrozado en España el camino para trazar un compendio de ella y reclamará las albricias por haber sido el primer historiador en castellano de la filosofía en nuestra patria". Ref. Pérez Goyena: Un historiador navarro de la Filosofía, revista «Príncipe de Viana», 1953, núms. L y LI, pp. 193-202.» (Enciclopedia general ilustrada del País vasco. Diccionario enciclopédico vasco, Auñamendi, San Sebastián 1987, volumen 23, pág. 98.)

1987 «Tomás Lapeña, canónigo de Burgos, se inspiró en los artículos de la Enciclopedia para escribir su Ensayo sobre la historia de la filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días (Burgos 1806, 3 vols.), aunque tuvo cuidado de suprimir los pasajes antirreligiosos, y tiene el mérito de haber presentado una amplia reseña de los escolásticos españoles del siglo XVI tomada de Nicolás Antonio.» (Alfredo Martínez Albiach, «Fe y Razón entre dos concordatos 1753-1851», en Historia de la teología española, dirigida por Melquiades Andrés Martín, Fundación Universitaria Española, Madrid 1987, tomo II, págs. 458-459.)

1989 «...la de Balmes es un texto puramente escolar con pretensiones apologéticas; por lo que se refiere al de Tomás Lapeña, apenas merecería mención, si no fuera porque aparece en todas las reseñas bibliográficas de historia de la filosofía, dado su carácter apologético y de mera recopilación de materiales sin la menor consideración crítica.» (José Luis Abellán, Historia crítica del pensamiento español, Espasa-Calpe, Madrid 1989, vol. 5/1, pág. 345.)

1991 «Tomás Lapeña. Son muy escasos los datos que poseemos en torno a su biografía. Sabemos que fue burgalés de nacimiento, que vivió en la segunda mitad del siglo XVIII y primer tercio del XIX, que era sacerdote y ya doctor en Sagrada Teología y canónigo cuando en 1806 daba a la estampa el primer tomo de su historia de la filosofía. Es esta una historia de indiscutible mérito en la que se muestra subyugado por el enciclopedismo francés y con cuya publicación pretende, como otros tantos coetáneos suyos, poner a disposición de los estudiosos españoles las excelencias de las nuevas corrientes ideológicas dentro, desde luego, de las limitaciones que su condición sacerdotal le imponía. M. Menéndez Pelayo, refiriéndose a nuestro autor, escribía: "Alguna vez muestra haber recurrido a la gran compilación de Brucker y a otras fuentes serias, pero todo lo demás está copiado ad pedem litterae del gran diccionario de Diderot y D'Alembert, con sólo suprimir la parte más francamente heterodoxa e impía y juntar en un solo cuerpo lo que andaba desparramado en muchos artículos" (Heterodoxos, II, p. 604). También es de destacar frente a su indudable antiescolasticismo la extensa reseña de los pensadores españoles del siglo XVI que ofrece, siguiendo pormenorizadamente a Nicolás Antonio en su Bibliotheca Hispana Nova.» (Gonzalo Díaz Díaz, Hombres y documentos de la filosofía española, CSIC, Madrid 1991, tomo IV, pág. 585.)

1992 «La pre-historia (española) de la Historia de la filosofía. No se vaya a creer, de cualquier modo, que hubo que esperar a que los planes de estudio oficiales incorporasen el estudio de la historia de la filosofía para que surgiese el género en España. Por ejemplo, el erudito jesuita mallorquín Bartolomé Pou publicó, en el Calatayud de 1763, una historia general de la filosofía, Institutionum historiae philosophiae lib. XII: es uno de los precedentes de la historia (española) de la filosofía, pero no de la «historia de la filosofía española», entendida en un sentido unívoco-nacional, en el que no se podía mover aquel ilustrado jesuita (es inminente, al parecer, la edición de la traducción parcial de esta obra –limitada a los autores españoles tratados– por parte del profesor Sebastián Trías). Escrito ya en español recordemos el Ensayo sobre la historia de la filosofía, desde el principio del mundo hasta nuestros días, de Tomas Lapeña, canónigo de la Catedral de Burgos (Imprenta de R. Villanueva, Burgos 1806, 3 tomos). Hacía quince años que Brucker había publicado su Historia crítica de la filosofía y Tiedemann su Espíritu de la filosofía especulativa. Frente a estas obras, el canónigo de Burgos protesta por su espíritu racionalista, sosteniendo que la razón, separada por completo de la fe, cae muchas veces en errores. Lapeña mantiene curiosas y arcaicas discusiones: la «filosofía antediluviana o estado de la filosofía antes del diluvio», las disquisiciones sobre la existencia de la filosofía en los ángeles, &c. A Lapeña le pareció «que sería útil una obra que, reuniendo todas las opiniones, así de los pueblos como de los filósofos, presentase una verdadera historia de la filosofía y de los progresos del entendimiento humano». Como dice en el prólogo, la obra trata «de las extravagancias del entendimiento y de la ignorancia; los sistemas filosóficos de los pueblos y filósofos desde Adam hasta nuestros días, con una breve noticia de la vida de sus principales jefes y de aquellos que más se han distinguido en ellos».» (Gustavo Bueno Sánchez, «Historia de la 'Historia de la filosofía española'», El Basilisco, 2ª época, nº 13, 1992, página 25.)

2003 «Tal alusión a Kant no es, ciertamente, la primera; mas no por ello es menos sorprendente y meritoria en una época en la que todo parece indicar que en España se desconocía casi completamente su existencia. Puede hallarse, por ejemplo, buen testimonio de ello consultando el Ensayo sobre la Historia de la Filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días del canónigo burgalés don Tomás Lapeña, publicado en tres tomos en Burgos en 1806 y 1807, obra de la que Menéndez y Pelayo opina que "es casi traducción de la Enciclopedia". Pues bien, en el último volumen de esa obra, que aparece el mismo año que la mencionada "Oda a Pestalozzi", su autor, después de Newton, trata sólo de Thomasius; y en el "catálogo de los hombres célebres en la Filosofía" que inserta al final de ella no figura tampoco el nombre de Kant.» (Juan Miguel Palacios, El pensamiento en la acción. Estudios sobre Kant, Caparrós, Madrid 2003, pág. 123.)

2007 «En las universidades y seminarios no sólo reverdece el tomismo. El canónigo de Burgos Tomás Lapeña escribe un Ensayo sobre la historia de la filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días (Burgos, 1806-1807) con una óptica ecléctica, la cual, puestos los pies en la tradición, procura, como el segador, recoger lo que otros han sembrado. No le interesa ser maestro de nadie, sino discípulo de todos. Interesante es el tercer volumen, en donde resume la filosofía del siglo XVIII. Como caso excepcional entre las publicaciones españolas dedica bastante espacio a la doctrina del ecléctico alemán Christian Thomasius, el renovador de la enseñanza académica en Centroeuropa, el cual había mejorado los libros de texto y empleado la lengua vernácula en la enseñanza universitaria. La obra de Lapeña muestra que ya el problema de la teología empieza a consistir en poner de acuerdo la 'filosofía física' de Moisés, esto es, el relato bíblico de la creación, con la visión del mundo que surge a raíz de los escritos de Buffon sobre la historia de la Tierra.» (Francisco Sánchez-Blanco Parody, La ilustración goyesca: la cultura en España durante el reinado de Carlos IV, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid 2007, pág. 96.)

Sobre Tomás Lapeña

1953 Antonio Pérez Goyena S. I., «Un historiador navarro de la filosofía», Principe de Viana, año 14, nº 50-51 (1º-2º trimestre 1953), págs. 193-202.

Sobre Tomás Lapeña en Filosofía en español

Thomasio: de la Encyclopédie a Burgos

Obras de Tomás Lapeña en Filosofía en español

1806-1807 Ensayo sobre la historia de la filosofía desde el principio del mundo hasta nuestros días: escrito por el Dr. D. Tomás Lapeña, Canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana de la Ciudad de Burgos. Tomo I (En Burgos. En la Imprenta de D. Ramón de Villanueva, MDCCCVI, Con las Licencias necesarias), 8+373+3 páginas; tomo II (Con licencia en Burgos. En la Imprenta de Navas. Año de 1807), 6+386 páginas; y tomo III (Con licencia En Burgos. En la Imprenta de Navas. Año de 1807), 6+340 páginas.

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