Filosofía en español 
Filosofía en español

Guillermo Héctor Rodríguez 1910-1988

Profesor de filosofía mexicano, ardiente defensor del neokantismo de la escuela de Marburgo (principalmente a través de las obras de Pablo Natorp) y de la Teoría pura del Derecho de Hans Kelsen, nacido muy cerca de Xalapa el 9 de diciembre de 1910, en el seno de una familia humilde, y fallecido en Veracruz el 4 de mayo de 1988. Fue profesor de filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México hasta su jubilación –a pesar de que, según denuncia Álvaro Cepeda Neri, ni se le menciona en el volumen publicado en 1994 con motivo de los 70 años de esa Facultad de Filosofía–. Sin embargo, diecisiete años después de su muerte, la Facultad de Derecho, en la que impartió Filosofía del Derecho, le rindió homenaje en el Aula Magna Jacinto Pallares, el 18 de abril de 2005, con develación de una placa en su honor, ceremonia en la que participaron, entre otros, Ulises Schmill Ordóñez (1937, antiguo alumno y Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 1991-1995), Rolando Tamayo y Salmorán (1944, antiguo alumno y catedrático de filosofía del derecho kelseniano, aunque luego reconvertido a la jurisprudencia analítica oxoniense) y Fernando Serrano Migallón (1945, director entonces de la Facultad de Derecho).

Entre abril y agosto de 1937 el joven Guillermo Héctor Rodríguez mantuvo una famosa polémica, en el diario El Universal, con Antonio Caso (1883-1946, profesor en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, y director de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de México), que había sido profesor suyo, sobre el neokantismo (textos recogidos en 1945 en un libro publicado por la Gaceta Filosófica de los Neokantianos de México).

«Con esta ocasión es justo recordar lo que el fecundo magisterio del Dr. Antonio Caso ha representado y representa en México, y su influjo en otros países. En México se desarrolló en la segunda mitad del siglo pasado una corriente de filosofía comtiana al impulso de las obras y enseñanzas de Gabino Barreda, Porfirio Parra, Agustín Aragón y de Ezequiel Chávez –en su primera época, ya que posteriormente éste superó por entero la actitud positivista–. Pero en México, como por doquier el positivismo entró en crisis. Y fue la obra del Dr. Antonio Caso uno de los factores que más decisivamente contribuyeron a restaurar los auténticos problemas filosóficos a través de las nuevas etapas del pensamiento de este siglo (escuelas neokantianas, Bergson, Boutroux, Fenomenología de Husserl, doctrina de los valores de Scheler, &c.). Hoy el pensamiento filosófico en México ofrece un cuadro rico y variado: la producción del Dr. Caso, siempre alerta, orientadora y sugerente de nuevas inquietudes, con fértiles puntos de vista; el monismo estético de José Vasconcelos; el neokantismo de los maestros Francisco Larroyo y Guillermo Héctor Rodríguez; la Filosofía de los valores con los maestros Eduardo García; la Antropología Filosófica y la Caracterología del maestro Samuel Ramos, Maynez y José Romano Muñoz; la concepción económica de la historia, cultivada por el Dr. Vicente Lombardo Toledano; el neoescolasticismo de los maestros Oswaldo Robles e Ignacio Bravo Betancourt; los estudios filosófico-jurídicos de los licenciados Eduardo García Maynez, José Rivera Pérez Campos, Juan José Bremer, Alfonso Caso, Mario de la Cueva, Teófilo Olea y Leyva, &c.; los estudios de Estética del Dr. Angel Menéndez Samará; y otras varias manifestaciones de la vocación filosófica que ha prendido fértilmente en México. Pues bien, en gran parte, este renacimiento de la Filosofía en México, lleva directa o indirectamente la huella del magisterio del Dr. Antonio Caso, ya por influjo, ya por vía polémica.» ([¿Lucio Mendieta Núñez?], “Notas Bibliográficas. Dr. Antonio Caso, Sociología, tercera edición, Editorial Polis, México, D. F., 1940, 321 páginas”, Revista Mexicana de Sociología, vol. 1, nº 2, mayo-junio 1939, págs. 159-160.)

Del 28 de junio al 10 de agosto de 1943 colabora activamente, con el Institute of Latin-American Studies de la Universidad de Texas, en la Escuela de Verano para estudiantes extranjeros organizada en la UNAM, que se había gestado los días 16 y 17 de junio en la Conference on Latin American Culture celebrada en Austin. Como recompensa la Universidad de Texas le nombra profesor honorario, junto a otros ocho ilustres mexicanos, y el “primo del norte” se encarga de propagar ejemplo tan armonioso de buena vecindad:

«University of Texas News Service. Austin, Oct. 5. Nine Mexican scholars, members of the faculty of the National University of Mexico, have been made “honorary professors” at the University of Texas. In recognition of their services to the Cooperative Field School of the University of Texas, held at the University of Mexico this past summer of 1943, the honorary professorships were recommended by the executive committee of the Institute of Latin-American Studies, and approved by the Board of Regents. Mexican professors to whom the honorary professorships were extended are: Pablo Martínez del Río, Director of the Summer School for Foreign Students; Justino Fernández, research associate in the Institute of Aesthetic Research and professor of art; Julio Jiménez Rueda, director of the Faculty of Philosophy and Letters; Paul Kirchhoff, professor of anthropology; Ezequiel Ordóñez, professor of engineering; Rafael Ramírez, Mexican Minister of Education; José Rivera Pérez Campos, professor of law; Guillermo Héctor Rodríguez, professor of law; Silvio Zavala, director of the Center for Historical Studies.» (School and Society, 30 octubre 1943; Hispania, febrero 1944, 27:1, págs. 109-110; The Modern Language Journal, febrero 1944, 28:2, pág. 211; &c.)

«The fourth article, by Francisco Gil Villegas, considers “Antonio Caso y su Escuela” (pp. 108-137). Antonio Caso is a contemporary Mexican philosopher and an inspiring teacher of the History of Philosophy. Sr. Villegas endeavors to give us Caso's ideas on Philosophy and the History of Philosophy. Unfortunately his thought is not easily grasped. The rapid succession of similes and metaphors and especially his wordiness is rather confusing. However, his references and remarks about Caso's disciples: Oswaldo Robles, Francisco Larroyo, Guillermo Héctor Rodríguez, Eduardo García Maynez, Samuel Ramos and José Fuentes Mares are very lively and interesting.» (Agustín Ramírez, “Book Reviews. Anuario de Filosofía, vol. I, 1943. Edited by Dr. Oswaldo Robles. México, D. F., 1944”, The Americas, Cambridge, octubre 1944, 1:2, pág. 251.)

En noviembre-diciembre de 1947, en los umbrales de la Guerra Fría, se celebra en la ciudad de México la segunda reunión de la Conferencia General de la unesco (organización constituida dos años antes al margen de la Unión Soviética, a la que aún no pertenecían, por supuesto, Japón, Alemania o España). En esa Conferencia General se adoptan, entre otras, medidas para procurar reconducir la actividad filosófica en el mundo libre (nueve meses después cristalizaba la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía), y se ratifica el castigo ya dictado por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas contra todas las organizaciones que colaborasen en España con “el Gobierno de Franco”. El Gobierno mexicano organiza un ciclo de conferencias sobre “La cultura de México”, destinado a los delegados de la unesco que habían de permanecer durante un mes en la capital. El profesor Arturo Arnaiz y Freg abre el ciclo ofreciendo un panorama general sobre México, Toribio Velasco Frías habla de la educación en México desde los aztecas, el doctor Manuel Sandoval Vallarta diserta sobre las ciencias físico matemáticas en México, Antonio Castro Leal sobre las artes plásticas en México, Carlos González Peña ofrece una síntesis de la literatura en México, Carlos Chávez Ramírez otra de la música mexicana, el doctor Fernando Ocaranza Carmona sobre las ciencias biológicas en México, y Guillermo Héctor Rodríguez, el más joven de los conferenciantes, recibe de las autoridades la encomienda de ilustrar a los visitantes sobre la situación de la filosofía en México.

La Filosofía en México

Guillermo Héctor Rodríguez El plato fuerte de la serie quizá debiera haber sido la conferencia sobre “La Filosofía en México”. Pero el tema tocó al Lic. Guillermo Héctor Rodríguez a quien no le preocupó mucho ni poco tratarlo. Dijo simplemente:

“En nuestra Universidad Nacional tenemos una Facultad de Filosofía y Letras que edita la Revista “Filosofía y Letras”. En la Escuela Nacional Preparatoria, en donde se forman los bachilleres se imparten asignaturas filosóficas. Dentro de la misma Universidad existe un Instituto de Estudios Filosóficos que trabaja con regularidad. Además, funciona una Mesa Redonda de Filosofía, organizada por estudiantes. Igualmente en las Escuelas Normales para Maestros. Hemos de contar todavía, dentro de la Universidad, al Círculo de Amigos de la Filosofía Crítica, domiciliado en la Facultad de Filosofía, el cual publica la Gaceta Filosófica de los Neokantianos de México, hace traducciones y edita libros. En el seno de nuestra Universidad ha quedado admitido en su Estatuto Constitucional, el principio de la libertad de enseñanza universitaria, del que hacemos uso los catedráticos de nuestros trabajos. Fuera de la Universidad Nacional, con presupuesto propio, hay una Facultad de Filosofía y Letras regenteada por elementos confesionales de la Iglesia Católica, y una Universidad Obrera, fundada y dirigida por socialistas mexicanos”.

Respecto a los filósofos mexicanos, encontró que José Vasconcelos “acomete los problemas asumiendo una posición anti-intelectualista que aprendió de Schopenhauer y que robusteció, como el mismo Schopenhauer, con las doctrinas de Buda a las que agregó las de Cristo hasta hacer de la fe católica su actitud actual”. Y nada más.

“En 1937, tuvimos una larga polémica el Maestro Antonio Caso y yo, que ya ha sido editada”. Sólo por haber polemizado con el conferencista, el ilustre desaparecido alcanza alguna alabanza.

El conferencista dedicó luego tres páginas a máquina y a renglón seguido a criticar a Ortega y Gasset. Y después, puesto que la Historia de la Filosofía en México termina con el propio Lic. Guillermo Héctor Rodríguez, arrojó sobre los oyentes 13 cuartillas también a renglón seguido sobre su postura personal. Fue una desmañada leccioncita de filosofía, constituida a base de mal hilvanados trozos de Natorp.

El conferencista había principiado en forma curiosa diciendo: “Los juicios que vamos a exponer van a significar para nosotros el trabajo de prepararnos a contestar varias objeciones, que es lógico que se nos hagan, aunque no las esperamos. Mas esto no ha de arredrarnos. Tratándose de problemas filosóficos “qué importo yo, qué importan los demás, sólo importa la verdad”.

Y los Delegados de la UNESCO se quedaron sin saber nada sobre la Filosofía en México, pero abundantemente ilustrados acerca de quien es el Lic. Guillermo Héctor Rodríguez según él mismo.

(«Lo que fue dicho a los delegados de la unesco en conferencias… panoramas oficiales, semi-oficiales y particulares acerca de nuestro país», La Nación [portavoz del opositor Partido de Acción Nacional], México, 13 de diciembre de 1947, nº 322, páginas 18, 19 y 23.)

Aquella conferencia de finales de 1947 fue publicada dos años después por la Secretaría de Educación Pública: La Filosofía en México (texto disponible en el proyecto Filosofía en español desde diciembre de 2005), parcial informe que tiene su interés y en el que ofrece una panorámica ideológico institucional del ambiente filosófico mexicano tras la segunda guerra mundial, desde una indisimulada óptica neokantiana, y donde no se evitan comentarios como el siguiente, referido al entorno orteguiano trasterrado:

«Aparte de sus traducciones, que no se limitan a libros de Filosofía, han escrito haciendo uso de las metáforas y galanuras de Ortega y Gasset, libros sobre Filosofía, sobre Filosofía del Derecho y Sociología, &c., engrosando así la ya vasta literatura hispanoamericana de tinte romántico, irracionalista, historicista, existencialista, relativista, escéptica, ecléctica y al mismo tiempo religiosa, estrechamente emparentada con las concepciones autocráticas en que se alimentaron el nazismo y el fascismo por más que su vida práctica está limpia y sin mácula de realizar ninguna de las dos autocracias; pero no podemos decir lo mismo de Ortega y Gasset (Ortega y Gasset está actualmente al servicio de la autocracia religiosa de Francisco Franco y radica en España...).»

Eusebio Castro, cuatro años más joven que Guillermo Héctor Rodríguez, ha recreado el ambiente de la capitalina Facultad de Filosofía y Letras, por los años en los que ocupaba el clásico edificio de Mascarones:

«Entre los filósofos mexicanos y los trasterrados se planteó un reto académico-filosófico con algunos ingredientes políticos y de emulación; reto y emulación que también existía entre las corrientes ya existentes: neotomistas, neokantianos, espiritualistas, marxistas. Había ebullición, entusiasmo y no poca pasión tanto entre catedráticos como entre los estudiantes. Lo que un catedrático neokantiano decía en su clase con comentarios irónico-dialécticos, del neo-tomista que hacía otro tanto en el aula cercana, o de algún trasterrado, pronto llegaba a oídos del aludido, o de los aludidos, quienes contestaban en parecida forma.
El notable neo-tomista Oswaldo Robles, a lo que su colega neo-kantiano Guillermo Héctor Rodríguez le había enviado, contestaba: –¿Qué hace el colega Rodríguez en la esquina? Está elaborando su “categoría” –el camión– para trasportarse al Zócalo…
Aparte de que todos se esmeraban en la exposición de los temas o filosofemas, según y en defensa de su posición o criterio filosófico, los comentarios, diálogos, discusiones, se prolongaban fuera del salón de clase e invadían los grupos de estudiantes en los patios y corredores.
Cierta ocasión dos bellas estudiantes se hallaban apoyadas en el barandal del primer corredor superior contemplando a los grupos de estudiantes que dialogaban, discutían en el piso central. No se dieron cuenta de que yo estaba a sus espaldas. Ellas, señalando a un grupo que discutía con gestos y ademanes sobre temas filosóficos –eran escolásticos y neo-kantianos– decían: –¡Míralos, míralos! Son filósofos! Están locos…!
Ciertamente: mutatis mutandis, el ambiente recordaba un tanto a la Academia griega, o a los peripatéticos. Quién comentaba y elogiaba la lección de Historia de la filosofía de Caso; quién defendía o criticaba la “nueva” versión de los diálogos de Platón sustentada y expuesta por Guillermo Héctor Rodríguez; o a la cuarta meditación de Husserl expuesta, interpretada por el elocuente neo-tomista Oswaldo Robles; o las sutiles versiones y comentarios ad pedem literae que José Gaos hacía del Ser y el tiempo de Heidegger…» (Vida y trama filosófica en la UNAM (1940-1960), México 1989, página 105.)

Guillermo Héctor Rodríguez, Ética y jurisprudencia. Punto de partida y piedra de toque de la ética. México 1947. xxx+206 pp.

Of all the European schools exerting influence on academic philosophy in Mexico during the last generation, the one which has managed to acquire the most loyal and militant disciples among the Mexicans is the neo-Kantian School of Marburg. The author of the above thesis is one of the two leaders of the Mexican “critical idealists,” the other being Francisco Larroyo. Its main object is to show that “pure Jurisprudence is the factum of Ethics” (p. 195), the “analogue” of pure mathematics. In other words, just as natural science is unintelligible without a mathematical foundation, so ethical science by the same token is unintelligible without a juridical foundation. Kant himself, unfortunately, “divorced Law from Morality,” but Hermann Cohen brought them dialectically together in his neo-Kantian system before the anti-Kantian Max Scheler came on the scene. The fundamental hypothesis of la Jurisprudencia pura is the social contract, on which the “democratic State” rests. Hence, no contract, no democracy.

According to Sr. Rodríguez, all theories of ethics may be classified into two types: “autonomous” and “heteronomous.” The basic assumption of the first is freedom and the distinction between what is and what ought to be; that of the second, naturalism and determinism. Naturalism is defined ad hoc as follows: the view that makes “no distinction between what is and what ought to be” (p. xx). Was it a naturalist, however, who proclaimed: “Whatever is, is right”?

P. R.

(“Book Notes”, The Journal of Philosophy, Nueva York, 20 julio 1950, 47:15, págs. 449-450.)

En octubre de 1953 fue miembro fundador de la Sociedad Mexicana de Filosofía, en la que fue Vicepresidente asociado (ver en el artículo dedicado a esa institución más detalles sobre su participación en la misma: filosofia.net/cdf/agk/smf.htm).

Guillermo Héctor Rodríguez según Josef Laurenz Kunz

El austríaco Josep Laurenz Kunz, nacido en Viena en 1890 y en cuya universidad fue alumno distinguido de Hans Kelsen y profesor de derecho internacional de 1927 a 1932, se traslada ese año a los Estados Unidos del Norte de América, auspiciado por la Fundación Rockefeller, para radicarse desde 1934 en Ohio, como profesor de derecho internacional hasta su jubilación en la Universidad de Toledo, donde muere en 1970. En 1940 publica The Mexican expropiations y pronto se convierte en acucioso observador de la evolución de la filosofía del derecho en hispanoamérica, bien conocido por sus publicaciones en lengua española: La Teoría pura del Derecho: cuatro conferencias en la Escuela Nacional de Jurisprudencia (Imprenta Universitaria, México 1948, 152 páginas), La filosofía del derecho latinoamericana en el siglo XX (traducción y prólogo de Luis Recaséns Siches, Editorial Losada, Buenos Aires 1951, 228 páginas), La problemática actual de las leyes de la guerra (Cuadernos de la Cátedra Doctor James Brown Scott, Universidad de Valladolid 1955, 164 páginas), Del derecho internacional clásico al derecho internacional nuevo: seis conferencias dictadas en los cursos de invierno de la Facultad de Derecho de la UNAM (Imprenta Universitaria, México 1953, 147 páginas), &c. El prestigio de Josep Laurenz Kunz era grande en México, donde la Universidad Nacional Autónoma le reconoce como doctor honoris causa en 1953. Como puede comprobarse en los fragmentos que transcribimos, califica a Guillermo Héctor Rodríguez de “partidario ortodoxo y fanático de la escuela de Marburgo”, “fanatical Kelsen-follower”, “the most fanatic and orthodox adherent of the Marburg School of Neo-Kantianism”…

1951 «Las dos principales figuras del neokantismo mexicano, alrededor de las cuales se agrupan las demás, son Francisco Larroyo y Guillermo Héctor Rodríguez. Larroyo es la personalidad que dirige e inspira el neokantismo mexicano. Mientras que Larroyo es partidario de la escuela neokantiana de Baden, en cambio Rodríguez se halla plenamente bajo la decisiva influencia de la escuela neokantiana de Marburgo. Es en realidad un partidario ortodoxo y fanático de la escuela de Marburgo. Sus maestros son Kant, Cohen y Natorp; y, en Filosofía del Derecho Stammler y Kelsen. Rodríguez es un implacable enemigo no sólo del neotomismo sino también de la fenomenología, de la teoría de los valores y de la filosofía de la vida. En sus polémicas contra esta última emplea plenamente los argumentos críticos de Rickert; pero no parece que conozca el importante trabajo “De Husserl a Heidegger” escrito por Kraft. Condena todas esas filosofías como “irracionalistas”, “intuicionistas” y “románticas”, que siguen las rutas del misticismo de Plotino. Combate las doctrinas de Antonio Caso y José Vasconcelos en México, las de Husserl, Scheler y Hartmann en Europa; y profiere sarcasmos contra la filosofía de la vida, que considera, al igual que Rickert, como mero asunto de moda. Manifiesta gran desprecio contra Ortega y Gasset y sus discípulos de México; y dice que esa filosofía es tan sólo mero periodismo. Ha traducido al español algunas obras principales de Cohen; y escribe él mismo la mayor parte de los artículos y notas de la “Gaceta Filosófica de los Neokantianos de México”. Su ortodoxo neokantismo marburgiano y su condenación de las filosofías del movimiento fenomenológico le han llevado a una larga polémica con Antonio Caso en 1937, y recientemente a dos feroces ataques contra Recaséns Siches. Para entender la actitud de Rodríguez es interesante conocer la historia de su propia evolución filosófica. Mientras que tanto Ortega y Gasset como Antonio Caso llegaron a sus últimas posiciones después de haber sido influídos en otro tiempo por el neokantismo marburgiano, en cambio Rodríguez se halló primero bajo la influencia del relativismo escéptico, del irracionalismo intuicionista, y muy acentuadamente del misticismo de Plotino, y sólo más tarde llegó a Kant, Cohen, Rickert, Natorp, Stammler y Kelsen.» (Josef L. Kunz, La filosofía del derecho latinoamericana en el siglo XX, Losada, Buenos Aires 1951, páginas 175-176.)

1954 «To quote just a few names: Arnulfo Fernández Llano, Emilio Fernández Camus, A. de Bustamante y Montoro in Cuba. Rafael García Rosquellas in Bolivia (see his work, Basas para una teoría integral del derecho. Sucre, 1944), Rafael Rojina Villegas, Juan Manuel Terán Mata (published recently, Filosofía del derecho. Mexico City 1952, pp. 370) and the fanatical Kelsen-follower Guillermo Héctor Rodríguez in Mexico. Kelsen's influence is also clearly seen in Eduardo Nieto Arteta, Eduardo García Maynez, Luis Recaséns Siches, Carlos Cossio.» (Josef L. Kunz, “Contemporary Latin-American Philosophy of Law: A Survey”, The American Journal of Comparative Law, primavera 1954, vol. 3, nº 2, página 221, nota 15.)

1964 «In Mexico philosophy of law holds a particularly high place and has achieved great results. The long influence of Comte's positivism was overcome by Neo-Kantianism. The latter plays naturally a great role. Neo- Kantianism of the Baden School was introduced into Mexico by Francisco Larroyo, who also translated Windelband's History of Philosophy into Spanish. Whereas his field is primarily in general philosophy, Guillermo Héctor Rodríguez is primarily interested in philosophy of law and is the most fanatic and orthodox adherent of the Marburg School of Neo-Kantianism. He has translated the principal works of Cohen and some works of Natorp. He himself writes most of the content of the “Philosophical Journal of the Neo-Kantians of Mexico.” In his own works he follows mainly Stammler and Kelsen. Mexico is, at the same time, the country where there exists a deep split between Neo-Kantianism of both the German schools, on the one hand, and the newer philosophies of the phenomenological movement, on the other hand, as many polemical writings of Larroyo and Rodríguez show. There is a rich line of Mexican philosophers of law, and new names are always appearing. That is partly the result, as we have remarked earlier, of the relatively many eminent Spanish philosophers and philosophers of law who settled in Mexico as a consequence of the Spanish Civil War.» (Josef L. Kunz, “An Introduction to Latin-American Philosophy of Law”, The University of Toronto Law Journal, 1964, vol. 15, nº 2, página 278.)

Eusebio Castro
“Guillermo Héctor Rodríguez”

Nació en Coatepec, Veracruz. Después de ser Presidente municipal del puerto de Veracruz, emigró a la ciudad de México y se entregó a la filosofía. Discípulo de Antonio Caso y de Adalberto García de Mendoza, fue a estudiar a Alemania de donde regresó afiliado al neokantismo de la escuela de Marburgo.

En su tesis titulada: Ética y Jurisprudencia, Rodríguez expone lo que él llama “la filosofía como tarea científica”: “La auténtica filosofía se nos destaca como una tarea científica y entonces, como tarea científica, ha de tener un objeto exclusivo, y además, un método. Hemos indicado que si “en un principio era la acción”, entonces es posible plantear problemas respecto a esta acción y es posible plantearlos científicamente, es decir, de manera filosófica; consiguientemente, en el planteamiento de estos problemas así como en las respectivas soluciones no podrá faltar esa “acción” que en “un principio era”. “En efecto, la acción humana, pero sólo tal y como ella es determinable científicamente en y por la Historia, constituye el punto de partida y piedra de toque de toda la filosofía. La acción o vida humana, objeto de la Historia, no es sino la cultura. La cultura es el factum de la filosofía. Pero la cultura como movimiento histórico no es un factum estático “egipticista” sino un fieri. Y únicamente como tal es como la cultura vale como punto de partida y piedra de toque de toda la Filosofía”… “Una concepción del mundo y de la vida que afronte los problemas filosóficos debe satisfacer la exigencia de constituirse científicamente y sólo entonces puede ser una concepción autonomista. La filosofía que tiene como problema a tal concepción es una tarea científica y por tanto ha de tener, no únicamente un objeto o problema, sino que también ha de estar integrada por un método. En sentido estricto ella no es otra cosa más que este método en tanto que funciona planteando y resolviendo los peculiares problemas filosóficos”.

El estilo de Rodríguez era tajante, con conceptos y premisas que él daba por suficientemente explicadas o evidentes y así pretendía que los demás las aceptasen, sin más. En sus polémicas, de improviso preguntaba: –Déme Ud. un juicio que no sea científico…! Hacía gala de una dialéctica rígida, escueta y agresiva, adornada de vez en cuando, con ironía, también con sonrisa burlona. De igual manera, y por imitación, procedían sus alumnos que le seguían en su escuela neokantiana y en su estilo personal; en su aguerrido comportamiento, ya frente a los filósofos trasterrados y a los marxistas, o frente a los escolásticos y en las ponencias y discusiones de la Mesa Redonda de Filosofía, como más adelante lo expondré. Y gustaban de repetir: La intuición nació ciega; la Metafísica es un intento de atrapar un gato negro en un cuarto obscuro…

Si Ortega y Gasset fue un “evadido de la cárcel de Marburgo”, y Gaos fue por el mismo camino y como discípulo de Ortega, era lógico y comprensible que los trasterrados entraran en una justa dialéctico filosófica con la prolongación de Marburgo en México. Gaos se dijo “re-kantiano” y lanzó algunas otras expresiones irónico burlonas respecto a los neokantianos mexicanos. Recordemos también el comportamiento de ambas partes en las mesas redondas organizadas por el Centro de Estudios Filosóficos, cfr. pág. 107.

Rodríguez, por otro lado, era funcionario destacado en la Secretaría de Educación Pública como director de Investigación científica; tenía, con su grupo, fuertes posiciones en la Escuela Normal de Profesores. Tenía suficientes bases y atractivos para hacer grupo y escuela. Pero debe reconocerse que Rodríguez fue un motor de fermento filosófico en los años cuarenta y cincuenta de la Facultad de Filosofía y Letras.

Rodríguez preparaba una nueva interpretación de Platón, la cual nunca salió a la luz. Jubilado, se retiró a Veracruz en donde murió el año de 1988.

Más adelante expondré cual fue su participación e injerencia en la Mesa Redonda de Filosofía fundada en 1945; y su participación y actuación en la Asamblea constituyente de la Sociedad Mexicana de Filosofía, en Octubre de 1953, sociedad en la cual ocupó el lugar de Vice-Presidente asociado.

(Eusebio Castro, Vida y trama filosófica en la UNAM (1940-1960), México 1989, páginas 138-140.)


Guillermo Héctor Rodríguez en una sesión

En las páginas 105 y 138 y sq. aparece la figura relevante y actuante del jefe neokantiano Rodríguez. Pues bien: el Secretario García le invitó con muestras claras de simpatía, para que presentara una ponencia [ante la Mesa Redonda de Filosofía]. El tema fue la Historia. Fue largamente aplaudido, especialmente por el grupo neo-kantiano. El Secretario agradeció al Lic. Rodríguez su presencia, y ya daba por terminada la sesión cuando pedí hablar. Hice una observación: Los reglamentos dicen que todo ponente debe tener un replicante y recibir objeciones o críticas de los presentes. Otros socios aprobaron mi petición. Entonces el Lic. Rodríguez dijo: –¿Qué le parece, colega, que en vista de que ya son las once de la noche, la próxima sesión, usted y yo, solos, discutamos hasta el amanecer y hasta morir?

–Está bien, Licenciado, acepto. Esto pareció, especialmente a los neokantianos, como un reto indebido al Maestro.

Llegó la siguiente sesión. El Secretario dijo: Se abre la sesión, tiene la palabra el Maestro Rodríguez. Pero el Maestro dijo, dirigiéndose a mí: –¿Qué le parece colega, si en lugar del tema de la Historia, tratamos el tema de la libertad?

–Maestro, respondí, habíamos quedado en tratar el tema de la Historia, filosofía de la Historia; pero si usted lo prefiere, tratemos el de la libertad.

Pero él, de inmediato dijo: –Exponga Ud. su punto de vista sobre la libertad. –No, Maestro, repliqué. Ud. es el ponente.

Ante la insistencia del Maestro tuve que ser el ponente. Y aquí ardió Troya. También sus discípulos neokantianos acudieron al quite, saliendo no muy bien librados. Efectivamente, aquella sesión se prolongó casi hasta el amanecer. El grupo neokantiano quedó visiblemente disgustado, así como el Maestro. Lo cual traería muchas repercusiones y consecuencias de importancia para acontecimientos posteriores de la Mesa Redonda y hechos académicos en los que intervendríamos el Lic. Rodríguez y yo.

(Eusebio Castro, Vida y trama filosófica en la UNAM (1940-1960), México 1989, páginas 153-154.)


Otra sesión tormentosa

Desde que en 1948 fui electo Secretario de la Mesa Redonda de Filosofía, por cinco años consecutivos se me reeligió en el cargo. En Junio de 1953 organicé unas conferencias sobre filosofía y política. Esto constituía, además del libre debate de las diversas corrientes filosóficas, lo que ahora se llama un pluralismo ideológico y político, inusitado por entonces en la Universidad y en la política nacional. Fue la culminación y quizá uno de los factores que incubaron el fin de mi gestión. El hecho se desarrolló de la siguiente manera:

Cité a los socios para la Asamblea especial de elecciones. Debo aclarar que además del Secretario había Tesorero, que fue Luis Escobar –recuerdo el caso Escobar-Gaos–; en la Revista Logos aparecíamos: Director-fundador, Eusebio Castro; como sub-Director Eli de Gortari; en la redacción: Luis Escobar, Daniel Márquez, Ernesto Schefler; como administrador, Jesús Zamarripa. Procuré que hubiera siempre una representación libre y amplia de las diversas corrientes filosóficas.

En la asamblea, en primer lugar di un informe de mis actividades durante el año. Se pasó a comentar el informe. Pero más que comentario o crítica, empezaron los ataques de neo-kantianos y marxistas. Y, algo muy importante y significativo que revelaba la TRAMA: Ahí estaba, en la última fila, el Lic. Guillermo Héctor Rodríguez, quien no era socio, pero que con su presencia influía y dirigía al grupo. Ante una advertencia mía sobre su presencia y participación, las voces del grupo subieron de tono, y… VOTACION, VOTACION! repitieron a coro. A esta situación anómala hay que agregar el hecho de que a un socio que sabían que estaría de mi parte, le advirtió el grupo que, en caso de votar a mi favor le quitarían las clases que daba en la Escuela Normal. Sabedor del dilema en que se encontraba, insté al socio a que se evadiera de la Asamblea, para conservar sus clases.

VOTACION, VOTACION! repitió nuevamente el coro. Esta empezó. Resultado: perdí por dos votos; uno del lic. Rodríguez y otro de un escolástico de cuyo nombre no quiero acordarme.

Después de advertir los vicios e ilegalidad de la votación, agregué: –Ante la situación, de facto, para evitar tensiones y para no interrumpir el curso de la Mesa Redonda de Filosofía, dejo el puesto para una nueva directiva, esperando que lo haga mejor. Y tomé asiento entre el común de los socios. El Lic. Rodríguez con una sonrisa de satisfacción, abandonó el salón.

Neokantianos y marxistas se repartieron los puestos. Y ante mi observación de que con eso la sociedad estaba perdiendo el espíritu y la representatividad de las diversas corrientes filosóficas, añadieron al tomista Márquez.

Pero no paró todo ahí. En las sesiones de Julio y Agosto, una minoría se reunía para cambiar reglamentos, eliminar –cosa absurda– a los fundadores, –propuesta de Eli de Gortari–. Estos acontecimientos causaron alborozo entre kantianos, marxistas, algunos más: y revuelo en la Facultad Filosofía. Pero… sigue la trama; y, QUÉ TRAMA…!

(Eusebio Castro, Vida y trama filosófica en la UNAM (1940-1960), México 1989, páginas 168-169.)

Rosa Krauze de Kolteniuk
“Antonio Caso y las nuevas tendencias de la filosofía contemporánea”

Después de la Sociología se hace difícil seguir el pensamiento filosófico de Antonio Caso. Desde 1927, toda la quietud y el desenvolvimiento natural de su obra comienza a desaparecer y a entrar en una época de crisis. Caso toma contacto con la filosofía alemana contemporánea, con las más recientes investigaciones científicas, con las nuevas tendencias axiológicas, sociológicas y políticas de su tiempo. Estas no invalidaban sus convicciones más íntimas, pero sí contradecían algunos aspectos de las mismas. Caso sintió que debía hacer reajustes. Tenía que reestructurar y reacondicionar su filosofía y, sobre todo, debía cuidar de la conservación de su estructura primitiva.

Pero no sólo su paz interior había desaparecido. También desapareció su tranquilidad exterior. Su labor de maestro ya había rendido frutos. Había enseñado con tanta liberalidad, había inculcado en tal forma el espíritu crítico en sus alumnos, que acabó por verse juzgado él mismo. De su cátedra habían salido Samuel Ramos, Vicente Lombardo Toledano, Guillermo Héctor Rodríguez, entre muchos otros; y aunque el primero sólo enfatizó que el maestro tenía necesidad de modernizar su obra, Lombardo Toledano abrazó el marxismo y Guillermo Héctor Rodríguez se declaró neokantiano. Ambos enseñaban sus propias ideologías, y, a su vez, habían formado discípulos. Caso no pudo menos de advertir las consecuencias; uno llevaba a la Universidad hacia el marxismo, y el otro propagaba el neokantismo en la facultad. Caso no era enemigo de la libertad de expresión, pero precisamente por eso quería defenderla contra la imposición de cualquier teoría unilateral. Si enseñaba a Marx, no comulgaba con el marxismo; si enseñaba a Kant, tampoco era kantiano; y así como antes había luchado contra sus maestros para suprimir el positivismo, tuvo que polemizar con sus propios alumnos para evitar la implantación del marxismo y el auge del neokantismo en la Universidad.

(Rosa Krauze de Kolteniuk, La filosofía de Antonio Caso, UNAM, México 1990, pág. 171.)

Rodolfo Vázquez
“Rolando Tamayo y Salmorán. Elementos para una teoría general del derecho”

Sin temor a la simplificación, pienso que la filosofía contemporánea del derecho en México, digamos a partir de 1945, gira en torno a cuatro figuras, dos de ellas originales y reconocidas internacionalmente, me refiero a Luis Recasens Siches y a Eduardo García Máynez; y las otras dos, brillantes y más locales, Guillermo Héctor Rodríguez y Rafael Preciado Hernández. [...] De Guillermo Héctor Rodríguez, neokantiano de la línea de Marburgo y estudioso y seguidor de Stammler y Kelsen, la situación es un tanto distinta; su obra no ha tenido la trascendencia necesaria para ser valorada pero su importancia se mide en los discípulos que dejó. Desde mediados de los sesentas se conforma el grupo de los neokantianos alrededor de Rodríguez: Ulises Schmill, Agustín Pérez Carrillo, Javier Esquivel y nuestro autor Rolando Tamayo. Un sello que los caracteriza es su agudo conocimiento y manejo de la obra de Kelsen. Hacia fines de los sesentas este grupo toma contacto con la filosofía analítica que se desarrollaba pujantemente en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, con gente como Luis Villoro, Fernando Salmerón y, especialmente, Alejandro Rossi. A través de ellos y del Instituto se conoce la filosofía analítica del derecho argentina en personas como Roberto Vernengo, Carlos Alchourrón, Eugenio Bulygin, Ernesto Garzón Valdés y Carlos Nino. Estos, a su vez, dan a conocer en México el pensamiento de Alf Ross, Herbert Hart, H. von Wright, entre otros. Gente más joven comenzó a beneficiarse de toda esta oleada nueva y provocativa, entre ellos, Álvaro Rodríguez Tirado y Alfonso Oñate Laborde.

(Rodolfo Vázquez, “Rolando Tamayo y Salmorán. Elementos para una teoría general del derecho”, Estudios. Filosofía, historia, letras, primavera 1993.)

Álvaro Cepeda Neri
“Guillermo Héctor Rodríguez: combates por la ilustración”

I. El 4 de mayo de 1988 falleció un hombre sabio: Guillermo Héctor Rodríguez, sobre cuya lápida se escribió: “Y porque esta energía vital late en él, ha de vivir mientras que en el mundo palpite un corazón y trabaje un cerebro” (palabras de Pablo Natorp en su memorable ensayo: Kant y la Escuela de Marburgo). Murió en Veracruz, en donde había nacido, el 9 de diciembre de 1910. En sus últimos días estaba casi solo. Abandonado, incluso, por la mayoría de quienes, mucho o poco, cosecharon, de sus enseñanzas dentro y fuera de las aulas, “algún germen de ilustración”. Sobrevivió, sus últimos años, muy cerca de la miseria; auxiliado, apenas, por dos o tres voluntades generosas. Lo más inconcebible: olvidado por la UNAM, a la que dedicó su talento deslumbrante; sus documentadas y penetrantes investigaciones; toda su vida académica y su pasión por compartir una ilustración crítica.

II. Guillermo Héctor Rodríguez (1910-1988) sembró el atrévete a pensar en la cabeza y el corazón de muchos universitarios que pasaron por las aulas (y su casa), donde, adversario de dictar cátedra, distribuía sus conocimientos, sus reflexiones y sus hipótesis críticas. Fue un sabio, un auténtico pensador. Un gran racionalista. Polemista impecable e implacable. Un combatiente de la razón, por la razón y para la razón. Sus armas: el legado de Kant: “libertad para hacer un uso público de la propia razón... y pensar por sí mismo”. Conversador y expositor fascinante, parecía físicamente un Sócrates y mentalmente un Protágoras; recreaba los problemas centrales de los rendimientos humanos por medio del método crítico. Este enseña no una verdad absoluta, caída del cielo o heredada, sino el camino para irla creando y enriqueciendo en sus diversas manifestaciones históricas. La tarea de preguntar y responder, tan infinita o finita como la humanidad, funda la búsqueda del conocimiento. La ilustración, la cultura y el conocimiento científico, son conquistas. Una dura y penosa conquista, de Prometeo a Sísifo. No hay nada dado. “¡Navigare necesse est!”.

III. Y nadie como Guillermo Héctor Rodríguez navegó en el “océano sin playas que representa el trabajo infinito” del conocimiento. Nadie como él libró, en un ambiente hostil a la divisa de la ilustración: “¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!”, tantas batallas por estudiar y divulgar a Kant. Y a Kelsen. Y a Popper. Y a toda la historia universal. Todo esto en una atmósfera cargada de platonismo intolerante. En un ambiente saturado por la metafísica del magister dixit. Lo dijo el maestro. La réplica a todo eso fue, como la única enseñanza de Guillermo Héctor Rodríguez: el atrévete a pensar por ti mismo. Y para ello motivó, con discusiones donde todos eran iguales para intervenir, la lectura crítica de los clásicos de la filosofía, de la literatura, de la economía, del derecho, de la música, de la historia. Este mexicano universal, editó por años y sin costo alguno, el Archivo de Metodología Científica, donde publicó y divulgó estudios kantianos y kelsenianos.

IV. Siempre fue Kant su punto de partida y Kelsen su piedra de toque. De la mano de esos dos perdurables críticos de la razón y sus rendimientos, guió a otros en la comprensión de los textos del pensador de Königsberg y de Viena. Con ellos libró combates memorables y despertó en no pocos el ansia de saber. A esta tarea dedicó toda su vida. Su penetrante inteligencia. A su pasión por ilustrar a la juventud, invirtió los mejores años de su existencia. Fue un educador para la democracia y para el Imperio de la Ley. Fueron memorables sus polémicas universitarias versus Antonio Caso, Samuel Ramos, los tomistas, los marxistas y toda la metafísica. Nadie como Guillermo Héctor Rodríguez, promovió, en la jurisdicción universitaria, los “fines de educar, investigar y difundir la cultura... respetando la libertad de cátedra e investigación, y de libre examen y difusión de las ideas”. Nadie como él los tomó tan en serio ni ejerció con tanta plenitud esos derechos. Fue siempre un alumno entre sus alumnos, dispuesto a seguir aprendiendo de las discusiones.

V. Obtuvo Guillermo Héctor Rodríguez dos licenciaturas: en derecho y en filosofía. Escribió, en diez tomos aún inéditos, su investigación sobre Platón y el platonismo. Nació en Coatepec, muy cerca de Jalapa donde alumbró otra inteligencia privilegiada: Miguel Lerdo de Tejada (mientras la mediocridad de su hermano Sebastián es la “celebridad”). El maestro Rodríguez estudió primaria y secundaria en la capital veracruzana. Fue hijo de una familia pobre. Y no ambicionó más que una riqueza: la ilustración y su divulgación por medio del ejercicio magisterial. A ello se entregó apasionadamente. Era un griego nacido en México. Murió en el Puerto de Veracruz. Y heredero legítimo de Kant. Descubrió para los mexicanos a los pensadores de la Escuela de Marburgo: Herman Cohen, Pablo Natorp, Ernest Cassirer, Federico Alberto Lange, Vörlander, Merkl, Simmel, &c.

VI. Hizo suya la tarea de combatir los prejuicios y supersticiones, de tal manera que hubiera saludado con su humor singular, los ensayos que han publicado Carl Sagan, en su libro: El Mundo y sus Demonios. Y es que Guillermo Héctor Rodríguez, explicaba que lo que no pasaba por el tamiz de la crítica científica, eran errores que deberían ser combatidos. Le gustaba repetir aquello que escribió el gran poeta Heine: “¡Atrás, fantasmas!, voy a hablar de un hombre, cuyo nombre ejerce exorcismo poderoso: me refiero a Immanuel Kant” (del libro de Henrich Heine: Alemania). Pero igualmente, Guillermo Héctor Rodríguez se propuso el imperativo de difundir lo que sabía y reflexionaba, considerando que toda ilustración era renovación de la visa social e individual, y no patrimonio de doctos de sínodo nocturno. Este ideal de educación normó toda su vida de educador para la democracia y su postulado de que todo acto humano es un acto jurídico.

VII. Escribió ensayos dispersos en varias publicaciones. Empero, no era dado al mucho escribir. En las bibliotecas de la UNAM y en la Biblioteca de México, se encuentran sus tesis de licenciatura, en derecho y filosofía. Debo ocuparme, en este aniversario de su fallecimiento, de su texto: Ética y Jurisprudencia, publicado en 1947 y que consta de 206 páginas. Su lectura provoca desde un principio. Y en su preámbulo, Guillermo Héctor Rodríguez nos va dando cuenta y razón de su evolución como estudiante...” Volví a Kant y seguí a sus discípulos: Natorp, Rickert, Stammler, Kelsen y fue entonces cuando rompí y tiré al cesto una utópica Constitución Política de la Humanidad, que había yo escrito sin duda como una víctima más de los ejemplares esfuerzos de Platón en Sicilia y de Plotino ante el emperador Galiano y su mujer Salonina para edificar sobre las ruinas de una ciudad a Platonópolis... Mucha impresión me causó, como es de suponerse, la lectura, en aquella época, de estas palabras de Kant: el primer paso de la razón, en su infancia, es dogmático. El segundo, es escéptico y da testimonio de prudencia, creando la capacidad de juzgar azuzada por la experiencia. Hace falta un tercer paso que sólo la capacidad juzgadora puede llevar a cabo en su madurez y virilidad... el de la Crítica de la Razón”.

VIII. Con esas armas kantianas, Guillermo Héctor Rodríguez entra en medio del problema que se plantea y nos dice: “Pienso encontrarme en el tercer paso de que habla Kant y es así como abordo el problema que desde un comienzo me ha preocupado más reiteradamente: el de la fundamentación objetiva y científica de la Etica”. En 55 apartados que constituyen un largo ensayo, nuestro autor va penetrando el tema, hasta fijar a la ética como reflexión sobre lo jurídico, como ciencia del derecho y como órdenes legales que norman conducta humana. Una ética fundamentada en el derecho positivo y cuyos contenidos políticos, morales, económicos, culturales, &c., solamente pueden explicarse a la luz de la ciencia como fines de esos órdenes jurídicos. La ética conoce la acción humana en cuanto voluntad y libertad, y éstas solamente son posibles jurídicamente.

IX. “El hombre, éticamente considerado, no es sino la persona jurídica”, escribió Guillermo Héctor Rodríguez, y como tal es centro de imputaciones en su calidad de derechos y obligaciones. Asimismo, lo bueno y lo malo solamente pueden determinarse conforme a los contenidos de las leyes. Si es malo matar, lo es jurídicamente; si es bueno pagar contribuciones, lo es con arreglo a la legislación fiscal. Este comportamiento es, a su vez, lo ético o lo que le corresponde conocer a la ética. La ética se ocupa de la voluntad y la libertad humanas, pero éstas expresadas como medios o contenidos de las leyes que norman conducta humana. “Pero el conocimiento de la acción humana involucra el conocimiento del hombre, de su voluntad y de su libertad que son los conocimientos que exclusivamente pertenecen a la Etica”. Es cierto que religiosa y políticamente hay muchos sermones éticos. Y más cierto es que ahora, desde sectores metafísicos nacen propuestas de autodarse códigos de ética para el buen comportamiento, redactados en forma de catecismos o nuevos mandamientos. Son buenos propósitos.

X. Pero la Etica que reflexiona sobre la voluntad y libertad humanas, para más o menos ser una ética universal, ha de sostenerse sobre la ciencia del derecho y sobre los órdenes estatales o jurídicos, cuyos contenidos morales son los que realmente norman la conducta de los individuos en su calidad de personas jurídicas. Las éticas y las diversas morales, para ser obedecidas requieren ser contenidos de leyes generales, para tener consecuencias jurídicas. Objetivamente, la conducta buena o mala se determina de conformidad con lo establecido en las leyes vigentes de un país. “Sin derecho no es posible acción humana alguna ya sea buena o mala y, como hemos dicho en páginas anteriores, con su muerte Sócrates nos legó esta enseñanza. Pero el conocimiento de la acción humana involucra el conocimiento de la acción humana involucra el conocimiento del hombre, de su voluntad y de su libertad que son los conocimientos que exclusivamente pertenecen a la Etica”. Guillermo Héctor Rodríguez fue un pensador kantiano-kelseniano. Fue “un maestro de los derechos del hombre, de la igualdad ante la ley, de la ciudadanía mundial, de la paz sobre la tierra y, lo que es quizá más importante, de la emancipación a través del conocimiento”. Estas palabras de Popper a Kant (ver el ensayo de Karl R. Popper: “La Crítica de Kant y la Cosmología), sirven, también, para honrar a Guillermo Héctor Rodríguez en este aniversario de su fallecimiento. Un combatiente por la ilustración que 'ha de vivir mientras que en el mundo palpite un corazón y trabaje un cerebro'.

(Álvaro Cepeda Neri, “Guillermo Héctor Rodríguez: combates por la ilustración”, internet, 8 de mayo de 1999.)

Álvaro Cepeda Neri
“El debate Guillermo Héctor Rodríguez y Antonio Caso”

I. Leo, en la revista Letras Libres (de julio de 1999), dos cartas enviadas al maestro Antonio Caso que, en tono de reclamo amistoso, por olvidarse de la amistad y de los amigos (y compañeros de viaje intelectual), que suscriben nada menos que Alfonso Reyes y Martín Luis Guzmán. La primera fechada el 10 de febrero de 1916, por el autor de: El Aguila y la Serpiente, en cuyas páginas el mismo Martín Luis Guzmán anunció su otro gran libro: Memorias de Pancho Villa. La otra misiva lleva fecha del 14 de abril de 1919, firmada por quien escribió la anticarta kafkiana al padre, con el título: Oración del 9 de febrero, donde Alfonso Reyes honra a su padre Bernardo Reyes.

II. La breve introducción a los dos textos, a la letra dice: “Del archivo familiar de Antonio Caso reproducimos estas dos cartas inéditas. Alfonso Reyes le escribe a Caso, amigo suyo desde los tiempos del Ateneo de la Juventud, para reclamarle su indiferencia; la carta de Martín Luis Guzmán es, a un tiempo, postal de viajero, chisme amistoso, observación crítica, reseña de la cargada atmósfera política en México y ácida caricatura de la penosa situación del escritor en España; ambas cartas, prosas de muchos quilates, dibujan el perfil de un Antonio Caso reticente con los amigos e inseguro sobre la importancia de su propia obra, pese a ya haber publicado Problemas filosóficos.”

III. La lectura de ellas rescató de mi memoria que entre mis libros tengo una copia (que me obsequió Ariel Peralta García) de la polémica que durante cinco meses de 1937, en las páginas del periódico El Universal, sostuvieron con las mejores armas de su respectiva formación filosófica, el propio Antonio Caso versus Guillermo Héctor Rodríguez. Este, para entonces, tenía 27 años y Caso había cumplido 54 años, el doble, pues, del primero. Y tal diferencia se explica, porque Guillermo Héctor Rodríguez había sido alumno de Antonio Caso. Los dos adversarios intelectuales se habían graduado como abogados, en la Facultad de Derecho de la UNAM; pero, mientras Rodríguez también obtuvo su licenciatura y maestría en filosofía, Antonio Caso era un autodidacta en tales menesteres.

IV. En su Diccionario Enciclopédico de México, Humberto Musacchio nos ofrece el siguiente retrato biográfico de Antonio Caso: “Nació y murió en la Ciudad de México (1883-1946). Abogado. Se dedicó a las disciplinas filosóficas. Combatió al positivismo, doctrina oficial de la educación porfiriana. Cofundador de la revista Savia Moderna (1906) y del Ateneo de la Juventud (1909-10). Primer secretario (1910) y rector (1920-1923) de la Universidad Nacional de México; director de la Escuela Nacional Preparatoria (1909) y de la Facultad de Altos Estudios (1930-32). Desempeñó una misión diplomática especial en varios países sudamericanos. Expositor de reconocida brillantez, defendió en los años 30 la libertad de cátedra y sostuvo una prolongada polémica con su exdiscípulo Vicente Lombardo Toledano, la que publicada como libro se tituló: Idealismo versus materialismo dialéctico. Fue simpatizante y propagandista del fascismo italiano y de los nazis alemanes. Autor de una obra muy abundante, algunos de sus libros tuvieron varias ediciones (los que eran textos obligatorios para sus discípulos, como la Sociología genética y sistemática). Fue miembro del Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua”.

V. Sobre la biografía de Guillermo Héctor Rodríguez, he publicado dos notas. Una en La Jornada (17/V/88). Y la otra recientemente en México-Hoy (8/V/99). Y en su diccionario, Humberto Musacchio, nos dice: “Rodríguez, Guillermo Héctor. Nació en Jalapa y murió en el puerto de Veracruz, Ver. (1910-1988). Licenciado en derecho y en filosofía por la UNAM, de la que fue profesor (en ambas facultades) hasta su jubilación. Especialista en Kant, sostuvo polémicas con Antonio Caso, Samuel Ramos y Recaséns Siches. Autor de La fundamentación de la jurisprudencia como ciencia, y Etica y Jurisprudencia. Dejó inédita una obra en diez tomos sobre el platonismo”.

VI. En 1994, con motivo de los 70 años de la Facultad de Filosofía y Letras, se publicó un voluminoso y elegante tomo con el propósito de celebrar ese aniversario. No obstante sus casi 600 páginas, en la parte fundamental dedicada a las Semblanzas de profesores, no se menciona ni a Antonio Caso ni a Guillermo Héctor Rodríguez en lo que, obviamente, no fue una falta de información, sino que deliberadamente los dejaron fuera; particularmente Guillermo Héctor Rodríguez no fue grato en el ambiente académico de esa Facultad, porque no perteneció a ninguna capilla, además de que su gran arsenal cultural y su poderosa inteligencia defendieron, hasta sus últimas consecuencias, el punto de vista neokantinao de la Escuela de Marburgo (cuyos representantes más destacados fueron: Herman Cohen, Pablo Natorp, Ernest Cassirer y Hans Kelsen). Sobre Antonio Caso, el citado libro, se ocupa de él en la sección Semblanzas de directores.

VII. Poniendo punto y aparte a lo anterior, debo centrarme en los textos de la polémica que escenificaron, maestro y alumno, en las páginas de la prensa, como un debate de cara a la opinión pública que no se ha vuelto a dar. Guillermo Héctor Rodríguez, físicamente parecido a Sócrates y por su ilustración filosófica como jurídica un Protágoras asido al pensamiento de Kant y de Kelsen, apenas tenía 27 años. Era, por lógica consecuencia un hombre que postulaba, como razonamiento ético-político a la democracia. Este en la medida que “la médula de todo razonamiento ético-político es la relación entre el sujeto y el objeto del poder, del mismo modo que el sentido de toda especulación epistemológica es la relación entre el sujeto y el objeto de conocimento” (Hans Kelsen: Esencia y Valor de la Democracia). Antonio Caso, por lo contrario, metafísico convicto y confeso, tanto como profundamente religioso y con tendencias políticas autoritarias, terminó afiliándose al fascismo y al nacionalsocialismo.

VIII. Durante cinco meses, de abril a agosto de 1937, Guillermo Héctor Rodríguez y Antonio Caso discutieron públicamente, confrontando sus concepciones filosóficas que fueron desde la Teoría del Conocimiento hasta rozar cuestiones de la ética y la estética. Pero sobre todo expusieron la filosofía kantiana hasta su renovación en la Escuela de Marbugo (consultar: Karl Vorlander: Historia de la Filosofía; Emile Brehier: Historia de la Filosofía; y, de Nicolás Abbagnano: Historia de la Filosofía. Así como de Pablo Natorp: Kant y la Escuela de Marburgo. Y, finalmente, de Ernest Cassirer: Kant, Vida y Doctrina). Por la otra parte, Antonio Caso sin una sólida orientación filosófica, había pepenado de aquí y de ahí lo que mejor convenía a su caótico punto de vista anclado en la más rancia metafísica del llamado intuicionismo o intuición, como hipótesis muy discutible y fácilmente impugnable.

IX. Fueron 18 los textos que comprenden la polémica, brillante y atractiva por las contundentes réplicas de Guillermo Héctor Rodríguez quien, respetuosamente, como consta en sus ensayos, exhibía en toda su debilidad intelectual las argumentaciones desesperadas de su maestro Antonio Caso. Este inició el debate con su entrega titulada: “Porque No Somos Kantianos”, seguida de otra llamada: “Kant y los Panlogistas de Marburgo”. Antonio Caso trataba de impresionar a su alumno y replicante con un poco del magister dixit: lo dijo el maestro. Pero Guillermo Héctor Rodríguez le propinó tremendo revés, contestando con su ensayo: “La Filosofía Científica Neokantiana y el Valor de la Metafísica y de la Intuición”. Esta respuesta habría sido suficiente para liquidar las falsas hipótesis de Antonio Caso, pero éste se resistió y prolongó la discusión con ocho contribuciones más, gracias a la hospitalidad que el entonces editor-director de El Universal les brindó a los dos intelectuales. Sobre todo porque se partía de una falsa postura: la de que el maestro le daría una lección al alumno. La historia de esa controversia resultó al revés: el alumno superó al maestro.

X. La cuestión de fondo era que Guillermo Héctor Rodríguez, por su rigurosa formación intelectual en el tríptico: Kant-Cohen-Kelsen y su erudición sustentada en toda la cultura occidental, le daban una amplia ventaja sobre la parcial ilustración de Caso. Y, sobre todo, Rodríguez era poseedor de una inteligencia poderosísima, reconocida por tirios y troyanos del mundo académico de entonces, que le facilitaban sus demoledoras argumentaciones, siempre implacables e impecables. La disputa a la altura de lo que fueron debates griegos (sobre todo de Platón disfrazado de Sócrates contra la auténtica Escuela de Los Sofistas y para esto es necesario consultar el libro de Wilhelm Nestle: Historia del Espíritu Griego. La obra de W.K.C. Guthrie: Historia de la Filosofía Griega. Y de Alfredo Lanos: Los Viejos Sofistas y el Humanismo). Esto porque se ha divulgado tendenciosamente una versión falsificada y para difamar sobre los sofistas, que no es precisamente la historia de Protágoras, Pericles, Fidias, Georgias, Hipias, Tucídides, Eurípides, etcétera.

XI. El libro que se editó con los trabajos de Caso y Rodríguez se tituló: Ensayos polemicos sobre la Escuela filosofica de Marburgo, ocho años después de escenificada, en 1945, un año antes de la muerte de Antonio Caso. Este, como coautor, tenía bajo su nombre la siguiente leyenda: “Dr. Honoris Causa de las Universidades de México, Guatemala y Lima. Director y catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras, Profesor de Sociología en la Facultad Nacional de Jurisprudencia en la Universidad Nacional Autónoma de México”. En lo que respecta a Guillermo Héctor Rodríguez, lo acreditaban únicamente sus títulos de: “Profesor de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras. Y de derecho y sociología en la Facultad Nacional de Jurisprudencia de la UNAM”.

XII. El debate sigue manteniendo actualidad y su contenido está exigiendo una reedición. En su momento fueron una oxigenación de la vida académica extra-muros, al permitir que los lectores de periódicos se asomaran a una controversia planteada en un lenguaje sin las exigencias de las aulas. Durante cinco meses dos profesores dieron cátedra pública sin ofenderse mutuamente y únicamente enfrentando sus hipótesis, en el sentido expuesto por otro kantiano: “La discusión crítica y racional nos posibilita criticar nuestras hipótesis y eliminarlas como falsas sin exterminar a los descubridores o representantes de las malas hipótesis. Esta es la mayor conquista del método crítico: nos posibilita reconocer hipótesis como equivocadas y juzgarlas sin juzgar a sus portadores. El método de la discusión crítica deja morir a nuestras hipótesis por nosotros” (Karl R. Popper: Sociedad Abierta, Universo Abierto. Tolerancia y Responsabilidad Intelectual. Una conversación con Franz Kreuzer. Editorial Tecnos.-1984). De esta naturaleza fue esa polémica, de la que hoy damos cuenta y razón.

(Álvaro Cepeda Neri, “El debate Guillermo Héctor Rodríguez y Antonio Caso”, internet, 31 de julio de 1999.)

José Manuel Villalpando Nava
“Guillermo Héctor Rodríguez (1910-1988)”

Nació en Jalapa y murió en Veracruz; ha laborado dentro del idealismo crítico en México, principalmente en el ámbito de las disciplinas sociales, a partir del derecho, y de su fundamento, la ética. Así lo hace ver el contenido de sus trabajos: El ideal de justicia y nuestro derecho positivo (1934), Ensayos polémicos sobre la escuela de Marburgo (1945), Idealismo crítico y derecho natural (1948); y sobre todo su libro Etica y jurisprudencia (1947, México, Secretaría de Educación Pública). Dos tareas fundamentales fueron la preocupación de Rodríguez: fundar filosóficamente la política, y fijar los antecedentes históricos del idealismo. Respecto de lo primero, considera que sólo el idealismo crítico es la doctrina de la libertad, y la única filosofía que explica y fundamenta objetiva y cumplidamente los sistemas políticos democráticos, siendo así, la Democracia, la forma de gobierno que en todo y por todo, conviene a la humanidad, en cuanto se le considera la idea de organización social más avanzada. Y en lo que respecta a los antecedentes históricos del idealismo metódico, ha dedicado casi una década al estudio, más o menos exhaustivo de idealismo de Platón.

(José Manuel Villalpando Nava, Historia de la filosofía en México, Editorial Porrúa, México 2002, pág. 271, capítulo quinto: “El idealismo crítico.”)

Guillermo Héctor Rodríguez

Nació en Xalapa en 1910, murió en el Puerto de Veracruz en 1988. Licenciado en Derecho y en Filosofía (UNAM). Profesor. Especialista en Kant, sostuvo polémicas con Antonio Caso, Samuel Ramos y Recasens Siches. Obras: La Fundamentación de la Jurisprudencia como la Ciencia Exacta; Etica y Jurisprudencia. Dejó inédita una obra en 10 tomos sobre el Platonismo.

(diciembre 2005: xalapa.gob.mx/municipio/biografias4.htm)

Fernando Serrano Migallón
“Homenaje y develación de la placa en honor del doctor Guillermo Héctor Rodríguez”

Fernando Serrano Migallón La Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, se ha construido como una de las partes centrales del más importante proyecto cultural en la historia de México; si la Universidad y la Facultad con ella, han podido enraizar tan hondo en el sentimiento de la nación, se debe a su concepto del hombre, a la amplitud de sus horizontes y al indeclinable compromiso con la verdad, la libertad y la justicia.

Para sobrevivir, para seguir existiendo, todo ente debe ser fiel a su propia identidad. Esto es, mantener en todo tiempo, en cualquier circunstancia y contra toda adversidad, la fidelidad a los ideales y la lealtad a sus principios. En este sentido, estamos orgullosos del carácter único de nuestra casa, carácter que se traduce en una idea universitaria al servicio de la sociedad, basada en un concepto humanista de las normas, que sitúa por encima de cualquier valor y de cualquier pretensión, al hombre libre en el seno de la sociedad que lo sustenta y a la que se debe.

Ninguna otra institución educativa del país puede aseverar con tal certeza que está empeñada en formar ciudadanos, por esto, una parte de nuestra tradición es el conocimiento filosófico, el cual nos distingue profundamente del resto de las casas de estudios jurídicos. Por nuestras aulas han pasado algunas de las mentes más preclaras del pensamiento mexicano, quienes lo han formado y lo han hecho universal.

Cada egresado de la Facultad de Derecho conoce el marco jurídico, pero estamos ciertos de que también conoce su sentido y su valor, cada abogado que egresa de nuestras aulas tiene un conocimiento firme de las instituciones jurídicas, pero ese conocimiento está animado por su saber y su vivir en los principios fundamentales que inspiran a toda norma que aspira a ser verdadero derecho.

Por eso hoy estamos orgullosos de honrar la memoria de Guillermo Héctor Rodríguez, quien es y ha sido una de esas inteligencias privilegiadas que han constituido el carácter, el rostro y el destino de la Facultad de Derecho.

El maestro Guillermo Héctor Rodríguez conoció la Universidad desde la posición más entrañable de cuantas puedan tenerse en ella, la docencia. Profesor de todo tiempo, avocado tanto a la investigación como a la formación de pensadores, cursó las licenciaturas en Derecho y en Filosofía, ambas en la Universidad Nacional Autónoma de México. A nuestra comunidad dedicó toda su vida activa como maestro y fue responsable de la formación intelectual de quienes entre nosotros emprenden sus esfuerzos por comprender y enseñar la Filosofía del Derecho.

Uno de los méritos principales de Guillermo Héctor Rodríguez fue imponer rigor metódico y vigencia en el debate, a temas como el sentido científico del Derecho y la ética jurídica. Sin duda, hay en nuestra casa y en el pensamiento mexicano relacionado con el Derecho un antes y un después de Rodríguez. La fundamentación filosófica y el análisis del fenómeno jurídico se enriquecieron y se transformaron con el pensamiento y la discusión, siempre polemista, de Guillermo Héctor Rodríguez; entre otros, están sus debates con Samuel Ramos y Recaséns Siches, que todavía dejan huella en el pensamiento de nuestro tiempo.

Nuestro compromiso social sigue siendo el mismo que conoció Guillermo Héctor Rodríguez, formar ciudadanos libres, mejor informados y más comprometidos, para hacer un México mejor, más justo y más generoso.

Imponer el nombre de Guillermo Héctor Rodríguez a un aula de la Facultad de Derecho, constituye el reconocimiento de nuestra comunidad a un hombre que dio lo más valioso de sí mismo: su pensamiento y su reflexión, a la causa más alta que pueda haber, liberar al hombre mediante el conocimiento. Al recordar el nombre de Guillermo Héctor Rodríguez, recordamos nuestros valores y nuestros compromisos.

El reto de la Universidad y de la Facultad está lejos todavía de ser cumplido; pues más que una meta que alcanzar, es un destino que evoluciona conforme nos le acercamos; un destino que se renueva con cada generación y con cada estudiante; futuro que se abre cada vez que un abogado en ciernes cruza por primera vez nuestro umbral; ese destino es formar a quienes podrán construir, en conjunto con su sociedad, la concordia, el desarrollo y la justicia, para una nación más libre.

Muchas gracias.
Ciudad Universitaria abril 18, 2005.

(Develación de la placa en honor del doctor Guillermo Héctor Rodríguez, Colección Lecturas Jurídicas, Serie El Derecho y sus Maestros nº 16, UNAM, México 2006, págs. 3-5.)

Ulises Schmill Ordóñez
“Guillermo Héctor Rodríguez”

Ulises Schmill Ordóñez Me es profundamente satisfactorio participar en esta ceremonia de homenaje y develación de la placa en honor del profesor Guillermo Héctor Rodríguez. Esta ceremonia, que debió realizarse con anterioridad, es un acto de justo reconocimiento a su labor docente y académica. Que se lleve a cabo en esta fecha tiene un significado profundo, que intentaré desentrañar ante ustedes, maestros y estudiantes del siglo XXI, que no vivieron ni experimentaron el ambiente que prevalecía en esta Facultad de Derecho en los años en que el maestro Rodríguez impartía la cátedra de Filosofía del Derecho.

El ambiente académico que ahora se vive en la Facultad de Derecho se encuentra en contraposición flagrante con el que se experimentaba en las décadas de los cincuenta y en adelante. Actualmente, y esta ceremonia lo demuestra, la libertad de cátedra y la pluralidad de enfoques teóricos sobre el Derecho son cabalmente respetadas e incluso, fomentadas. Cada profesor puede expresar con honestidad su particular concepción sobre los fenómenos jurídicos, ya sea de su propia creación o reproducción de los conceptos de otros teóricos, sin temer por ello que puedan suscitarse consecuencias desfavorables en relación con su estatus académico o profesional, lo que de manera necesaria redundaría en su patrimonio o en su prestigio profesional. En las décadas en que el maestro Rodríguez ejerció la docencia en esta Facultad la situación era completamente distinta. Junto a distinguidísimos y sabios profesores, había autoridades escolares, y profesores unidos a ellas, quienes se beneficiaban claramente de los presupuestos de la Facultad y que obtenían los beneficios inherentes a las becas, los viajes, los reconocimientos y los premios de la actividad académica, siempre y cuando sostuvieran las doctrinas oficiales y entraran en connivencias políticas con los grupos respectivos. Claramente, las doctrinas de filosofía jurídica que imperaban en la Facultad eran las diversas variantes del iusnaturalismo y de las doctrinas francesas provenientes del Derecho civil. Éste era el horizonte filosófico de la Facultad, impregnado de dogmatismo escolástico y de algunas posiciones más avanzadas, pero críticas, de los desarrollos filosóficos de esos tiempos. No quiero mencionar nombres, pero en una cátedra de Teoría del Estado escuché la siguiente frase, que aún recuerdo con asombro, de un ilustre profesor de la materia: “Toda la cultura occidental puede tirarse al cesto de la basura con tal de que permanezca incólume el Sermón de la Montaña y la forma de vida correspondiente.” Con estas afirmaciones enseñadas a los alumnos no podrían crearse las condiciones de lo que con tanta frecuencia enfatizaba el maestro Rodríguez: “Enseñar es enseñar a crear, no a repetir.” Rodríguez sufrió el embate, no sólo académico sino también político, de las posiciones prevalecientes en la Universidad en general y, en particular, en las facultades de Derecho y Filosofía y Letras. Según en alguna ocasión me dijo, varias veces lo habían querido borrar de la lista de profesores. Pero, en fin, esas son épocas pasadas.

Importa destacar algunos breves datos biográficos de Rodríguez. Nació en Coatepec, Veracruz, el 9 de diciembre de 1910. Según informa la maestra Dulce María Granja Castro, en su libro El neokantismo en México, compartió con Francisco Larroyo, otro filósofo neokantiano y Adalberto García de Mendoza los cursos de Antonio Caso, a quien le tenían gran respeto personal por su honestidad y valentía. Su formación específica fue la jurisprudencia. En el año de 1934 imparte la clase de epistemología en la Facultad de Filosofía y Letras y en 1935 en la Facultad de Derecho la cátedra de Derecho romano, sustituyendo al entonces gran maestro romanista Wenceslao Roces. Es de destacar este hecho, pues el profesor Roces recomendó a Rodríguez como su sucesor en su cátedra, tomando en cuenta sus cualidades intelectuales. Continuó sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras y en 1946 obtiene el grado de maestro en Filosofía. Se desempeñó en diversas actividades políticas, y en su tierra natal, como presidente municipal de Veracruz; experiencia que le permitiría hacer observaciones verdaderamente jocosas sobre la idiosincrasia de nuestro pueblo y de nuestra política. Fungió como director general de enseñanza superior e investigación científica de la Secretaría de Educación. Fue abogado consultor de la Secretaría de Gobernación. En la Facultad de Filosofía impartió dos cátedras: Teoría del conocimiento e Historia de la filosofía de los siglos XIX y XX. La cátedra de Filosofía del Derecho la impartió en nuestra Facultad de Derecho.

Debemos preguntarnos ¿cuál es la significación histórica de su labor académica y profesoral? En la primera mitad del siglo pasado se desarrollaron y se difundieron en México una serie de posiciones filosóficas con un marcado acento irracionalista. Nació la fenomenología de Edmundo Husserl, con sus intuiciones y evidencias fenomenológicas y, con ella, sus derivaciones filosóficas de los diversos existencialismos. Proliferaron los libros sobre la filosofía del mexicano, la fenomenología del relajo, el psicoanálisis de lo mexicano, &c. No habrá que excluir la enorme fuerza de la escolástica. Los desarrollos modernos de la lógica, de las matemáticas y del positivismo lógico no habían todavía penetrado en los ámbitos universitarios mexicanos. Por circunstancias en parte desconocidas, el profesor Rodríguez se afilió a una posición filosófica de carácter racional y cuyo problema central era dar cuenta y razón de los fundamentos apriorísticos de las diversas modalidades de la cultura, con base en la concepción de la filosofía trascendental kantiana, es decir, se afilió a la filosofía del neokantismo, en la modalidad que se sustentaba en la Universidad de Marburgo, cuyos representantes más conspicuos eran Hermann Cohen, Pablo Natorp, Ernst Cassirer, Walter Kinkel, Dimitry Grawonsky, Albert Görland y otros. Realmente fue un tour de force haber sustentado las tesis de neokantismo en el ambiente de nuestra Universidad, aunque afortunadamente compartió ese mérito con Francisco Larroyo. En donde destaca de manera importante es el ámbito de la Facultad de Derecho. Fue el único maestro que exponía la Teoría pura del Derecho de Hans Kelsen. Éste es un mérito y una hazaña de gran envergadura, si se considera que la totalidad de las posiciones teóricas, filosóficas y jurídicas, estaban en contra de ella de manera decidida y beligerante. La enseñanza de la teoría de Kelsen introducía un conjunto de conceptos racionales para la explicación del Derecho positivo, en vez de manifestaciones y efusiones sentimentales y moralizantes sobre las normas jurídicas. Era, en definitiva, la teoría más avanzada de su época. Debo manifestar, sin embargo, que el maestro Rodríguez exponía la Teoría pura del Derecho de una manera muy peculiar, muy inquietante, muy difícil. Voy a explicarme.

La máxima cualidad del maestro Rodríguez era ser un inquietador respecto de los temas más profundos del pensamiento kantiano, neokantiano y kelseniano, más que ser un expositor sistemático y ordenado. Recuerdo que su clase de filosofía del Derecho era, en realidad, una lectura de la Teoría pura del Derecho de Kelsen, en la traducción de Jorge G. Tejerina, con comentarios extensos, excursos filosóficos y discusiones inacabables con sus alumnos. Fue el único profesor de la Facultad de Derecho que no sólo aceptaba preguntas, sino que las fomentaba, convirtiéndose su cátedra en un diálogo muy instructivo en donde con cada intervención se enriquecía la problemática planteada, o se corregían errores muy comunes en la concepción de las categorías jurídicas.

¿Por qué digo que el maestro Rodríguez era fundamentalmente un inquietador de los alumnos? La razón es la siguiente: concebía la teoría de Kelsen desde el punto de vista de la lógica y de la ética de Hermann Cohen junto con la tesis de Rudolf Stammler en su Tratado de Filosofía del Derecho. Hagamos a un lado las tesis de Cohen, las cuales pueden utilizarse muy productivamente para la comprensión de la obra de Kelsen. Las tesis de Stammler, a pesar de su corrección ortodoxa respecto de la filosofía de Kant, no son compatibles con el modelo kelseniano del orden jurídico. Basta leer la primera gran obra de Kelsen Los problemas capitales de la teoría jurídica del Estado, para percatarse de ello. Pues bien, Rodríguez intentó hacer una síntesis muy original entre ambas teorías, como puede verse en su libro Ética y jurisprudencia. Esto producía en mí, lo que algún sociólogo americano ha denominado “disonancias cognoscitivas”, muy inquietantes.

Si a lo anterior aunamos su habilidad polémica y su cultura filosófica e histórica, sus comentarios mordaces y, en muchas ocasiones, la seriedad y hasta el patetismo con que sostenía las tesis centrales del kantismo y del neokantismo, enfatizando la relación esencial de la Filosofía con el pensamiento científico y el rechazo a toda clase de metafísica e intuicionismo, no es difícil entender que fuera un profesor que generara, no sólo profundas enemistades, sino diversos seguidores, afiliados al kantismo, como Leandro Azuara, maestro de gran vocación y experto en la sociología, Fausto Terrazas, gran amigo y especialista en la pedagogía social, Alberto Arai, profundo conocedor de la Estética del sentimiento puro de Cohen, Miguel Bueno, también dedicado a la estética, Fausto Vallado Berrón, Rolando Tamayo, Agustín Pérez Carrillo, Juan Manuel Terán Mata, Ariel Peralta, Armando Morones, Jaime Ortiz Sosa, Humberto Schettino, Salvador Corrales Ayala y el que habla, de entre muchos otros que no he podido recordar. Sus clases producían en el alumno la impresión de estar recibiendo un tesoro conceptual que le permitiría comprender los procesos históricos con objetividad y seguridad, excluyendo aquellas tendencias teóricas que no conducirían a resultados objetivos científicamente fundados. Gracias a su labor docente, puede comprobarse que ahora se expone la teoría de Kelsen en diversas universidades del país por sus alumnos.

Para terminar, con objeto de describir brevemente la personalidad del maestro Rodríguez, en su ironía y sus cualidades polémicas, quiero relatar lo siguiente:

a. En alguna ocasión le oí decir: “un metafísico es un ciego de nacimiento que con una venda oscura sobre sus ojos busca en un cuarto oscuro un gato que no existe; el teólogo encuentra el gato y el científico ni está ciego ni está en la situación descrita”.

b. En otra ocasión vino a México el profesor argentino Carlos Cossio, creador en Buenos Aires de la Teoría egológica del Derecho, que pretendía ser una teoría alternativa, filosóficamente mejor fundada, que la teoría de Kelsen. Cossio fue un gran profesor en Argentina al que se le debe en gran medida el auge filosófico en la jurisprudencia en su país. Gozando de gran prestigio se organizó un simposio sobre Filosofía del Derecho, en donde iban a discutir en una mesa redonda profesores tan prestigiados como Luis Recaséns Siches, Eduardo García Máynez, Rafael Rojina Villegas y otros que no recuerdo. La primera mesa redonda transcurrió de manera inequívocamente favorable a Carlos Cossio, pues los filósofos mexicanos que participaron no habían podido ni refutar ni mejorar la posición del profesor bonaerense. Conociendo las cualidades polémicas de Guillermo Héctor Rodríguez lo llamaron para la segunda mesa de discusiones. Con sus movimientos característicos, se acomodó en su lugar, se quitó el reloj de pulsera, lo puso frente a sí y le manifestó al profesor Cossio que estaba dispuesto a dialogar con él todo el tiempo que quisiera, incluso hasta el día siguiente. Cossio aceptó. Y Rodríguez dijo algo más o menos similar a lo siguiente. “Profesor Cossio, usted sostiene que el Derecho es conducta en su interferencia intersubjetiva. Imaginemos un camino en donde las ramas de un árbol muestran sus frutos. Un sujeto pasa bajo el árbol, estira el brazo y toma un fruto de la rama del árbol. Esta es la conducta que realiza. Detrás va otro sujeto, con características físicas similares y hasta con vestimenta parecida y lleva a cabo la misma conducta descrita: levanta la mano y arranca un fruto de la misma rama del árbol. Si el Derecho es conducta en su interferencia intersubjetiva, como usted afirma, sin hacer referencia a norma jurídica alguna, sino sólo atendiendo a la conducta de los sujetos, quiero que explique usted porqué se puede afirmar que un sujeto ejerció su derecho de propiedad y el otro cometió un robo.” Después de formulada la pregunta, el profesor Cossio permaneció en silencio varios minutos y se levantó la sesión sin haber pronunciado una sola palabra. Esta anécdota me fue relatada, no la presencié yo personalmente, como sí pude presenciar las polémicas con Samuel Ramos, con Eduardo Nicol, con Miguel Bueno y otros. Es conveniente leer las polémicas públicas que sostuvo por escrito con Antonio Caso y Eduardo Pallares.

Durante los últimos años de su vida trabajó intensamente en su libro sobre Platón, rechazando las concepciones que el neokantismo de Marburgo, en especial Cohen y Natorp, tenían de la filosofía platónica, a la que consideraban el antecedente inmediato y decisivo de la filosofía kantiana. Con base en los ensayos de Kelsen, El amor platónico y La justicia platónica, llegó a la conclusión, previamente a la aparición del libro de Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, de que el padre de toda autocracia y absolutismo filosófico es el filósofo ateniense. El propio Karl Popper me indicó en una visita que le hice que la idea original de su concepto de la filosofía platónica la había obtenido de Kelsen, aunque le parecía su tesis muy radical.

En resumen, me alegra intensamente que las autoridades de esta Facultad de Derecho hayan decidido realizar esta ceremonia en honor del maestro Guillermo Héctor Rodríguez, reconociendo su labor académica, pues fue un gran profesor, cuya influencia perdura hasta la fecha. Las teorías que sustentó en sus cátedras son las que, en el momento actual de la Filosofía del Derecho, se siguen discutiendo,

Muchas gracias.

(Develación de la placa en honor del doctor Guillermo Héctor Rodríguez, Colección Lecturas Jurídicas, Serie El Derecho y sus Maestros nº 16, UNAM, México 2006, págs. 7-13.)

Álvaro Cepeda Neri
“Guillermo Héctor Rodríguez: vida y obra”

Nacido en 1910 y muerto en 1988, el pensador mexicano Guillermo Héctor Rodríguez dejó la perdurable impronta de su sabiduría, reflexiones impecables e implacables y el conocimiento universal en la recreación crítica de su filosofar kantiano-kelseniano una obra que inició en 1947 durante su magistral magisterio hasta el final de su vida. Maestro en el más acabado concepto, en las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), motivó a pensar por uno mismo, tal y como propuso Kant con el “¡Atrévete a pensar! (¡Sapere aude!)”. Sembró las semillas que han dado árboles frondosos, la obra de Kant y Kelsen, y la ilustración para la comprensión y educación en las ciencias naturales de fundamento matemático y las ciencias sociales de fundamento jurídico.

Su vida fue el magisterio universitario tras licenciarse en las facultades de Filosofía y Derecho de la UNAM y darse de alta en ellas, respectivamente, como profesor por oposición en las cátedras de ética y teoría del conocimiento (para dar a conocer las corrientes kantianas como métodos de reflexión, es decir, para filosofar críticamente). Fue un maestro, un educador, pero no un “el maestro dice” (magister dixit), pues convocaba –como un igual en las aulas– a que cada uno pensara por sí mismo los problemas para recrear las soluciones sobre el factum, las raíces, del modo de pensar y conocer que se inauguró desde La Sofistica de Atenas, con Protágoras de Abdera a la cabeza (Demócrito, Fidias, Eurípides) y arribar así al faro parteaguas que es Immanuel Kant y el pensar crítico.

Su primera publicación (inexplicablemente no reeditada ni por su alma máter) fue Ética y jurisprudencia, cuyo índice y notas con bibliografía fundamental son relevantes. Esa investigación de textos de la filosofía crítica (la mayoría traducido por Wenceslao Roces) no conocidos de la ilustración kantiana es el Archivo de metodología científica, que, con los escasos recursos de su paga como profesor, el autor realizó como pedagogía escrita para los estudiosos y conocimiento hasta de quienes discrepaban y combatían el pensamiento del giro copernicano de Kant en su más consecuente reinterpretación, con innovaciones desde entonces a la luz de las divisas: “¡Volvamos a Kant!” y “¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!”

Defensor racional-racionalista que a través de las discusiones públicas en las aulas universitarias (versus Samuel Ramos, Emilio Uranga, Antonio Caso, Recaséns Siches), y en el periódico que abrió sus páginas a la libre polémica, El Universal, dejó una cualitativa obra inédita que sólo el Centro de Estudios Kantianos, de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, coordina brillantemente la doctora Dulce María Granja Castro, es dignísimo lugar para albergarla. La obra es una singular interpretación de los Diálogos de Platón, el venerado metafísico por los seguidores de que “Dios es la medida de todas las cosas”, contra el postulado crítico-racionalista: “El hombre es la medida de todas las cosas”, que se afianzó en la Atenas de Pericles y Tucídides, para continuar en Kant, Newton, Copérnico, Mozart, Schiller, Beethoven y seguir en Tocquevielle, Popper y Einstein.

Platón fue un tergiversador de las enseñanzas de su maestro Sócrates (por preguntas y respuestas), un difamador de La Sofística; la presencia en Atenas de los pensadores que sustentaron su filosofar a partir de las creaciones de la Humanidad a través de sus individualidades (consultar de Filóstrato Vidas de los sofistas; los ensayos de Hussey, Burnet y Vlastos, Los sofistas y Sócrates; de Alfredo Llanos, Los viejos sofistas y el humanismo; los textos de Protágoras de Abdera, edición de José Solana; y de Jacqueline de Romilly, Los grandes sofistas en la Atenas de Pericles). Guillermo Héctor Rodríguez, erudito en el tema, había leído y estudiado la mayoría de la literatura sobre Platón; al que Karl R Popper, en su siempre actual trabajo La sociedad abierta y sus enemigos, puso bajo la lupa crítica, filosófica y política, para fijarlo como precursor de las autocracias y adversario de la sociedad abierta o democracia. Asimismo situó a Platón como el iniciador de la metafísica, ese “teatro de las disputas sin término”, según Immanuel Kant.

En este aniversario de la muerte de Guillermo Héctor Rodríguez (1910-2010) hay que releerlo, ya que su nacimiento intelectual tiene lugar en 1947 cuando publica su Ética y jurisprudencia, obra que es todo un programa de estudios, reflexión y divulgación pedagógica para lo que fue su vida: enseñar y filosofar por cuenta propia a quienes tuvimos la oportunidad de, formal e informalmente, asistir a sus más que clases, conversaciones con alumnos a los que trataba como iguales, proporcionándoles sus conocimientos de sabio y pensador, como de filosofía, derecho, ciencias, sicología, música, (Mozart, Beethoven…). En ese centenario, queda la vida y la obra de este kantiano-kelseniano, con la virtud de la tolerancia y la crítica democrática de la discusión.

(Álvaro Cepeda Neri, “Guillermo Héctor Rodríguez: vida y obra”, contralinea.com.mx, 9 de mayo de 2010.)

Federico Osorio Altúzar
“En memoria: Guillermo Héctor Rodríguez, 1910-1988”

El 4 de mayo, en 1988, murió el maestro Guillermo Héctor Rodríguez. Su hijo, Héctor Rodríguez Franco, nos participó la fatal, dolorosa noticia. El Dictamen de Veracruz, Decano de la Prensa Nacional, publicó al siguiente día esquelas e información acerca de la luminosa existencia de uno de los hombres más sabios, honestos, nobles y generosos que hayan nacido en el Estado de Veracruz y en todo México.

Los porteños de los años cuarenta del siglo anterior lo recuerdan como un ejemplar y pundonoroso alcalde de la ciudad. En la década de los setenta, decenas de alumnos de la Facultad de Periodismo de la Universidad Veracruzana y del entonces Colegio Colón recibieron el inigualable beneficio de sus enseñanzas filosóficas y jurídicas. El presidente Adolfo Ruiz Cortines, coterráneo suyo, en son de broma solía llamarlo “el Kant de Coatepec”, según nos comentó el maestro, alguna vez, en forma festiva como anécdota.

Por nuestra parte, tuvimos el privilegio de haber asistido en la Facultad de Filosofía y Letras, de la UNAM, a sus cátedras de Teoría del Conocimiento y de Historia de la filosofía, siglos XIX y XX, en los primeros años de la década de los sesenta. La primera de dichas cátedras llevaba, según podía leerse en el tablero de la Facultad, el epígrafe: “Conocer es crear o Conocer es reproducir”, enunciados de suyo desconcertantes para unos, sugerentes para los demás. Posteriormente, ya jubilado, impartiría la asignatura de Ética que, según nos daba a entender, jamás se le había facilitado el impartir.

En lo personal, el eros pedagógico del maestro Guillermo Héctor Rodríguez nos llevó a compartir dentro y fuera del aula el fuego vivificante de su enseñanza y nos mantuvo cerca de él hasta los últimos días de su magisterio universitario en la UNAM. Participamos en la cena-homenaje con motivo de su jubilación y de manera asidua, vía telefónica, hasta unos cuantos días de su muerte. En aquella memorable ocasión, en ocasión del jubileo, lo rodearon distinguidos alumnos suyos: Fausto Terrazas y Leandro Azuara (fallecidos por cierto antes que él) y connotados discípulos: Ulises Schmill Ordóñez, Ariel Peralta García, Luis Octavio Hernández, José Herrera Madrigal, Enrique Moreno Armenta, y otros más.

Dividía sus afectos entre Veracruz y la capital del país, ciudad ésta en donde enseñó, investigó, polemizó y formó numerosas generaciones de abogados, funcionarios públicos, maestros universitarios, escritores y discípulos que cultivaron el pensamiento filosófico, tradujeron con él clásicos del neokantismo marburguense y de la jurisprudencia pura. Contó con numerosos estudiosos y cultivadores de sus ideas, pues sabía unir a la virtud de la generosidad la motivación del respeto y la profunda estimación hacia su figura circunspecta y honorable.

Después de haber consagrado más de tres lustros, durante su retiro en el heroico puerto de Veracruz, al análisis, la crítica y dilucidación de las corrientes contemporáneas de la lógica, del pensamiento griego y de la filosofía del derecho según los rendimientos de Kant, Cohen, Natorp, Cassirer y Kelsen, puso al alcance, en edición privada, los estudios que configurarían el Archivo de metodología científica (números 13 y 14, fechados en 1978 y 1879). Contó, al efecto, con el patrocinio y apoyo de la familia Pasquel, lo cual siempre reconoció. No obstante, tenía en mente regresar a la Ciudad de México para compartirnos a sus seguidores cercanos el fruto de su infatigable e invaluable labor intelectual. Y, claro, discutir públicamente sus puntos de vista con arreglo al público y libre examen.

En el periódico El Universal, don Ángel Trinidad Ferreira escribió, el 11 de junio, al siguiente mes del deceso del maestro, lo siguiente: “…logró que se descubrieran múltiples vocaciones genuinamente intelectuales entre algunos de sus alumnos de entonces, y discípulos después, quienes seguramente le agradecerán íntimamente buena parte de su formación, aunque estén dispersos a lo largo y ancho de nuestra República. Sólo es de lamentar que su muerte haya pasado inadvertida en los medios universitarios Ninguna alusión. Ningún homenaje siquiera póstumo a cambio de los tantos que mereció en vida y que se le adeudaron para siempre. Vamos, ni aún una esquela en los diarios para quien tanto y tanto dio, y entregó a la Universidad Nacional Autónoma de México. No en vano alguien decía que guardar buena memoria era más de una cualidad moral que intelectual, para evitar incurrir en ingratitudes como ésta…”

(Federico Osorio Altúzar, “En memoria: Guillermo Héctor Rodríguez, 1910-1988”, federicoosorioaltuzar.blogspot.com, 24 de mayo de 2011.)

Selección bibliográfica cronológica de Guillermo Héctor Rodríguez

1934 El ideal de justicia y nuestro derecho positivo, Instituto de Reformas Sociales (Imprenta Mundial), México 1934, 89 págs.

1945 Antonio Caso & Guillermo Héctor Rodríguez, Ensayos polémicos sobre la escuela filosófica de Marburgo, Editorial Stylo (Publicaciones de la Gaceta Filosófica de los Neokantianos de México), México D.F. 1945, 157 págs. (Artículos publicados anteriormente en El Universal, México D.F.)

1947 Ética y jurisprudencia. Punto de partida y piedra de toque de la ética, Secretaría de Educación Pública (Talleres Gráficos del Departamento de Publicidad y Propaganda de la Secretaría de Educación Pública), México D.F. 1947, xxx+206 páginas. Reedición: Ética y jurisprudencia. Punto de partida y piedra de toque de la ética, Ediciones Coyoacán (Derecho y sociedad, 72), México 2012, 206+[13] páginas, ISBN 9786079014735.

El metafisicismo de Kelsen [Der metaphysizismus Kelsens], México 1947, 36 págs.

1949 La Filosofía en México, SEP [Secretaría de Educación Pública] Talleres Gráficos Núm. 2, México 1949, 34 págs.

1951 «El pensamiento ético del Dr. Mora y su huella en la vida histórica de México», Investigación Económica. Revista trimestral de la Escuela Nacional de Economía U.N.A.M., segundo trimestre 1951, vol. XI, nº 2. (Conferencia pronunciada en el ciclo organizado por la Escuela Nacional de Economía en ocasión del Primer centenario de la muerte del Dr. José María Luis Mora, 1794-1850.)

1990 Platón y la sofística, Cuaderno nº 53, Departamento de Filosofía, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, México 1990, 50 págs.

Textos de Guillermo Héctor Rodríguez en el proyecto Filosofía en español

1949 La Filosofía en México

GBS