Filosofía en español 
Filosofía en español

Congreso Internacional de Americanistas

desde 1875


El Congreso Internacional de Americanistas surge en Francia, como un eslabón más de esa globalización cultural tan ansiada por los franceses, heredera de su mítica Ilustración y de su siempre frustrada voluntad imperial, impulsado por la Société Américaine de France, que el 25 de agosto de 1874 difunde su convocatoria: «Art. 1. Le Congrès International des Américanistes a pour objet contribuer au progrés des études ethnographiques, linguistiques et historiques relatives aux deux Amériques, spécialement pour les temps antérieurs à Christophe Colomb, et de mettre en rapport les personnes qui s'intéressent à ces études.»

La iniciativa tuvo éxito y este Congreso persevera, evolucionado y transformado, con bastante más de un siglo de solera. El mexicano Juan Comas publicó en 1974 un cuidadoso estudio, Cien años de Congresos Internacionales de Americanistas, en el que reconstruye la historia crítica de la institución hasta ese momento, y ofrece la bibliografía completa, comentada en algunos casos, de los trabajos presentados hasta el celebrado en 1972, que hizo el cuadragésimo de la serie. Observar la evolución ideológica, política y gremial de quienes intervienen, se disputan y mantienen el Congreso Internacional de Americanistas, tras el desmoronamiento de la Unión Soviética y ante un panorama geopolítico global tan cambiante como corresponde al final de un periodo de entreguerras, tiene el mayor interés para ir advirtiendo las nematologías que se van sucediendo en el presente.

★ Entretenidos con los orígenes, o nosotros estuvimos allí y ellos no fueron los primeros

En el primer congreso, celebrado en Nancy (Francia) del 18 al 22 de julio de 1875, puede ya percibirse con toda claridad que la decisión ideológica adoptada por sus impulsores de limitar el americanismo a las épocas precolombinas (“spécialement pour les temps antérieurs à Christophe Colomb”), llevaba implícita una voluntad de relativizar la importancia del Descubrimiento, del protagonismo trascendental de España y el Imperio español en América. Había que rebuscar fantásticas relaciones y conexiones previas de todo tipo con América, presentadas como resultados de sesudas investigaciones científicas, que pudieran afianzar las ideologías vinculadas a planes y programas políticos y económicos bien reales. Como es natural, nadie discutió entonces el propio concepto basura de América antecolombina, una ficción irreal, anacrónica e interesada que, además, busca forzar el protagonismo de Cristobal Colón, esa colonmanía que olvida que Colón se murió sin saber que había descubierto un nuevo continente. La idea de América es necesariamente posterior al Descubrimiento y a la intervención histórica de España, y muy pronto de Portugal (Tratado de Tordesillas de 7 de junio de 1494), en el Nuevo Mundo.

Pero los americanistas precolombinos convocados por Francia no sólo defendieron en público, sino que para burla eterna dejaron inmortalizadas las Actas de ese primer Congreso, con las especulaciones de Paul Gaffarel, Les Phéniciens en Amerique (págs. 93-130) donde defiende las supuestas reliquias que los fenicios se habrían olvidado por América; de Benedict Groendals, Note sur la découverte de l'Amérique antécolombienne (págs. 37-40) que reivindica para los islandeses, y no para daneses, noruegos o normandos, el primer descubrimiento de América; de un tal Foucaux, alentado por E. Petitot, que gracias a sutiles comparaciones de filología ficción entre el otomí y el chino, defiende la presencia de budistas en México en el siglo V de nuestra era: Relations qu'ont pu avoir ensemble, au commencement de notre ère, les Boudhistes d'Asie et les habitants de l'Amérique (págs. 131-134), teoría que provocó cierta discusión, pero sobre la que vuelve Lucien Adam, en Du Fou-Sang (págs. 144-161), que sitúa a los famosos monjes budistas chinos en el fantástico país de Fou-Sang, que por supuesto se empeña en colocar en algún lugar del Nuevo Mundo; o la detallada descripción que Gabriel Gravier, Le Roc de Dighton (págs. 166-192) hace del establecimiento que a comienzos del siglo XI habrían tenido los escandinavos en Massachussets; y las razones de John Campbell, en The traditions of the Ancient Races of Peru and Mexico identified with those of the Historical Peoples of the Old World (págs. 348-367), para asegurar que las razas civilizadas de México y Perú no enlazan con los semitas, sino que lo hacen directamente con los arios y los indoeuropeos del Viejo Mundo; &c.

Las Actas del segundo congreso de americanistas (Luxemburgo 1877) muestran que el origen ficción de los americanos reservaba todavía sorpresas: Hyde Clarke, en Les origines des langues, de la mythologie et de la civilisation de l'Amérique, dans l'Ancien Monde (págs. 158-167) presenta un panorama con pueblos pigmeos entrando por Bering, tribus africanas llegando vía Atlántico, y colonos sumerios desplazados haciendo escala en Australasia y Polinesia; y se prosigue la discusión abierta por Eugène Beauvois ya en el primer congreso, en el que había defendido vestigios de cristianismo, antes del año 1000, en el que sería Nuevo Mundo: el marqués de Monclar (pags. 227-235) destaca la singular coincidencia por la que, al parecer, existió cierto respeto precolombino por la Cruz y el hombre blanco. Pero, como además Emile Schmitz, en Pay-Tuma (págs. 363-366) precisó todavía más, y defendió que en el Paraguay pre-colombino el apostol Santo Tomás en persona había predicado el Evangelio; y además el abate Hengesh se había enfadado mucho con Francis A. Allen, quien al sostener tesis poligenistas habría atacado el dogma católico sobre el orígen humano, la cosa fue subiendo de tono, en discusiones sobre supuestas leyendas precolombinas de hombres blancos redentores nacidos de vírgenes, y se decidió trasladar al tercer congreso la discusión sobre la evangelización de América, católica por supuesto, anterior al 1492.

En efecto, en el tercer Congreso (Bruselas 1879) se incorporó al programa el tema «De la tradition de l'homme blanc et du signe de la croix», que permitió discusiones divertidísimas sobre la extensión o no del diluvio universal (de la tradición judía mediterránea) en América, la cuestión del llamado «diluvio azteca», en la que intervinieron Lucien Adam y el Conde Jacinto de Charencey; se discutió con ardor si la cruz precolombina es signo de cristianismo o no, y en las Actas pueden leerse trabajos como los siguientes: E. Peterken, L'Homme blanc et la Croix en Amérique (págs. 507-518); Marcos Jiménez de la Espada, Del Hombre blanco y signo de la Cruz precolombinos en el Perú (págs. 523-651); Emile Schmitz, Vestiges du Christianisme et de l'homme blanc en Amérique avant sa découverte par Christophe Colomb (págs. 493-507), &c.

Antes hemos mencionado la voluntad de algunos autores por restar valor a la tarea realizada por España en América, reduciendo primero todo lo que supuso la hispanización cristianizadora al viaje de Colón, e imaginando a continuación que aquellas tierras eran un lugar de tránsito frecuentado por arios, pigmeos, nórdicos, egipcios, griegos, budistas chinos y lo que se terciara. Pero no todo se reducía a ir enriqueciendo la leyenda negra antiespañola. Desde la filosofía católica, en pleno conflicto con el darwinismo y el positivismo (no se olvide que 1874, el año de la convocatoria de estos congresos, es el de la publicación del sectario libro de Juan Guillermo Draper, la Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia), se procuraba desesperadamente salvar los restos del naufragio ideológico que había significado el Descubrimiento de que había otros hombres en el Mundo, y la propia confirmación de los límites de la Tierra, una vez que ésta fue circunnavegada por primera vez, también por españoles. No sólo el Antiguo testamento contenía relatos mitológicos, aceptables quizá como explicaciones primitivas del mundo, sino que incluso el Nuevo testamento, escrito cuando por supuesto se ignoraba que la Tierra no se reducía al Mediterráneo y su entorno conocido, resultaba inconsistente, al haber aparecido inesperadamente nuevos hombres a los que no se había evangelizado, a pesar del mandato recibido por los apóstoles, &c. A quien le parezcan extravagantes aquel género de discusiones, que se pase por cualquiera de los templos mormones que los hijos de Utah han expandido por casi todas partes, y podrá comprobar que, ya comenzado el tercer milenio, hay millones de hombres que se creen a pies juntillas que Jesucristo no resucitó al tercer día, pues estaba de gira por América, como le contó el ángel y el profeta Moroni a José Smith y sus testigos... en pleno siglo XVIII norteamericano (también es verdad que por los años de estos primeros congresos de los americanistas se detectaba gran actividad de la Virgen por Lourdes, en la ilustrada Francia…).

En 1881 el IV Congreso Internacional de Americanistas se celebró en Madrid. Su presidente fue José Luis Albareda (1825-1897), y su secretario general Cesáreo Fernández Duro (1830-1908). Cesáreo Fernández Duro precisamente incorporó en este congreso a los vascos a la relación de precursores: Expediciones precolombinas de los vizcaínos a Terranova y a los países del litoral inmediatos (págs. 216-218); mientras Gervasio Fournier (págs. 312) defendía que habían sido los egipcios, conocedores de la Atlántida, los primeros en colonizar el Nuevo Mundo; y Bernardino Martín Mínguez (págs. 299-302) daba también por cosa segura que egipcios y griegos pisaron y habitaron las regiones americanas. Ni que decir tiene que la Atlántida, las imaginarias islas de San Borondón, las Siete Ciudades y los asuntos ya mencionados siguieron entreteniendo durante bastante tiempo a los americanistas: todavía en el XX Congreso, en 1922, Carlos Xavier Paes Barreto, A antiguidade Americana (v. 2, págs. 205-215), seguía defendiendo la Atlántida y negando que Colón hubiera descubierto América, &c. Como es natural, en estos congresos de americanistas se trataban también otros asuntos, de geografía, cartografía, arqueología, etnología, folklore, lingüística, &c., que en lo que tenían de descriptivo, técnico y positivo disimulaban mejor las ideologías dominantes.

Los primeros diez congresos se celebraron en Europa. A pesar del interés repetido desde muy pronto por congresistas americanos, de la América del español y de la América del inglés, por incorporar a los Congresos la alternancia de su celebración en el Viejo y en el Nuevo Mundo, hasta 1895 no se celebró el congreso de americanistas en América, en México. En Berlín, en 1888, se decidió que el congreso siguiente fuese en París, en 1890, y se presentó una propuesta para celebrar el Congreso de 1892 en Filadelfia. Pero Antonio María Fabié se opuso, pues argumentó que sería inapropiado convocar precisamente en América el Congreso del año del IV Centenario del Descubrimiento, que debía celebrarse en España. Terció Giuseppe Dalla-Vedova, dotado de poderes por la ciudad de Génova (uno de los sitios que se atribuyen ser la patria de Colón, como si de tal mitificación pudiesen salir reforzados los habitantes de un lugar), ofreciéndose como sede del Congreso de 1892. Ante lo delicado del asunto se prefirió dar largas y, como había tiempo, que la cosa se resolviera en el congreso siguiente. En efecto, en 1890, en París, donde ya debía decidirse en qué ciudad se celebraría el congreso de 1892, el del año del Cuarto Centenario, presentaron sus candidaturas España, proponiendo Sevilla o Huelva, Italia proponiendo a Génova, Estados Unidos a Filadelfia, México a su capital, Argentina a Buenos Aires y Nicaragua a Managua. En una primera vuelta quedó la discusión entre Estados Unidos y España, se votó luego favorablemente a España, hubo reclamaciones y al día siguiente, tras nueva votación, se decidió por fin que el IX Congreso, el de 1892, tuviese lugar en España. Se celebró en el Convento de Santa María de la Rábida, en Huelva, del 7 al 11 de octubre de 1892, precisamente con Antonio María Fabié (1834-1899) de presidente y Justo Zaragoza (1833-1896) como secretario general, y una participación de veintiseis países. [Una semana después se inauguraba en Sevilla el III Congreso Católico Nacional Español.]

★ Los americanistas por fin en América

El primer congreso de americanistas en tierra americana, el de México de 1895, fue todo un éxito: su presidente fue Joaquín Baranda (1840-1909) y Trinidad Sánchez Santos (1859-1912) el secretario general. Pero tras este congreso se produjo un paréntesis, pues ni un congreso decidido para La Haya, ni otro planeado para Lisboa (donde en 1897 se celebraba el IV centenario del descubrimiento del paso a las Indias orientales) llegaron a celebrarse, y no fue hasta el París de 1900, el de la Exposición Universal, quizá el momento más alto de la hegemonía cultural de Francia, cuando se reanudaron los Congresos, dotados con unos nuevos estatutos que miraban al siglo XX: «Art. 1. El Congreso Internacional de Americanistas tiene por objeto el estudio histórico y científico de las dos Américas y de sus habitantes.»

★ La lengua francesa va perdiendo fuerza

Aunque la única lengua oficial de los Congresos hasta 1888 fue el francés, de hecho en el Congreso de Madrid de 1881 se utilizó el español. Los estatutos de 1900 fijaron el español, el inglés y el francés como lenguas oficiales. En 1908 se reconoció el portugués como lengua oficial, y en el Congreso de Barcelona-Sevilla de 1964 (acuerdo ratificado en Mar del Plata en 1966) se incorporó a los estatutos un nuevo artículo sobre las lenguas: «Art. 8 bis. Las lenguas oficiales admitidas en el Congreso son: español, inglés, francés, alemán, portugués e italiano; aparte, en su caso, de la lengua del país en que se celebre la sesión.» [Obsérvese que los americanistas se sirven, por tanto, sólo de lenguas que se formaron inicialmente en Europa; y no faltará quien, utilizando cualquiera de esas mismas lenguas, creerá estar denunciando algún terrible agravio histórico, que no pasa de ser sino mera descripción de la cruda realidad, al calificar tal hecho como un ejemplo más de flagrante eurocentrismo.]

★ Pro «reservas de indígenas»

El seguimiento de algunas declaraciones adoptadas por los Congresos Internacionales de Americanistas a lo largo del siglo XX ofrece una muestra magnífica de la evolución de las ideologías que han ido afectando a etnólogos, antropólogos y otros americanistas en general. Los americanistas siempren quisieron mantenerse en un terreno «científico», al margen de políticas e ideologías (como si eso fuera posible), y por eso preferían quedarse con las reliquias del pasado, del pasado anterior a la invención de América, y preferían hacerlo desde la distancia del gabinete, desde Europa. Pero a medida que filólogos, arqueólogos, antropólogos y etnólogos fueron agotando el material bibliográfico preexistente, descubrieron que «nuestros contemporáneos primitivos» estaban ahí, como material vivo, esperando a ser estudiado. Ya en el Congreso de Viena, en 1908, el austriaco Karl Nebehay propuso que el Congreso solicitara, a los gobiernos correspondientes, la instauración de cátedras dedicadas al estudio de los idiomas indígenas: quechúa en la Universidad de Lima, aymara en la Universidad de La Paz, azteca y maya en la Universidad de México (pero el Congreso no aceptó tal propuesta, pues se declaró incompetente para elevar tal género de peticiones).

Pero en 1932 los americanistas, reunidos en su XXV Congreso en La Plata, Argentina, sí que se consideraron competentes y capacitados para hacer suya una propuesta de Martín Doello Jurado, y resolvieron aconsejar la creación de reservas de indígenas:

«Auspiciar la formación de las “reservas de indígenas”, a fin de procurar en vista del interés etnológico, la conservación de las razas autóctonas sudamericanas en sus lenguas y, en lo posible, con sus costumbres propias. Para este fin el Comité ejecutivo del presente Congreso designará una comisión especial para la Argentina, y procurará que esta finalidad se prosiga en las sucesivas reuniones del Congreso, como tema permanente, a fin de que en cada una de ellas se dé cuenta de lo realizado, en tal sentido, en los diversos países sudamericanos.» (vol. 1, pág. XLV.)

De esta manera, con esos zoológicos humanos llamados reservas de indígenas, podrían asegurar los sabios científicos estudiosos americanistas su campo de estudio, la posibilidad de continuar de manera pausada sus investigaciones etológicas sobre un terrario bien acotado, y donde sus alumnos, los alevines de antropólogos americanistas, pudieran experimentar ellos mismos sobre sus queridos cobayas, para confirmar o discutir con nuevas observaciones de discípulos aventajados las relaciones de parentesco ya descritas, o las rutinas y costumbres de aquellos americanos que vaya usted a saber desde donde habrían llegado hace unos cientos de años a la reserva, y por qué no, estudiar la variedad de influencias que sobre tales indígenas del reservorio irían produciendo las legiones de misioneros disfrazados de antropólogos, o las de antropólogos disfrazados de misioneros, para poder así, cada dos años, presentar interesantísimas y eruditas comunicaciones ante sus colegas congresistas, antesala de la cátedra que algún día quizá podrían ocupar, incluso en una Universidad fundada ya en el siglo XVI por los españoles en América, pero eso, qué más da.

★ ¡Rápido, que se acaban los indígenas!

Tras la liquidación del racismo nazi, y el desmantelamiento de sus campos de concentración y de exterminio, las cosas no podían seguir igual, había que disimular un poco lo de las reservas de indígenas, que ya no valía la disculpa del interés para la ciencia, pues también los científicos alemanes habían investigado mucho en Dachau, Buchenwald, Ravensbrück, Auschwitz o Mauthausen.

El primer congreso tras el paréntesis de la Segunda Guerra Mundial se celebró de nuevo en París, como tras la crisis de 1900. Ese XXVIII Congreso, el de 1947, presidido por Paul Rivet (1876-1958) y con André Leroi-Gourhan como Secretario general, fue el primero en el que intervino Claudio Lévi-Strauss.

Al año siguiente, además, la ONU promulgó su Declaración universal de los derechos humanos: las cosas tenían que ir cambiando, no había por qué esperar a la Declaración universal de los derechos del animal. Además las reservas no funcionaban y esos indígenas estaban o avocados a desaparecer físicamente o a integrarse en la cultura nacional de cada Estado, abandonando su identidad de indígena, pero alcanzando la de persona, capaz de salir del zoológico, capaz de poder ir descubriento la realidad universal, que no se circunscribe a una aldea, a una reserva, que sólo es idílica para quien la estudia desde su cómodo gabinete urbano.

Por eso, en su XXXIV Congreso (Viena 1960), los americanistas, que saben que se les está acabando aquel material tan interesante para sus estudios científicos y académicos, que saben ya que el indígena es efímero, piden que la técnica y la medicina entren en la reserva, para que, integrádose un poco en el mundo moderno, les pudiesen durar más:

«Considerando que los indígenas Shetá, recientemente descubiertos en el Estado de Paraná, representan para la ciencia el caso excepcional de un grupo que ha logrado mantener su cultura de la edad de piedra en el corazón de una de las regiones más desarrolladas del Brasil, ofreciéndonos así la oportunidad única de conocer la manera de vivir de los habitantes precolombinos del Brasil meridional; considerando que la cultura de estos indígenas sufrirá cambios rápidos, y que dentro de un periodo de tiempo muy corto sería ya tarde para emprender su estudio, con lo cual se perdería la última oportunidad de resolver muchos problemas científicos; recomienda que a la brevedad posible deben encontrarse los medios necesarios para mandar especialistas que estudien a los Shetá, utilizando todos los recursos de la antropología moderna; y expresa el deseo de que tales estudios no sólo beneficien la ciencia del hombre sino que sirvan también a los Shetá para conseguir toda la asistencia técnica y médica necesaria a fin de que puedan integrarse en el mundo moderno. (...) Considerando la gradual extinción de los indígenas Terribí en las cabeceras del río Changuinola (Panamá) y la creciente aculturación de los Térraba (Costa Rica), se recomienda un estudio comparativo entre ambos grupos emparentados, antes de que el primero desaparezca por completo y el segundo llegue a integrarse de manera total al modo de vida rural-urbano.» (págs. 26-27.)

Pueden seguirse a lo largo de los Congresos las recomendaciones y felicitaciones que se hacen, sobre todo por los americanistas lingüistas (Kenneth L. Pike participó por ejemplo en el Congreso de Costa Rica de 1958), a medida que se van creando cátedras para el estudio de las lenguas americanas, que luego se convertirán en instrumentos no sólo de estudio sino también de reivindicación y aprovechamiento político e ideológico de todo tipo (es muy instructivo seguir el ritmo cronológico de los centenares de traducciones de la Biblia a todas las lenguas y dialectos imaginables, promovidas y financiadas sobre todo por protestantes anglosajones –¿Pescadores de hombres o fundadores de Imperio?–, con el ritmo cronológico de los conflictos políticos, en nuestra América y en otras partes del mundo, durante la segunda mitad del siglo XX y por supuesto en el siglo XXI).

★ Un toque precursor de «filosofía en América»

Durante su primer siglo de existencia sólo una vez se preocuparon los Congresos Internacionales de Americanistas directamente por la filosofía (entendida como una disciplina gremial más). Sucedió en el Congreso de Costa Rica, en 1958. La comisión organizadora de ese Congreso (su presidente fue por primera vez una mujer, Doris Z. Stone; Carlos Meléndez su secretario general) «incluyó dentro de su programa, además de los temas tradicionales en estos congresos, el de la Filosofía en América. Con ello buscaba mejorar la comprensión e integración de los distintos aspectos que ofrece nuestro continente y además facilitar el intercambio de puntos de vista con los especialistas de las diversas áreas culturales.» [En la mención que Juan Comas, en su historia crítica, hace de esta solitaria sección, se desliza un mínimo error, pero que afecta de forma radical al sentido: dice Comas que esa sección se dedicó a «la Filosofía de América», pero en las Actas, que él cita, se lee «la Filosofía en América».] A la sección de filosofía del Congreso de Americanistas de 1958 presentaron sus trabajos diez autores (entre ellos Constantino Láscaris Comneno y Pablo Antonio Cuadra), que fueron publicados como tomo III de las Actas, y que desde julio de 2001 están disponibles en internet.

★ Del guevarismo a la «liberación»

¿Qué dirían aquellos pulcros americanistas decimonónicos si pudiesen saber del multitudinario XXXIX Congreso celebrado en Lima en 1970? Quedarían asombrados de la capacidad de convocatoria del americanismo en el Perú, con cerca de dos mil congresistas (el presidente del Congreso de Lima fue José Matos Mar, y Fernando Fuenzalida su secretario general). Pero quedarían más asombrados todavía con las resoluciones adoptadas por el Congreso, delicioso material repleto de ideologías absolutamente contradictorias, magnífico ejemplo para la más feroz crítica filosófica y política, y en donde no faltan ni la condena a la agresión hacia el pueblo de Vietnam ni la exigencia de libertad para Abimael Guzmán, y donde siguen rondando, quizá sin que aquellos revolucionarios fueran conscientes, las añoradas reservas de indígenas:

«Que todas las comunidades sometidas directamente o indirectamente por parte de los poderes dominantes y amenazados de desaparición física, o como entidades culturales, son pueblos oprimidos. Sostener los movimientos de liberación nacionales de todos los pueblos orpimidos y la realización de esfuerzos exteriores para ayudar al reconocimiento internacional de su expresión política. Exige que en el caso de minorías étnicas sean tomadas las medidas indispensables para detener el etnocidio y el genocidio que se perpetúa contra ellas. (...) Los gobiernos, las misiones religiosas y los órganos asistenciales resultan conniventes con el exterminio –intencionado o no– de las poblaciones indígenas, cuando no les aseguran: 1º El registro legal como propiedad tribal, inalienable, del territorio que los indígenas ocupan y de donde obtienen su subsistencia, en base a la tecnología que dominan; 2º El castigo ejemplar de todo crimen u opresión contra comunidades indígenas, sobre todo destinados a desalojarlos de su territorio para establecer en él haciendas particulares; 3º La garantía a los indígenas del derecho de ser ellos mismos y de expresar su propia cultura, sin sufrir compulsiones en forma de programas asimilacionistas o catequéticas de carácter sectario o intolerante; 4º El amparo a las comunidades indígenas en su propio territorio, evitándose su traslado y, sobre todo, el reunir indígenas de diferentes tribus en los mismos refugios; 5º El respeto a la familia indígena, no admitiendo su desmembramiento a ningún título, especialmente la separación de padres e hijos para internar a estos últimos en orfanatos; 6º La vigilancia permanente sobre la frontera de expansión de la sociedad nacional, a fin de que los proyectos oficiales o privados de colonización no creen oportunidades para nuevos exterminios de poblaciones indígenas.
(...) En los diversos países de América, intelectuales, obreros, campesinos y estudiantes son perseguidos, presos y aún torturados por expresar sus ideas y luchar por ellas. Muchos de esos intelectuales podrían haber contribuido brillantemente con sus trabajos en este Congreso. Exigimos por eso su libertad y la libertad de todos los obreros, campesinos y estudiantes. (...) La penetración imperialista no sólo se expresa en el sometimiento económico y político de nuestros pueblos, sino que también destruye nuestra cultura y es nociva para el desarrollo de una ciencia que para ser ciencia tiene que ser auténtica; finalmente protestamos contra la brutal agresión en Vietnam, Camboya y otros pueblos del mundo y condenamos a los científicos de todas las categorías que con sus investigaciones contribuyen directa o indirectamente a los fines imperialistas.
(...) llamar la atención de los americanistas hacia los problemas fundamentales del desarrollo de los pueblos latinoamericanos que buscan un porvenir mejor; hacer un llamamiento a los Congresistas para promover en sus respectivos países estudios científicos comprometidos con estos problemas; recomendar a la Comisión Permanente del Congreso reconsiderar sus estatutos a fin de facilitar, en los próximos Congresos Internacionales de Americanistas, la discusión de los problemas mencionados.
(...) la libertad de los presos políticos, auténticos luchadores sociales precursores de la Reforma Agraria y que aún siguen en los presidios del país alejados del actual proceso. En las prisiones se encuentran campesinos e intelectuales partícipes en otro momento de la transformación agraria, entre los que además hay miembros de este Congreso, tales como Abimael Guzmán y Osmán Morote. No debemos dejar de mencionar a intelectuales revolucionarios también en prisión, como Hugo Blanco, Héctor Béjar, Ricardo Béjar, Ricardo Gadea, Elio Portocarrero, y muchos otros para los que se pide Amnistia general. Por lo demás, hoy el fiscal pide 15 años para el campesino luchador Antonio Meza Bravo, por lo que el Congreso también pide se detenga todo tipo de persecución y sanciones.» (vol. 1, págs. 121-125.)

Era evidente que las cosas habían cambiado, que, en puertas de cumplir su primer siglo, el Congreso tenía un interés por América y por el mundo muy diferente del que había movido a sus fundadores, aquellos franceses ingenuos y bienpensantes que no acababan de entender las razones por las cuales habían rechazado aquellos indígenas a un emperador tan bondadoso e ilustrado como Maximiliano el Fusilado. ¿Qué hacer? El mejor conocedor de la historia del primer siglo de Congresos Internacionales de Americanistas, Juan Comas, poco antes de celebrarse en México el Congreso de 1974, para el que preparó su libro, hizo entonces el siguiente comentario, planteando la propia continuidad de la institución:

«Los Congresos han contribuido muy eficazmente durante varias décadas al conocimiento del Nuevo Mundo; pero cabe ahora preguntarse ¿tiene razón de ser, en el último tercio del siglo XX, la continuidad de tales Congresos bajo el rubro general de Americanística? ¿Cuál es actualmente el significado de dicho término? ¿Por qué no hablar también, en análogas circunstancias, de Congresos Internacionales de Africanistas? ¿O de Europeístas? Quizá haya llegado el momento de abordar a fondo este problema, en forma definitiva.» (páginas 114-115.)

★ Algunos europeos latinoamericanistas se independizan

Como es natural el americanismo de finales del siglo XX no podía ser el mismo americanismo de finales del siglo XIX. El mundo había cambiado no poco en esos cien años: ya no contenía dos mil millones, sino seis mil millones de hombres; ya eran residuales las situaciones de dependencia colonial clásica, sustituidas por otras formas de dependencia más sutiles y eficaces; la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas (imperio de la lengua inglesa, la ONU y los derechos humanos, las democracias formales, &c.), incluida la recuperación del capitalismo liberal frente a los ensayos nacionalsocialistas y a los proyectos comunistas, &c. Y así como América entendida como absoluto sólo tiene sentido a escala geográfica (un continente) o ideológica («América para los (norte) americanos»), pues es muy diferente la América heredera del imperialismo depredador protestante anglosajón de la América heredera del imperialismo generador católico hispano, es natural que el americanismo no sólo sufriera evoluciones durante esos años, sino también enfrentamientos, divisiones, segregaciones y escisiones.

Cuando el congreso de Perú en 1970 la efervescencia era total, sobre todo en «nuestra América»: movimientos de liberación nacional, estimulados por la revolución cubana y el guevarismo, en los que además se reflejaban las disputas entre chinos y soviéticos; dictaduras militares, contra revolucionarias y anticomunistas, auspiciadas por el americanismo tataranieto de Monroe; los cómplices y pescadores a río revuelto, desde las sectas protestantes creciendo también como hongos, a las pretendidas liberaciones de raigambre teológica católica, pasando por los radicalismos de salón de intelectuales europeos, particularmente franceses o afrancesados, &c.

Pero cuando el congreso de Suecia en 1994 también las cosas habían cambiado, sobre todo en Europa, donde se había ya consumado el barrenamiento de la Unión Soviética, el final de la Guerra Fría, y Alemania unida afianzaba cada vez más su protagonismo europeísta. Era la primera vez que, tras esta modificación absoluta del mapa estratégico ideológico europeo, se reunían de nuevo los americanistas en Europa. Y de la mano de la organización CEISAL, Consejo Europeo de Investigaciones Sociales de América Latina (constituida curiosamente en Alemania en 1971, al año siguiente del Congreso de Lima), aprovechando la reunión del Congreso Internacional de Americanistas, se impulsó la creación de un Congreso Europeo de Latinoamericanistas, cuya primera reunión, patrocinada además por España, tuvo lugar en Salamanca en 1996.

★ ¿En español o en inglés, ICA o CIA?

El último Congreso Internacional de Americanistas celebrado en el siglo XX, la reunión en la que además se cumplieron las bodas de oro de la institución, el 50 Congreso, celebrado en Varsovia del 10 al 15 de julio de 2000, se convocó en dos lenguas, en las dos lenguas internacionales y universales en que se enfrentan las Américas, el inglés y el español.

Ninguna mesa redonda o simposio en francés (y sólo uno o dos en portugués). ¡Qué efímera la presencia omnímoda de la lengua francesa en tantos usos e instituciones, que parecía firmemente consolidada sólo cien años antes, en el París triunfante de 1900! Además el Congreso, a estas alturas de su existencia, había ya decidido abandonar el sistema romano de numeración, para adoptar el árabe: «50 Congreso» y no «L Congreso». Y se habían introducido las siglas economizadoras, que el Congreso tuvo que buscar casi de forma obligada en la lengua de Washington y no en la de Bolívar, y así, desde las últimas reuniones, los gremios afectados se refieren al Congreso como ICA (por ejemplo: ICA 49, ICA 50, 50 ICA). ¿No hubiera parecido un cachondeo el haber derivado las siglas del español [o incluso del olvidado francés], para reducir el nombre del Congreso a la forma: CIA? ¿O quizá no?

★ Por Las Américas hacia la República Popular China

Los americanistas de final del siglo XX y de principios del siglo XXI ya no hablan de las dos Américas, tampoco de América, sino que prefieren referirse (aunque sea en español o en inglés) a las Américas. Y así el Congreso de Quito de 1997 (organizado por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador) adopta como lema: “Reflexionar sobre el pasado y el presente de Las Américas, para planificar su futuro”, el de Varsovia en 2000 “Mensajes universales de Las Américas para el siglo XXI», el de Santiago de Chile de 2003 “Repensando las Américas en los umbrales del siglo XXI”… el de San Salvador de 2015 “Conflicto, paz y construcción de identidades en las Américas”.

En la reunión de los americanistas en Polonia pudieron celebrarse varias cosas: el último congreso del siglo XX, los 125 años desde el inaugural Congreso de Nancy, las «bodas de oro» por cumplirse la reunión 50, pero también constituir el primer Congreso Internacional de Americanistas organizado por un país del antiguo socialismo real. Es del mayor interés el texto de Andrzej Dembicz presentando el 50 Congreso y sus preparativos, por los análisis tendenciales que contiene (predominio de «temáticas antropológicas y de humanidades» así como de las «temáticas latinoamericanas», «decreciente participación de estudiosos de los EE.UU. y Canadá») y sobre todo por la voluntad explícita no sólo de «reconquistar» a los estudiosos yanquis perdidos, sino de «conquistar» a los científicos chinos que, en la República Popular China, mantienen al parecer centros de estudios «básicos y estratégicos» sobre asuntos americanos. Es obvio que no se está buscando volver sobre aquellos supuestos budistas del siglo V antecesores de los hermanos Pinzón, pero sí quizá atar cabos sueltos de senderos luminosos que no están en absoluto apagados.

Nada mejor que analizar los asuntos a los que se dedicaban las 10 mesas redondas y los 78 simposios anunciados para Varsovia 2000 (al final se celebraron 7 mesas redondas y 77 simposios), para poder apreciar la importancia ideológico estratégica y la potencia que mantiene el Congreso. En el grupo temático más filosófico (usan la sigla FIL), el denominado Pensamiento, Religión, Educación (Pensamiento es vertido como Ideas en la versión en inglés), se organizaron 10 simposios, entre ellos FIL-1 Filosofía e interculturalidad: una perspectiva universalizable desde las Américas, coordinado por Raúl Fornet Betancourt y Janusz Wojcieszak; y FIL-2 La utopía para América y los desafíos del siglo XXI, coordinado por Horacio Cerutti-Guldberg, Oscar Aguero y Fernando Ainsa. Los organizadores esperaban contar, antes del Congreso, con 2.500 participantes; tras la reunión resultó que asistieron 1.819 personas (217 estudiantes, nada menos que 1500 ponentes). La mitad –901– procedentes de Iberoamérica (de México 251, de Brasil 229, de Argentina 192, &c.); de Europa 682 (casi la mitad –315–, como es natural, de Polonia); de Estados Unidos y Canadá 215, de Asia sólo quince y de Australia seis.

Reuniones del Congreso Internacional de Americanistas desde 1875

CongresoLugarAñoActasPresidente / Lema
INancy, Francia18752v 958p 40tBarón Guerrier de Dumast (1796-1883)
IILuxemburgo18772v 1010p 46tFrançois-Xavier Wurth-Paquet (1801-1885)
IIIBruselas, Bélgica18792v 1516p 51tBarón A.C.A.L. Goethals (1812-1888)
IVMadrid, España18812v 846p 37tJosé Luis Albareda (1825-1897)
VCopenhague, Dinamarca18831v 444p 33tJohan Jakob A. Worsaae (1821-1885)
VITurín, Italia1886Resumen 48pAriodante Fabretti (1816-1894)
VIIBerlín, Alemania18881v 820p 44tWilhelm Reiss (1838-1908)
VIIIParís, Francia18901v 712p 72tArmand de Quatrefages Breau (1810-1892)
IXHuelva, España18921v 464p 19tAntonio Maria Fabié Escudero (1832-1899)
XEstocolmo, Suecia18941v 276p 18tGustav Adolf Tamm (1838-1929)
Rudolf Virchow (1821-1902)
Adolf Erik Nordenskiöld (1832-1901)
XIMéxico D.F., México18951v 576p 54tJoaquín Baranda (1840-1909)
XIIParís, Francia19001v 404p 22tErnestt Hamy (1842-1908)
XIIINueva York, EE.UU.19021v 414p 40tMorris K. Jesup (1830-1908)
XIVStuttgart, Alemania19041v 882p 55tKarl von den Steinen (1855-1929)
XVQuebec, Canadá19062v 946p 61tRobert Bell
XVIViena, Austria19081v 768p 52tWilhelm Freiherr von Weckbecker (1859-1936
XVIIBuenos Aires, Argentina
México D.F., México
19101v 782p 59t
1v 518p 45t
José Nicolás Matienzo (1860-1935)
Eduard Seler (1849-1922)
XVIIILondres, Inglaterra19121v 658p 75tClements Robert Markham (1830-1916)
XIXWashington D.C., EE.UU.19151v 708p 90tJohn W. Foster (1836-1917)
XXRío de Janeiro, Brasil19223v 1270p 97tAntonio Carlos Simoens da Silva (1871-1948)
XXILa Haya, Holanda
Gotenburgo, Suecia
19241v 476p 48t
1v 746p 68t
Theodore Felix Albert Delprat
Oscar von Sydow (1873-1936)
XXIIRoma, Italia19262v 1469p 93tAmedeo Giannini (1886-1960)
XXIIINueva York, EE.UU.19281v 996p 94tFranz Boas (1858-1942)
XXIVHamburgo, Alemania19301v 388p 39tGeorg Christian Thilenius (1868-1937)
XXVLa Plata, Argentina19322v 790p 57tRicardo Levene (1885-1959)
XXVISevilla, España19352v 980p 65tGregorio Marañón Posadillo (1887-1960)
XXVIIMéxico D.F., México
Lima, Perú
19392v 1285p 109t
2v 1303p 92t
Alfredo Solf Muro (1878-1969)
Alfonso Cano (1896-1970)
XXVIIIParís, Francia19471v 748p 108tPaul Rivet (1876-1958)
XXIXNueva York, EE.UU.19493v 1103p 122tAlfred L. Kroeber (1876-1960)
XXXCambridge, Inglaterra19521v 279p 45tJ. Eric S. Thompson (1898- )
XXXISão Paulo, Brasil19542v 1246p 89tPaul Rivet (1876-1958)
XXXIICopenhague, Dinamarca19561v 748p 92tKaj Birket-Smith (1893- )
XXXIIISan José, Costa Rica19583v 1392p 133tDoris Z. Stone
XXXIVViena, Austria19601v 882p 111tRobert Heine-Geldern (1885-1968)
XXXVMéxico D.F., México19623v 1900p 206tIgnacio Bernal (1910- )
XXXVIBarcelona-Sevilla, España19644v 2492p 259tLuis Pericot García (1899- )
XXXVIIMar del Plata, Argentina19664v 1937p 123tAlberto Rex González
XXXVIIIStuttgart-Munich, Alemania19684v 2102p 228tHermann Trimborn (1901- )
XXXIXLima, Perú19709v 170tJosé Matos Mar (1921- )
XLRoma-Génova, Italia19724v 215tErnesta Cerulli
XLIMéxico D.F., México1974  
XLIIParís, Francia1976  
XLIIIVancouver, Canadá1979  
XLIVManchester, Inglaterra1982  
XLVBogotá, Colombia1985  
XLVIAmsterdam, Holanda1988  
XLVIINueva Orleans, EE.UU.1991  
XLVIIIEstocolmo-Uppsala, Suecia1994  
49Quito, Ecuador1997 «Reflexionar sobre el pasado y el presente de Las Américas, para planificar su futuro»
50Varsovia, Polonia2000 «Mensajes universales de Las Américas para el siglo XXI»
51Santiago de Chile2003 «Repensando las Américas en los umbrales del siglo XXI»
52Sevilla, España2006  
53Ciudad de México2009  
54Viena, Austria2012  
55San Salvador, El Salvador2015 «Conflicto, paz y construcción de identidades en las Américas»

Fuente hasta 1972: Juan Comas, Cien años de Congresos Internacionales de Americanistas, 1974 (algunos congresos tuvieron dos sedes; en Actas figuran el número de volúmenes, páginas y trabajos publicados)

Sobre el Congreso Internacional de Americanistas

Juan Comas, Cien años de Congresos Internacionales de Americanistas. Ensayo histórico-crítico y bibliográfico, Instituto de Investigaciones Históricas, Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM, México 1974, 543 págs.

Sobre el Congreso Internacional de Americanistas en el Proyecto Filosofía en español

1875 Congreso americanista de Nancy (en Revista Europea)

1958 Actas del XXIII Congreso Internacional de Americanistas. Sección de Filosofía

2000 Andrzej Dembicz. Preparativos del 50 Congreso Internacional de Americanistas

2000 50 Congreso Internacional de Americanistas (Varsovia 2000)

gbs