La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Inocencio María Riesco Le-Grand

Tratado de Embriología Sagrada
Parte Segunda
/ Capítulo tercero

§. VI
De los cuidados que se deben al hijo


Si no tuviéramos otras pruebas para convencernos de que el hombre es sociable, o nacido para la sociedad, sería suficiente fijar nuestra atención sobre la condición débil y delicada del hombre en su nacimiento. Al momento que rompiendo el claustro maternal abre sus- delicados ojos a la luz, implora con sollozos nuestro auxlio, y llora anticipadamente los males que ha de experimentar un día.

Unos nacen fuertes y robustos, y otros en un estado débil y delicado. Cuando el niño nace sano, se le desenreda el cordón si le tiene rodeado al cuello, se le coloca de lado entre las piernas de la madre con la espalda vuelta a la vulva, y arrimada a ella, [291] para impedir que tire el cordón, y que los materiales que salen de la matriz, caigan en la boca del recién nacido, y al mismo tiempo permitir que entre el aire en los pulmones. En seguida se le corta el cordón, ya sea con tijeras o con un instrumento cualquiera.

La sección del cordón se hará como a dos pulgadas y media de las paredes abdominales. Si el niño llora, se puede proceder a atar inmediatamente el cordón, y si no llorase debe investigarse antes la causa no sea que se halle en estado de apoplejía, o asfixia. Se hace un cordón con algunas hebras de hilo retorcido, y se dan dos o tres vueltas circulares al cordón, sujetando la primera con un nudo sencillo, y la última con un nudo doble. Moreau es de opinión, que en la atadura del cordón no se emplee el hilo, sino una cinta. Se hace preciso que el lazo no comprenda la piel, aun cuando esta se prolongue sobre el cordón.

Se procede inmediatamente a limpiar el niño, cuyo cuerpo está cubierto de una capa sebácea, y manchado de sangre. Para quitar la capa sebácea se frota el cuerpo de la criatura con aceite o manteca fresca, enjugándole en seguida con un paño caliente: después se sumerge al recién nacido en un baño de agua templada como de unos veinte y cinco grados, el cual debe tener una tercera parte de vino puro del país. Son muy perjudiciales los baños con vino puro, o aguardiente y suelen traer consecuencias funestas en adelante, y tal vez la muerte.

Se citan por algunos, las costumbres de los Lapones, Incas, Alemanes, e Irlandeses, que bañaban los niños [292] recién nacidos en agua fría, y aun en la nieve: sea lo que se quiera, en España sería una costumbre bárbara y perniciosa. Estos baños generales deben continuarse si puede ser toda la vida, porque facilitan la transpiración y aumentan la lozanía y robustez del cuerpo.

Antes de proceder a envolver al niño en los pañales, se le debe curar el ombligo, lo cual se ejecuta rodeándole un cuadrado de lienzo fino con un agujero en su centro que permita el paso del cordón, el cual se coloca en la parte superior izquierda del abdomen. El cordón cae naturalmente al tercero, o cuarto día.

Se coloca después en la cabeza del niño un casquete de franela muy fina, sobre el cual llevará el gorro, la camisita debe de ser muy corta, cuidando que el pecho, y los brazos estén bien abrigados. El uso de las camisitas de franela, es muy saludable. Se le rodea un pañuelo de lienzo al cuello, y se le envuelve en las mantillas teniendo sumo cuidado que la envoltura no esté ni muy apretada ni muy floja. Los brazos del niño deben estar libres, y es un error creer como sucede en algunos pueblos de Castilla y Galicia, que tienen más fuerza aquellos niños a quienes se les envuelve los brazos por espacio de cuarenta días. Las fajas deben estar flojas y casi fáciles a desprenderse. Toda opresión es malísima, y con el tiempo tiene funestos resultados. {* Si nuestras ocupaciones nos lo permiten publicaremos un tratado sobre la educación física y moral de los niños hasta los siete años, que hace suma falta. (N. del A.)} [293]

Pocas horas después de haber nacido la criatura suele orinar, lo cual se apresura envolviéndole en pañales calientes. Poco después arroja también una especie de excremento negruzco, llamado meconio, y es señal de robustez, si lo hace a poco tiempo de haber nacido. La madre no debe dar el pecho al niño, hasta que este haya expelido el meconio, otros por el contrario son de opinión que la primera leche de la madre llamada comúnmente calostros, es lo más a propósito para purgar al recién nacido y hacerle expeler el meconio.

Si su madre no puede lactarle debe procurársele inmediatamente una nodriza, la cual siempre debe ser de la misma edad de la madre, y en otro caso más joven. Los accidentes que sobrevienen en los niños, dice Moreau, a quienes su misma madre no puede lactar, proceden frecuentemente de que la necesidad de esperar la nodriza, hacen que queden demasiado tiempo sin mamar; esta abstinencia prolongada es una causa de tormento para su tubo digestivo, y la leche de que en seguida se llenan con avidez, les ocasiona indigestiones, cuyas consecuencias pueden ser más o menos graves.

Toda madre debe criar a su hijo; así lo manda la naturaleza, y este cumplimiento es un deber sagrado, tanto más apreciable, cuanto más voluntario. Las madres que sin justos motivos no crían a sus hijos no pueden reclamar algún día el título entero de madres, puesto que se negaron a darle el más precioso licor de los primeros años de la vida. La que no ha lactado [294] jamás a ningún hijo se ha privado de un placer que sólo pueden explicar las madres que han visto crecer y desarrollarse en su pecho al fruto de sus entrañas. El confesor que es consultado por una madre, debe contentarse con decir, si el facultativo es de opinión que puede V. lactar a su hijo tiene V. una obligación de conciencia; en el caso contrario la madre puede y debe buscar nodriza.

Toda mujer de constitución débil, y afectada de tubérculos no debe criar. Lo mismo sucede con las delicadas de estómago, y propensas a cólicos, y aquellas cuyos esposos tienen humores viciados, que le han sido comunicados.

Muchas veces hemos visto mujeres débiles que se han robustecido dando de mamar a sus hijos, y es un error creer que la lactancia envejece a las madres. También lo es creer que la leche de cabras es mejor que la de otra mujer. Este medio debe usarse cuando los niños están atacados de sífilis, para que no infecten a las nodrizas, las cuales tienen un derecho a cerciorarse de la robustez del niño, así como los padres examinan la robustez del ama. El biberón y el pistero son medios usados con buen éxito, mas en nuestro concepto, lo mejor es la nodriza.

Esta debe elegirse de igual o menos edad que la madre, robusta, siendo preferibles las aldeanas de cortos alcances, de pecho ancho, fácil respiración, y de una gordura mediana, ni muy gruesa, ni muy flaca. Debe tener buena dentadura para que haga bien la masticación y la digestión; teniendo cuidado que [295] no la huela el aliento, lo que sucede con más frecuencia en las muy rubias. Los pechos deben ser voluminosos, duros, móviles, y sembrados de venas azuladas, los pezones prominentes, eréctiles, y rodeados de pequeños tubérculos. Cuando se les comprima con el dedo, debe salir leche por un gran número de agujeros; cuando no sale más que por cuatro o cinco, la nodriza es mala.

El color de la leche debe ser de un blanco mate, con un viso ligeramente azulado. Puesta una gota de leche sobre la uña se pega a ella, y cuando se inclina el dedo corre formando cola, si cae en oleada es una prueba de que la leche no tiene bastante consistencia.

La nodriza no debe padecer erupciones cutáneas, ni olerla mucho el sudor, ni tener flores blancas, glándulas infartadas, ni haber padecido venéreo, aunque hayan pasado algunos años, y se crea enteramente curada.

Las celosas, envidiosas, vengativas, apasionadas o melancólicas no son buenas; su carácter debe ser moderado y alegre. Deben hacer ejercicios cómodos y saludables, pasear, y ejercitarse en algunos trabajos de la casa, que no puedan mortificarla. Los alimentos deben ser sanos, sencillos y de fácil digestión. Animales, vegetales, y frutas bien sazonadas, producen buena y abundante leche.

No deben usar del café, chocolate, licores, ni vino puro, tampoco les conviene las especies, salsas, ni demás composiciones. El pescado, carne salada, y el queso añejo, tampoco es bueno. [296]

La nodriza casada no debe prohibírsela absolutamente el uso del matrimonio, porque tendría malos resultados. Deben usarle con temperancia y no dar el pecho al niño hasta pasada lo menos media hora.

Debe acostumbrarse a los niños desde el principio a una ligera papilla de harina tostada, que puede ser de leche buena y recién ordeñada. Después se va graduando el alimento con sopitas caldosas hervidas y de este modo se les prepara al destete. Este no debe ser repentino porque se expondría a graves males.

En cuanto a la luz debe acostumbrarse a los niños paulatinamente, para que no adquieran vicios en la vista. La observación, el asiduo cuidado, y la vigilancia de los padres, son los únicos medios que reclama el recién nacido para atravesar el primer año de su vida que tan peligroso es casi siempre. Sin estos medios perecen innumerables niños por un excesivo, y mal entendido cuidado, del mismo modo que otros son víctimas del abandono, de aquellos que le dieron el ser. [297]


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Inocencio María Riesco Le-Grand, Tratado de Embriología Sagrada (1848)
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