La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Inocencio María Riesco Le-Grand

Tratado de Embriología Sagrada
Parte Segunda
/ Capítulo primero

§. I
De la preñez extrauterina, o anormal


Las preñeces extrauterinas comprometen muchas veces la vida de la mujer, y deben considerarse como uno de los mayores males que pueden ocurrir a las embarazadas. Los antiguos poco habituados al escalpelo no dejaron consignada historia alguna de embarazos extrauterinos, sin duda porque no daban crédito a sus ojos, o porque dudaban de que llegasen a esta altura las desgracias de las mujeres. Efectivamente, como dice un autor, quedarse aprisionado el germen [188] en el mismo receptáculo en que recibiera la animación, o quedar estancado en las trompas, o caer en el vientre; crecer desarrollarse, y morir convirtiéndose el mismo vientre de la madre, en sepultura de su propio hijo con exposición de morir ella también, puede con razón llamarse, gran calamidad de la mujer.

Se dice que un famoso médico llamado S. Mauricio fue el primero que hacia el año de 1682 descubrió una preñez extrauterina, principiando desde entonces el estudio de la teoría de la generación. Este médico encontró en el cadáver de una mujer que había muerto de un síncope un feto nadando en sangre en el bajo vientre, la matriz estaba intacta; pero el ovario derecho estaba rasgado, y tuvo motivo para creer que se había verificado su desarrollo en este órgano, y que habiendo llegado a su completa madurez, se abrió paso rasgando el tejido del ovario, produciendo un derramen de sangre que quitó la vida a la mujer.

Hay algunos autores que señalan las causas de los embarazos extrauterinos, pero son bastante obscuras; sin embargo las expondremos. Los fisiólogos han dicho que podían provenir de un vicio de las trompas, de la desviación de sus conductos, de la densidad de sus membranas capaz de destemplar la armonía de sus oscilaciones, pero hay algunos que las atribuyen a influencias morales; ya que una soltera, viuda, o casada sobrecogidas de temor en el momento de sus goces clandestinos, interrumpan las oscilaciones venéreas indispensables, en el momento preciso que el aura viril ha fecundado el germen; ya que la falta de armonía en [189] los estímulos del placer ocasionada por la diferente constitución de los consortes puede ocasionar el embarazo extrauterino.

De todos modos si el germen fecundado no se desprende del ovario se desarrollará en él; y si es desprendido de este órgano, y el pabellón de la trompa no le abraza a tiempo, caerá en la cavidad del vientre, y se implantará en cualquiera punto de él.

De los tres embarazos extrauterinos el tubal es el más frecuente. Tiene lugar en una de las trompas, conductos membranosos, que tienen nacimiento en los ángulos laterales del útero, están flotantes en la cavidad abdominal, y se terminan por una abertura dilatada, que se aplica sobre el ovario, al momento de la fecundación, sirviendo de conductor al principio fecundante y al principio de la fecundación que desciende por uno de estos conductos en la cavidad uterina. Tiene lugar esta preñez cuando el huevo desprendido del ovario descendiendo en el útero, se detiene por una causa cualquiera en la trompa, y se desarrolla.

La preñez abdominal es la más frecuente después de la tubal. En este caso el huevo desprendido del ovario contrae adherencias que desarrolla en sus membranas rodeadas de un quiste membranoso, que le contiene en vez de la matriz.

Finalmente la preñez ovariana es aquella en que el feto se desarrolla en el ovario, en el mismo lugar donde se operó la fecundación. En estas tres especies de embarazo, el feto puede llegar a su estado normal de madurez. A una época más o menos adelantada de [190] la preñez extrauterina el quiste o saco que contenía el feto, no pudiendo proveer de nuevas dilataciones es víctima de vivos dolores y se manifiesta un trabajo análogo al del parto. Un último dolor más vivo que los otros, se termina por una sensación de rompimiento interior, al que sucede una perfecta calma. Muchas veces tiene lugar una Hemorragia interna, la mujer palidece, y sucumbe. En casos más felices, el feto cae en la cavidad del peritoneo como observa Rosieau, y formando adherencia puede permanecer impunemente durante veinte, treinta, y hasta cincuenta años.

Algunas veces también después de un tiempo más o menos largo, la presencia del feto en la cavidad abdominal, determina una flegmasía del peritoneo, y la mujer sucumbe a la violencia de la inflamación. En fin en algunos casos el feto habiendo contraído adherencias con algunos órganos abdominales determina los abscesos que aparecen sea en el intestino, sea en la vejiga, sea a través de las partes laterales o paredes del bajo vientre, y se ha visto en estos casos los pedazos del feto salir por una u otra de estas vías, o por una operación quirúrgica.

Son bastante difíciles de reconocer los signos de la presencia del feto en la trompa, el ovario, o la cavidad abdominal, y también son comúnmente insuficientes para asegurar el diagnóstico. Los signos racionales del embarazo anormal no se diferencian en nada de los que acompañan a la preñez normal. El tacto demostrando que el útero no ha adquirido un desarrollo en razón con el volumen del tumor que se siente a través de [191] la pared abdominal; puede prestar luces positivas a este objeto. El reconocimiento por el tacto no puede tener lugar en la preñez anormal. La mujer siente los movimientos del feto después del cuarto mes, y cerca del sexto mes, el cuello uterino en vez de ablandarse y de desaparecer no presenta cambio alguno. Aquí puede ser de una grande utilidad el etetóscopo, para reconocer la preñez anormal. Aplicándole sobre el tumor abdominal; se observan los latidos del corazón del feto, que no son isócronos con los latidos arteriales de la madre.

El facultativo cuando tenga bien conocida la preñez extrauterina; tiene dos medios que elegir, o limitarse a médico expectante, a fin de evitar los riesgos anejos a una operación grave sin duda para la madre, mas que no es necesariamente mortal, o dejar al quiste romperse espontáneamente, lo que sucede casi siempre con peligro de la madre, y del hijo que pudo salvarse por la incisión, o abertura de las partes abdominales llamada gastrotomía.

El Teólogo no puede en este caso decir al facultativo, más que debe combatir los accidentes por medios racionales, tratando de conducir su preñez siquiera hasta la completa organización del feto. Si a esta época, o antes de esta época, sobrevienen dolores vivos, si se manifiestan esfuerzos de expulsión, es necesario operar al momento, y verificar la extracción del feto, abandonando la expulsión de la placenta a la naturaleza, porque un desprendimiento brusco, producirá una hemorragia, que podría ser mortal, como saben muy bien los prácticos. [192]

Rosiau, cuyas doctrinas seguimos en este párrafo dice que conoció una mujer que presentó hace cerca de diez y siete años todos los signos de un embarazo anormal. A los cinco meses sintió los movimientos de su criatura, un mes después cesaron estos movimientos sin que hubiese experimentado dolor alguno, desapareciendo todos los signos racionales de la preñez. Las reglas no reaparecieron hasta después del noveno mes.

Esta mujer después de diez y siete años de embarazo anormal se halla en muy buen estado de salud, mas se recela que tiene en su vientre el fruto de la preñez. Tocándola en el bajo vientre se distingue a través de sus paredes los miembros del feto. Esta mujer desea que después de su muerte se haga la abertura de su cuerpo, y que se la saque el feto que se la encuentre.

«Las preñeces intersticiales que se verifican en el espesor mismo de las capas carnosas del útero, dice Moreau, no se conocen más que un pequeño número de ejemplos. Muchos antiguos comadrones parece que la han observado; pero no han hecho más que indicarla de un modo vago; siendo los trabajos de los modernos, y en especial de Breschet, los que han llamado la atención sobre ellas.»


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Inocencio María Riesco Le-Grand, Tratado de Embriología Sagrada (1848)
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