La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Inocencio María Riesco Le-Grand

Tratado de Embriología Sagrada
Parte Primera
/ Capítulo primero

§. I
La generación


El filósofo que busca la verdad en el gran libro de la naturaleza, libre de preocupaciones, conoce que existe una voluntad eterna, principio de las fuerzas que obran sobre la materia, y que esta voluntad increada, es anterior al universo creado. Que esta anterioridad le da no solo la primacía, sino la superioridad, y omnipotencia sobre toda la creación. No puede ocultársele, que esta voluntad obra con leyes determinadas por ella misma, con una ciencia increada también, y por lo tanto eterna e inmutable.

Mas aunque conozca la existencia de esta voluntad, principio de todas las fuerzas que obran en el universo, y confiese la realidad, de las leyes inmutables, que determinan y regularizan la acción de estas fuerzas; no es esto suficiente para poder conocer, y explicar el orden, estructura, y fenómenos, de toda la maquina de este mundo, o llámese naturaleza.

Infinidad de leyes concurren a la formación de un pequeño insecto de la tierra; la más insignificante flor necesita del auxilio, de una multitud de estas leyes eternas, y sabias, para ostentar sus colores, y follaje. Hay que confesar que esta voluntad creatrix, se conduce por una inteligencia libre, e infinita; que conoce todas las leyes de la naturaleza; y que tiene presentes en su onmisciencia soberana, la universalidad de los efectos que resultan de los diversos movimientos, impresos a la materia. [17]

El hombre no puede determinar reglas, ni prescribir leyes, sino después de haber experimentado la reunión de resultados que produce la aplicación de sus ensayos. De aquí es que el tiempo y la experiencia, son únicamente los que le dirigen en todas sus operaciones; mas la voluntad soberana que tiene todos los seres presentes ya sean animados, ya inanimados, que conoce su organización, y las condiciones a que están sometidos; que ha previsto hasta la más insignificante circunstanacia que puede contrariar a su existencia; es preciso que esta inexplicable voluntad que procede de tan admirable inteligencia sea una voluntad inmutable. La inteligencia que preside a tan augusta voluntad es la única que puede haber concebido, y realizado el plan del universo, y este supremo moderador debe ser reverenciado por la criatura racional.

¿Quién es el que ha impuesto a toda la materia esa fuerza de cohesión que bajo el nombre de gravitación, es una ley universal de todos los seres corpóreos de nuestro globo? ¿Quién ha inventado esas formas, y quién las conserva con asombro del hombre, que se contenta con explicar a su modo la atracción molecular? ¿Quién es capaz de imprimir la locomoción, ni el movimiento continuo a la materia inerte? ¿Seremos por ventura nosotros que nos contentamos con explicar en nuestro lenguaje imperfecto, la elasticidad, la impulsión, y dilatación de los cuerpos?

Figurémonos que se suspendiese un solo instante uno de los principios que obran en la naturaleza, ¿qué sería entonces de todos los fenómenos que observamos [18] diariamente? Elíjase el que a la vista de la generalidad parece más insignificante, la atracción molecular por ejemplo; demos por un momento que dejase de existir. ¿Qué sería entonces de todos los vegetales, animales y minerales? Se disolverían inmediatamente, y se confundirían con la masa de la tierra. ¡Pues que si se suspendiese la gravitación de los cuerpos celestes! La naturaleza entera perecería, la tierra se partiría en pedazos, y los planetas chocarían unos con otros.

Es necesario confesar la suprema inteligencia que preside a esa voluntad increada, y lo finito y limitado de nuestro entendimiento, para poder hallar la verdad aun en el orden natural, en muchas cuestiones Filosóficas.

Pero si en muchísimas cuestiones tiene que confesarse la filosofía impotente, no lo es menos cuando pretende examinar la generación del hombre. Su concepción es siempre un misterio a los ojos del físico, por más que sean innumerables los sistemas filosóficos que se cuentan sobre esta materia.

Virey los ha compendiado en los siguientes. Primero. El sistema de Hipócrates que aseguraba que el semen del hombre, y la mujer se mezclaban y que el más fuerte de los dos producía un feto de su sexo. Esta opinión se siguió por Aristóteles, y ha tenido gran séquito en las escuelas.

Segundo. El de Descartes, que suponía que la mezcla de los dos sémenes producía una fermentación de la cual se originaba el feto. Algunos naturalistas han admitido esta fermentación, para la reproducción de las [19] plantas, otros han afirmado que el semen del másculo era ácido y el de la hembra alcalino, y que de ellos se producía una sal química. Vieussens admitía el semen lleno de espíritus. Helmocio aseguraba que la hembra suministraba la materia seminal, y el macho una especie de espíritu o sello vital. Otros han querido que cada semen encerrase un animal informe o partes de un animal que se atraían después y se reunían.

Sin embargo los experimentos de Spalanzani han demostrado que una cienmillonésima parte de grano de esperma de rana, y libre de animalillos microscópicos bastaba para fecundar en el agua una multitud de huevos de hembras de rana; y además que el pequeño renacuajo es ya visible en el huevo no fecundado, así como las membranas del pollo están formadas en el huevo de la gallina que no ha sido fecundado por el gallo. La hembra es la que da el germen preparado, y el esperma del macho es el que le excita, y vivifica.

Tercero. Los antiguos han sostenido que el testículo derecho de los machos, y la cavidad derecha de la matriz producían individuos varones, y que las hembras eran engendradas en el lado izquierdo. Parménides, Anaxágoras, Aristóteles, Hipócrates, y Galeno siguieron esta opinión. Demócrito, Plinio, y Columela, han sostenido también que atando el testículo derecho o izquierdo a un carnero, se le hacía engendrar macho o hembra, según se quería. No ha dejado de tener sectarios esta doctrina; pero su falsedad la demuestra la experiencia, pues se han observado muchos hombres faltos de un testículo que han procreado hijos de los dos [20] sexos. También se han hallado fetos varones en el lado izquierdo, y hembras en el derecho; finalmente; se han observado a una mujer que teniendo destruida la trompa derecha de Falopio concibió un niño, y una niña.

Cuarto. Buffon admite en la generación un sistema medio entre Hipócrates; y Demócrito afirma que el semen es un extracto de todas las partes del cuerpo: que es una reunión de moléculas orgánicas que reciben la figura de los padres en un molde interior. Estas moléculas orgánicas siempre vivientes, que sirven a la nutrición y al movimiento de los animales, y de las plantas, pasan sucesivamente de cuerpo en cuerpo. Esta opinión se parece al sistema de la panspermia, de Heráclito, y de Hipócrates (lib. de diaeta), y renovado por Perrault, Gerike, Wollarton Sturm, Logam, &c.

En la hipótesis de que los padres, y madres suministran de todas las partes de su cuerpo moléculas para componer un ser que se les parezca, no se puede explicar cómo la mariposa produce en sus huevos, todas las túnicas, y envolturas sucesivas de las orugas, de que ella misma carece, y que han de salir de sus huevos. Si se supone un padre, y una madre mancos de un mismo brazo, o un perro, y una perra ambos con la cola cortada, nacerán sin embargo hijos con dos brazos bien formados, y perros con cola de un tamaño regular. He aquí, pues, a la naturaleza corrigiendo ella misma los defectos de los seres generadores. No obstante, los perros sin cola y sin orejas externas, pueden con el tiempo engendrar cachorros descolados, y desorejados, lo mismo que otros mas perfectos, aunque la naturaleza [21] aspira siempre a recobrar el tipo primordial de la especie, que es su modelo.

Quinto. Diógenes, Hippon, y toda la escuela estoica admitían que el feto era producido por el semen del macho solo, no sirviendo la madre más, que para el desarrollo, como la tierra respecto al grano.

Sexto. El sistema de los ovaristas, renovado últimamente por los célebres fisiólogos Dumas y Prevost: según este sistema, el semen espermático contiene en sí multitud de animalillos capaces de convertirse en seres semejantes al hombre, quienes en el acto mismo de la generación se lanzan por las trompas falopianas a los ovarios, donde después de una acción de guerra sangrienta, propiamente dicha, perecen todos, a excepción del que ha de ser anidado en el huevo destinado a recibirle. Por esta hipótesis, en el parto de dos o más gemelos han sobrevivido a tan singular batalla dos o más animalillos espermáticos.

Séptimo. El sistema de los huevos producidos por la hembra sola, y de su movimiento: ha sido admitido por Swamimerdams, Malpighi, Harvey, Valisneri, Plonequet, y Graaf, que los han descubierto en la mujer. Esta opinión que es la más seguida en el día, no está libre do algunas dificultades. Es evidente que el esperma del macho modifica mucho los órganos, y la estructura del embrión en los mulos, o híbridas. Así la yegua montada por un asno, produce un mulo que participa de las dos especies casi con igualdad. Pero este sistema de los gérmenes pertenecientes sólo a las hembras, explicaría muy bien la propagación [22] de los pulgones sin la intervención de los machos.

La epigenésis, es decir, la formación parcial, y sucesiva del feto, sistema conocido ya de Aristóteles y de Galeno, ha sido renovado por Descartes, Harvey, Furberville, Noedham, Muller, &c., pero especialmente por Wols que le llamó fuerza esencial. Esto mismo viene a ser lo que sostienen algunos físiologistas de este siglo con el nombre de misus formativus esfuerzo organizante, principio vital, tales son Blumembach, Barthez, otros muchos. Las formas plásticas de Cudworth son análogas a esta opinión, lo mismo que la atracción de las partes y la sobreestructura de los órganos admitida por Maupertuis.

Como los órganos no son visibles hasta que han adquirido consistencia, y opacidad, parece que se componen unos después de otros. Así el corazón o el punto saliente (puntum saliens) es el primero que se ve y lo mismo la espina dorsal: después las arterias gruesas y las venas, los músculos, los huesos, y finalmente las membranas. Pero la naturaleza echa sus obras en el molde de una sola vez, lo cual se advierte en la perfecta simetría, y en las fuerzas antagonistas de las diversas partes del cuerpo: no pudiendo establecerse semejante correspondencia sino por un esfuerzo armónico. Está cada miembro de tal modo apropiado a todos los demás, y unido con tantas simpatías, que no forma más que un ser individual. Todas las partes del mismo cuerpo participan igualmente del temperamento general: la menor fibra está íntimamente incorporada a este único individuo, a su género, a su sexo, a su edad, y a sus [23] hábitos: vive de su vida general, concurre al mismo fin con todas las demás, y últimamente; el individuo es único, lo que sería imposible si cada cuerpo estuviera formado de piezas producidas en muchas veces, y sin un poder que obrase de concierto, y aun tiempo en todas partes.

La formación de las partes por la atracción es una consecuencia natural del sistema de la epigenesis. Según Maupertuis y algunos otros modernos, las moléculas capaces de organizarse son atraídas a un centro: por ejemplo, la nariz atrae a los ojos, la mano atrae los dedos, el cuerpo atrae los brazos, y las piernas, a corta diferencia como las moléculas de una sal, disueltas en algún líquido, van, a colocarse en cristales regulares alrededor de un mismo núcleo. También se ha mirado la generación de un animal como una verdadera cristalización de las moléculas espermáticas siguiendo un orden orgánico, mientras que las moléculas salinas se colocan en un orden geométrico.

Además se demuestra fácilmente que la formación sucesiva del feto no puede verificarse por aposición o superposición de órganos. Hay una especie de embutido manifiesto de las dos mitades del cuerpo. De esta suerte, comenzando por el cerebro, los nervios ópticos se entrelazan, cuya decusación es muy visible en los peces los dos hemisferios cerebrales se unen por el cuerpo calloso o mesolóbulo: el cruzamiento de las fibras nerviosas parece bien probado por el fenómeno de las parálisis y hemiplejías que sobrevienen al lado opuesto al del cerebro que ha recibido un choque o una compresión. [24]

Y aun cuando las partes dobles y simétricas de cuerpo pudieran cruzarse en la concepción, hay órganos esenciales que nunca son simétricos como todo el canal intestinal y las vísceras abdominales, el hígado, el bazo, el páncreas, &c. Hay huesos impares, como el vomer, &c., que de ningún modo parecen susceptibles de este modo de estructura: por reunión o atracción.

La enorme dificultad de comprender la formación del feto ha hecho retroceder indefinidamente este fenómeno hasta el origen de las cosas, por otros fisiologistas.

Nona. Bonet, Spallanzani, y las escuelas de Italia han seguido la opinión de que hay gérmenes preexistentes y creados desde el principio del mundo pero encajados unos en otros y desarrollándose sucesivamente. Se ha citado un ejemplo singular de este embutido de Ch. J. Aug. Otto, De faetu puerpera, seu de faetu in faetu, epistola. Weissenfeli, 1748 in 4°. Este feto hembra contenía otro dentro; pero este ejemplo no prueba otra cosa sino que era una monstruosidad; como vemos algunas veces un huevo dentro de otro, o un limón en otro limón.

Adoptando por otra parte esta opinión del embutido de los gérmenes y de su existencia anterior al acto de la generación, se sigue que Eva ha debido poseer todos los gérmenes de los hombres nacidos y por nacer sobre la tierra hasta la consumación de los siglos; y lo mismo en cada especie de animales y de plantas. Este embutido supone la división de la materia hasta lo [25] infinito; porque es preciso contar no solo todos los gérmenes que se desarrollan sucesivamente, sino todos los que abortan o que se desarrollan, o que perecen antes de reproducirse, con toda la serie de generaciones que hubieran producido. Una sola planta de tabaco o de adormidera, por ejemplo, da cada año tres o cuatro mil granos muy pequeños; luego es preciso admitir en esta hipótesis que cada uno de estos granos contiene no solamente todas las partes de la planta que ha de producir sino también los granos que salgan de ella, después las generaciones de estos granos hasta el fin del mundo, de suerte que es necesario multiplicar, por decirlo así, lo infinito por lo infinito, y que el universo fuese en breve muy estrecho para contener tantos gérmenes. Tales son los resultados a que conduce esta opinión, en la cual no pueden explicarse las monstruosidades ni los mestizos.

Décima. La hipótesis de la panspermia de que hemos hecho mención. En esta hipótesis suponen que toda la naturaleza está llena de gérmenes, o de elementos imperceptibles propios para formar cualquiera ser. Estos gérmenes recibidos con los alimentos, con el aire, el agua, la tierra, &c., en los cuerpos vivos, se asimilan a su sustancia, pasan a su semen, y allí se hacen capaces de reproducir el mismo ser al cual se han asimilado. Pasando estos gérmenes a otros seres, se amoldan a su forma y abandonan la que habían recibido anteriormente. Así toda materia, colocada en circunstancias convenientes, se hace capaz de producir un ser; la naturaleza entera no es más que semen y generación. [26]

Undécima. Pitágoras y Timeo de Loeres admitían que la generación se efectuaba por números o conexiones armónicas: y según Platón, las ideas son los principios de las formas de todos los cuerpos: todos los seres están organizados por un modelo arquetipo, o ideal, y conforme a una proporción ternaria y simétrica. Esta armonía triangular es la imagen misteriosa del que engendra, de aquel en el cual se engendra, y de lo que es engendrado. El mundo es el animal prototipo de todos los demás, y de él emanan todas las existencias.

Duodécima. Según Parménides, el calor, y el frío bastan, para formar nuevos seres: los machos son concebidos en el lado derecho de la matriz, y las hembras en la región izquierda. Empédocles, mirando la formación de nuevos seres y su destrucción como la mezcla y la separación de los elementos, sostenía que no había ninguna generación verdadera. La humedad, o el agua elemental, era según Tales el principio de la generación.

Decimatercera. Stahl ha creído que el alma tenía el poder de criar y de organizar el feto, y Helmoncio admitía un espíritu formador, una idea seminal en la matriz: explicaban los lunares de nacimiento por las emociones del alma. Según estos autores, el esperma era en algún modo un licor vivo, que transmitía al feto el alma y las cualidades morales, y físicas, del padre.

Décima cuarta. Después la generación de los gemiparos o por estaca ha hecho creer que el feto pertenecía a la hembra, de la cual era en alguna manera una emanación. [27]

Estas son poco más o menos las opiniones de todos los filósofos sobre la generación, que hemos tomado del célebre naturalista mencionado; por parecernos más breves y compendiosas. La Filosofía disputará eternamente sobre la generación del hombre; mas el Teólogo fundado en el texto de Moisés confiesa que la generación proviene de la cópula del hombre con la mujer sin que necesite profundizar más este misterio para resolver las dificultades que puedan presentarse. Todas cuantas cuestiones quieran suscitarse sobre esta materia estarán siempre envueltas en densas tinieblas. Aún no han convenido los fisiólogos en determinar si la concepción es distinta o no de la generación; si es o no distinto el momento en que se fecundó el germen de aquel en que se concibió: qué condiciones son o no necesarias para que una mujer sea fecunda; si son más a propósito las que se entregan con más ardor a los placeres del amor que las que son naturalmente frías. Sobre esto podemos asegurar de una señora que tiene ocho hijos y dos hijas todos adultos, la cual siempre que se llega al tribunal de la Penitencia no duda afirmar que ignora cómo el señor le ha concedido tan dilatada sucesión pues jamás ha experimentado placer alguno en el acto conyugal; lo mismo hemos oído afirmar a otras varias señoras, que no carecen de sucesión; por el contrario se observa en mujeres viciosas, o al menos en muchas cuya naturaleza participa con exceso de los goces del matrimonio ser infecundas.

Tampoco vemos resuelta la cuestión sobre el sitio en que se verifica la concepción, unos aseguran que sucede [28] en la matriz, puesto que comúnmente el feto se desarrolla en ella, otros que en el ovario pasando después de tres días el huevo fecundado a la matriz, y lo prueban por los destrozos del feto que se han encontrado en el ovario de algunas mujeres, y con varios ejemplos de preñeces abdominales, y por varios experimentos hechos al intento, entre ellos el de Nuck, que tres días después de la cópula, ató una de las trompas del útero en una perra, y veinte y un días después encontró dos fetos entre la atadura y el ovario lo que prueba la concepción extrauterina.

He aquí cómo hasta el presente se ha adelantado poco en esta materia, y que podemos asegurar con Fermín, que la obra de la generación es uno de los misterios más impenetrables de la física, o uno de los secretos que la naturaleza tiene ocultos. Sin embargo repetimos con el Abate Spallanzani, que a pesar de que se dice que es un secreto de la naturaleza que existe más para ser admirado, que investigado; no debemos entregarnos a la ociosidad, sino continuar nuestras investigaciones y mucho más cuando tanto se nos ha allanado el camino.

Finalmente sobre la generación humana es incalculable cuánto se ha escrito, por lo tanto es imposible decidir sobre ella ni mucho menos asegurar que la ley de la generación sea una misma en todos los animales, o que el hombre sea una excepción particular; o que cada especie tenga su ley especial, para su reproducción.

La generación de todos los seres que existe en el universo, es una continuación eterna de la voluntad suprema que quiere que cada especie organizada se reproduzca [29] y perpetué por su fuerza vital. Todos los seres que al presente se reproducen han sido ellos reproducidos, y esta cadena admirable es una continuación de la generación primitiva del omnipotente. Todo cuerpo organizado tiene su principio por un estado gelatinoso, ya sea planta, ya sea animal, la fecundación del padre comunica la fuerza vital, y aquella sustancia crece y se fortifica con una actividad prodigiosa cuanto más dista de su perfección, y con más lentitud conforme se aproxima a ella. Cuando hemos llegado a la perfección, cuando la naturaleza no tiene más que darnos, principiamos a descender y caminamos a una inevitable destrucción. La especie humana como observamos en muchas razas de animales que han desaparecido, tiene su época de infancia, juventud, virilidad, vejez, y decrepitud, y de consiguiente llegará el día de su desaparición de la superficie de la tierra. Esto nos lo dice la filosofía por la observación que hace de las demás razas cuyos despojos fósiles conservamos en nuestros gabinetes, y esto mismo enseña la Teología por el dogma del juicio universal.


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Inocencio María Riesco Le-Grand, Tratado de Embriología Sagrada (1848)
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